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La era de la computación: la filosofía de nuestro tiempo

                                                                                  Walter Farah

Ha sido frecuente, en mi experiencia como profesor de Filosofía , toparme con la respuesta “para nada” cuando lanzo la pregunta a los estudiantes: “y ustedes que piensan…¿para qué sirve la filosofía?”. En la mayoría de los casos, sin embargo, después de superado aquel inicial y afilado dardo de algunos de ellos, otros intentan respuestas aún más humillantes como aquellas cargadas de la rancia metafísica de: “explica el  por qué de las cosas”.

Aterrado por tales respuestas (después de todo me invade cierto y horrible estupor por justificar el afán de mis propias preocupaciones intelectuales) me enfrenté al reto de generar dentro de los estudiantes, las inquietudes necesarias acerca del lugar que la  filosofía ocupa  en la sociedad contemporánea, no ya por producir el conocimiento científico –como ocurría en los antiquísimos Tiempos Antiguos-, sino para posibilitar la amplia perspectiva que requiere la inevitable especialización de nuestro tiempo, es decir, el tiempo de la tecnociencia.

Por ello, si la ciencia, tal como la definió Ander Egg, es “el conocimiento racional, cierto o probable, obtenido metódicamente, sistematizado y verificable”, entonces al menos una de las funciones de la filosofía contemporánea debiera ser la de mostrar la conexión entre la ciencia, la tecnología y el producto final, sea un automóvil, una plancha o una computadora, de las mismas que todos los días, página entera mediante, se anuncian en nuestros medios de comunicación.

Si se revisa el texto en cualquier campaña de publicidad escrita de compañías de distribución de software, como por ejemplo una reciente de Compac (relacionada con su modelo Deskpro EP con Procesador, Pentium II-350 Mhz), es normal encontrar párrafos, para algunos ininteligibles, como el siguiente: “Disco duro de 4-3 GB SMART II Ultra ATA 64 MB de RAM expansible a 384MB Caché 512 KB L-2”.

Es la cara conocida  del lenguaje de la computación, el binario, que al igual que muchos otros forma parte del lenguaje matemático y que descansa bajo el principio de que todo juicio es o verdadero o falso; o  0 o 1. Es decir, el principio fundamental de una de las disciplinas contemporáneas de la filosofía: la lógica simbólica, que se funda, tal como lo describe Copy, en la necesidad de estudiar la validez e invalidez de cualquier argumento, más allá de los “problemas periféricos de vaguedad, ambigüedad, peculiaridades idiomáticas, metáforas y anfibología”, propios  del lenguaje humano.

En ese sentido, RAM, caché, CPU, periféricos de entrada o de salida, incluyendo tecnología touch screen para evitar la acumulación de grasa en los nuevos modelos digitales de monitores, no son solo productos derivados de la investigación tecnológica sino también, y sobre todo, la del  particular desarrollo de la lógica simbólica, que por aquello de las exactitudes, tal lo sintetizó Mario Bunge, es también un ejemplo de las llamadas “ciencias formales”, que con las fácticas, conforman el tradicional objeto de estudio de la Filosofía de la Ciencia.

Por otra parte, el lenguaje de computación requiere, para su debida comprensión por parte de los seres humanos, de un artefacto tecnológico que, entre otras funciones, tiene la tarea de convertir el lenguaje binario en caracteres. Se trata del llamado ASCII  (American Standard Character Information Interchange), un traductor que hoy aparece como una de las mediaciones para verificar que la tradicional relación entre máquina y ser humano ha desaparecido por completo.

En la discusión acerca del impacto de la computación en la cadena evolutiva, algunos autores empiezan a sostener que ya se ha operado un nuevo salto cualitativo (para decirlo aún en el añejo lenguaje del mecanicismo), de tal forma que hoy ya se generan las condiciones para la simbiosis definitiva entre el ser humano y la máquina, donde la segunda y no la primera, terminará por imponer sus condiciones. Temas que, como se sabe, pueden abordarse desde los ámbitos de la Antropología Filosófica y la Etica, en el contexto de la Cibernética, es decir, de la ciencia que  se ocupa, según la clásica definición de N. Wiener, de la dirección y comunicación en los organismos vivos y las máquinas, y cuyas referencias pueden llevarnos a la Teoría de la Información y la Teoría de la Comunicación.

En tercer término, el encuentro de las industrias de las telecomunicaciones y de la informática han producido un nuevo lenguaje: el HyperText MarkUP Language (el HTML), subproducto de un lenguaje más complejo: el SGML (Standard Generalized Mark Up Language). El hipertexto toma el lugar del lenguaje escrito y oral y afecta a la Lingüística y la Semiótica, abre una profunda griega en la Teoría del Conocimiento y debilita la tradicional síntesis del realismo de Karl Popper.

En cuarto lugar, ha sido avasallante la dinámica de investigación que se desarrolla desde el ya hoy mítico 15 de febrero de 1946, cuando fue presentado públicamente el primer ordenador electrónico (el ENIAC), al punto que en términos de mercado, seguramente la mayoría de consumidores compran nuevas aplicaciones o modelos de equipo, cuando ni siquiera han terminado de aprovechar al cien por ciento las posibilidades de su modelo anterior, contribuyendo a favorecer algunas posiciones éticas que tienden a cuestionar el valor de la tecnología para la creación de una sociedad más equilibrada.

Por otra parte,  el fortalecimiento del sector de la informática y de la internet ha traído importantes modificaciones en la dinámica social, tal como lo ejemplifica, sin ir más lejors, la presencia en nuestro país de la compañía que controla el mercado mundial de los chips, Intel: modificación del perfil del profesional en computación, consecuencias en el mercado de trabajo e importantes consecuencias a los volúmenes de exportación, importación y empleo, entre otras muchas variables. Es decir, la ciencia como fenómeno social.

La transformación de un sistema educativo presencial a uno virtual (en el mismo contexto descrito por Nicholas Negroponte en su obra “Mundo Digital”); el desarrollo de nuevas relaciones comerciales mediante el fortalecimiento del Comercio Electrónico y el desarrollo del Teletrabajo, son otros tantos fenómenos relacionados que esperan que la filosofía de nuestro tiempo se ocupe de ellos.

¿Cómo explicar entonces que nuestros estudiantes no encuentren hoy un lugar para la reflexión filosófica? y más aún, ¿son esos los resultados de tantos años de impartir filosofía en la educación diversificada?.
 



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última actualización:martes, 9 de marzo de 1.999
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