16  -  
CONVENCIÓN Y SIMBOLISMO 
       EN EL ARTE 
FARAÓNICO
 
 
por  SYLVIA SIMONET
 
 
 
 
El 
arte egipcio de la época faraónica permaneció prácticamente desconocido por 
occidente hasta los tiempos modernos. Incluso en el año 1764 una historia del 
arte señala que  el arte egipcio 
apenas había alcanzado la primera de las fases evolutivas, sin posibilidad de 
desarrollar elemento alguno de belleza.
Es 
recién después de la expedición de Napoleón a Egipto en 1798 que se establecen 
las bases de la arqueología egipcia y se comienzan los estudios egiptológicos 
sistematizados, con el resultado que aumenta el interés de los círculos 
científicos y la curiosidad de la sociedad en general.  Desde entonces no ha menguado el 
estudio, así como tampoco la difusión de diversos aspectos de la cultura 
faraónica, entre los cuales el arte ocupa un lugar 
preeminente.
En 
efecto, el arte faraónico, de por sí tan original y fuera de lo común, ha 
suscitado entre los estudiosos singulares comentarios.  La rara circunstancia de que ya en los 
tiempos arcaicos se muestra como un arte muy avanzado y perfectamente formado, 
ha llevado a decir que aun desde las primeras épocas parece estar  "no al principio sino al final de un 
largo movimiento ascencional".
Todo 
esto ha dado igualmente pie a diferentes teorías.  A principios de siglo hubo egiptólogos, 
entre ellos el belga Jean Capart, que sostuvieron que la cultura faraónica, y 
por lo tanto su arte, había sido traída a Egipto por los primeros faraones, que 
serían invasores extranjeros.
A 
mediados de este siglo, con el auge del fenómeno ovni, no faltó quien supusiera 
que los primeros faraones y sistematizadores del pensamiento egipcio fueran 
extraterrestres.  Por otra parte, 
teorías muy anteriores ya los habían vinculado a la perdida civilización de la 
Atlántida mítica.
Hoy 
en día los estudiosos más serios sostienen que eran autóctonos; simplemente, 
dicen, que en esa temprana época surgieron dirigentes de ambición e 
inteligencia, dotados de una creatividad capaz de concebir el sistema de 
pensamiento que floreció en el Antiguo Egipto.  Era un sistema tan excepcionalmente 
firme y coherente que dio por resultado una cultura -de la cual el arte era una 
faceta importante- que se mantuvo estable y sin contaminación de influencias 
extranjeras durante miles de años, en un caso único en la 
historia.
Lo 
que conocemos como arte faraónico es el resultado de una codificación del 
lenguaje artístico, codificación emanada de los círculos superiores de la 
sociedad.  Evidentemente, existían 
en Egipto manifestaciones artísticas anteriores; se trataba de un arte más 
primitivo pero en pleno desarrollo.  
Algunos egiptólogos denominan a este arte 
"preformal".
Ahora 
bien, con el establecimiento de un estado fuerte y unificado, que a partir de la 
primera dinastía abarcó todo el territorio egipcio, surgió en los círculos 
gubernamentales y cortesanos un arte que respondía a pautas muy concretas.  Esta corriente artística, protegida y 
promovida por el gobierno central, se fue expandiendo por todo el Egipto,  hasta prevalecer sobre otras expresiones 
artísticas locales, las que perdían prestigio frente a ella, ya que se veían 
disminuídas como arte provincial o popular. El proceso de unificación no fue, 
sin embargo, rápido ni uniforme.  Se 
realizó  en forma irregular, más 
rápidamente en unas zonas que en otras y duró varios siglos.  Todavía no se había completado a 
comienzos del Imperio Medio (c. 2040 a.C.).
 
 
ARTE 
UTILITARIO, ARTE MÁGICO
 
Todo 
estudio del arte faraónico debe tener en cuenta el hecho de que los egipcios en 
general no practicaban el concepto de "el arte por el arte".  La mayoría de sus expresiones artísticas 
eran utilitarias en el sentido que todas tenían un fin determinado, esto es, 
estaban hechas para cumplir una función expresa y perfectamente definida.  
Las 
pinturas y relieves, así como las esculturas, se encontraban en contextos muy 
específicos -generalmente templos o sepulturas.  En estos contextos las representaciones 
no servían sólo como medio de decoración, sino que además contribuían a un fin 
religioso y/o político.
Escenas 
clásicas, como un rey castigando a sus enemigos, expresaba el poder del monarca 
y reafirmaba su autoridad; un muerto disfrutando de la abundancia y bienestar en 
el Más Allá añadía una fuerza mágica a las aspiraciones del difunto para su vida 
de ultratumba.
En 
general, no se puede negar que las representaciones transmiten un mensaje 
claramente político-religioso o mágico.  
El hecho es que el arte figurativo, y el arte en general, estaba en 
Egipto impregnado de un carácter mágico, que se mantuvo durante todo el período 
faraónico.  Y es que la magia jugaba 
un papel importante en la vida de los antiguos 
egipcios.
Algunos 
autores explican esta presencia continua de la magia diciendo que el espíritu 
egipcio era tan auténticamente ingenuo que no distinguía entre lo material y lo 
sobrenatural; otros afirman que el pensamiento egipcio estaba tan lleno del 
sentido de lo sobrenatural que para ellos "todo acto podía ser concebido como 
una inserción de lo sagrado en la trama cotidiana de lo 
real".
Explíquese 
como se explique, se mantiene el hecho de las características mágicas de las 
representaciones artísticas y es debido a esto que el arte egipcio está regido 
por convenciones y cargado de simbolismo.  
Estas convenciones o cánones, así como todo un sistema de símbolos ya 
estaban incluidos en la codificación del lenguaje artístico a que nos hemos 
referido anteriormente.
El 
pintor o escultor tenía en sus obras que sujetarse estrictamente a las pautas 
que estaban impuestas.  Esta 
sujeción lo convirtió en un hombre de oficio y fue una de las razones por las 
cuales el arte en Egipto se veía como una manifestación de artesanía; los 
pintores, escultores, etc. eran considerados artesanos antes que artistas, a 
diferencia de lo que sucede en nuestra época.
Estos 
pintores y escultores tenían una formación muy cuidadosa.  Eran profesionales y trabajaban 
normalmente en equipo. A pesar de las limitaciones que suponían las 
convenciones, la gran calidad de muchas de las obras demuestra que la 
preparación de estos artesanos no excluía el desarrollo del talento 
artístico.
Se 
suele decir que las consideraciones estéticas nunca fueron la preocupación 
principal y única de los artistas o mecenas egipcios. No obstante esta 
afirmación, es evidente que había una continua búsqueda de la belleza en  todo lo que realizaban.  Es sabido, por lo demás, que el egipcio 
tenía un buen gusto innato y gustaba de rodearse de cosas 
bellas.
 
