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- EGIPTO, LA CUNA
DE 
LA INMORTALIDAD
 
 
por  CARLOS FERREIRA
 
 
 
 
 
Dedicado 
a los hombres que construyeron la cultura del antiguo Egipto, el país de la 
tierra negra y blancas arenas, el lugar de origen de nuestra 
civilización...
 
 
 
PRÓLOGO
 
La 
religión en el antiguo Egipto es uno de los temas que a opinión del común de la 
gente, ha sido más abordado por los investigadores y eruditos dedicados al 
estudio del pensamiento religioso de la antigüedad.
 
Afortunadamente 
para todos los interesados en los aportes que esta ancestral cultura puede 
otorgar al conocimiento de la historia, aquella tierra conserva un inmenso 
legajo arqueológico cuyos "tesoros" ocultos bajo las arenas del cálido desierto 
africano, aún hoy no dejan de asombrarnos.
 
Egipto 
es la historia viva del pasado, y no se puede concebir la vida en aquel mundo, 
sin intentar indagar en la verdadera importancia que para los antiguos egipcios 
tenía la búsqueda de la inmortalidad.                                                                            
                                                                     
 
Su 
entrañable sueño de eternidad les permitió elaborar poco a poco una cosmovisión 
verdaderamente sin precedentes en la historia de los pueblos 
antiguos.
 
¿Por 
qué sentían la necesidad de rendir culto a misteriosas fuerzas invisibles 
presentes en la naturaleza, o por qué el hombre egipcio se niega a fenecer, y 
para eso elabora en vida, doctrinas, medios y artificios que le permitan 
congraciarse con sus divinidades? Aún sigue siendo nuestra gran 
pregunta.
 
La 
extensión y complejidad indiscutida del tema, me ha llevado a establecer un 
punto específico a analizar, dentro de ese inmenso mar que es la religión 
egipcia.
 
El 
tema específico es la búsqueda de la inmortalidad  y  
por consiguiente su influencia en la vida de los hombres y mujeres que 
pisaron aquellas "fascinantes" tierras.
 
La 
clave para el análisis respetuoso del tema es simple: un corazón receptivo y una 
mente abierta al análisis profundo.           
 
Mucho 
se ha hablado sobre Egipto, y más aún se dirá en el 
futuro.
 
Pero 
la verdad que la mayor parte de los investigadores hallan al final del camino 
irremediablemente es, que toda la historia de la humanidad está colmada de 
nebulosas muy difíciles de dilucidar debido  a la carencia de elementos concretos a 
analizar.
 
Así 
entonces, la Historia debe valerse de la ayuda de la Arqueología y otras 
ciencias, para al fin conectar  
hecho con hecho como si fuera un gran puzzle que le permita al 
investigador reconstruir después  de 
largas horas de trabajo y desvelo, situaciones acaecidas allá lejos en la noche 
de los tiempos y hacerlas comprensibles para la mente de nuestro siglo.  
 
 
 
Esto 
no significa que con ese fin, cualquier investigador esté obligado a indicar con 
precisión  el punto exacto donde ha 
nacido una leyenda, más aún, si nos adentramos en el campo de la mitología y la 
especulación religiosa.
 
Pero 
es necesario también reconocer que en las ciencias históricas, como en tantos 
otros campos de investigación,  
pueden encontrarse conjeturas muy poco probables si se tiene en cuenta 
las lagunas y oscuridades de las fuentes documentales, máxime si estas últimas 
brillan por su ausencia.
 
Luego 
de enunciadas dichas salvedades es que me aboco a este trabajo que claro está no 
pretende ser una obra erudita y completa sobre la religión de los antiguos 
egipcios y su sueño de inmortalidad, pero sí brindar una postura más que 
contribuya a llevar al lector al instante mismo donde se conjuga la reflexión y 
las mas profundas interrogantes del hombre. 
 
 
 
 
 
 
"La 
visión de aquellos primeros hombres que labraron
sus 
ideas en la piedra, no se refleja en ninguna parte 
con 
la plenitud que alcanza en las tumbas de los 
antiguos 
egipcios" 
 
 
Jane 
B. Sellers, The Death of Ancient Egypt
 
 
 
 
Egipto, 
un oasis entre piedras y arena
 
Egipto 
es el sueño de todo viajero. Desde la antigüedad a la actualidad numerosos  viajeros, curiosos y aventureros han 
pisado sus tierras y jamás consiguieron olvidarlas.
 
Se 
haya situado en el ángulo  nordeste 
del continente africano, bañado en el Norte por las frías aguas del mar 
Mediterráneo; en el Este por el mar Rojo, el golfo de Akaba y las tierras de 
Palestina; al Sur el actual Sudán (la antigua Nigricia), mientras que al Oeste 
por un inmenso mar de arena encarnado por el desierto de Libia y la Cirenaica. 
 
La 
descripción del país puede reducirse a un estrecho y larguísimo valle entre 
desiertos de piedra y arena, que constituye un reducido espacio de tierra 
habitable (35.000 Km2 aproximadamente) en medio de un paisaje sin límites, árido 
e inhóspito.
 
El 
valle sin lugar a dudas es un gigantesco oasis constituido por las zonas regadas 
año tras año, por las marrones aguas del río Nilo sin cuya existencia todo el 
territorio no sería otra cosa que una prolongación de los desiertos sahárico y 
líbico.
 
Su 
corriente fertiliza casi toda la tierra a lo largo de su cuenca mediante la 
deposición continua de sedimentos en ambas orillas, abonando como consecuencia 
las tierras cultivables.
 
El 
Nilo penetra al territorio egipcio por el Sur (actual Sudán), naciendo en una 
confluencia de ríos provenientes de Uganda; él divide al país en dos mitades 
desérticas lejos de las zonas consideradas inundables.
 
En 
su curso se desplaza hacia el Norte accidentándose en cataratas y obstáculos 
rocosos; luego entra en Egipto por la primera catarata situada entre las islas 
Elefantina y File. 
 
