33-  BELLEZA Y UNIVERSALIDAD DE LA ANTIGUA 
POESÍA EGIPCIA
 
 
por   SYLVIA 
SIMONET
 
 
 
 
 
LA LENGUA
 
 La lengua que hablaban los antiguos egipcios, o sea el egipcio, 
pertenecía a la sub-familia camita, de la familia de lenguas camito-semítica, de 
antiquísimo origen. Como es lógico suponer, no permaneció idéntica durante toda 
la historia del Antiguo Egipto, sino que sufrió algunos cambios.  Se distinguen varias fases en su 
evolución, a saber: a) Egipcio Antiguo o Arcaico, desde los orígenes hasta la 
dinastía VI; b) Egipcio Medio desde el Primer Período Intermedio hasta la 
dinastía XVIII. Es llamado también Egipcio Clásico y su uso como lengua culta se 
conservó hasta los últimos tiempos. c) Neo-egipcio, durante el Nuevo Imperio 
hasta la dinastía XXV: d) Demótico, desde la dinastía XXV hasta la época 
romana.
El  
último eslabón de la cadena evolutiva de la lengua egipcia  fue el copto, que se usó como vernacular 
en Egipto desde el siglo III hasta el X D. C.. Para escribirlo se utilizó el 
alfabeto griego y por primera vez en Egipto se usaron signos para representar 
las vocales.  .Es de destacar que ha 
llegado hasta nuestros días como lengua litúrgica de los cristianos coptos. Por 
esta razón ha sido de importancia fundamental para lograr el desciframiento de 
los jeroglíficos y aún hoy es un valioso auxiliar en los estudios de la lengua 
faraónica. 
Una característica del Antiguo Egipcio (y también de 
las otras lenguas de la sub-familia camítica) la constituye el hecho de que los 
radicales sean de dos o tres consonantes. 
En cuanto a su aspecto formal y sintáctico, se puede 
decir que el Egipcio se manejaba con una ordenación precisa de las partes de la 
oración. Según Gardiner “la profunda coherencia de la sintaxis y su firme lógica 
son el producto adecuado de un pueblo que gustó de la concreción y el realismo, 
pragmático y lleno de sentido común “. De igual modo se interpreta que su 
preferencia por las formas nominales frente a las verbales y por las formas 
pasivas respecto a las activas refleja su conservadurismo y su respeto por el 
pasado y las tradiciones. 
Se puede añadir que los nombres presentaban 
accidentes de género y número, distinguiéndose en el primero entre femenino y 
masculino y en el segundo entre singular, dual y plural. No presentaba accidente 
de caso, aunque algunos estudiosos afirman que se había perdido una antigua 
declinación. 
En cuanto al sistema verbal, éste ofrecía complicadas 
determinaciones de los accidentes de modo, tiempo y 
persona.
 
 
 
LA ESCRITURA
 
El sistema de escritura egipcio es el jeroglífico, 
palabra que proviene del griego y significa “la sagrada (escritura) incisa”. Los 
propios egipcios los llamaban “medu neter” o sea, palabras 
divinas.
Generalmente se acepta que los jeroglíficos muestran 
sus primeros rudimentos en documentos de finales del Predinástico (fin del IV 
milenio A. C.). Esta cronología puede ser rebajada  hasta el 4.000 A. C., en pleno 
Amratiense si se acepta que los símbolos y los signos  que aparecen en la cerámica y en otras 
representaciones de dicho período ya configuran un sistema de escritura, si bien 
muy primitivo, a partir del cual se desarrolló el sistema jeroglífico. Esto 
llevaría, por otra parte, a aceptar la existencia de una evolución y 
perfeccionamiento de los jeroglíficos, hecho no comprobado hasta ahora. 
Lo que sí está comprobado es que en los primeros 
tiempos del dinástico ya era un sistema completo y en pleno uso, que continuó 
utilizándose en todo el período faraónico, si bien sujeto a cierta evolución. 
Después de la caída del estado faraónico fue perdiendo su preeminencia, hasta 
que se dejó de usar; se sabe que la última inscripción jeroglífica fue realizada 
en la isla sagrada de Filae, en el año 394 d. C..
Entonces comenzó un largo período de olvido y 
desconocimiento, durante el cual se había perdido la capacidad de leerlos, 
circunstancia que dio origen a muchas leyendas. Como se sabe, fue recién en el 
año 1822 que el francés J. F. Champollion, basándose en la triple inscripción de 
la célebre piedra Roseta pudo dar, en tiempos modernos, con la clave para 
descifrar la antigua escritura.
Muchas de las dificultades del desciframiento 
estribaban en que, debido a los cambios sufridos por el sistema durante su larga 
vida, la escritura jeroglífica había terminado integrada por elementos fonéticos 
e ideográficos, incluso en una misma palabra. A su vez, los elementos fonéticos 
podían ser silábicos o alfabéticos y los ideográficos, pictográficos e 
ideográficos propiamente dichos. Por lo demás, y al igual que otras escrituras 
próximo-orientales, la jeroglífica carecía de vocales.
Debido a esta última circunstancia, se presenta el 
problema de cómo transliterar las palabras y nombres egipcios, muchos de los 
cuales están escritos en forma tan abreviada que su pronunciación, especialmente 
en referencia a las vocales, siempre resulta dudosa. La mayor parte del 
vocabulario egipcio se conoce sólo de esta manera; generalmente se recurre  al copto  para asignarle las vocales. Cuando esto 
no es posible, entonces se hace de forma arbitraria: la “e” generalmente es 
utilizada como simple relleno al desconocerse la vocal 
original.
Esto explica por qué es tan raro que dos egiptólogos 
concuerden en sus grafías, y que los nombres se puedan escribir en castellano ( 
u otro idioma moderno) de formas tan disímiles, ya que no se ha llegado a 
acuerdos unánimes sobre el punto.
Respecto al aspecto material de los signos 
jeroglíficos, se puede decir  que se 
caracterizan por el orden y la simetría de sus formas, que corren parejos con su 
sofisticación y refinamiento estético.
Los propios egipcios estaban conscientes del valor de 
los jeroglíficos como elemento fundamental de su cultura. Les atribuían un 
origen divino que se remontaba al dios Thot, maestro dela sabiduría y los que se 
dedicaban al ejercicio de la escritura, los escribas, eran universalmente 
respetados y gozaban de alta posición social
 