 
REPRESENTACIONES 
BI-DIMENSIONALES
 
Las 
representaciones bi-dimensionales incluyen pinturas y relieves.  En ellas los objetos, animales y 
especialmente la figura humana se hacían siguiendo pautas muy definidas.  Son, por otra parte, muy características 
a la vez que universalmente reconocidas  
estas pautas o convenciones que regían para la figura humana y que 
configuran una verdadera "marca de fábrica" del arte egipcio.  Con escasísimas excepciones estas 
convenciones se encuentran efectivamente en todas las 
representaciones.
Son 
las siguientes: La cabeza está siempre de perfil y nunca se vuelve frontal u 
oblicuamente hacia el observador.  A 
pesar de ello, el ojo está de frente y es dibujado en toda su longitud.  Los hombros están también de frente y 
los dos brazos son visibles.  El 
torso puede decirse que está de frente, aunque sin indicación de escorzo.  El vientre resulta de perfil o 3/4.  Las piernas, ligeramente separadas, 
están de perfil, lo mismo que los pies.
Por 
lo demás, las figuras humanas aparecen en una edad determinada:  en los hombres la de mayor vigor y en la 
mujer la de más belleza.  La piel de 
los primeros está pintada de rojo ocre y la de las segundas de color amarillo 
claro.
Cuando 
aparecen niños representados, generalmente tienen un dedo en la boca, signo de 
sus costumbres infantiles.  A veces 
esta actitud se confundió con el gesto de "silencio".
En 
cuanto a las proporciones de la figura humana, existía de hecho un canon que se 
usó desde el Imperio Medio.  Se 
usaba una cuadrícula compuesta de 16 subdivisiones que relacionaban todas las 
partes del cuerpo, desde las plantas de los pies hasta el contorno del 
pelo.  
Todo 
esto tendía a lograr el tipo clásico egipcio o, en otras palabras, se buscaba 
representar la sustantividad egipcia.  
Esta representación debía ser siempre objetiva y respondía a un propósito 
ideal.  Puede decirse que pintaban 
las cosas como eran, no como se veían.  
Buscaban expresar la esencia de los objetos y no las impresiones de un 
momento o la visión desde un punto de vista determinado.  Los objetos se representaban en función 
de su conocimiento más que de su observación.  Al pintar, combinaban varios puntos de 
vista de un objeto para crear imágenes de gran claridad y simplicidad.  Se ha creado el término "perspectiva 
simultánea" para designar este modo de representación.  La pintura egipcia no era un 
naturalismo, no hacía el papel de espejo que reflejara el objeto representado, 
sino que mostraba la estructura misma del objeto, a fin de que la pintura 
representara el arquetipo. 
Se 
trataba de "captar a través del mundo sensible, un universo inteligible; de 
expresar, no los aspectos cambiantes de los seres y las cosas, sino sus 
constantes, en resumen, de tender hacia la inscripción de lo absoluto, 
liberándose progresivamente de lo relativo". (Jean Sainte-Fare Garnot, "Aspects 
de l'Égypte antique", El Cairo, Ifao, 1979).
Se 
puede decir que es un arte intelectualista, puesto que es el resultado de un 
trabajo de abstracción, entendiendo como tal a la operación intelectual que 
consiste en separar mentalmente lo que es inseparable en la realidad.  Abstrayendo se descubren las relaciones 
de semejanza que existen entre los objetos y nos elevamos a la noción de lo que 
les es común.  Es el instrumento de 
la generalización, porque no podemos concebir los conocimientos generales sin 
eliminar lo individual, es decir, sin abstraer.
Otra 
convención que regía para las representaciones bidimensionales era la llamada 
"representación por planos": las figuras parecían surgir de las líneas 
horizontales que se trazaban al efecto.  
Toda la composición tenía una ordenación lineal, a tal punto que se 
formaban verdaderas bandas o zonas, unas sobre otras.  Los objetos más cercanos se situaban más 
abajo, mientras que los más alejados estaban emplazados en un nivel 
superior.
Las 
bandas podían también mostrar una secuencia temporal, que iba de derecha a 
izquierda y verticalmente de abajo hacia arriba.
 
 
ESTATUARIA
 
En 
la estatuaria o escultura de bulto la figura humana, al igual que en los 
relieves o pinturas, tenía poco movimiento.  Las actitudes son siempre de reposo; 
nunca se representan movimientos bruscos ni esfuerzos.  En general, se procuraba plegar los 
miembros sobre el cuerpo y que el tocado descansara sobre los 
hombros.
En 
las estatuas sedentes las manos descansan sobre los muslos o están cruzados 
sobre el pecho; las piernas están pegadas al asiento (que es generalmente de 
forma cúbica) y los pies están juntos.  
Las figuras de pie es frecuente que estén adosadas a un 
pilar.
Algunos 
autores sostuvieron que esto era debido más que nada al material usado.  Con el objeto que no se quebrara la 
piedra, aducían, los escultores reforzaban todo lo posible los miembros.  Sin duda que no era ésta la razón 
principal, si bien fue una  
circunstancia a tener en cuenta. La razón principal más bien hay que 
buscarla en el hecho de que las estatuas, al igual que las pinturas y relieves, 
se elaboraban con el objeto de transmitir mensajes político-religiosos o 
mágicos.
En 
el caso de las estatuas de gran tamaño, por ejemplo, los volúmenes compactos 
provocaban una sensación de grandiosidad y potencia adaptados al ideal 
faraónico.  Vemos que los rostros, 
por lo demás, no expresan nunca emociones, más bien parecen sonreír 
misteriosamente, como la Esfinge.
Ya 
desde el Imperio Antiguo se establecieron tipos fijos para la estatuaria: la 
estatua sedente, la estatua de pie (con el izquierdo avanzado), el grupo de 
hombre y mujer, el escriba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, el rey 
oferente.
Una 
forma muy curiosa fue la estatua-bloque o estatua-cubo, cuya tradición, iniciada 
en el Antiguo Imperio fue característica del Imperio Medio y persistía aún en la 
Epoca Baja.  En ellas, el personaje, 
representado sentado en el suelo, apoya los brazos sobre las rodillas levantadas 
casi hasta el mentón.  El vestido, 
extendido sobre las piernas y a menudo cubierto de inscripciones, lo hace 
aparecer encerrado en una especie de dado.  
La cabeza se destaca sobre la forma rígida y pesada.  Hay autores que han elucubrado la 
interpretación de que el cubo es el destino que limita y encierra a todos los 
humanos y ven a la figura encerrada en él sumida en meditación, como entregada a 
una voluntad superior.  Esta 
interpretación nos parece que no cabe dentro de los lineamientos generales del 
simbolismo egipcio,  que, como 
veremos más adelante, no era de este tipo.
Una 
explicación más plausible la encontramos en Richard Wilkinson, quien sostiene 
que las estatuas-bloque encarnaban de hecho en tres dimensiones las 
características del signo jeroglífico NETCHER (dios sentado).  Según esta interpretación, con esta 
forma se da al representado el status de persona reverenciada o aún de 
identificación con lo divino.
 