A 
la porción de cuenca que entra en el país le corresponde el curso inferior del 
río, pero antes de ella es necesario distinguir los llamados Nilo blanco - por 
la nitidez de sus aguas- y el Nilo azul - por el arrastre de limos 
fertilizantes; dos brazos que se unen frente a Khartum la célebre y conocida 
capital del islámico Sudan.
 
Las 
lluvias que se producen entre abril y mayo en Abisinia y demás zonas 
ecuatoriales,  determinan grandes 
crecidas que llegan regularmente a la cuenca egipcia del río a fines de junio, 
inundando paulatinamente el valle hasta mediados de 
octubre.
 
De 
esa manera, el limo arrastrado por el Nilo azul, sumado a las grandes corrientes 
del blanco, queda depositado en las numerosas zonas inundables como si de 
un  obsequio divino de los  dioses se 
tratara.
 
En 
el Norte y hacia el Mediterráneo, es interesante ver como sus aluviones han ido 
formando poco a poco un gran Delta que aún hoy sigue 
creciendo.
 
Es 
pues así que el aspecto general del paisaje podría describirse como monótono 
y  uniforme si consideramos que a 
las inmensas extensiones desérticas a un lado y otro del río, sólo le 
contrastan  las manchas verdosas de 
algunos oasis bordeados de palmeras.
 
Aguas 
arriba, la elevación del terreno se torna cada ves mayor, y el paisaje se vuelve 
de colinas y alcores pedregosos desprovistos de vegetación, a extensos arenales 
que se pierden en el horizonte.
 
La 
zona alta del país se caracteriza por su naturaleza pedregosa que hace al río 
deslizarse entre márgenes rocosas y en algunas partes 
acantiladas.
 
En 
su contraste con el paisaje del Norte, el Delta posee orillas bajas y 
pantanosas, existiendo en ella varios lagos no muy profundos de variable 
extensión y de naturaleza salobre.
 
 
 
La 
vida en el Valle
 
 
Históricamente 
el Nilo ha sido la arteria principal de la vida, el comercio y las 
comunicaciones de Egipto. 
 
Lo 
agreste y accidentado del terreno dio a sus habitantes la seguridad frente a los 
embates y acometidas realizadas por pueblos extraños no tan acostumbrados a la 
convivencia pacífica con sus vecinos, al  
menos en los primeros siglos de su existencia.  
 
Egipto, 
era una nación que más que a la guerra dedicó su existencia al cultivo de la 
paz; así mucho tiempo tuvo que pasar para que el país contara con un ejercito 
profesional al servicio del Estado. 
 
Sus 
principales ciudades se situaban a lo largo de las riberas o cerca de ellas; 
pero la mayoría de ellas ya no existen, pues sus precarias construcciones 
realizadas con ladrillos de barro no pudieron sobrevivir a las sucesivas y 
posteriores sobre edificaciones.
 
Las 
zonas residenciales más ricas de la ciudad, se distinguían por sus amplias 
avenidas y casas particularmente grandes, mientras que las más pobres, por 
sus  pequeñas casas apiladas unas al 
lado de la otra.
 
La 
mayoría de las grandes ciudades del país no se diferenciaban demasiado de las 
actuales ciudades egipcias, siendo éstas asentamientos superpoblados cuyas 
calles se encontraban a menudo atestadas de gentes yendo y viniendo, comprando y 
vendiendo artículos traídos de todos los rincones del reino y  aún, mas allá.
 
El 
paisaje urbano estaba colmado de artesanos, mercaderes, cobradores de impuestos 
y funcionarios reales prestos a cumplir  
sus labores diarias.      
 
Cuando 
Herodoto (1) el Padre de la Historia visitó el país hacia mediados del siglo IV 
a.C., éste estaba muy alejado de lo que había sido en tiempos de grandes 
monarcas como Tutmosis III y Ramsés II, pero aún así no dejó de asombrar a aquel 
viajero que quedó tan sorprendido por lo que allí encontró, que no pudo hallar 
mejores palabras para describirlo que estas.. 
 
"Y 
en lo que concierne a las cosas humanas, me dijeron unánimemente que los 
egipcios fueron de todos los hombres los primeros que inventaron el año y lo 
dividieron en doce partes [...] se dice que los egipcios fueron los primeros que 
usaron los nombres de los doce dioses y los griegos los tomaron de ellos; los 
primeros que dedicaron a los dioses altares y estatuas y templos, y que grabaron 
figuras en la piedra."
 
 
Pero 
no solo Herodoto estaba maravillado con Egipto; también un "mágico" influjo de 
admiración se extendió de una u otra manera a los corazones de hombres como 
Alejandro de Macedonia (el Magno) quien proclamándose sucesor de los antiguos 
faraones realizó una peregrinación hasta el oráculo de Zeus - Amón, en el oasis 
de Siwa, a 500 Kilómetros al oeste del valle del Nilo, donde el sacerdote que le 
recibió, le saludó con el título de "hijo de Zeus"; ó Julio César que extasiado 
por la belleza del país, no pudo evitar enamorarse de su reina, la para nada 
bella pero muy inteligente alejandrina, Cleopatra.  
 
Se 
dice imaginativamente que, centenares de años después de César, durante la 
campaña de Egipto de 1798, el mismísimo Napoleón Bonaparte luego de pasar una 
velada con ciertos "sacerdotes" del viejo culto de Osiris y tal vez permanecer 
una noche en el interior de la gran pirámide, adquirió el aplomo suficiente para 
regresar a Francia y formar el famoso triunvirato al estilo romano que le 
llevaría tiempo después al poder.  
 
 
 
__________________
 
(1) 
Historiador Griego nacido entre 480 a.C. y 425 a.C. Historias. Libro II. Cap. 4. 
Es llamado el Padre de la Historia.
En 
un traducción latina de origen griego de un antiguo tratado hermético conocido 
con el nombre de Asclepius, se hace referencia a Egipto como: " la copia del 
cielo", o mejor dicho, "el lugar a donde se transfieren y se proyectan aquí 
abajo todas las operaciones regidas y puestas en obra por las fuerzas celestes". 
 