 
 
LA LITERATURA
 
La antigua literatura egipcia ha sufrido, 
generalmente hablando, una injusta postergación. Tratándose de una literatura 
extremadamente antigua, muy rica y con una abundante variedad de textos, ha sido 
sistemáticamente dejada de lado en los planes de estudios literarios (o lo era 
hasta hace muy pocos años  en el 
mejor de los casos).
Esto parece causado por simple ignorancia las más de 
las veces, aunque tenemos el caso de Wilhelm Worringer, quien ha hablado de ella 
en los términos más desdeñosos, y aquí la causa es el prejuicio, incomprensible 
en un investigador.
En los países de habla hispana se suma la 
inexistencia de traducciones directas de los textos egipcios, aún de los más 
representativos y famosos. Ha sido sólo en los últimos años que se ha comenzado 
a subsanar esta falta, de modo que hasta  
entonces había que manejarse con una segunda traducción del inglés, 
francés o alemán.
Al hablar de literatura egipcia, lo que debe 
destacarse en primer lugar es que en ella encontramos, más o menos 
desarrollados, según el caso, la mayoría de los géneros literarios  que hoy conocemos, tanto en prosa como 
en poesía.
Podemos menciona, dentro de la prosa, a la llamada 
literatura sapiencial o didáctica (sebayt), consistente en máximas y consejos 
éticos; al género epistolar, con cartas personales y comunicaciones de carácter 
diplomático; a la narrativa, dentro de la cual encontramos una considerable 
cantidad de cuentos o relatos de temas muy variados (de aventuras, 
seudo-históricos, míticos, etc. ); todo tipo de documentos públicos y privados: 
contratos, anales, textos médicos, administrativos, matemáticos, etc.; incluso 
se han hallado muestras de genero dramático que, si bien escasas, representan 
los primeros orígenes del teatro.
 
 
 
LA POESÍA
 
Por su parte, la creación poética fue también muy 
abundante y llamativa; podemos encontrar dentro de ella hímnica religiosa, 
poesía épica y lírica y, dentro de ésta, composiciones de diferente carácter, 
especialmente amatoria.
Las características de la escritura hacen difícil 
aprehender las estructuras de las que se valía la poesía egipcia. No obstante, 
recientes estudios sobre la antigua métrica afirman que sus características 
fundamentales eran la sonoridad y el ritmo, conseguidos sobre la base de 
aliteraciones y asonancias. Es posible, además, encontrar poemas muy bien 
compuestos, en los que puede percibirse la preocupación por la armonía de la 
composición. Es muy sugestivo que en un papiro del siglo XIII a. C.  Preservado en Turín se encuentre una 
división original en versos indicados por puntos de tinta roja. (El texto se 
escribía en tinta negra)
En general la falta de otros artificios se 
compensaba, en la mayoría de las composiciones, por medio del paralelismo, del 
cual se ha dicho que suple la rima de sonidos por la rima de ideas. Según 
Lefebure, el paralelismo o aproximación de ideas semejantes, se traduce en 
palabras y giros análogos. Agrega que, a veces, como en los versículos 
hebraicos, es esbozo de un verso blanco muy libre, cortado por una cesura más o 
menos regular, animado por oposiciones que en los casos menos felices se reducen 
a meras repeticiones.
Pero la poesía no es sólo forma;  incluso más importante que la forma es 
el hecho  de que sea lenguaje 
cargado de emotividad. Y no puede haber ninguna duda de la emoción que 
trasuntan   muchas de las 
composiciones egipcias. Justamente es ésta una de las principales razones por 
las que se puede adjudicar a la poesía egipcia el adjetivo de universal. Los 
sentimientos y las emociones que expresan son en verdad capaces de hallar eco en 
los corazones de los lectores, aún cuando se encuentren separados de sus autores 
por tantos siglos.
La naturaleza humana no ha variado; sólo han cambiado 
sus ropajes. Por lo tanto, únicamente con abstraer algún detalla puntual, 
podemos dejarnos llevar por la vehemencia, la pasión, la delicadeza o la fuerza 
expresadas en las distintas composiciones.
 
 
 
POESÍA RELIGIOSA: HIMNOS
 
La mayor parte de la producción literaria que se ha 
conservado del Egipto Antiguo, y sin duda la que comienza más tempranamente, se 
refiere a aspectos religiosos. Mezclados a ellos, encontramos también el otro 
gran tema, o sea, la realeza faraónica. Sucede que en las épocas más antiguas no 
se prestaba mayor atención a los problemas individuales del ser humano,  sino que ésta se centraba en cuestiones 
cósmicas y universales. La lírica de tendencia intimista comienza más tarde, 
como se verá.
Esta primera producción poética consiste 
concretamente en himnos. El himno se define como una composición poética en 
alabanza de los dioses o los héroes, y en el caso de Egipto se centraba en los 
dioses o en el Faraón. Como la importancia de estos temas no decayó en todo el 
período dinástico, es posible observar una evolución en el estilo de tales 
composiciones durante ese largo lapso.
Uno de los himnos más antiguos que se recogen es el 
llamado “Himno Caníbal”, pieza única en su género y que ha despertado mucho 
interés entre los eruditos por sus especiales características. Forma parte de 
los llamados Textos de las Pirámides, que constituyen el conjunto de literatura 
religiosa egipcia más antiguo que se conoce-y según se cree, el más antiguo del 
mundo también. Estos textos fueron grabados en las paredes de las cámaras 
funerarias de las pirámides reales de las dinastías V y VI, en el Imperio 
Antiguo e incluso en alguna del Primer Período Intermedio. Aparecieron por 
primera vez en la pirámide de Unas, el último rey de la V dinastía. Se 
considera, sin embargo, que reproducen composiciones muy anteriores, cuyo origen 
se remontaría a tiempos remotos durante los cuales prevalecerían creencias más 
primitivas.
El Himno se trata concretamente de una sorprendente 
descripción que presenta al Faraón como devorador de dioses: al comerlos se 
apropiaba de sus poderes y de su fuerza mágica, volviéndose así todopoderoso. 
Básicamente se está hablando de un canibalismo ritual, una forma de adquisición 
de poderes mediante la ingestión directa practicada por muchas sociedades 
primitivas. Por cierto que esta práctica no se llevaba a cabo en el Egipto de 
las V y VI dinastía; no obstante lleva a pensar que sí se lo hiciera en épocas 
prehistóricas. Es por lo demás sintomático que el texto haya desaparecido 
después de la época mencionada; posiblemente se lo consideró poco adecuado 
frente a hábitos más evolucionados.
Desde un punto de vista puramente literario se señala 
que las imágenes y la fuerza de los términos usados lo convierten en un texto de 
notable calidad artística. Veamos su comienzo:
 