 
EL 
HIERATISMO
 
Las 
convenciones dominantes en las representaciones artísticas dieron como resultado 
un estilo especialísimo, propio del arte egipcio, cuya expresión es el 
hieratismo.  Hoy en día esta palabra 
ha rebasado los dominios del arte y forma parte del vocabulario 
universal.
El 
hieratismo egipcio se traduce por una expresión tranquila y ambigua, más bien 
lánguida y una actitud inmóvil, de reposo.  
Las figuras no dan muestras de emociones, sólo una inmutable 
serenidad.
A 
este respecto, Lenormant, arqueólogo e historiador francés del siglo pasado, ha 
dicho que la figura egipcia se ofrece como actuando una "pantomima solemne y 
cabalística, hace señas más bien que ademanes, está en situación más bien que en 
acción pues su movimiento previsto, y en cierto modo inmóvil, no había de 
cambiar, no había de estar seguido por otro alguno".
En 
el arte faraónico clásico, podemos observar que todas las composiciones van a 
presentar invariablemente un aspecto equilibrado, ordenado y la más de las veces 
simétrico.  Corresponde en esencia a 
un modo de pensar, a unas creencias religiosas y políticas muy definidas. Es, en 
suma, la expresión del orden que prevalece -o debe prevalecer- en el universo 
gracias a la acción de los dioses y en la tierra de Egipto bajo el gobierno de 
faraones ecuánimes, en ambos casos basados en el respeto al principio del Maat 
(representación del orden, la verdad, la justicia, la 
solidaridad).
Es 
así que en sus relieves, en sus pinturas, en sus estatuas, vemos solemnes dioses 
y reyes en sus tronos, filas de soldados marchando, campesinos en los sembrados, 
muchachas tocando música, damas en reunión, hileras de animales 
domésticos...  Sin duda que la idea 
que se transmite es la de un país perfecto, utópico.  Esto es debido, en el caso de las 
pinturas de los sepulcros al deseo de representar una vida de ultratumba lo más 
grata posible, en beneficio del difunto.
Las 
escasas escenas de desorden que se representaron en periódos clásicos 
corresponden a batallas en el extranjero, como la que se observa en las paredes 
del Rameseo, el templo funerario de Ramsés II.  Es evidente que el mundo fuera de Egipto 
se veía como un lugar caótico y  
hostil.
En 
los hechos, pues, la temática era muy restringida: no describía la realidad tal 
como era, sino como debía ser.  
Reflejaba un mundo ficticio.  
Por un lado expresaba el poder supremo del Faraón y los dioses, y por 
otro, describía una existencia ideal, un modo de vida sereno y pleno de 
bienestar.
 
 
EL 
SIMBOLISMO
 
La 
otra gran característica del arte faraónico es ser eminentemente 
simbólico.
Sabemos 
que el símbolo expresa ideas más o menos abstractas. Pese a que cierto grado de 
convencionalismo es inherente a todo símbolo, siempre se halla en su origen 
alguna relación de semejanza con lo significado.  Lleva implícito, además, cierto sentido 
unificador, que se muestra en el afán de poner de relieve lo más característico 
de lo que se trata de expresar por su intermedio.  Predomina en él lo ideal sobre lo real y 
concreto.
De 
acuerdo a lo que se sabe, esta representación de ideas abstractas por medio de 
signos estaba muy en armonía con el espíritu egipcio.
La 
asociación de ideas tenía gran importancia en su sistema de 
pensamiento.
En 
el arte existía todo un sistema de símbolos que había sido instituído por la 
codificación oficial del arte que tuvo lugar justo antes del periódo 
dinástico.
Debido 
a su especial carácter utilitario y mágico, las manifestaciones artísticas 
tenían generalmente como principal objetivo ofrecer un mensaje.  Este se transmitía tanto por medio de 
imágenes directas como por medio de elementos simbólicos (y aún a veces primaban 
éstos).
Es 
tan importante este elemento simbólico, que el observador que lo ignore se 
pierde muchas veces la parte más esencial de la composición: el mensaje que 
lleva más o menos escondido.  Esto 
convertía a las obras de arte en composiciones para ser leídas o descifradas de 
acuerdo a un código muy estricto.
Unicamente 
a través del conocimiento de este código es posible hallar el verdadero sentido 
que puede ocultar una sencilla escena.
 
 
PRIMERAS 
REPRESENTACIONES Y SU EVOLUCIÓN
 
Es 
muy interesante seguir la evolución de temas clásicos en el arte; estos temas a 
veces aparecen en épocas prehistóricas y se mantienen con gran prestigio a 
través de todo el periódo faraónico. 
Veamos 
uno de estos temas clásicos:  el de 
la lucha entre el orden y el desorden en el universo -y en Egipto- como espejo 
del universo.  Esta concepción de 
lucha perpetua entre el orden y el desorden, entre las fuerzas del caos y los 
poderes estructurantes es básica en el pensamiento religioso y filosófico 
egipcio.
Desde 
tiempos predinásticos se utilizaban imágenes de animales, ya sea reales o 
imaginarios, como alegoría de las fuerzas de la vida; los animales y 
depredadores que luchan representan las fuerzas vitales caóticas e 
indomables.  Por el contrario, la 
representación del orden se hacía por medio de animales pacíficos colocados en 
hileras horizontales, unas encima de otras.
Podemos 
seguir la evolución del tema en las paletas de cosméticos o tablillas para 
afeites de las que se han encontrado gran número.  Se supone que, de objetos de uso común y 
cotidiano, se transformaron en tablillas destinadas a conmemorar importantes 
acontecimientos políticos y militares.
Al 
principio sus superficies se hallaban cubiertas de gran número de figuras 
dispuestas al azar, pero en paletas posteriores, como la Paleta Menor de 
Hieracómpolis o de los dos Canes (c. 3.000 a.C.) ya se observa una tendencia al 
orden.  Dos chacales o perros de 
caza unidos por las patas delanteras enmarcan la paleta.  En el reverso una lucha más bien caótica 
entre animales es una alegoría de la vida, si bien es de notar que los dos 
animales que más se destacan -dos leones- parecen hallarse cerca de un punto de 
equilibrio.  En el anverso dos 
animales fabulosos de cuerpo de león, cuello de serpiente y cabeza de carnívoro 
enmarcan la concavidad central, (donde originalmente se preparaba y molía el 
cosmético para los ojos); estos animales idénticos emparejados simbolizan la 
armonía política.  Hay una intención 
de representar una armonía en oposición a un mundo en 
desorden.
Estas 
parejas de animales son siempre idénticas; aparecen en muchas otras paletas, 
incluso en la de Narmer.  Al no 
tener características que los diferencien entre sí, no se identifican con algo 
que deba armonizar en particular, sino que tienen un sentido 
general.
En 
algún momento se sintió que el equilibrio no era por sí suficiente.  La idea del conflicto entre el caos y el 
orden se complementaba con la concepción de que el desorden se podía 
contener-aunque no derrotar definitivamente-gracias al gobierno de monarcas 
justos y prudentes a los que apoyaban las fuerzas 
divinas.
Siendo 
el monarca el supremo mantenedor del orden, no era el simple equilibrio entre 
contrarios la fuente de armonía:  
una de las fuerzas tenía que ser superior.  Toda esta evolución  de las ideas se plasmó también en la 
religión:  el concepto del universo 
entendido como el equilibrio entre dos fuerzas contrarias, una encaminada al 
orden y otra al desorden se expresó por medio de la narración metafórica del 
mito de Set y Horus.  La lucha entre 
ambos era la metáfora de la batalla cósmica entre las dos fuerzas 
antagónicas.  Según el mito, después 
de largas luchas, ambos se dividieron el dominio del territorio:  Horus en el Bajo Egipto y Set en el Alto 
Egipto.  Sin embargo, eventualmente 
Horus terminó por prevalecer y Set debió aceptar el juicio divino en su contra y 
dejarle el dominio de la Tierra.
Estas 
ideas de un rey como suprema fuente de armonía y responsable de librar al país 
del caos, al parecer ya están representadas en obras bastante antiguas.  Podemos nombrar el famoso cuchillo de 
Gebet-el-Arak, excepcional herramienta de hoja de sílice rúbea y mango de marfil 
que se data alrededor del 3.000 a.C.  
En el mango, a pesar de su limitada superficie, hay labradas escenas de 
guerra y también animales.  Allí se 
encuentra una figura masculina, posiblemente un rey, que separa dos leones 
encarados; dicho grupo representa un punto de detención en la lucha gracias a la 
acción del personaje central.
Una 
escena similar se encuentra entre las representadas en los frescos de la tumba 
Nº 100 o tumba decorada de Hieracómpolis (período de Nagada II, c. 3.600-3.400 
a.C.) esto es, dos animales similares a leones que son separados por un 
personaje masculino.
El 
tema de la lucha elemental entre el orden y el desorden aparece en muchos 
murales de los sepulcros del Nuevo Imperio, pero bajo otra apariencia. Habían 
pasado más de mil años y los tebanos en vez de describir una escena tomada de la 
realidad preferían presentar conflictos que se suscitaban en un mundo 
imaginario.  Así encontramos la 
lucha con la serpiente Apopis, el demonio del mal y los peligros que debía 
desafiar la barca solar de Ra durante su recorrido por el mundo subterráneo 
poblado de seres temibles.
Una 
imagen que se usaba para significar el desorden sometido por las fuerzas del 
orden y el bien era la de aves silvestres atrapadas en una red manejada por 
reyes y dioses.  En el período 
grecorromano se usaron también otros animales además de 
aves.
Un 
ejemplo de estas escenas las tenemos en el muro de la Gran Sala Hipóstila de 
Karnak, donde se ve al Faraón Ramsés II inmovilizando aves de los pantanos en 
una red.  Lo ayudan los dioses Horus 
y Khnum.
Otro 
de los motivos presentes en la tumba decorada de Hieracómpolis y que se repite a 
lo largo de todo el período faraónico es el del monarca vencedor que blande su 
maza sobre los enemigos vencidos.  
Esta escena tenía un claro simbolismo de victoria y 
dominio.
Vamos 
a encontrarnos con  este esquema 
triunfal innumerables veces en la historia del arte egipcio;  lo encontramos desde la Paleta de Narmer 
hasta el templo de Edfú, que se inició en el año 237 a.C., y en cuyos muros se 
ve un magnífico relieve que representa a Ptolomeo III en actitud de decapitar 
prisioneros.  Otras imágenes 
similares famosas son la de Ramsés II en el templo de Abu-Simbel y la de Seti I 
en un templo de Tebas, donde se lo ve como un gigante que tiene sujetos a nueve 
prisioneros a los que golpea con la maza.
 
