http://www.infocatolicos.cjb.net/ PRIMER MISTERIO DOLOROSO:
LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO
Finalizado el cántico y
la cena
hacia Getsemaní se
encaminaron,
las sombras de la noche
enmascararon
los rostros demudados por
la pena.
Llevaban de tristeza su
alma llena.
Ocho, a la entrada, para
orar quedaron;
Pedro, Santiago y Juan
acompañaron
a Jesús. Empezaba la
condena.
Se alejó de ellos
pálido, afligido,
de hinojos se postró, la
frente en tierra,
y elevó al Padre bueno
su plegaria.
Estaba atribulado,
decaído,
y su materia, que a
existir se aferra,
pedía su razón
originaria.
**
Jesús medita brutalmente
herido,
rasgado por contrarios
sentimientos
de olvido o redención.
Sus pensamientos
viajan de gloria a
oprobio. Está aturdido.
Pedro, Santiago y Juan ya
se han dormido
y Cristo les reprende.
Sus tormentos,
las causas de profundos
sufrimientos,
son vilezas del hombre
redimido.
Ruega al Padre le exima
del martirio,
le aparte el cáliz
portador de Cruz,
le salve de la muerte y
la agonía.
Suda sangre abrumado en
su delirio,
y dice, al recibir de
Dios la luz,
haré tu voluntad y no la
mía
**
Bajo el anciano olivo,
con horror
al cruento final, al
sacrificio,
de rodillas, humilde, es
su cilicio
apurar el acíbar del
dolor.
No hará su voluntad
porque es Amor.
Y su carne, rebelde ante
el suplicio,
enrojece su arcilla, el
edificio
que sufrirá su Cruz de
vencedor.
Estalla la liturgia del
perdón,
Es carmesí holocausto al
trasvenarse.
Será mártir por todos
sus hermanos.
Es la primera sangre de
Pasión.
Él es el alto precio y
al donarse
abre la salvación a los
cristianos.
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SEGUNDO
MISTERIO DOLOROSO:
LA
FLAGELACIÓN DEL SEÑOR ATADO A LA COLUMNA
Los azotes desgarran su
figura
con la mano brutal de la
injusticia,
del desprecio, del odio y
la malicia
de un mundo anonadado en
su hermosura.
Es un surco sangrante su
ternura.
Esparce la semilla, la
primicia
del fruto inmaculado. La
sevicia
del látigo su génesis
madura.
Se somete al martirio con
valor.
Su silencio es la voz de
enamorado
eximiendo al amado del
castigo.
Atado a la columna del
dolor,
el cuerpo malherido,
lacerado,
es oblación de
excepcional amigo.
**
Le fustigan con fuertes
latigazos,
le flagelan con pesos en
la cuerda.
Cesan de cuando en
cuando, que no pierda
la vida por continuos
cimbronazos.
Le arrancan piel y carne
en mil pedazos
los sádicos soldados, y
así muerda
su humillación, el barro
le remuerda
y afirme que Satán le
ató en sus lazos.
Pilatos sólo intenta
complacer
a los que actúan
alevosamente
por orgullo, codicia y
vanidad.
No desea valerse del
poder
para causar la muerte a
un inocente
que insiste, torturado,
en la Verdad.
**
Le despojan de humana
dignidad,
amancillan su honor y su
derecho
como persona libre. Y por
su pecho
surge el oasis de la
caridad.
Es enorme su celo y su
bondad.
No permite en su ánimo
el despecho
por lesiones y ofensas
que le han hecho
y con su sangre sella su
piedad.
Subsiste, solitario,
abandonado,
su pueblo ya ha elegido a
Barabás,
y ha pedido que a Él le
crucifiquen.
Desvalido, maltrecho,
ensangrentado,
va al sacrificio, sin
volverse atrás;
llegará el día en que
le glorifiquen.
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TERCER MISTERIO
DOLOROSO: LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Con soeces insultos, los
soldados
despegan a Jesús de sus
vestidos
arrastrando los restos
adheridos,
reabriendo los surcos
coagulados.
Manan dogma los músculos
rasgados
y un manto rojo oprime
sus latidos,
se concentran en todos
sus sentidos
deserciones y agravios
aceptados.
Con espinas taladran su
cabeza
coronándole rey de los
judíos
y por cetro le entregan
una caña.
Desconcertados ante su
nobleza
le escupen, le apalean,
los impíos,
pues les turba una
sensación extraña.
**
Circundan su cerebro las
espinas,
le atraviesan agudos
pensamientos
de aflicción. Se resigna
a los tormentos
para salvar las ánimas
mezquinas.