 
HIMNO CANÍBAL DEL FARAÓN 
UNAS
 
“El cielo está tormentoso; se oscurecen las 
estrellas.
La bóveda se estremece, tiemblan los huesos del 
dios-tierra.
Los planetas se quedan 
quietos
Cuando ven que Unas aparece en gloria, 
poderoso,
Como un dios que vive de sus 
padres,
Que se nutre de sus madres.
Unas es el señor de la 
astucia
Cuya madre ignora su 
nombre.
La gloria de Unas está en el 
cielo,
Su poder está en el 
horizonte
Como su padre Atum, que lo ha 
creado.
Cuando lo creó, Unas ya era más fuerte que 
él.
Unas es el toro del cielo,
Que conquista a voluntad,
Que vive de la existencia de cada 
dios,
Que devora sus entrañas
Cuando se acercan con sus cuerpos llenos de 
magia
Desde la Isla de las 
Llamas.
............................................”
 
 
 
EVOLUCIÓN DE LOS HIMNOS - HIMNO A 
AMÓN-RA
 
Hay un largo himno a Amón-Ra, preservado en un papiro 
del Museo de El Cairo-cuyo texto ha sido especialmente estudiado por E. 
Grebaut,  que es usado como ejemplo 
de la evolución que tuvo el tono de los himnos religiosos en el Egipto 
dinástico. Recopilado en tiempos del Imperio Nuevo, durante el reinado de 
Amenofis II, aparentemente fue compuesto de fragmentos poéticos que databan de 
distintas épocas, siendo posible, por consiguiente, detectar en él diferentes 
tonos y concepciones religiosas.
El que se puede llamar “viejo estilo” era más formal 
y grandilocuente, y en algunos momentos no es sino una letanía. Es evidente que 
los poetas antiguos alababan exclusivamente el poder del dios y lo consideraban 
sólo con reverencia. Las largas series de reverentes invocaciones, a pesar de la 
acusación de seco formalismo y pomposidad, no carecen de belleza en muchos de 
los casos, ni tampoco dejan de producir el efecto buscado de grandeza y 
poderío.
Amón, dios de Tebas, fue considerado durante el 
apogeo tebano el principal de los dioses. Los sacerdotes acabaron por 
presentarlo como un ser perfecto, que ha creado todo y no ha sido creado. Se 
pensó que los demás dioses habían sido creados por él, o bien que eran el mismo 
dios con otro nombre. Frecuentemente se lo designaba con varios nombres: 
Amón-
Ra-Harmakhis. He aquí un trozo del “viejo estilo”: 
“Te despiertas bienhechor, Amón-Ra-Harmakhis, señor 
de los dos horizontes! Oh, bienhechor resplandeciente, flameante...! Recorres el 
cielo en lo alto y tus enemigos son abatidos... El cielo está alegre, la tierra 
está gozosa. Los dioses y los hombres están de fiesta, a fin de glorificar a 
Ra-Harmakhis...
“Tú rechazas al malo, tú has aniquilado el valor del 
impío. El adversario de Ra cae en el fuego...Fuerte es Ra, débil el impío! Alto 
está Ra, el impío está en tierra! Grande es Ra, pequeño el impío! Luminoso es 
Ra, oscuro el impío! Bueno es Ra, malo el impío! Poderoso es Ra, débil el 
impío!”
 
En los trozos que provendrían de tiempos posteriores 
se observa que los dioses no solamente tienen poder ilimitado sobre todo el 
universo, sino que también representan fuerzas morales, imbuidas de justicia y 
amor. Se hace explícita la bondad de los dioses hacia el hombre-no sólo la raza 
humana, sino hacia cada individuo en particular e incluso hacia los 
animales.
Este amor paternal se extiende en forma especial al 
enfermo, al huérfano, a la viuda, al injustamente acusado, quienes pueden tener 
esperanza de ser escuchados. El amor de la divinidad debía ser recíproco y 
demostrarse por medio de la devoción y también por la obediencia a sus 
exigencias morales.
Esta concepción de una divinidad paternal y 
omnipotente se aproxima a veces a la idea bíblica de Dios. Se duda, sin 
embargo,   que estas ideas 
estuviesen extendidas en el pueblo; más bien hay tendencia a considerarlas 
concepciones de algunos pensadores y teólogos selectos. 
Se puede acotar que, a la vista de estos textos, la 
primera escuela de egiptólogos franceses -J. J. Champollion-Figeac, E. de Rougé, 
P. Pierret- trató de explicar la religión de los faraones como un monoteísmo 
expresado bajo la apariencia de muchos dioses, o sea, como un politeísmo 
simbólico.
Más modernamente otros especialistas, F. Max Müller 
entre ellos, rechazaron esta explicación  
y adujeron que el desarrollo más elevado de concepciones religiosas de 
períodos más recientes quedaba   
reducido al círculo de unos pocos pensadores y poetas y no tenía ninguna 
influencia en la religión  general 
de los egipcios. Esto, no obstante, pensamos que no restaría mérito a los 
textos; se sabe que las ideas filosóficas más complejas y sutiles no fueron en 
ninguna civilización las más extendidas entre la masa 
popular
Ahora vemos una muestra del tono más moderno del 
Himno a Amón-Ra: 
“Hace nacer la hierba para el ganado, las plantas 
para los hombres... Da vida a los peces en el río, a las aves en el aire; 
comunica aliento al ser encerrado en el huevo, infunde vida a los reptiles, da 
alimento a las aves. Todos son iguales ante sus ojos. Da provisión al ratón en 
su agujero y comida al pájaro en la rama.
“Los hombres salen de sus dos ojos, todas las razas 
de hombres. Salud a ti, dicen todos,  
nos prosternamos ante ti, que nos has creado.”
Lo que es innegable es que este tono más lírico y 
piadoso (que halló amplia expresión en los tiempos de Akhenatón) se mantuvo de 
allí en adelante y las composiciones muestran una tendencia a abandonar el 
simple formalismo en pro de una devoción más sentida y personal. 
El viejo formalismo se tomaría una revancha en épocas 
tardías, cuando lo hicieron revivir las tendencias arcaizantes y de imitación de 
lo más antiguo que dominaron en ese entonces.
 