 
LA 
PALETA DE NARMER
 
Hemos 
nombrado más de una vez a la Paleta de Narmer y ahora hablaremos sobre ella en 
detalle porque es un hito importantísimo para el estudio del simbolismo en el 
arte egipcio.  En efecto, data de 
principios del Dinástico Antiguo, pero en ella ya se encuentran en germen o en 
forma más o menos explícita las bases de todo el simbolismo de las 
manifestaciones artísticas posteriores, a la vez que preanuncia los 
jeroglíficos, si ya no los despliega plenamente.
Esta 
notable paleta fue encontrada en un depósito de Hieracómpolis, junto con otras 
piezas procedentes del Predinástico, del Dinástico Antiguo y aún 
posteriores.  Es un objeto de 
esquisto o pizarra, esculpido en bajorrelieve y tiene 63 cm. de 
alto.
Tanto 
en el anverso como en el reverso tiene grabada en la parte superior dos cabezas 
de vaca de Hathor y entre ellas jeroglíficos con el nombre del rey Narmer, 
escrito sobre unos rectángulos de "fachada de palacio".  En la cara anterior hay tres fajas 
divididas en zonas.  En la superior 
se ve al rey -representado de mayor altura que los demás personajes, expresión 
de su condición superior- luciendo la corona del Bajo Egipto.  Va descalzo, seguramente en razón de un 
rito religioso, ya que detrás de él va un personaje portando las sandalias y el 
aguamanil.  Delante del monarca 
marchan un dignatario y cuatro portaestandartes o "seguidores de Horus"; todo 
esto contribuye a crear una atmósfera de poder y triunfo.  El rey avanza hacia una doble hilera de 
enemigos decapitados, a los que se les ha colocado la cabeza entre los 
pies.  En los espacios intermedios 
se pueden ver inscripciones que no han sido interpretadas de modo 
fiable.
En 
la zona inferior, el rey en figura de toro ataca una muralla fortificada y 
pisotea el brazo del vencido.  En 
Egipto, así como en otros lugares, el toro es símbolo de la fuerza y la 
fecundidad.
Estas 
imágenes de conquista y victoria de las zonas superior e inferior quedan 
contrarrestadas hasta cierto punto por el motivo central.  Este motivo, común a otras paletas, 
representa dos animales fabulosos (en este caso con los cuellos entrelazados y 
llevados de sus cabestros por dos personajes barbudos) que expresan, como ya 
hemos dicho anteriormente la armonía.
La 
cara posterior de la paleta no es menos significativa.  Muestra la figura de gran estatura del 
monarca, tocado con la corona de alto Egipto, llevando la perilla y el mandil 
ceremonial.  Con el brazo alzado se 
dispone a golpear con su maza a un enemigo a quien sujeta por los cabellos.  Detrás de él, como en el caso anterior, 
se encuentra un personaje que le lleva las sandalias y el 
aguamanil.
En 
el ángulo superior derecho, el dios Horus en forma de halcón, pero parcialmente 
humanizado, pues muestra un brazo en lugar de garra, sostiene una cuerda que 
sujeta a un prisionero; ambas figuras se encuentran sobre el signo que simboliza 
la tierra del papiro.
El 
riquísimo simbolismo exhibido en esta paleta es excepcional: no sólo encierra 
algunos de los elementos esenciales de la cultura faraónica, y nos muestra que 
estos ya estaban vigentes desde los primeros tiempos dinásticos, sino que 
también ejemplifica los tres métodos que se usaron para conformar la escritura 
jeroglífica, esto es, pictogramas, ideogramas y signos 
fonéticos.
Se 
entienden por pictogramas los dibujos que expresan la idea en forma directa e 
inmediata, como el rey triunfante, el enemigo vencido o 
muerto.
En 
cambio los ideogramas, que son un paso más adelante en el proceso de 
representación, son imágenes simbólicas de la realidad.  Pueden expresar objetos concretos o 
ideas más abstractas -en este caso un ejemplo son los seis tallos vegetales que 
representan al Bajo Egipto, o País del Papiro.  Otro ejemplo es el diseño de "fachada de 
palacio", que constituye la base del emblema heráldico donde está escrito el 
nombre del rey.
Esta 
costumbre de escribir el nombre de Horus (el nombre principal de los reyes del 
dinástico Antiguo) sobre un diseño de la fachada de sus palacios fue adoptada 
por los reyes de la época.  Este 
diseño imitaba los muros del palacio, que estaban panelados y cuya superficie se 
interrumpía a intervalos regulares por huecos verticales profundos, produciendo 
un efecto de entrantes y salientes.  
Este diseño denotaba la idea de palacio como institución de gobierno y 
era más específicamente un símbolo de poder real.
Este 
diseño se usó después para decorar habitualmente los sarcófagos, que tenían 
forma de palacio y el difunto lo habitaba como una casa.  Son los sarcófagos los que, como el de 
Rawer (personaje de la V dinastía) nos han proporcionado buenas imágenes de los 
palacios antiguos, ya que ninguno de éstos ha sobrevivido, excepto en los 
cimientos.
El 
tercer método de escritura son los signos fonéticos. Lo que no se puede expresar 
por imágenes, como los nombres propios, se indicaba por medio de signos a los 
que se asignaba un valor fonético.  
Ejemplos de este caso los tenemos en el nombre del rey, y también en el 
del enemigo al cual amenaza con la maza: al lado de su cabeza hay un signo que 
se transcribe como Uash y que se cree es su nombre.
Otro 
aspecto digno de resaltar de las figuras de la Paleta de Narmer es que muestra 
también algunos de los rasgos distintivos fundamentales de los reyes, que se 
mantuvieron durante todo el período faraónico.  Naturalmente que esto no era sólo en las 
representaciones, sin duda que en la realidad también la figura del Faraón se 
mostraba revestida de ropas e insignias llenas de simbolismo y significado 
mágico. 
La 
corona cilíndrica blanca era distintivo del Alto Egipto y el gorro rojo, cuyo 
extremo posterior terminaba en punta y tenía una espiral en la parte delantera, 
lo era del Bajo Egipto.  Las dos 
coronas se unían formando una sola como símbolo de la soberanía de entrambos 
países; en este caso la alta corona blanca se introducía en la roja.  El conjunto, o doble diadema, recibía el 
nombre de PSCHENT.
(Adosadas 
a la corona, sobre la frente del Faraón, se erguían la cabeza de buitre de la 
diosa protectora del Sur, NEKHBET y el uraeus mágico, la diosa cobra del Norte, 
UADJET, que con su hálito de fuego mantenía a distancia a todos los enemigos del 
rey.  Esta pareja de deidades 
representaba igualmente la dualidad de la monarquía.  Evidentemente fueron añadidos más tarde, 
pues no aparecen en la paleta.)
Lucía 
una barba o perilla postiza, sujeta por medio de dos cintas; era símbolo de 
autoridad y nobleza.  Llevaba el 
mandil ceremonial y de su cinturón se balanceaba una cola de animal que 
recordaba los tiempos primitivos del cazador.  En sus manos sostenía el cayado o báculo 
-que proviene del bastón de los pastoress de ovejas- y el llamado látigo, un 
espantamoscas.
 