Pero 
qué "mágico" efecto posee aquella tierra que a los hombres llena de 
encanto..
 
A 
eso apuntaremos en estas líneas, a intentar desentrañar o al menos arrojar un 
poco más de luz sobre ese velo misterioso que aún hoy no deja de 
"hipnotizarnos". Y si así pudiéramos, ver tan solo un poco a través de sus 
hilos. 
 
 
 
 
                                                            
     Capítulo 
I
 
 
 
 
"¡ 
Oh alma ciega !, ármate con la antorcha de los 
Misterios,
y 
en la noche terrestre descubrirás tu doble luminoso, tu alma 
celeste.
Sigue 
a ese divino guía, y que él sea tu Genio. Porque él
tiene 
la clave de tus existencias pasadas y futuras.."
 
 
 Llamada a los 
Difuntos
(del 
Libro de los Muertos)
 
 
 
 
 
Un 
dios en sentido genérico es algo más que una simple divinidad, puede ser el 
principio y el fin de algo o todas las cosas según como lo veamos. El (o ella) 
es parte fundamental de la sociedad humana que lo crea; pero aún sigue siendo 
mucho más, pues está unido al mismo destino de aquellos que le dieron vida. Y 
perdurará mientras exista alguien quien le invoque, suplique o tan solo 
recuerde.
 
Dentro 
del pensamiento religioso egipcio, existen dos postulados verdaderamente muy 
particulares que le diferencian notoriamente del resto de los pueblos de la 
antigüedad. Primero es el de la teoría de las imágenes. Segundo, el de la 
doctrina del poder generador de  la 
voz, e incluso la escritura.
 
Como 
lo expresara Sainte Fare Garnot (2), la vida espiritual de los antiguos egipcios 
no podría comprenderse fuera de las realidades humanas en las cuales tiene su 
fuente y halla su alimento.
 
El 
análisis de los textos sagrados y una metódica investigación de su arquitectura 
monumental y su diversidad artística (frescos, cerámica y orfebrería), son un 
compromiso ineludible a la hora de iniciar una investigación en el campo de la 
Mitología y el pensamiento religioso egipcio.
 
Aquí 
es importante abordar inclusive la disposición afectiva, y por que no decir 
hasta sentimental de los antiguos egipcios.
 
 
 
___________________
 
(2)   Garnot, Sainte Fare, "La vida 
religiosa en el Antiguo Egipto".
 
Históricamente 
el hombre ha realizado ( y aún hoy lo hace) representaciones asociadas a los 
millares de divinidades que han poblado los cuatro rincones del planeta; muchas 
de ellas nacidas de la "esperanza" y/o del "temor"  del hombre a lo invisible.  
 
Un 
aspecto característico de la mentalidad de las primeras culturas o proto 
-culturas, es la imaginación con la que  se logra la asociación de los propios 
fenómenos naturales -sol, luna, estrellas, viento, rayo, etc.- a las 
divinidades, muchos de ellos cubiertos (a ojos de los primitivos humanos) de un 
halo de misterio y apariencia inexplicable.
 
 
 
Las 
representaciones cósmicas
 
 
Desde 
muy tempranas épocas, el hombre de aquellas regiones representaba el cielo en 
forma de una vaca colosal mirando a occidente y subida sobre un pedestal plano 
que representaba la tierra.
 
Cada 
mañana al salir el sol, éste ascendía por el occidente y recorría el cielo hasta 
el atardecer cuando era reabsorbido por la boca de la diosa 
Nut.
 
En 
el firmamento nocturno, a las estrellas se les compara con lámparas e incluso 
con golondrinas, según un texto poético perteneciente al ritual de las 
pirámides.
 
La 
misma tierra, no deja de evocar a un hombre recostado y con las rodillas 
recogidas que se incorpora con el codo. Él es Geb, el dios cuyos huesos son las 
montañas, y cuando "habla" se estremece el universo 
todo.
 
Así 
también de lo alto surge  una voz 
que recorre el cielo, es el trueno que proviene de las "esferas" superiores y 
recuerda a las criaturas de la tierra que los dioses los 
observan.
 
De 
esta manera, las aguas del Nilo adquieren su cuota de significado y pronto se 
hacen merecedoras de glorificación, identificándosele con ¡Nun!.. Padre de los 
dioses.
 
Algunos 
de aquellos grandes dioses triunfan ya en plena prehistoria, Horus por ejemplo 
el halcón, Thoth el ibis, Up-uaut el lobo. A todos en principio se les adoraba 
en forma animal, dotados - con el paso del tiempo- de esa voluntad particular 
propia de los seres racionales. 
 
Las 
bestias divinas, los árboles -hadas -, las piedras sagradas y por qué no decir 
la naturaleza misma poco a poco adquieren forma humana dotadas de facultades 
terribles y poderes maravillosos; pero rara vez dejan atrás su forma primigenia 
o características particulares que las vinculan a su pasado animal (Sobek, 
Khnum, Sekhmet).
 
La 
pléyade de divinidades que integran el panteón egipcio tiene su prototipo en la 
realidad cotidiana. Pero el mundo sobrenatural es dual, y el Universo que rodea 
a los hombres tiene una cara oculta. 
 
Un 
dios posee su templo e imagen que lo vivifican, pero éste puede si lo desea 
prescindir de ellas y visitar a sus criaturas - humanos y animales - sin tan 
siquiera ser visto.
 
Es 
en ese lado oculto donde se mueven los dioses, pero también allí es donde lo 
hacen otros seres no tan congraciados con los humanos, quienes sin sospecharlo 
siquiera son acechados por larvas, demonios envidiosos, espíritus sombríos y a 
hasta almas des encarnadas en procura de algún ser al que atormentar. Ellos son 
los que inspiran las discordias, secan      los manantiales 
y propagan las enfermedades, ¡su misión! : que todo ser vivo 
sufra.
 