 
 
HIMNO AL SOL DE AKHENATÓN
 
Este célebre himno ha sido muchas veces atribuido por 
los eruditos al propio Akhenatón, pero otros niegan esta autoría. Akhenatón o 
Amenofis IV, Faraón de la XVIII dinastía promovió una reforma religiosa, 
abandonando el culto predominante del supremo dios Amón y sustituyéndolo por la 
adoración exclusiva del Atón, o sea el disco solar. El Atón era el creador 
universal de toda vida. El concepto no era en realidad nuevo en Egipto-ya hemos 
visto como  el himno a Amón-Ra 
(anterior por cierto al reinado de Akhenatón) se refiere al dios en términos 
similares de poder universal e imágenes solares. La diferencia más sustancial 
que presenta el himno de Akhenatón es la ausencia de referencias a los otros 
dioses, a quienes las antiguas concepciones consideraban aspectos 
complementarios de Amón.
Muchas imágenes del Himno al Atón tienen ecos 
inconfundibles de uno de los salmos de la Biblia, el 104, más precisamente. Esto 
ha dado origen a llamativas teorías que relacionan a Moisés y el judaísmo con 
las doctrinas religiosas del Faraón Hereje, como fue llamado Akhenatón por los 
propios egipcios. Si  los resultados 
de ambas concepciones fueron muy distintos, esto pudo deberse a la diferencia de 
circunstancias y de entornos culturales.
Otra de las características del Himno al Atón es que 
describe a la naturaleza en forma poética y con gran minuciosidad en los 
detalles. He aquí un fragmento:
“. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  .
La tierra brilla cuando te elevas en el 
horizonte,
Resplandeciente cada día como el disco 
solar.
Las tinieblas huyen cuando envías tus 
rayos..
Los habitantes de Egipto amanecen 
alegres
Y se levantan cuando tú les 
despiertas.
Se lavan el cuerpo y se ponen los 
vestidos....
Levantan los brazos para alabarte cuando 
surges.
Y después todo el país se dedica al 
trabajo.
Los árboles y las hierbas se cubren de 
verdor.
Los pájaros revolotean   junto a sus 
nidos
Y te alaban con su vuelo.
Toda bestezuela brinca,
Las aves viven cuando tú te 
levantas.
Las barcas navegan en el 
río,
Los caminos están abiertos cuando tú 
surges.
Los peces del río saltan en tu 
presencia
Y tus rayos llegan hasta lo más profundo del mar. 
“
El autor Emil Nack ha dicho que  “estos acentos seguirán resonando a 
través de los milenios;   no 
sólo resuenan en la Biblia, sino que los escuchamos también en los olivares de 
Asís y en tiempos modernos en el “Himno al Eter” de 
Hölderling”.
No cabe duda que estos sentimientos de reverencia 
hacia la divinidad y esta visión de Dios como un buen pastor que cuida a sus 
criaturas se pueden encontrar en himnos religiosos de todo el orbe y todos los 
tiempos; solamente que los textos egipcios son ciertamente anteriores en el 
tiempo.
 
 
 
GRAN HIMNO A HAPY
 
Es muy conocido el Himno a Hapy, entidad que no es 
exactamente la personificación del Nilo como comúnmente se cree; más bien se 
asocia al origen de sus aguas y en forma específica al fenómeno de la 
crecida.  Este himno es un texto 
clásico, del que se conservan numerosas copias de la época de la dinastía XVIII, 
pero que posiblemente date del Imperio Medio. Algunos egiptólogos proponen 
datarlo de fines del Imperio Antiguo o el Primer Período Intermedio, cuando al 
parecer se sufrieron problemas de escasez de las crecidas, lo que causó la 
miseria y la anarquía en Egipto.
En todos los tiempos Hapy era el dios bienhechor por 
excelencia y es quizá por esta causa que el autor del himno, aún en tan temprana 
época, sabe hallar tonos tan poéticos y de excepcional 
calidez.
Predomina en el texto, además, un fuerte sentimiento 
de la naturaleza y evidencia que los egipcios tuvieron siempre plena conciencia 
de la importancia que el Nilo y su inundación tenían para Egipto y su 
civilización. 
Si el agua en general era de máxima importancia para 
una tierra desértica como el valle del Nilo, no lo es menos como factor de 
fecundidad para cualquier país. Esto se ha comprendido en todos los tiempos, 
pero en la actualidad el problema de la escasez o falta de disponibilidad de 
agua,  tanto para  fines de consumo humano e industrial 
como para la ganadería y la agricultura, se está convirtiendo en uno de los 
desafíos más difíciles que enfrenta la sociedad moderna. Por esto es que, a 
través de los milenios, podemos identificarnos con el gozo que producía en 
Egipto la esperada inundación anual del Nilo. He aquí cómo la celebra el 
Himno.
“Salve, Hapy, que has surgido de la 
tierra,
Que has venido para dar vida a 
Egipto!
Oculto de naturaleza, oscuro en pleno 
día,
Leche del Alto Egipto que irriga los 
campos,
Creación de Ra para vivificar a todo el que padece 
sed.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . 
Que provee de alimentos, grande de 
provisiones,
Que produce todos los bienes, señor de la 
crecida,
De dulce olor, cuando el incensario ha 
venido,
Que produce el pasto para el 
ganado,
Que permite los sacrificios para cada 
dios.
Residiendo en el más allá controla el cielo y la 
tierra,
Conquistador del Doble País, que llena los 
almacenes,
Que agranda los graneros, que da bienes a los 
indigentes.
. . . . . . . . . . . .  . . . . . .  . .
Oh, gozo cuando tú vienes, 
Hapy!
Oh, gozo cuando tú vienes!
Tú que alimentas a los hombres y 
rebaños
Con el regalo de tus 
praderas.
Oh, gozo cuando tú vienes!
Oh, gozo cuando tú vienes, 
Hapy!”
 
