SANTA ELENA EMPERATRIZ:

Esta Santa nace en Bitinia –hoy Yalova Turquía asiática- en el año 246 después de Cristo, en este tercer siglo, la persecución a los cristianos es intensa y cruel. Fue hija de padres paganos de muy humilde condición. Esta pequeña niña, será la elegida por Dios para ser la madre del Emperador romano: “Constantino el Grande”.

Su infancia es muy humilde, sus padres tienen una pequeña posada, que atienden ellos mismos, y Elena medida que crece, los va ayudando en sus quehaceres domésticos. Siendo ya joven, sus padres le encomienda la atención de sus clientes, pues confían en su prudencia y bondad.

Un día llega un grupo de soldados comandados por Constancio Cloro, el oficial al ver a Elena y ser atendido por ella, no puede ocultar la profunda impresión y el impacto que ha provocado en el corazón de soldado. Enamorado de ella pide a los padres su mano, y contrae enlace. Ella le acompaña siempre, a Germania, Inglaterra y cinco años después da a luz, en Naissus –actual Nis en ex – Yugoslavia- a su único hijo: Flavio Valerio Constantino, que será su consuelo en la vida sacrificada y dura. La época de la Santa, es por demás turbulenta;el imperio romano vive convulsionado por guerras internas y externas. En el año 284 asume el poder Dioclesano, este emperador, frente a la situación desastrosas decide reorganizarlo. El poder es dividido entre dos Augustos: Dioclesano y Maximiano, y con el propósito de asegurar la sucesión, nombra dos Cesares: Galerio y Constancio Cloro. Este último, es Cesar de las Galias, Gran Bretaña y España. Debe dar muestras de fidelidad y entonces repudia a Elena; luego de 19 años de matrimonio y 45 años de edad, debe abandonar a su esposo e hijo; Vuelve a Drépano, seguida de su fiel criada. Vive austeramente, y brinda su casa para los necesitados de consejo y ayuda material.  Tal vez sin saberlo, enriquece su alma, iniciando el camino de la Cruz.

La Iglesia de los Mártires. Conversión de Elena.

La persecución de los cristianos, se agudiza, como así también el odio, se les considera enemigos del Estado. (¡Que parecido a hoy día!, No nos matan el cuerpo sino el alma).

Es en este período que la Devoción recuerda algunos nombres entre la muchedumbre de víctimas: Santa Lucía, patrona de los ciegos, Santa Inés, San Sebastián –oficial romano-, el Papa San Marcelino, etc. Quemados a fuego lento, sepultados en minas, etc.

Ella conoce estos hechos y admira la grandeza de esas almas cristianas que pueden soportar, con valentía y aún alegría, los mayores vejámenes y sufrimientos.

Licia.

En la soledad de su casa, tiene Elena frecuentes diálogos con la señora que ayuda en los quehaceres domésticos, y así también aliviar la pena de soledad. Esta mujer era Licia;  cristiana, sencilla y humilde.

Una tarde, Licia  vuelve preocupada. Elena, al verla, piensa que algo malo debe haberle pasado a su hijo Constantino. Se desarrolla el siguiente diálogo:

“- Dime Licia, con franqueza, ¿ha sucedido algo a mi hijo?

- No, señora. Por el contrario, tuve la suerte de encontrarme con un pretoriano que estima mucho a su hijo y me ha asegurado que está bien y que le manda saludos.

- Entonces, ¿porqué te veo tan mal?

- Escuchadme señora: yo estaba conversando con el pretoriano y sonaron las trompetas anunciando que Galerio el Cruel salía de Domus Aureas. Me alejé rápidamente del lugar y tropecé con un viejo mendigo a quien siempre ayudo. Me informó que Galerio había ordenado un proceso muy rápido, a un extranjero venido de Roma. Los dos nos encaminamos enseguida hacia la plaza principal; deseábamos conocer la nueva víctima de Galerio.

-¿Quién era? Preguntó Elena, con ansiedad.