De 
esta manera el egipcio siente la presencia de misteriosas corrientes, fuerzas 
violentas y vibraciones activas  que 
surcan el suelo, recorren las aguas y atraviesan el aire; para él estas tienen 
un nombre ¡ hekau !, las fuerzas mágicas capaces de obedecer sólo a aquellos 
temerarios seres  que se arriesguen 
a adentrarse en los misterios de las iniciaciones de la hechicería, o más aún ¡ 
de la magia !
 
Para 
el hombre de aquella cultura, quien supiere dirigir tamaño poder podría extraer 
lo mejor o lo peor de sí y de las fuerzas que 
controla.
 
Dichas 
artes consisten en liberar y manipular esas energías buscando producir un efecto 
directo en el Universo todo. Ese poder, existe incluso en ciertas palabras, 
gestos, etc., utilizados habitualmente en los rituales mágico - 
religiosos.
 
En 
el Egipto antiguo es impensable separar magia y religión, extendidas ambas sobre 
el manto de lo oculto a lo profano. Cómo comunicarse con las criaturas del mundo 
invisible, es el secreto que poseen sólo unos pocos..
 
Con 
el paso de los siglos, la experiencia les enseña que a un mago puede oponérsele 
un "contra-mago", tal como se aprecia en un fascinante episodio del libro de 
Éxodo (6:10-13); y que la vida es la eterna lucha del bien contra el 
mal.
 
Por 
eso, para proteger los lugares sagrados, hechiceros, sacerdotes y magos 
disponían de medios tanto materiales como mágicos para impedir la entrada a 
extraños e indignos (impuros).
 
En 
Denderah, en un templo construido a comienzos de la época romana, es posible 
hallar a la entrada de ciertos locales algunas de las más elocuentes frases de 
advertencia: "Es un lugar misterioso y secreto. Prohibida la entrada a los 
asiáticos. Que el fenicio no se acerque y que no entre el griego ni el 
beduino...".
 
Además 
de estos medios materiales tan evidentes confiaban en antiguos artilugios  utilizados desde hacía ya miles de años: 
desplegaban alrededor de los templos verdaderas "defensas" mágicas para 
protegerlos contra todos los posibles enemigos.
 
La 
palabra, era considerada como vehículo de un poder generador, tal, capaz de 
sortear los escollos incluso de la misma muerte. 
 
Pero 
lamentablemente no ha llegado hasta nosotros el conocimiento de aquella doctrina 
del verbo mas que por los escritos (a veces no menos confusos) de los 
teólogos.  
 
Ahora 
bien, para ayudar al lector a plasmar nuestra idea central, nos es 
imprescindible definir una concepción que no es propicio ignorar cuando se 
pretende encarar el estudio de la documentación 
religiosa.
 
 
 
Los 
Textos de las Pirámides
 
 
Un 
ejemplo claro de a qué nos referimos al hablar del deseo egipcio de sobrevivir a 
la muerte, lo encontramos en los llamados Textos de las Pirámides. En esta 
oportunidad creímos propicio reproducir las palabras de uno de los 
investigadores a este respecto, Robert  
Bauval (3), ingeniero de profesión cuyo interés por la Egiptología nace 
(como tantos otros estudiosos) de un conocimiento sobre la historia de Egipto y 
el Medio Oriente.
 
"Ocultos 
dentro de algunas de las pirámides de la V y VI dinastía, estaban los más 
antiguos textos religiosos descubiertos hasta el momento en el mundo. Por 
razones obvias, se los conoce como Textos de las Pirámides. Dada su 
extraordinaria antigüedad, parece extraño sin embargo que no sean mejor 
conocidos por el público. Casi todo el mundo ha oído hablar de los Rollos del 
Mar Muerto, que son documentos de una época muy posterior (c.100 a.C.) y mucho 
menos interesantes. Es curioso que los Textos de las Pirámides hayan sido 
pasados por alto por la mayoría, lo que constituye un misterio en sí 
mismo."  
 
Estos 
mencionados Textos de las Pirámides, como los llaman los investigadores, son 
escritos jeroglíficos labrados en las paredes internas de una de las pirámides 
de la V Dinastía y otras cuatro de la VI Dinastía (Reino 
Antiguo).
 
Los 
mismos podrían ser fechados en un período entre el faraón más antiguo que los 
usó (Unas), aproximadamente por el 2300 a.C. y el más reciente (Pepi II) 2100 
a.C. del Antiguo Imperio.  Cabe 
mencionar, que no se trata de los originales, sino  posiblemente deriven de algún arquetipo 
perdido aún más antiguo.
 
 
 
 
 
 
 
 
__________________
 
 (3)  
En 1969, el eminente y respetado filólogo inglés Raymond Faulkner produjo 
lo que se considera la mejor y definitiva traducción de dichos textos. Así, 
Faulkner  se refiere a 
ellos:
 
"Los 
Textos de las Pirámides [...] constituyen el cuerpo más antiguo de literatura 
religiosa y funeraria egipcia que exista. Además, es la menos viciadas de tales 
colecciones de textos funerarios [...] Incluye textos muy antiguos junto a otros 
más recientes, algunos casi contemporáneos a las pirámides en las cuales fueron 
escritos [...]"
 
A 
partir de ellos se atribuye a un amplio número de seres, objetos y cosas una 
notoria característica divinal expresada en su mayoría a través de adjetivos, 
verbos, etc.
 
De 
los estudios generados por numerosos egiptólogos, se deduce el concepto de que 
en el antiguo Egipto se creía que mientras el rey estaba con vida éste era una 
reencarnación del dios Horus, que según la leyenda fue el primer hombre - dios 
que reinó en el país. Así, éste era  
venerado como hijo de Osiris e Isis. Tras su muerte - según la creencia - 
el faraón partiría al cielo y se volvería un Osiris (4) 
.
 