 
 
LAS LAMENTACIONES DE ISIS Y 
NEFTYS
 
Esta composición  se encuentra escrita  en un papiro del período griego, 
actualmente en el Museo de Berlín, pero su origen es muy anterior a dicho 
período. Pertenece a los numerosos textos referidos a los mitos osirianos; se 
trata de un canto fúnebre o himno cantado por las dos divinas hermanas a la 
muerte del dios Osiris y su carácter es marcadamente 
elegíaco.
Isis y Neftys profieren sus quejas de un modo 
alternativo con patéticos acentos.
“Isis dijo:
Oh, soberano excelente, ven a tu 
morada!
Mírame! Soy tu hermana que te 
ama.
No te alejes de mí, oh, adolescente 
hermoso!
Ven rápido a tu morada! No puedes 
contemplarme?
Amargo está mi corazón por tu causa; mis ojos te 
buscan.
Tardaré en contemplarte, tardaré en 
contemplarte,
Oh, soberano excelente, tardaré en 
contemplarte?
Los dioses y los hombres tornan sus ojos hacia 
ti
Para todos a su vez 
llorarte
Cuando me ven lanzando lamentos a lo alto de los 
cielos
Y tú no escuchas mi voz. “
“Neftys dijo:
Oh, soberano excelente, ven a tu 
morada!
Tus dos hermanas están junto a 
ti
Protegiendo tu lecho 
funeral,
Llamándote entre lágrimas.
Busca nuestro cariño,
Háblanos, oh, rey, nuestro 
señor!
Es vida para nosotras contemplar tu 
rostro.
Nuestros corazones están felices cuando te 
vemos!
Oh, soberano excelente,
Nuestros corazones están felices cuando te 
vemos.”
 
Este texto constituye un hermoso  aunque triste, poema de amor conyugal 
proyectado al plano divino, según Hyalmar Blixen.
El poema continúa largamente con quejas de ambas 
diosas, quejas en las que Osiris aparece representando todo lo bueno de la 
naturaleza.
Algunos otros textos referentes al mito osiriano son: 
el “Gran Himno a Osiris”, que se encuentra en el Museo del Louvre, en la estela 
de Amenemés (Nuevo Imperio) ,”Las lágrimas de Isis”, del Papiro Mágico Harris e 
“Isis en el combate de Horus y Set”, del Papiro Sallier IV ,hoy en el Museo 
Británico.
Ningún texto egipcio relata en forma detallada la 
totalidad del mito, pues los egipcios eran notablemente parcos, o quizás 
reticentes, a la hora de narrar la historia de los dioses y los ciclos míticos. 
Hoy en día la mayor fuente de conocimiento del ciclo osiriano es el griego 
Plutarco, que escribió sobre el tema más ampliamente, debido a la posterior 
difusión del culto isíaco en el mundo grecorromano.
 
 
 
LA ESTELA POÉTICA DE TUTMOSIS 
III
 
La llamada “estela poética” de Tutmosis III, faraón 
de la XVIII dinastía, es un documento singular, procedente de Karnak  y que se encuentra actualmente en el 
Museo de El Cairo. Además de su valor histórico tiene una alta calidad 
literaria   que la convirtió en 
un texto clásico que faraones posteriores utilizaron para su propia 
alabanza.
El texto es presentado como una alocución del dios 
Amón, alabando al faraón Tutmosis III; entre otros trozos de prosa incluye, de 
un modo bastante original, un poema dividido en estrofas de cuatro versos, lo 
que ha sido la causa de que se denomine a la estela como 
“poética”.
En estos versos el dios presenta al soberano de 
Egipto como un conquistador victorioso  
por derecho divino. El dios da al faraón el dominio de todo el mundo, 
enumerando detalladamente las tierras conocidas entonces de África, Asia y las 
islas del Mediterráneo. Esto se puede inscribir en la línea imperialista que 
caracterizó a la XVIII dinastía, con la que Egipto alcanzó el punto máximo de 
sus conquistas territoriales.
En el poema se presenta al rey como un auténtico 
campeón, que siembra el espanto entre sus enemigos y los aniquila. Se le compara 
con el halcón,el toro, el león, que son los animales que la tradición consideró 
como emblemáticos de la realeza en su aspecto de poder y violencia.También se lo 
llama “señor de los rayos”, expresión con la cual se lo 
identifica con la propia 
divinidad.
Veamos algunas estrofas:
“Yo he venido para hacer que tú pisotees a los jefes 
de Djahy
los extiendo bajo tus pies a lo largo de sus 
tierras
hago que ellos vean a tu majestad como el señor de 
los rayos
y que resplandezcas ante su vista como imagen 
mía.
. . . . . . . .  
“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras 
orientales
que aplastes a quienes están en las zonas de la 
Tierra del Dios
hago que ellos vean a tu majestad como una 
estrella
que derrama su llama como fuego y trae su 
perfume.
. . . . . . . . . 
“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras 
occidentales
estando Keftiu e Isy llenos de respeto hacia 
ti
hago que ellos vean a tu majestad como un toro 
joven
de corazón resuelto y cuernos afilados, que no puede 
ser atrapado.
. . . . . . . . .
“Yo he venido para hacer que holles hasta el confín 
de la tierra
estando todo lo que rodea el océano encerrado en tu 
puño
hago que ellos vean a tu majestad como un halcón, 
señor del ala
que se apodera de lo que ve según su 
deseo.”
Como se observa, el poema está compuesto usando el 
paralelismo y la repetición. Todas las estrofas no sólo presentan el mismo 
esquema de construcción, sino que además repiten el primer y tercer verso casi 
palabra por palabra. Es esta composición un ejemplo de que la repetición bien 
usada no solamente no es mala, sino que da extraordinaria fuerza a la 
exposición.
 