- Era Bonifacio. Pues llegamos en el momento en que Galerio le preguntaba: -¿Quién sos? ¿Cómo te llamas?.

- Me llamo Bonifacio. Vengo de Roma y soy cristiano, le respondió.  Te ordeno, le dijo el Emperador con voz potente y cruel, que reniegues de tu fe.

- Jamás lo haré, le contestó con firmeza Bonifacio.

- ¿No quieres renegar de tu fe?, Pues éstas son las caricias que te manda tu Dios, e inmediatamente ordenó que lo ataran con hierros y pusieron estacas agudas en sus uñas.

-¿Quieres aún ser cristiano?.

Bonifacio miraba al cielo. No contestó nada.

Irritado Galerio mandó a que llenaran su boca de plomo hirviendo. Para que contestes mejor, le dijo.

Bonifacio, dirigiéndose a todos los presentes y a los que iban a morir como él, les dijo: Rogad por mí.

- Imaginaos, Señora, de la multitud se oyó un profundo lamento de dolor que atemorizó a Galerio por unos instantes, más después recobró su habitual e inhumana energía y ordenó entonces nuevos sufrimientos que no os quiero detallar, son tan crueles... los ojos de Licia se cubrieron de lágrimas. Bajando la voz continuó: - finalmente Galerio mandó que lo decapitaran. Yo aparté la vista de tan horroroso suplicio y pensé que realmente la sangre de los mártires fecunda la tierra de tal manera que hace surgir nuevos cristianos, sinceros, valientes y fervorosos.

- Así lo creo yo, dijo Elena, tocada interiormente por la Gracia. ¡Cuánto me agradaría conocer bien a Jesús y sus enseñanzas evangélicas!.

- Yo os puedo instruir, le dijo Licia. He nacido en un hogar cristiano y las enseñanzas de Jesús las conozco y las he vivido desde mi infancia.

- Quiero ser Cristiana, dijo Elena, iluminada  en su interior por la luz de lo Alto.

En el año 306 muere Constancio Cloro de enfermedad, mientras guerreaba en Bretaña.

Galerio, que extremaba su crueldad contra cristianos, es atacado por un extraño mal que pudre sus vísceras e infecta sus carnes de gusanos.

Constantino El Grande asume el poder total del Imperio.

Constantino mediante una serie de batallas y procedimientos diplomáticos logra vencer en occidente a todos sus rivales que se disputaban el imperio.

Constantino se hallaba en las Galias y debía vencer a Majencio en Roma. En el año 313 invade Italia. Después de largos días de marcha se aproxima a la ciudad de roma.

Era el anochecer, el sol declinaba en el horizonte.  Constantino medita en su tienda de campaña acerca de su próxima batalla; se halla sumido en profundos pensamientos. Fue entonces cuando divisa en el firmamento una cruz luminosa enorme con la siguiente inscripción: “Con este signo vencerás”.

Impresionado vivamente por la visión que interpreta venir de lo Alto, manda a grabar esta imagen en su bandera, escudos y estandartes, y así pertrechado se lanza a la batalla. Al batirse las tropas de Majencio en retirada, cede la construcción del Puente Milvio, pereciendo en el Tíber Majencio junto con sus hombres. Más  que batalla fue retirada ignominiosa, era el 28 de octubre del 312. Constantino entra en Roma, Elena es recibida triunfalmente con honores de emperatriz. Su hijo le otorga el título de Augusta. Ábrele el tesoro imperial y le adjudica una corte y un palacio, el Sessiorum, cerca de Letrán y acuña monedas de oro con su efigie.  Había llegado el momento de la paz religiosa, en efecto el Edicto de Milán de 313, fijó de un modo oficial y solemne la existencia jurídica de la Iglesia Católica.

Elena, recibe el Bautismo a los 66 años de edad. Se dedica a  los pobres y reconstruye iglesias. San Ambrosio ensalza la santidad manifiesta de sus costumbres. Rufino su fe y celo, Sócrates su profunda humildad y desdén al fausto. Funda hospicios. Abre las cárceles para los cristianos inocentes.