Aquí 
se afirma también que una vez en el cielo, el monarca se volvía una estrellas 
específica,  residente allá en la 
región de la constelación de Orión.
 
Así 
pues, podemos leer:
 
 
"Oh 
rey, eres esta Gran Estrella, la Compañera de Orión,
 que atraviesa el cielo con Orión, que 
Navega el Otro
 Mundo (Duat)con Osiris; asciendes por el 
este del cielo
 te renuevas en tu debida estación y 
rejuveneces a tu 
 debido tiempo. El cielo te ha parido con 
Orión..."
 
                  
(TP 882-883)
 
 
 
Para 
ese entonces, Orión era identificado con Osiris y él introduce la luz en el 
mundo de las tinieblas convirtiéndose en el señor indiscutible de la tierra de 
los muertos (Duat).
Osiris 
era originalmente el dios local de la ciudad de Dêd(u)(5) en el Delta, que los 
griegos denominaban Busiris, es decir, "el Hogar de 
Osiris".
 
En 
una fecha imprecisa y muy lejana, se convirtió en una deidad cósmica, y después 
de oscilar entre simbolizar el sol o al cielo, advierte un cambio importante y 
se convierte en la divinidad que logra vencer a la peor de las pesadillas 
humanas: ¡ La Muerte !
 
 
 
___________________
 
(4)  La leyenda era parte de los llamados 
misterios Osirianos. En ella se creía al principio que la vida de ultratumba era 
privilegio de los       
reyes. 
Luego se extiende a los demás seres humanos y todos adquieren ese derecho. 
(5)  Erman, Adolf: La Religión de los 
Antiguos Egipcios. P.24.
 
 
 
Osiris 
evoluciona hasta convertirse en el soberano de las almas fallecidas, y rey del 
mundo "inferior"; además se le concede el título de Señor de la resurrección y 
de la vida eterna.
 
Con 
el paso del tiempo se le otorga una gran prominencia sobre las muchas 
divinidades antiguas de la necrópolis, quienes no tenían nada que ver con la 
esperanza de resurrección.      
 
De 
acuerdo con su naturaleza cambiante era visto en el curso cotidiano y anual del 
sol. Por la tarde muere y revive cada mañana, convirtiéndose en viejo y débil en 
el invierno y fuerte en primavera.
 
La 
dispersión de los miembros del dios (de acuerdo a la leyenda) parece implicar la 
creencia de que las estrellas eran fragmentos esparcidos del sol muerto. Así 
mismo puede identificársele con algunas estrellas y constelaciones como la 
estrella matutina ( o más bien su doble Horus).
 
En 
otro caso, Sirio (Sothis) (6) era asociada con Isis que a la vez podía ser 
esposa y madre de Osiris y Horus.   
 
En 
ciertos casos también puede representársele con Júpiter como otro representante 
del cielo - y así como lo expresa Max Müller en su obra Mitología Egipcia 
(7)  -, incluso con la constelación 
de Argos y su estrella principal, donde Canopus, aparece como niño o como 
muerto, flotando en un arca, mientras que en Orión es visto como guerrero 
victorioso, es decir nacido como Horus.
 
De 
esta misma forma, la creciente del Nilo recuerda la esperanza en él, por ser un 
fenómeno anual donde se revitaliza toda la naturaleza.    
 
 
__________________
 
(6)  Nombre griego de la estrella Sirio. 
(7)  Müller, F. Max. Mitología 
Egipcia. P. 97.  
  
 
 
 
 
 
"Ningún 
dios perezca, los necesitamos a todos y cada uno,
todos 
sean aún apreciados por nosotros, cualquier imagen 
formada."
 
 
Rainer 
María Rilke
Poeta
 
 
 
 
Capítulo  II
 
 
 
La 
teoría de las imágenes
 
 
El 
arte de esta particular civilización se caracteriza por ser esencialmente 
utilitario. De ahí que desde el momento que se reproduce la imagen de un 
personaje se introduce en el universo dual otro ejemplar de aquel ser que sirvió 
como modelo.
 
Como 
lo definiera Sainte Fare Garnot "la imagen, lejos de ser un simple reflejo, 
desdobla en cierta manera lo que representa, en condiciones tales que las 
propiedades del original son trasladadas íntegramente a la copia". 
(8)
 
Desde 
entonces, las estatuas cobran vida y los dibujos se mueven, pues el hombre con 
sus herramientas de talla o pintura, dan existencia a seres nuevos, y crean 
objetos suplementarios útiles para el diario vivir.
 
La 
pintura que cubre cada imagen u objeto y hasta los ojos artificiales de una 
efigie expresan sin reparos que ellas están "vivas", y les 
observan.
 
Este 
principio del que hablamos se vuelve sumamente importante cuando al orden 
funerario nos referimos, entonces sus consecuencias se tornan verdaderamente 
fantásticas, y el difunto como antes lo expresara en vida, desea sobrevivir a 
esa calamidad que representa el no poder arribar a la tierra donde habitan los 
dioses.
 
 
__________________
 
(8)   Garnot, Sainte Fare. "La 
vida religiosa en el Antiguo Egipto".
 
 
 
 
 
 
Como 
hemos apreciado, Egipto es un país de mitos y misterios sin 
precedentes.
 
Éstos 
son los medios que emplean las sociedades humanas para interpretar las fuerzas 
creativas, los fenómenos naturales y los acontecimientos que escapan a su 
control.
 
Allí 
se procuró explicar cómo llegaron al mundo, la maldad y la muerte, el tiempo y 
la eternidad.
 
Los 
mitos nos dan una visión de la condición humana, y nos brindan una fuente de 
inspiración y consuelo en los momentos de enfrentarnos con lo desconocido e 
irreconciliable.
 
El 
hecho cotidiano que más parece haber marcado la vida de los antiguos egipcios es 
la muerte.
 