Derrocharán su pan en
las esquinas,
arrancarán su vid y sus
sarmientos,
le agobiarán con
súplicas, lamentos,
le clavarán mil veces
las espinas.
Mas lleva la corona bien
ceñida,
el amor se derrama por su
frente
y sujeta la caña con
honor.
Resiste los puyazos, la
embestida
del desamor, que hiere
cruelmente,
y pide al Padre aumente
su valor.
**
Las espinas clavadas en
su frente
dañan más en su tierno
corazón.
Agiganta el dolor de su
pasión
la soledad cercándole la
mente.
La tibieza futura del
creyente
le ciñe con perfidia y
decepción,
es difícil sufrir la
sinrazón
del hombre, ante la
gloria indiferente.
Le duele ver su credo
incomprendido.
La frialdad le asquea, le
repugna,
su vértice punzante le
conmueve.
Se ofrece por el mundo
descreído.
Porque a la indiferencia
Él impugna,
será el cordero de la
parasceve.
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CUARTO MISTERIO
DOLOROSO: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
Sobrelleva la Cruz de su
agonía
descarnando sus pies en
la andadura.
Sube por el sendero, con
dulzura,
a cumplir la sagrada
profecía.
Es reo de ambiciosa
villanía
que arrastra por el suelo
su hermosura,
y en un lienzo transmite
su figura
con mensaje de etérea
cercanía.
Es la soberbia humana,
deicida,
la insoportable cruz de
su interior
que causa la caída y el
desgarro.
Tiene el alma angustiada,
malherida,
la tristeza es más
grande que el dolor
y en su mente palpita
añejo barro.
**
Cargado con la cruz de
salvación
camina el redentor,
desamparado,
es el justo, por odio
condenado
a morir, acusado de
traición.
Delante del cortejo, un
centurión
y el heraldo, que informa
han coronado
al que se dice rey. Y a
cada lado,
como insulto, le ponen un
ladrón.
Penosamente pasa el buen
pastor,
exhausto, maltratado,
pero entero,
trasluciendo su espíritu
inmortal.
Lleva a cuestas la cruz
del desamor,
su peso es superior al
del madero,
símbolo de su Reino
universal.
**
Cae tres veces, cansado,
el galileo.
Arguyen que no llegará
al Calvario.
Para cargar la cruz,
feliz gregario,
eligen a Simón, el
cireneo.
Jesús yace en el suelo.
Un clamoreo
piadoso ante el suplicio
sanguinario,
baja hasta Él. Y Cristo,
humanitario,
les advierte del mal del
pueblo hebreo.
Él es el leño verde,
incombustible,
su savia lleva el agua
del bautismo
que saciará la sed de
eternidad.
El leño sacrosanto e
invencible
es pasto del ardor del
fanatismo
ciego ante el esplendor
de la Verdad.
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QUINTO MISTERIO
DOLOROSO:
LA
CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR EN LA CRUZ
Pies y manos le clavan
sin luchar.
Sus brazos en la cruz,
escarnecido,
son un abrazo abierto a
quien le ha herido,
consagración de amor
sobre el altar.
Llagado, solo y próximo
a expirar,
otorga su perdón en un
gemido.
Absuelve con el último
latido
al infiel que le va a
crucificar.
Se olvidó de sí mismo.
Con piedad
al buen ladrón por su
sentir bendijo
concediéndole el Reino
de su Padre.
Sabiendo la polémica
hermandad
dijo a María: "Ahí
tienes a tu hijo",
y dijo a Juan: "Ahí
tienes a tu Madre".
**
La ingrata humanidad le
ha ajusticiado.
Su queja, su clamor, su
amante celo
extraña de su Padre el
fiel consuelo:
¡Dios mío!, ¿por qué
me has abandonado?
Tiene sed de los hombres
que ha salvado,
y no acepta el vinagre.
Mira al cielo,
triunfante brinda al
Padre su desvelo
porque la redención se
ha consumado.
Es el fruto del árbol de
la vida,
maduro en sacrificio
sobrehumano,
rezumando en agraz su
savia ungida.
La voluntad de Dios está
cumplida,
deposita el espíritu en
su mano,
y muere por amor al
deicida.
**
Tembló la tierra, el
cielo ennegreció,
un centurión y muchos
comprendieron
realmente era Dios al que
prendieron
y para ellos la Vida
comenzó.
El velo del Santuario se
rajó,
el signo de la Antigua
Ley perdieron,
con una lanza a Cristo
acometieron
y una fuente de gracias
le brotó.
Como el gusano de las
profecías
se revela ante el mundo
el nuevo Abel,
el Ser que descendió de
las alturas.
El hijo de María es el
Mesías,
es el Rey que unifica
esta Babel
y destierra las lápidas
oscuras.
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