 
 
EL CANTAR DE RAMSÉS II
 
Resulta de especial interés el llamado “Cantar de 
Ramsés II” , por ser una composición que se ajusta a la definición de epopeya, 
reclamando así para la literatura egipcia el poseer uno de los poemas épicos más 
antiguos que se conocen.
La epopeya se define como un “poema narrativo extenso 
de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos y en el cual 
interviene lo sobrenatural o maravilloso”. La idea dominante es la admiración 
que excitan las acciones heroicas. Es de notar que en este género se 
distinguieron más adelante los pueblos de lengua indoeuropea. En los héroes 
épicos se representa, por rasgos distintivos, al hombre de una raza determinada, 
pero al mismo tiempo, al hombre universal:  
Aquiles, Rama, Beowolf...(de la Ilíada griega, el Ramayama hindú y el 
Beowolf sajón respectivamente).
El “Cantar de Ramsés II” nos ha llegado grabado en el 
ala derecha de la Gran Sala Hipóstila de Karnak y también en otros templos. Pero 
no sólo se lo ha hallado en inscripciones epigráficas, sino también escrito en 
papiro (Papiro Sallier III).
El argumento del Cantar se puede sintetizar de la 
manera que se expondrá; cabe añadir que se considera que se trata de un hecho 
histórico. El Faraón Ramsés II, denominado posteriormente el Grande, ha salido 
de Egipto a la cabeza de su ejército para enfrentarse a su tradicional enemigo, 
los kheti o hititas. Después de atemorizar a los pueblos que se habían rebelado 
instigados por los hititas, el faraón y su ejército llegan al valle del río 
Orontes y establecen su campamento a poca distancia de la ciudad de Kadesh (o 
Quodshú).
El rey hitita les prepara una celada: envía espías 
que se dejan capturar por los egipcios y que les dan falsos informes respecto a 
la posición de su enemigo. De este modo, creyendo que los hititas aún se hallan 
lejos, las legiones egipcias se adelantan, dejando al faraón en su campamento, 
acompañado solamente por un cuerpo del ejército. Este es el momento que esperaba 
el rey hitita, que entonces ataca con sus numerosas 
tropas.
Al distinguir los primeros cascos hititas y darse 
cuenta del ardid, el faraón lanza un rugido de cólera, se pone su armadura, 
empuña la lanza y se arroja a la pelea en su carro. Los guerreros que lo 
acompañan son derribados por los hititas y el Faraón se encuentra solo con su 
escudero Meni, separado de las tropas egipcias que todavía resisten. La 
situación se vuelve difícil para Ramsés, rodeado de enemigos. Meni es presa del 
pánico y le dirige unas palabras llenas de temor: “Mi buen señor,... gran 
protector del Egipto en el día del combate! Estamos solos en medio de los 
enemigos, porque los arqueros y el carro nos han abandonado. Detente para que 
nuestras bocas no cesen de respirar. Sálvanos, señor Ramsés 
Miamún!”
Y el Faraón responde a su escudero: “Valor, 
tranquiliza tu corazón, oh, mi escudero! Voy a penetrar entre ellos como lo hace 
el buitre sobre su presa...Voy a hacerles morder el polvo. Qué son, pues, a tus 
ojos esos infames? Amón les ha entregado a mi brazo.”
Y eleva una ardiente invocación a su padre Amón, dios 
de Tebas, en quien pone toda su confianza: “Yo te invoco, oh, padre mío, Amón! 
Heme aquí en medio de pueblos numerosos y desconocidos para mí; todas las 
naciones se han reunido contra mí y estoy solo, nadie está conmigo. Mis 
numerosos soldados me han abandonado, ninguno de nuestros caballeros ha mirado 
hacia mí cuando le llamaba, ni uno siquiera ha escuchado mi voz. Pero pienso que 
Amón vale más para mí que un millón de soldados, que cien mil caballeros, que 
diez mil hermanos o hijos, aún cuando todos estuviesen reunidos. La obra de los 
hombres numerosos no significa nada; Amón les vencerá.  He realizado mis acciones por consejo de 
tu boca, oh, Amón! y no me he excedido de tus consejos. Te he glorificado hasta 
los confines de la tierra!”
Se arroja nuevamente a la lucha y entonces es como si 
el dios hubiese escuchado la llamada de su hijo y le prestase auxilio, 
cubriéndole con un escudo invisible. El Faraón se precipita contra sus enemigos, 
alentando a sus soldados en el combate, y mientras sus fieles caen, su carro 
permanece intacto y él mismo no recibe ninguna herida.
Los enemigos se dicen entre ellos: “No es un hombre 
el que está entre nosotros, es Setekhú, el gran guerrero, es Baal en persona. No 
es propio de un hombre lo que hace contra nosotros: solo, enteramente solo 
rechaza a centenares de miles, sin jefes ni soldados. Apresurémosnos, huyamos 
ante él, salvemos nuestras vidas y respiremos 
todavía.”
Un detalle que añade colorido a la narración es que 
Ramsés iba a la batalla acompañado de un león amaestrado, lo que da lugar a que 
los hititas identifiquen el animal con la diosa Sekhmet, de cabeza de leona y 
exclamen”: Guardaos! No caigáis! Pues la diosa Sekhmet, que está con él y lo 
acompaña sobre el carro, le presta su brazo y a aquel que cae una llama ardiente 
le devora los huesos.”
Así lucha varias horas, hasta que las legiones 
egipcias, alertadas por un oficial enviado apresuradamente en su busca, llegan 
al lugar del combate poniendo en fuga a los hititas.
Faraón baja del carro y su primer cuidado es para los 
caballos que tan bravamente le han llevado durante la batalla y que responden a 
los nombres de “Fuerza en Tebas” y “Nurit satisfecha”. Agradecido, jura que les 
cuidará con la mayor esplendidez durante todo el resto de sus vidas, en las 
cuadras de sus palacios.
Después llama a los jefes de su ejército, que acuden 
y alaban su bravura. Ramsés les hace algunas reconvenciones, suavizadas, sin 
embargo,  por el recuerdo de sus 
propias hazañas y el buen final. Entre otras cosas dice lo siguiente:” ¿Es que 
el hombre no se cubre de gloria en su patria cuando ha mostrado valor junto a su 
señor y tiene renombre de guerrero? En verdad, en verdad, el hombre es aclamado 
por su valor.”
Más adelante, el rey hitita envía mensajeros ante 
Ramsés con proposiciones de paz en términos obsequiosos; el Faraón se muestra 
magnánimo y se hace la paz. Ramsés toma victorioso el camino de regreso a 
Egipto.
Allí el poeta Pentaur o Pentatur compone el poema 
inmortalizando la heroica gesta del monarca y, hecho poco común en la literatura 
egipcia-generalmente anónima-deja constancia de su 
nombre.
Como se aprecia, el poema se ajusta bien a las 
condicionantes de una epopeya, si bien cabe apuntar que el relato es lineal y 
poco complejo; carece de episodios secundarios y hay pocos personajes 
importantes. Pero sin duda está bien llevado y presenta escenas y parlamentos 
destacables.
 