Como 
lo dice Garnot, la atención con que captaron sus síntomas, consecuencias 
inmediatas y aparentemente remotas, expresan su preocupación relativa frente al 
término normal de la existencia; sin embargo, no es posible afirmar que fuera lo 
más importante para ellos, pues como en todas las culturas lo que verdaderamente 
importa es la lucha por la supervivencia.
 
La 
pregunta para ellos no era muy diferente a la que hoy nos hacemos ante este 
inevitable hecho..  ¿ Qué sucede 
después de la muerte ?, ¿ es un fenómeno transitorio o definitivo ?, y ante todo 
esto ..¿ cómo asegurar la felicidad del alma ? 
 
Allí 
desarrollaron soluciones optimistas y pesimistas, las que varían según la 
condición social del individuo, y de acuerdo a las distintas escuelas a las que 
se evoquen.
 
Los 
bajorrelieves pintados en las capillas de la época de la Dinastía III (Meidum), 
ofrecen a los muertos el medio para huir de las tinieblas y continuar una 
existencia feliz, liberada de las miserias que persiguen  a los vivos.
 
En 
la IV Dinastía, se habla ya de una morada común para los muertos privilegiados a 
quienes unía un vínculo moral, familiar o jurídico.
 
A 
partir de la V Dinastía los difuntos ascienden al cielo en pos del Gran Dios 
Ra.
 
Con 
los Reyes del imperio Medio, los rituales compuestos antiguamente solo para el 
Soberano se hacen de dominio público y comienzan a encontrarse en las paredes y 
sarcófagos de aquellos quienes puedan solventar un buen 
funeral.
 
Las 
sepulturas en Mastabas e Hipogeos llevan en sí la aspiración de sus dueños de 
convertirse a la condición divina mediante el uso de estelas e inscripciones que 
relatan sus hazañas. Además se relatan fórmulas mágicas que ayuden al "viajero" 
en su camino a la tierra de Osiris.
 
A 
modo de ejemplo transcribimos un pasaje del llamado Libro de los Muertos (9) en 
el que se encuentra una formula que según la creencia debería recitar en el mas 
allá el difunto si desea que su alma se convierta en un halcón 
divino..
 
El 
difunto dice:
 
"La 
voz de Osiris: ¡Salve, oh dios poderoso!. He aquí que me dirijo hacia Djedu y 
que tú santificas mis amigos. Mientras recorro las estepas de mi viaje divino y 
visito mis tronos, acompáñame, renueva y exalta mi ser. Haz que el espanto y el 
temor acompañen mi nombre para que los dioses de la región de los muertos tengan 
miedo de mí y a causa de mí combatan entre ellos. Que todo el que quiera 
perjudicarme no pueda hacercarse a mí en la región de las tinieblas, allí donde 
las almas débiles buscan abrigo para ocultarse".
 
"Así 
sea", dicen los dioses que han escuchado la voz en su derrotero tras Osiris". 
(CAPÍTULO LXXVIII)
 
Cualquiera 
fuere la manera de encarar el destino del difunto, una de las preocupaciones más 
comunes era la de evitar la descomposición del cuerpo con el fin de que pudiera 
ser posible la resurrección. Por eso gracias a las prácticas de momificación el 
cuerpo del recién fallecido podía conservarse junto a sus órganos internos 
guardados en  pequeñas vasijas o 
recipientes llamados Canopes .
 
Esto 
tenía como consecuencia la reunión del Ka (doble o energía vital) con su cuerpo 
momificado.
 
El 
muerto luego de su redención, conoce los horrores del descuartizamiento 
legendario, pero a igual que los del dios (Osiris), sus restos serán reunidos 
luego de la resurrección y el fin de sus pruebas. 
 
 
 
__________________
 
(9)  Estos escritos eran conocidos con el 
nombre de Pert-em-hru y que suele traducirse como manifestación de la luz o 
aspiración del día. La traducción que nos ha llegado (Libro de los Muertos) 
procede del nombre que los profanadores de los sepulcros egipcios daban a los 
papiros con inscripciones hallados junto a las momias.   
 
 
 
 
 
El 
mito de Osiris
 
 
Cabe 
relatar en esta oportunidad, ya que hemos mencionado al dios Osiris, uno de los 
relatos más antiguos que nos cuenta la historia de este ser 
divino.
 
" 
Osiris era el hijo mayor de Nut, la diosa del cielo; sus otros hijos eran Isis, 
Set, Neftis, y posiblemente Anubis. Osiris, tanto hombre como dios, se convirtió 
en el primer rey de Egipto y su hermana Isis fue su consorte. Fue un buen rey y 
estableció la ley (maat). Con ayuda de su visir, el 
Isis, 
aunque angustiada, recorrió el país recogiendo cada trozo del cuerpo de su 
amante, y mediante el uso de poderes mágicos, reconstituyó el cuerpo de Osiris, 
creando así la primera momia. Tras volverlo a la  vida pudo concebir un hijo de su fiel 
compañero. Luego de cumplida su misión en la Tierra, Osiris ascendió al cielo 
transformándose en una estrella (Orión), yendo a gobernar el reino celeste de 
los muertos llamado el Duat. Isis, oculta en uno de los pantanos del Delta cerca 
de Heliópolis, dio a luz a su hijo Horus.    
 
El 
niño creció hasta convertirse en un poderoso príncipe y desafió a su tío (Set) a 
un duelo para dirimir quién tenía el derecho a gobernar Egipto desde el trono de 
Osiris. Durante la contienda Horus pierde un ojo y Set los testículos. Aunque la 
contienda no tuvo un resultado definitivo, el dios sol fue persuadido de fallar 
a favor del joven, que fue proclamado rey y el primero del linaje de los 
faraones".
 
 
 
La 
inmortalidad
 
 
Para 
los egipcios, los dioses eran seres muy diferentes a las demás criaturas 
vivientes, entre ellos el hombre.
 
Se 
decía que a los inmortales los diferenciaba de los hombres comunes un cuerpo 
tejido de fibra más sutil, y que sus carnes eran de oro; ellos, eran inmortales 
por derecho de nacimiento y poseían poderes inimaginables. 
 