 
OTRAS 
PALETAS Y ESTELAS
 
Es 
muy interesante también la Paleta de Djehenu; lamentablemente se conserva sólo 
un fragmento, la parte inferior.  
Procede del período Predinástico.  
Se ven en ella siete ciudades fortificadas a las cuales atacan animales 
que empuñan azadas.  Algunas figuras 
están dañadas y solamente se distinguen un león, un escorpión y un halcón, que 
son indudablemente símbolos del poder humano, tal vez un rey.  Se cree que conmemora luchas durante las 
cuales se tomaron ciudades que pasaron al dominio del 
reino.
Otra 
paleta de la cual se conserva un fragmento es la llamada Paleta de los 
Toros.  En ella se observa un 
simbolismo que ya vimos en la Paleta de Narmer: el rey con aspecto de toro abate 
y pisotea el cuerpo de un enemigo.
La 
lápida o estela del rey Serpiente es también un temprano y excelente ejemplo de 
cómo los elementos artísticos se hicieron progresivamente más claros y 
ordenados.  Esta lápida funeraria, 
de 2m50 de alto procede de la tumba del rey WADJU-DJET (esta última palabra 
significa serpiente) de la I Dinastía (c. 2.900 a.C.).
Los 
elementos son pocos y más bien sencillos, pero se descubre en ellos una especial 
armonía, proveniente del equilibrio sabio y la simetría tan cara a los 
egipcios.
Sobre 
un refinado diseño de "fachada de palacio" se encuentra una serpiente, el signo 
jeroglífico de la cobra, y encima del recuadro se posa un majestuoso halcón, el 
dios Horus, de quien cada Faraón era la personificación 
concreta.
La 
composición tiene un aire solemne y augusto y el simbolismo es muy 
claro.
 
 
LOS 
JEROGLÍFICOS COMO ELEMENTO SIMBÓLICO
 
Ya 
en estos objetos de tempranas épocas que hemos descripto se observa una de las 
características del simbolismo en el arte egipcio y que es ésta:  utilizaban los signos de su escritura 
para añadir una dimensión simbólica a sus composiciones.  Es éste, sin duda un caso especialísimo 
en la historia del arte.
Esta 
interacción entre escritura y representación artística es muy notoria, aunque, 
por cierto no significa que todo el arte egipcio fuera de naturaleza 
jeroglífica.
De 
modo que, si por un lado largas leyendas jeroglíficas enmarcaban o acompañaban 
las pinturas y relieves e incluso las estatuas, por otro lado, signos escogidos 
integraban las composiciones como elementos plásticos simbólicos, del mismo modo 
que si fueran objetos reales.
Por 
lo demás, esto no afectaba la coherencia del estilo, sino por el contrario, lo 
conservaba, ya que los jeroglíficos habían sido diseñados ateniéndose a los 
mismos principios y convenciones a los que se sujetaba el arte 
plástico.
Este 
hecho de que cada signo jeroglífico pudiera utilizarse como símbolo aislado, o 
sea que cada uno por sí mismo fuera capaz de expresar un significado muy preciso 
fue seguramente lo que dio origen a la creencia, muy extendida en épocas 
anteriores a su desciframiento por Champollion, de que la escritura jeroglífica 
guardaba secretos esotéricos y de que cada signo encerraba porciones de 
sabiduría arcana.  Generalmente se 
relacionaba esta sabiduría secreta con Hermes 
Trimegisto.
Los 
egipcios, se debe recordar, eran gentes de gran sutileza en sus elaboraciones 
espirituales y esto incide también en su uso de los signos jeroglíficos en sus 
representaciones artísticas.  Este 
uso se podía dar en dos niveles distintos: primario y secundario.  Se entiende por un uso en nivel primario 
cuando los signos se utilizan claramente en sus formas escritas normales; y se 
habla de un nivel secundario de asociación cuando se representan objetos, 
personas o incluso gestos de tal manera que sugieran la forma de los signos 
jeroglíficos y así se exprese un mensaje simbólico.
Otra 
forma del uso de las formas jeroglíficas es la personificación: puede ser 
personificación formal o emblemática.
En 
la primera -personificación formal- se da el caso de figuras humanas que 
representan o personifican objetos, lugares o ideas.  La figura humana lleva entonces como 
tocado un jeroglífico de identificación o puede ser también que su cabeza esté 
sustituída por el propio signo jeroglífico.
En 
la segunda -personificación emblemática- los objetos o emblemas, tales como 
signos jeroglíficos, aparecen dotados de atributos humanos, generalmente brazos 
o piernas.
Recordamos 
que los signos jeroglíficos usados en la escritura eran alrededor de 800, pero 
no todos se utilizaron como elementos simbólicos en las obras artísticas.  Este corpus simbólico era bastante menor 
y había algunas formas jeroglíficas que eran utilizadas con notable asiduidad 
(el ANKH, el DJED, el UAS, el NEBU y otros).
 