Constantino cristianizó el derecho romano: fueron favorecidos los más débiles: la mujer, el niño y el esclavo. Se le debe a él a Elena la abolición del suplicio de la cruz para los delincuentes. En el año 323 se declara cristiano y educa a sus hijos cristianamente.. con el fin de esclarecer las disensiones y herejías de la Iglesia, convoca al primer concilio Ecuménico celebrado en Nicea, de cuyas deliberaciones surge el Credo de Nicea (325).

Constantino muere con los santos óleos dados por el obispo Eusebio de Nicomedia.

Viaje de Elena a Jerusalén. Hallazgo de la Cruz de Cristo.

La fe sostiene a Elena. Intrigas palaciegas  de los enemigos de la Fe, hacen ejecutar a su único nieto Crispo y a su nuera la emperatriz Fausta. Al terminar el Concilio de Nicea, resuelve ir personalmente a Jerusalén para visitar y venerar los Santos lugares. Busca allí el autentico madero de la Cruz. Quiere abrazar la Cruz del Señor.

Para Elena este viaje adquiere un carácter penitencial, quiere de alguna manera repara y pedir perdón  por los pecados cometidos en su Imperio. Tenía 80 años de edad. Su viaje por los Balcanes hace desaparecer todo resto de las antiguas persecuciones contra los cristianos. Las multitudes acudían para ver y venerar aquella princesa extraordinaria a quien consideraban como la madre del Imperio.

Inició las excavaciones en la parte oriental del Calvario donde se suponía que los judíos habían enterrado todo lo concerniente a la crucifixión después de arduo trabajo fueron con la cisterna donde había tres cruces, la inscripción  del Salvador, una lanza y clavos.

San Macario, obispo  de Jerusalén manda a  ha hacer rogativas para obtener de Dios, la gracia de conocer la verdadera Cruz.

Narra el historiador Rufino que en  aquel lugar, había una mujer gravemente enferma. El obispo y la emperatriz se dirigieron a su casa con las cruces recién halladas al lecho de la moribunda. Macario pidió a Dios que si era su voluntad hiciera que al contacto con la cruz verdadera la agonizante recobrara la salud.

El contacto con las dos primeras no produjo efecto alguno mas con la tercera quedó instantáneamente curada y les servía a la mesa.

Sin pérdida de tiempo, mandó Elena un fragmento de al Santa Cruz a su hijo, quién la recibió con grandes honores (Constantinopla). Otro fragmento fue enviado a Roma para la iglesia que la misma santa había fundado en la ciudad, que actualmente se llama iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén.

El trozo mayor se halla en cofre de plata en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalem.

Ella fue la que mandó construir la Basílica sobre la gruta de Belén, otra sobre el Monte de los  Olivos y en el monte Calvario la Basílica del Santo Sepulcro, donde murió Jesús.


 

Elena no pudo ver terminadas las obras emprendidas en Tierra Santa, pues su avanzada edad le aconsejaba regresar al lado de su hijo que se hallaba en Constantinopla. Pero pasa por Palestina, donde visita a  las vírgenes consagradas al Señor, donde deja una huella imborrable como modelo  de modestia, humildad y virtud.

En brazos de su hijo Constantino, entrega su alma a Dios, el 18 de Agosto del año 328 (329). Su fallecimiento tuvo carácter de duelo nacional, siendo muy llorada por todo el Imperio.

Fue una mujer ejemplar, si bien estuvo en la cima del mundo del poder y fama, despreció todo ello y se inclinó en actitud de servicio ante sus hermanos. Incluso concurría a misa junto con todo el pueblo, como una más.

Santa Elena es abogada porque nos enseña a amar y abrazar la Cruz de Cristo, el alivio a las tribulaciones.

Es Patrona de la Asociación de Mujeres de la Acción Católica Argentina, Asociación que es una de las adherentes en el documento de 2000, en contra de la Ley de salud Reproductiva.

Se venera en la Parroquia Santa Elena, calle Juan F. Seguí 3815, esquina Malabia; Capital federal, Argentina.


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