Aquellos, 
más inteligentes que los habitantes de la tierra, podían modificar su destino a 
voluntad gobernando incluso a la misma naturaleza.
 
No 
obstante eso, los inmortales se hallaban sujetos a elementos y peripecias 
propios a la condición humana como lo son el hambre, las enfermedades, el 
sexo  e incluso la 
muerte.
 
Pero 
sucedía, creían también en la existencia de seres que sin llegar a ser dioses se 
erguían por encima de los simples mortales, y que al morir se tornaban 
merecedores de culto. Este es el caso de Imhotep el gran arquitecto del complejo 
piramidal de Sakkara, o Isi, Kagemni o Amenhotep, hijo de Hapú quienes gracias a 
su búsqueda del bien y la auto perfección se hacen merecedores ante la Suprema 
Ley de que se le Yergan  estatuas y 
construyan templos para su gloria en más allá.
 
 
 
El 
arte en la vida y en la muerte
 
 
El 
arte es un desafío a la historia, nace de la necesidad de los hombres de dejar 
su huella mas allá de los avatares del tiempo, de oponer la obra de los hombres 
a la de los dioses.
 
La 
idea mas antigua nos sugiere que el funeral continúa en la tumba, pero de una 
forma lánguida y  algo miserable. Si 
el goce de los mortales está vedado para los difuntos, sus necesidades sí 
permanecen intactas.
 
Las 
paredes se pintaban con dibujos policromos que representaban paisajes míticos o 
reales que el habitante del lugar (fallecido) parecía desear reconocer y 
recordar.
 
El 
milagro egipcio es ante todo, el milagro de la piedra, la que expresa el deseo 
evidente de superar la muerte, o más aun, de incluir la muerte en las 
perspectivas de la vida.
 
Los 
primeros monumentos egipcios son las mastabas, luego las pirámides de piedra, 
moradas eternas de los reyes-dioses que aun hoy nos miran desde la 
eternidad.
 
En 
tiempos de las pirámides, los soberanos, sin perjuicio de prepararse para la 
vida en eternidad, construye monumentos formidables que les recuerden mucho 
tiempo después de su partida.
 
Desde 
los impresionantes templos de Karnak, Luxor y Abu Simbel hasta las pirámides 
de  Sakkara, Unas, Khufu (Keops), 
Khefrén y Micerino vemos algunos  
ejemplos que nos muestran al hombre, en su intento por agradar a los 
dioses que le observaban.
 
Aunque 
miles de viajeros vean la inmensidad de las construcciones monumentales de 
Egipto no todos son testigos del gran mensaje que ellas irradian a los cuatro 
puntos cardinales del globo... "el tiempo no significa nada, sólo la eternidad 
importa".   
 
Lamentablemente, 
innumerables obras artísticas de la especie humana, no han sobrevivido a las 
calamidades de la historia, bien sea por su frágil material de elaboración, o 
por la pérfida mano del hombre llevada por la  ignorancia y la 
intolerancia.
 
 
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
 
 
Es 
relativamente reciente el interés de los estudiosos del pasado, por la historia 
antigua de Egipto. Parece como si, de una manera deliberada y constante, haya 
sido ignorada desde el florecimiento de la cultura clásica de Grecia y Roma, a 
la que se han rendido toda clase de honores.
 
Demasiados 
prejuicios y conceptos erróneos han alcanzado a esta admirable civilización y 
los hombres que la erigieron.
 
Pero, 
¿por qué? Tal vez porque existen muchos indicios y pruebas de que el pueblo 
egipcio alcanzó en los milenios que precedieron a la venida de Jesucristo una de 
las cotas culturales más altas que jamás haya alcanzado la 
humanidad.
 
¡ 
Ah !, tonta y larvada mentalidad hostil que se niega a reconocer que los 
griegos, y por qué no decir Europa misma, comienzan a salir de la barbarie al 
entrar en contacto con la civilización del Nilo; y cuán grande es la duda cuando 
las evidencias exclaman a gritos, dejando ver más allá de los hilos del tiempo, 
que la flor y nata científico-filosófica del mundo griego tomó sus primeros 
apuntes de clase de sus viejos maestros egipcios.
 
No 
olvidemos tampoco que, Alejandría, centro científico del helenismo, estaba en 
Egipto y no en Europa o alguna de las islas griegas; y que Euclides y tantos 
otros famosos pensadores griegos de la humanidad, nacieron, vivieron y se 
educaron entre los muros de los templos, edificios y escuelas de aquella antigua 
ciudad del Cercano Oriente.  
 
Y 
que fue en su Gran Biblioteca, donde en época de los Ptolomeos se congregaron 
por primera vez los creadores de la primera escuela filosófica del mundo 
antiguo, integrada por gramáticos y críticos dedicados a la interpretación de 
los textos homéricos.     
 
Entonces, 
¿cómo acallar esta evidente realidad ? 
 
¡ 
Fácilmente !, ignorando de la mejor manera posible todo lo relacionado a Egipto 
y su gente, llegando incluso al extremo de fijar sus comienzos históricos como 
pueblo y/o cultura, en consonancia con la cronología establecida en la 
Biblia.
 
Se 
dice, que un monseñor irlandés de nombre Usher -seguramente haciendo caso a 
tontas supersticiones-  expresó en 
1664 que el mundo había sido creado el 26 de Octubre del año 4004 a.C. a las 9 
de la mañana. E incluso, durante el siglo de las luces y hasta las primeras 
décadas del Siglo XIX, llegó a afirmarse que la Humanidad había comenzado su 
recorrida por el ciclo de la vida allá por el año 276 
a.C.
 
Finalmente, 
jugaron contra ella lastimosos prejuicios raciales, pues al fin y al cabo se 
trataba de una región de África.
 