 
ALGUNOS 
SIGNOS JEROGLÍFICOS USADOS COMO SÍMBOLOS
 
Veremos 
en forma particular algunos de los signos jeroglíficos usados con mayor 
frecuencia como elementos simbólicos en las composiciones 
artísticas.
UDJAT 
-el ojo udjat.  Representaba el ojo 
de Horus.  Una leyenda mitológica 
cuenta que el ojo de Horus fue dañado y posteriormente se restableció, lo que 
reflejaba las fases de la luna.  A 
menudo se diferenciaba un ojo derecho y uno izquierdo.  El izquierdo, el ojo de Horus, era 
símbolo de la luna, mientras que el derecho, el  ojo de Ra, era el ojo del sol vigilante 
sobre la tierra.
Se 
lo usaba muy a menudo como un emblema protector en dijes y amuletos.  También era símbolo de 
ofrenda.
DEREP-ofrenda.  Se representaba como un brazo 
sosteniendo un cuenco en la mano.  
Uno de los motivos preferidos de la estatuaria real era el del rey 
oferente, en el que el rey aparece arrodillado sosteniendo un cuenco igual en 
cada mano -uno por cada una de las dos partes de su reino.  En estas representaciones, el rey 
mantiene la parte superior de los brazos paralela al cuerpo y extiende los 
antebrazos, en la misma posición del jeroglífico.
También 
se ve esta forma en el diseño de los incensarios: una empuñadura o antebrazo con 
una mano en el extremo que sostiene un pequeño cuenco donde se quemaba el 
incienso.
Estos 
dos casos serían ejemplos de un nivel secundario de 
asociación.
SEBI-cautivo 
atado. Esta figura aparece a menudo como empuñadura de agujones, espejos, 
etc.
En 
el escabel ceremonial de Tutankhamón se ven prisioneros de distintas razas: a la 
derecha hay asiáticos atados con el papiro del norte, mientras que a la 
izquierda prisioneros africanos están sujetos por el lirio del sur.  Su presencia bajo los pies del rey forma 
parte naturalmente de la relación simbólica.
Es 
verdaderamente interesante un camino pintado que recorre algunas salas del Gran 
Palacio de El-Amarna.  Allí se ven 
figuras de prisioneros extranjeros atados alternadas entre grupo de arcos.  De esta manera, al caminar el Faraón de 
una sala a otra, aplastaba a sus enemigos bajo sus 
pies.
De 
la misma manera era frecuente ver en las sandalias egipcias (las de las tumbas 
están casi siempre sin estrenar) pintadas figuras de un esclavo asiático o 
etíope, imagen que solía ir acompañada de la expresiva leyenda: "Que tus 
enemigos estén bajo tus sandalias".
KA 
-toro.&nnbsp; El monarca egipcio se 
identificaba con el toro.  Durante 
las primeras dinastías este animal, en posición de ataque, era el principal 
emblema de los monarcas.  Así 
aparece (como ya hemos visto) en la paleta predinástica de los Toros y en la de 
Narmer como toro derrotando a sus enemigos.  También aparece en la maza de Narmer, 
aunque no se incluyen figuras de enemigos.
NEFER 
-se traduce normalmente por bondad o herrmosura.  También puede significar felicidad, 
juventud, buena fortuna.
Se 
utilizó comúnmente en el diseño de amuletos y otras joyas.  Se lo ve en la estatua de Meryetamón, 
hija de Ramsés II, quién luce un ancho collar de 5 hileras de jeroglíficos 
NEFER, sin duda para sugerir hermosura y juventud.
Con 
el mismo significado aparece en un collar de la esposa de Tutmosis III, el cual 
tiene 192 piezas en la forma del signo NEFER.
RENPET 
-rama de palmera.  Al parecer, desde 
los tiempos más remotos, una rama de palmera datilera sin hojas se usó para 
registrar los años por medio de muescas anuales.  Por su significado de "años" y símbolo 
del tiempo, este signo pareció adecuado para usar en contextos relacionados con 
la coronación y las fiestas sed o jubileo del Faraón.  Se lo ve también en combinación con 
otros signos, como en la pequeña capilla dorada de 
Tutankhamón.
HEH 
-el dios personificación de la eternidadd.  
Fue un motivo preferido y representado en los efectos personales de los 
reyes.
Lleva 
sobre su cabeza la rama de la palmera con muescas, o bien una en cada 
mano.
SEMA 
-unión; representa dos pulmones unidos ppor la tráquea, símbolo adecuado para la 
unión de dos partes iguales.  Como 
emblema de la unión de los dos países o las Dos Tierras aparece a partir de la 
IV Dinastía.  Es parte integrante de 
una composición relativa a la unificación de Egipto, que se repetía una y otra 
vez en contextos específicos:  
decoraba la base de los tronos y otros lugares reales, como ser la parte 
inferior de la "ventana de la aparición".
Ya 
lo vemos en una estatua del Faraón Khefrén, quien aparece sentado en un severo 
trono de basalto en cuya base están esculpidos, además del SEMA, los símbolos de 
las Dos Tierras que forman su reino, el loto y el papiro, que se muestran 
entrelazados.
Muchos 
siglos más tarde, los tronos de las diez estatuas del Faraón Sesostris I 
(1971-1928 a.C.) halladas en el templo funerario de su pirámide en El-Lisht nos 
aportan un conspicuo y más elaborado ejemplo de este tema clásico.  En el centro de los bajorrelieves 
esculpidos en las bases de los tronos aparece el SEMA emblemático de unidad y 
sobre él está escrito el nombre del rey en su cartucho, indicando así el papel 
del monarca en la unidad.
A 
la izquierda está Horus, el dios de cabeza de halcón, atando al SEMA unos tallos 
de papiro, la planta heráldica del Bajo Egipto, mientras que a la derecha Set, 
representado por una criatura mitológica de largo hocico curvo y orejas 
cuadradas y erguidas, ata una mata de lotos, distintivo del Alto Egipto.  El acto de enlazar ambas plantas 
simboliza la reconciliación o la unión.
En 
otros tronos las figuras de Set y Horus están sustituídas por dioses del 
Nilo.  Las divinidades emparejadas 
pueden hallarse en distintas posiciones: sentadas, arrodilladas o de pie, a 
menudo con un pie apoyado sobre una parte del signo de unión al tiempo que tiran 
con fuerza para anudar las plantas heráldicas.
En 
el Imperio Nuevo se añadieron figuras de prisioneros extranjeros atados al SEMA 
en lugar de las efigies divinas.  
Esta interesante variante del tema se puede ver entre otros casos, debajo 
de la "Ventana de la aparición" de Akenatón, en una representación de la tumba 
de Parennefer, en El-Amarna y también en un escabel hallado en la tumba de 
Tutankhamón.
Un 
vaso de alabastro hallado también en la tumba de Tutankhamón ofrece una 
elaborada expresión tridimensional del mismo motivo, completamente 
desarrollado.
El 
motivo del SEMA se encuentra también en templos y monumentos de lugares tan 
lejanos como Nubia; se puede nombrar como ejemplo un bajorrelieve proveniente de 
un templo de Semna Oriental.
DJED 
-columna djed.  Podría representar 
la columna vertebral o un poste estilizado.  Significaba "estabilidad" y se asociaba 
a Ptah y a Osiris, en cuyo caso se consideraba símbolo de resurrección.  También estaba ligado a la 
realeza.
En 
ocasiones especiales el Faraón realizaba el ritual de "levantar un pilar djed", 
en un acto simbólico que representaba el restablecimiento de la estabilidad para 
su propio reinado y el mismo cosmos.
Fue 
muy usado como amuleto y era uno de los signos más frecuentes en las 
composiciones artísticas, ya fuera solo o junto a los signos ANKH, UAS y 
otros.
ANKH 
-Cruz ansada.  No hay opinión 
unánime sobre su origen; tal vez se tratara de un lazo estilizado.  Tenía el claro significado de 
"vida".  Aparece profusamente en 
pinturas y relieves y también en gran número de pequeños objetos que adoptan su 
forma (cucharas de ungüentos, sistros, espejos, estuches, recipientes), así como 
decorando muros, pilares y capillas.  
Era un poderoso amuleto.