 
 
LA LÍRICA Y EL PRIMER PERÍODO 
INTERMEDIO
 
No hay registro de poesía lírica durante el Imperio 
Antiguo; los primeros textos de composiciones líricas parecen datar del Primer 
Período Intermedio. Fue ésta una época de grandes perturbaciones tanto 
económicas como sociales y políticas; el colapso de la autoridad trajo aparejada 
una notable revolución en las ideas. Aparecieron por escrito sentimientos que no 
habían aparecido anteriormente, ya fuera porque no existieran o porque nadie 
pensara en registrarlos por escrito: pesimismo, hedonismo, sentido de la 
injusticia y otros sentimientos personales. Se hacen evidentes un individualismo 
y un subjetivismo inéditos hasta entonces en la literatura 
faraónica.
Es en esta época que evoluciona el concepto de 
igualdad social. Es muy conocido, por ejemplo, el hecho de que hubo una 
verdadera “democratización del más allá”. Ya no es solamente el Faraón quien 
puede aspirar a la vida eterna, sino también los nobles e incluso la gente del 
pueblo. Paralelamente se desarrolla un concepto de justicia y de que los dioses 
han hecho a todos los hombres iguales. Es cierto que en la práctica esto tenía 
consecuencias muy relativas, sobre todo para los estándares modernos. Pero al 
menos se establecieron las bases teóricas para una futura nivelación y esto 
implica una gran audacia de pensamiento.
En prosa hay un texto ejemplar en este sentido: el 
cuento titulado “El campesino elocuente” o “Las quejas del fellah”. Por su 
parte, “Las admoniciones de Ipuwer” son ejemplo de un sentimiento de pesimismo 
frente a una situación caótica.
 
 
 
DIÁLOGO DEL DESESPERADO
 
Dentro del campo de la poesía encontramos el “Diálogo 
del desesperado”, llamado a veces “Diálogo del cansado de la vida con su alma”, 
uno de los textos más sugestivos de la literatura 
egipcia.
La forma dialogada ya se nos presenta como algo 
llamativo (más adelante será usada en los poemas amatorios del Nuevo Imperio), 
pero más llamativo nos resulta cuando nos percatamos que el diálogo del hombre 
es con su propio “ba”.El ba, que en muchas ocasiones se ve traducido por la 
palabra alma, es un concepto egipcio bastante sutil. No es exactamente el alma, 
ni tampoco el doble (ka), sino que representa las fuerzas físicas y espirituales 
del individuo y son las que, una vez muerto, garantizan su bienestar 
eterno.
Este texto se conserva en una sola copia en un papiro 
de la dinastía XII, pero se cree que su composición se remonta al Primer Período 
Intermedio, y no solamente a causa de su tono pesimista y subjetivo. Su 
antigüedad se refleja en el hecho de que no se mencione a  Osiris en relación con la vida en el más 
allá, sino a Ra y también a Thot. Fue durante el Primer Período Intermedio que 
cambiaron las creencias y las prácticas funerarias.
En la narración aparecen los temas más significativos 
de la cultura egipcia de la época-temas propios de una sociedad evolucionada, 
por otra parte,-como la esperanza en la vida ultraterrena, el juicio tras la 
muerte, el pecado y el perdón, la vanidad de las cosas de este mundo, la miseria 
de los tiempos y el deseo de morir.
El protagonista es un hombre del cual nunca sabemos 
el nombre; esto es también un rasgo atípico en la literatura egipcia, o sea que 
el protagonista carezca de nombre. El argumento puede resumirse así: cansado de 
la dureza de la vida y sus injusticias, el hombre anhela la muerte. Su ba, por 
su parte, trata de disuadirlo y apartarlo de tales ideas, pues la muerte es un 
asunto dudoso y más vale aprovechar la vida. Para probar su punto de vista le 
relata algunas parábolas.
El hombre no se deja disuadir y le responde con unos 
cantos, en los cuales el sentimiento trágico de la existencia se muestra unido 
al deseo de atravesar la barrera de la muerte. No se menciona explícitamente al 
suicidio, pero la idea queda subyacente.
Ahora bien, este sentimiento de cansancio de la vida, 
de desesperanza frente a las injusticias y dolores que debemos padecer a lo 
largo de nuestra existencia al punto de desear la muerte, es un sentimiento que 
volvemos a encontrar en la literatura, pero esta composición es el antecedente 
más antiguo que tenemos de él.
Lo volvemos a encontrar, por ejemplo, en el célebre 
monólogo del Hamlet de Shakespeare, “Ser o no ser”.  No queremos decir que sea igual, sino 
que un sentimiento prefigura el otro, conservando las características propias de 
cada época y lugar.
Algunos autores, por su parte, afirman que recuerda 
el Libro de Job.
Es de notar que el protagonista desea la muerte, no 
por ser un estado ideal en sí mismo, sino en oposición a una vida que se le 
presenta como difícil de sobrellevar. No reniega de la vida en forma 
absoluta-sin duda una buena vida valdría la pena vivirse-sino debido a 
circunstancias adversas a las que enumera en detalle. Se adivina que el 
protagonista vivió una época anterior en la cual las cosas eran como debían ser 
y se intuye la revolución social como trasfondo, tiempos en los que los justos 
son sometidos a vejaciones y la impiedad se 
generaliza.
La profundidad del pensamiento, así como la riqueza y 
expresividad de las imágenes hacen de este texto uno de los puntos más altos de 
la poesía egipcia. Veamos:
 
“. . . . . . . . . . . . . 
¿A quién hablaré hoy?
Los corazones son rapaces.
Cada uno arrebata los bienes de su 
vecino.
¿A quién hablaré hoy?
La amabilidad ha muerto,
La violencia asalta a 
todos.
¿A quién hablaré hoy?
Se encuentra satisfacción en la 
maldad.
La bondad ha sido abandonada por todas 
partes.
¿A quién hablaré hoy?
Aquel que debía enfurecer al hombre por sus 
crímenes
Hace  que 
todos rían ante sus maldades.
. . . . . . . . . . . . .  , 
¿A quién hablaré hoy?
Nadie se acuerda del 
pasado,
Nadie ofrece auxilio a aquel que solía 
hacerlo.
. . . . . . . . . . . . . . 
.
La muerte está hoy ante mí
Como cuando un hombre desea ver el 
hogar
Después de haber pasado muchos años en 
cautiverio.
. . . . .  
. . . . . .  . .. 
.
La muerte está hoy ante mí
Como cuando el cielo se 
despeja,
Como cuando un hombre descubre  lo que 
ignoraba.”
 