Frente 
a ello, creo necesario compartir con ustedes los lectores una de las mejores y 
más objetivas descripciones hechas hasta ahora sobre aquellos seres humanos, que 
con defectos y virtudes edificaron la cuna indiscutible de nuestra 
civilización:
 
"Los 
antiguos egipcios, tal como se manifiestan en su literatura y sus monumentos, 
aparecen como un pueblo afable, optimista, enemigo del desorden y del exceso en 
todas sus formas. Este testimonio encuentra una confirmación en la historia, que 
nos los muestra emprendedores pero serenos, mejor dotados para las artes de la 
paz que para los trabajos de la guerra y apasionadamente enamorados de la vida. 
Hay que verlos desfilar en los bajorrelieves y las pinturas de las capillas 
funerarias, en marcha diligente y cordial, dedicados a los trabajos campestres o 
afanosos en los talleres y tiendas, cuando no entregados a la tarea, más 
elevada, de escribas. Ya se trate de terratenientes que, bastón en mano, vigila 
cómo se emparva el trigo maduro, ya del simple marinero que iza la vela en un 
barco de carga, todos tienen el paso vivo y el semblante alegre; ni uno solo de 
los personajes cuyas siluetas se dibujan en los muros de las tumbas manifiesta 
enojo cuando la labor agobia y el sol abrasa. A decir verdad, estos cuadros, un 
tanto lisonjeros, nos hacen ver las cosas en su aspecto más favorable; pero las 
canciones, los cuentos populares, no dejan duda alguna sobre el natural alegre 
de los ribereños del Nilo en tiempos de los faraones.
 
Su 
natural benevolencia no es menos evidente para quien echa una mirada a los 
textos clásicos y los retratos, en bajorrelieve o en figura de bulto, expuestos 
en nuestros museos.
 
Aquellas 
gentes, transformadas en soldados en la época de las conquistas, limitaban en el 
fondo su ideal a los goces moderados de una existencia burguesa, pero se 
aferraban a ella con todo el ardor de una viva sensibilidad secundada por una 
voluntad tenaz.
 
Amaban 
a Egipto, como  el héroe de uno de 
sus cuentos, vuelto a la tierra natal por la nostalgia de la patria (Las 
aventuras de Sinuhé, novela del Imperio Medio).
 
Eran, 
por lo general, amos indulgentes y amigos fieles; nos lo atestiguan ciertos 
episodios, que describen escenas donde aparecen reyes del Imperio Antiguo en 
medio de sus íntimos.
 
Les 
atraía especialmente la vida familiar. Hijos respetuosos, esposos tiernos, 
padres diligentes, los textos y los monumentos les atribuyen virtudes de las que 
hacían un culto y - si hemos de creer en ellos - de las que más de una vez 
dieron ejemplo" (Jean Fare Garnot).
 
Hoy, 
a días de finalizado el siglo de los avances de la ciencia, el lujoso y tan 
contradictorio Siglo XX, las arenas del desierto egipcio aún nos guardan muchas 
e incomparables sorpresas por descubrir.
 
¿Qué 
fue de esa ciencia y de esos conocimientos...? 
 
Ciencia, 
arte, filosofía y mística (magia) fueron los pilares de aquella civilización. 
Tal vez ese sea el motivo primigenio por qué, nuestra "cultura", pretendiendo 
basarse  solo en un pilar: la 
"ciencia", no puede cubrir  ni 
explicar el vacío del hombre en su alma.
 
Finalmente, 
y mientras tanto algunas "eminencias" o "eruditos" en el tema 
-enclaustrándose 
en sus propios dilemas existenciales- discuten la conveniencia o no de incluir 
junto a las "viejas" técnicas de investigación los adelantos de la tecnología; 
nosotros la humanidad actual, por mucho tiempo más, seguiremos ignorando lo 
profundo de  aquel conocimiento. Más 
aún  mientras siga influyendo en 
nuestra mentalidad occidental, cristiana y creyente, la propensa idea de centrar 
a la mítica tierra de Abraham, la Ur de los Caldeos (que antes fue la Ur de los 
Sumerios) toda nuestra entrañable curiosidad 
genealógica.
 
Pero 
quizás también sea, porque aún no hemos abierto los ojos y nuestra mente a lo 
más hermoso y digno que el conocimiento puede brindar: humildad y respeto  por todos los seres que han pasado, 
estamos, y vendrán.      
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
 
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1989.
 
DONADONI, 
Sergio. - "Los Hombres de la Historia: Akhenatón", Ed. América Latina. 
 
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Tomás. - "Grandes Enigmas", Ed. Océano, Barcelona, 1999. México 1992. 
 
FARE 
GARNOT, Jean Sainte. - "La vida Religiosa en el Antiguo Egipto", Ed. 
Universitaria, Bs. As, 1964.
 
GRIMAL, 
Pierre.- "Historia Universal, El Helenismo y el auge de Roma, II", Ed. Siglo 
 
HERODOTO 
- "Historias", Libro II, Madrid, 1971.
 
HORNUNG, 
Erik. - "El Uno y los Múltiples", Ed. Trotta, Madrid, 
1999.
 
MÜLLER, 
F. Max - "Mitología Egipcia", Ed. Olimpo, Barcelona, 
1996.
 
SAMTLICHE 
WERKE -  Insel. Frankfurt, 
1955 s, II, 468 y II, 79.
 
TORNELL, 
R. V. -  "Historia de la 
Civilización, tomo II", Ed. Siglo XXI.
 
 
 
 
 
                                                                
                     
APÉNDICE
 
 
Napoleón Bonaparte visitando una ruinas en Egipto.
 
 
Horus portando las dos coronas, símbolos de Egipto.
 
 
Osiris en su trono de la sala del Maat.
 
 
Osiris, personaje de la mitología egipcia, vivía en el fabuloso mundo subterráneo como gobernante de los muertos. Aquí aparece (centro) con Anubis, otro dios de los muertos, representado con cabeza de chacal. La ilustración data de la XVIII dinastía de Egipto (1570-1293 A. C.) y se encuentra en el Museo Egipcio de Turín, en Italia.
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