En 
tiempos históricos fue adoptada por la iglesia copta y se la llamó "crux 
ansata", la cruz con asa.
UAS 
-cetro uas. Consistía en una vara recta  con el extremo inferior ahorquillado y 
coronada por la cabeza de un animal fabuloso.  Su significado es muy claro: "poder" y 
"dominio".
Desde 
muy antiguo lo portaban las divinidades como signo de su poder, después también 
los reyes y aun otras personas importantes.  Se utilizó como elemento decorativo para 
enmarcar relieves; era muy usado también para frisos, combinado con el ANKH y el 
DJED.
NEBU 
-el oro.>  Está representado por un 
collar estilizado provisto de pinjantes.  
El oro se consideraba un metal divino e imperecedero, relacionado con el 
brillo del sol y también con la vida en el Más Allá.
Es 
común representar a Isis y Neftis arrodilladas sobre este signo y a veces 
también las diosas Neith y Selket.  
Incluso se llegaron a fabricar pequeños taburetes imitando esta 
forma.
SHE 
-estanque.  Este jeroglífico aparece 
en muchas composiciones: un rectángulo cruzado por líneas onduladas verticales 
que indicaban el agua.  Este 
estanque podía representar las aguas primigenias, la materia originaria de la 
que habían surgido todas las cosas.  
También tenía connotaciones de la otra vida.
DJEU 
-montaña.  Este signo está formado 
por dos montículos con un valle entre ellos.  Se relaciona en muchas composiciones con 
el sol ascendiendo sobre la montaña del horizonte.
A 
nivel de asociación secundaria aparece en contextos cotidianos; por ejemplo, en 
escenas de recolección del trigo, el grano es rastrillado en montones que 
adoptan la forma del jeroglífico de montaña para transmitir la idea de gran 
tamaño.
IUNET 
o PEDJET -arco.  El arco era un arma 
poderosa en el mundo antiguo y podía simbolizar el poder de una nación.  Los "Nueve Arcos" se denominaba 
tradicionalmente a los enemigos de Egipto.
SHEN 
-aro shen.  El círculo, que no tiene 
principio ni fin es emblema de la eternidad.  Aparece muchas veces entre las garras de 
los pájaros divinos -halcones y buitres- y en las manos de las diosas. También 
se podía representar con la ourobouros, la serpiente que se muerde su propia 
cola.  Era un motivo muy utilizado 
en joyería.
NEBET- 
cesto en forma de medialuna.  Como 
representaba el grupo fonético "neb" se usaba para denotar dos palabras 
homófonas: "todo" y "señor".  Por lo 
tanto, la forma jeroglífica del cesto en las composiciones plásticas 
generalmente tiene algunos de estos dos significados 
antedichos.
Muchas 
veces aparece en las decoraciones el grupo jeroglífico formado por un UAS y un 
ANKH sobre un NEB, lo que significaría "toda vida y poder", como se observa en 
una caja decorada de la tumba de Tutankhamón.
A 
veces el jeroglífico NEBET se sustituye por el HEB (cuenco de alabastro) de 
forma bastante similar, que en este caso tiene los mismos significados que el 
anterior.  Otras veces se alternan 
los dos, al parecer como una variante del orden estético, lo que tenía su 
importancia en composiciones simétricas como lo eran muchas de las 
egipcias.
RA 
-el sol.>  Se representa por un 
círculo.  Como el elemento más 
importante de la religión egipcia de todas las épocas, el disco solar fue uno de 
los signos más representados y con gran número de 
variantes.
JEPER 
o KHEPRI -escarabajo.  El símbolo 
más usado fue el escarabajo; no solamente era el dije o amuleto más común, sino 
que también se lo llevaba en los anillos (muchas veces eran anillos sigilares o 
sellos) y en toda clase de joyas.  
Por otra parte, era infaltable en las momias, en las que llegaba a 
colocarse gran número de estas imágenes.
El 
escarabajo había sido escogido para simbolizar la gran ley de la transformación, 
en la cual los sabios de Egipto veían la negación de la muerte.  En el panteón egipcio, donde los dioses 
eran verdaderos jeroglíficos del simbolismo religioso, el escarabajo 
representaba la continua renovación de la existencia, siendo también emblema de 
las transformaciones sucesivas del alma en el otro mundo.  En términos generales, era el símbolo de 
todas las metamorfosis.  
En 
lengua egipcia lo llamaban "jeper" o "khepri", de la raíz KHOPREU, 
"cambiar".
El 
escarabajo como emblema divino representaba el sol levante, "el sol que se 
produce" en la mañana de cada día y que renace después de morir a la tarde.  Era, pues, un símbolo místico de la 
vida.
SECHEN 
-loto.&nnbsp; La forma del jeroglífico 
estaba basada en el loto azul (nymphea cerulea), flor de pétalos estrechos y 
puntiagudos y una silueta triangular.  
Esta flor, que se cierra al caer el día y se abre al despuntar la aurora, 
significaba la resurrección, la sucesión de la vida y la muerte y también la 
constante renovación de la naturaleza.
El 
motivo del loto azul sagrado era el más frecuente en el arte, donde también se 
representaba el loto blanco (nymphea lotus), caracterizado por la redondez de 
los pétalos y de la flor toda.  El 
loto rojo fue introducido de Persia durante el período tardío y aparece recién 
en monumentos helenísticos. (nelumbo nucifera)
La 
forma del loto fue muy usada en joyería y era uno de los modelos favoritos en el 
diseño de cuencos, copas y otros objetos -es muy notable una lámpara de 
alabastro hallada en la tumba de Tutankhamón que representa una planta de loto 
con sus hojas, flores y capullos.
También 
sirvió de modelo para los capiteles de las columnas, llamados, por esa misma 
razón, lotiformes.
TA 
-la tierra. Este signo se utilizaba en rrelieves y otras obras artísticas como 
parte de una especie de marco colocado alrededor de las composiciones.  En esta función de marco, el jeroglífico 
que representa el cielo (PET) se coloca encima de la composición, el signo Ta de 
tierra debajo, como línea de base, ambos conectados por un cetro UAS a cada 
lado, simbolizando las divinidades sobrenaturales que sostenían el 
cielo.
Este 
signo a menudo aparece salpicado de estrellas.
RUED 
-escaleras.  Las escaleras, al igual 
que las puertas y las entradas, constituían transiciones de un área a otra y 
simbólicamente, de un estado al siguiente.  
Las escaleras podían representar el estado intermedio entre el mundo de 
los vivos y el mundo subterráneo.
MEHIT 
-papiro. Fue símbolo de vida, pues crecíía profusamente en pantanos y riberas del 
Nilo.  También se usó para conceptos 
como "alegría" y "juventud".
Era 
emblema del Bajo Egipto.
Había, 
además, otros numerosos signos jeroglíficos de aparición frecuente en las 
composiciones plásticas, tales como TIET -el nudo de Isis, AJET -horizonte, SHU 
-pluma, SA -protección, AA -puerta, JET  -brasero, IEB -corazón, etc, 
etc.
Se 
ha calculado (con las dificultades que plantean las cifras estadísticas de la 
Antigüedad) que menos del 1% de la población egipcia podía leer y escribir.  Por deducción se podría suponer que un 
porcentaje mayor -que incluiría cortesanos, altos funcionarios, artesanos 
especializados- aun cuando no pudiera leer y escribir, sería capaz de 
interpretar el simbolismo de los signos empleados más frecuentemente en las 
obras artísticas.
De 
cualquier manera, no hay duda que su apreciación estaba muy alejada de las 
posibilidades del pueblo iletrado.  
Todo esto nos lleva a la conclusión de que se trataba de un arte de 
elite, conclusión a la que también se llega por muchos otros motivos y que 
concuerda perfectamente con la afirmación propuesta de que el arte faraónico era 
una creación de los círculos cortesanos y 
gubernamentales.
 
 
ARTES 
MENORES
 
Como 
ya se ha mencionado, también en objetos de artes menores como orfebrería y 
joyería se acostumbraba a usar elementos simbólicos.   Se cree, por otra parte, que casi 
todas las alhajas egipcias combinaban su función ornamental con el valor de un 
amuleto que guardaba del mal o propiciaba fuerzas 
benéficas.
Había 
no sólo formas, sino también colores y materiales de significación simbólica y 
dotados de poderes protectores, tales como el color verde, que significaba vida 
y nacimiento.  Las turquesas, por 
ejemplo, protegían contra todo mal.  
No es casual, pues, que casi todos los amuletos o dijes se fabricaran en 
loza azul verdosa.
El 
lapislázuli era de extenso uso en el arte egipcio.  Se lo prefería no sólo por su belleza 
sino también porque su color azul salpicado de motas doradas era un símbolo 
natural para el cielo lleno de estrellas.
Ya 
se ha visto que algunas formas jeroglíficas gozaban de preferencia para la 
fabricación de alhajas: el loto, el NEFER, el halcón, el aro SHEN, el escarabajo 
y otros. Estas formas, en general, se fabricaban para usar como dijes, pero 
también se utilizaban como elementos en conjuntos más importantes:  pendientes, brazaletes, anillos, 
collares.
Nos 
referiremos en especial a algunas de estas notables 
alhajas.
En 
los pendientes de cabeza de pato hallados en la tumba de Tutankhamón se 
evidencian distintas formas de simbolismo referido al aro SHEN.  En efecto, esta aves híbridas (el cuerpo 
y las alas son de halcón) no solamente sostienen aros SHEN entre sus garras 
extendidas, sino que reproducen ellas mismas el signo SHEN, en virtud del 
círculo que forman sus alas sobre sus cabezas y la barra horizontal que sugieren 
las patas extendidas.
Son 
de gran interés los pectorales, piezas que despliegan todo un repertorio de 
elementos simbólicos, formando verdaderas composiciones alegóricas de gran 
belleza.  Entre ellos se pueden 
nombrar el de Ramsés II, el de la princesa Mereret y los de 
Tutankhamón.
Uno 
de los pectorales de Tutankhamón, ilustra otra sugestiva posibilidad de 
utilización de las formas jeroglíficas: los denominados "juegos 
lingüísticos".
Sabemos 
que el prenomen de Tutankhamón era NEBJEPERURA, que se puede desglosar en NEB, 
JEPER y RA.  En el pectoral se 
pueden encontrar representados estos tres elementos, repetidos en distintos 
tamaños, de suerte que se hace una especie de juego visual sobre el nombre del 
rey.
La 
espléndida joya incluye igualmente otras formas jeroglíficas más pequeñas:  columnas DJED, cruces ansadas, URAEUS, 
barcas, signos NEFER.
Estos 
juegos lingüísticos no estaban limitados a las joyas, sino que también se los 
puede hallar en estatuas y aún en los templos monumentales.  
La 
imagen esculpida de Ra que domina la puerta de entrada del gran templo de 
Abú-Simbel forma parte de un acertijo jeroglífico que sirve para escribir el 
nombre con que fue coronado Ramsés II: User-maat-ra.  El Faraón, representado a la derecha y a 
la izquierda, ofrece con una mano la diosa Maat al dios Ra, que se apoya en un 
cetro USER y junto al cual está de pie, en menor tamaño, la diosa 
Maat.
Del 
mismo modo, una estatua de Ramsés II niño nos muestra un jeroglífico triple que 
se puede leer como Ra-mes-su, el nombre del rey.  El rey aparece como un niño (jeroglífico 
MES) con el disco solar (RA) sobre su cabeza, a la vez que sostiene un tallo de 
planta (fonéticamente SU).
 
 
CONCLUSIÓN
 
Las 
creaciones artísticas egipcias se habían mantenido, pues, invariables en sus 
rasgos esenciales durante milenios.  
Alguien dijo que en ellas "todo lo viviente y perecedero se cristalizó en 
una forma inmutable con carácter de eternidad".
Esta 
afirmación es verdadera en términos generales.  Es cierto que la tradición pesaba 
fuertemente en el mantenimiento de versiones estatuarias y pictóricas, pero hay 
excepciones.  En algunas ocasiones 
se introdujeron cambios sustanciales, que muchas veces reflejaron la 
modificación de las directivas religiosas y/o políticas.  Aunque debemos añadir que los cambios 
generalmente se efectuaron en el arte arquitectónico, más bien que en el 
plástico.
Se 
debe mencionar de todos modos, que hubo un período durante el cual las 
directivas artísticas cambiaron sensiblemente: durante el denominado "interludio 
amarniano", bajo el reinado del Faraón herético Akhenatón o Amenofis IV.  En ese período, bastante breve por otra 
parte, el arte adquirió una mayor libertad, dejando de lado parcialmente las 
convenciones clásicas. De idealista y objetivo se convirtió en concreto y 
subjetivo, dentro de lo relativo, ya que no tuvo oportunidad de avanzar 
demasiado en el proceso iniciado.  
La desaparición de Akhenatón y el reestablecimiento del anterior culto 
volvieron el arte a los carriles normativos clásicos del periódo 
faraónico.
Este 
arte tan singular, de características únicas, no pudo, sin embargo, sobrevivir 
al desmoronamiento del universo faraónico.  
Al estar imbricado tan íntimamente con las otras facetas de la cultura 
-la religión, el sistema político, el saaber científico-, al perderlas, perdió el 
punto de apoyo de su misma existencia.  
Más aún, perdió sentido.
El 
arte griego, del que desciende nuestro arte occidental a través de su variante 
grecorromana, se apoyaba en pautas completamente distintas.  Sus presupuestos filosóficos y 
religiosos eran otros, el canon que regía la figura humana era diferente, su 
escritura alfabética estaba muy alejada de la 
jeroglífica.
Como 
conclusión podemos decir que el arte faraónico, en su afán por la pureza y la 
coherencia del estilo, hizo que la mayoría de sus obras careciera de los 
atributos, tan preciados hoy, de libertad y espontaneidad.  Sin embargo, también podemos decir que, 
por su belleza intrínseca y por estar dotado del respaldo de un esquema mental 
excepcionalmente poderoso, proyecta, aún hoy una profunda sugerencia y una 
extraña fascinación que fueron capaces de desafiar incólumes los siglos y los 
milenios.
 
 
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-Wilkinson, 
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RECOMENDADOS
 
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-Aldred, 
Cyril, "Egyptian art", Londres, 1980.
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-Peck, 
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