 
 
LA CANCIÓN DEL ARPISTA
 
LA Canción del Arpista pertenece a un género de 
composiciones que generalmente aparecen esculpidas en las paredes de las tumbas 
o en estelas(y ocasionalmente en papiro. Se interpretaban acompañadas por el 
arpa y a veces por otros instrumentos como  
el laúd, en ocasión de los banquetes fúnebres en honor de un difunto. 
Aunque al parecer también se interpretaban en otras fiestas sin contenido 
religioso.
Esta canción que tratamos es la más antigua conocida 
del género, y también la más célebre. Se le llama también Canto de Intef, porque 
fue encontrada en la tumba de este Faraón, conocido también como Antef el 
Grande. Su fecha de composición parece datar de fines del Primer Período 
Intermedio, lo que concordaría adecuadamente con el escepticismo y el hedonismo 
que la caracterizan. Dice así:
 
“Una generación pasa,
Otra permanece, desde el tiempo de los 
antepasados.
Los dioses que existieron 
antes
Y que reposan en sus 
pirámides,
Los nobles glorificados que 
igualmente
Fueron enterrados en sus 
pirámides,
Los que construyeron 
templos,
Sus lugares ya no existen.
¿Qué se ha hecho de ellos?
. . . . . . . . . . . .. . . . 
Sigue a tu corazón mientras 
vivas.
Pon mirra en tu cabeza,
Vístete con el más fino 
lino.
Sigue a tu corazón y a tu 
placer.
Dedícate a tus asuntos sobre la 
tierra.
¡Festeja alegre el día!
Mira, a nadie le es concedido llevarse sus riquezas 
consigo;
Ninguno de cuantos partieron ha 
vuelto.”
 
En algunos momentos, al comienzo, la canción recuerda 
las coplas de Jorge Manrique: es el mismo sentimiento de la fugacidad de la vida 
y de lo efímero de las realizaciones del hombre. La conclusión es bien distinta, 
sin embargo. Mientras el español  
deriva de ello enseñanzas morales, los egipcios aconsejan disfrutar de la 
vida.
Esto puede sorprender al desprevenido. Parece una 
actitud opuesta a la que se supone deberían tener los egipcios, que siempre 
sustentaron una firme creencia en la vida de ultratumba. Pero el egipcio era 
también muy pragmático y amaba ardientemente los placeres de esta vida, dos 
circunstancias que lo llevaban a aprovecharse de la existencia mientras durase. 
Por lo demás, no había unanimidad en las creencias y frente a esa diversidad, 
surgía la evidencia incontrastable de la realidad y la vida 
terrenal.
Esta actitud avalaría de alguna manera el relato de 
Herodoto (puesto en duda muchas veces) de que en los banquetes del Antiguo 
Egipto se solía exhibir una momia de imitación para recordar a los presentes lo 
efímero de todo lo terrenal, pero al mismo tiempo, para incitar a gozar de los 
placeres del momento.
 Este 
sentimiento de gozar de la vida mientras se la tiene, de aprovechar el instante 
que pasa y no vuelve, contiene una filosofía que se encuentra en la poesía 
occidental de todas las épocas. Muchos siglos después de escrito el Canto del 
Arpista, el mismo sentimiento fue expresado por el latino Horacio con palabras 
semejantes en su oda I, II: la muy conocida línea “Carpe diem” (Goza del 
día).
Hoy en día este Canto del Arpista es una de las 
composiciones más difundidas de la antigua literatura egipcia; sin duda la 
filosofía escéptica y hedonista que expone halla un mayor eco en la sensibilidad 
contemporánea.
 
 
 
LÍRICA AMATORIA
 
La lírica amatoria floreció en el Nuevo Imperio, 
época de la cual se han hallado nueve recopilaciones de poemas, de las que 
podemos destacar la del Papiro Harris 500 y la del Papiro Chester Beatty I. 
Anterior  a esta época no 
encontramos dentro del corpus que se conserva de la literatura egipcia, líricas 
de este carácter, que podemos llamar amatorio, ya que en ellas se cantan las 
maravillas y las penas del amor. Por el tenor de muchas de ellas se las ha 
calificado de semieróticas: En efecto, no se las puede llamar eróticas 
directamente, porque su lenguaje es delicado y encontramos pocas imágenes 
explícitas o atrevidas, pero es innegable que la relación sexual subyace en 
todas ellas, como el resultado natural y lógico del estado de enamoramiento de 
los protagonistas.
Son una indicación de la ecuanimidad de la sociedad 
egipcia ante las relaciones entre los dos sexos, así como del status de mayor 
libertad de que gozabas la mujer en comparación con el resto del mundo antiguo. 
Generalmente se trata de pequeñas composiciones que 
adoptan la forma de discurso directo o diálogo. Es posible que se cantaran con 
el acompañamiento de arpas o flautas durante las fiestas o 
banquetes.
Dice el amante:
 
“El amor de mi hermana me aguarda en la otra 
orilla.
Hay un cocodrilo al acecho, pero cruzaré sin miedo 
las aguas.
Es tu amor lo que me hace fuerte y conjura los 
cocodrilos.
Cuando te veo llegar mi corazón salta de 
júbilo,
Mis brazos quieren 
estrecharte.
Y si beso tus labios 
abiertos
Me siento embriagado -sin 
cerveza.”
En otro momento dice:
“Oh, quién fuera la negra que la 
acompaña,
para ver el color de todos sus 
miembros!
Oh, quién fuera su 
lavandero,
Para lavar los ungüentos perfumados de sus 
vestidos!
Oh, quién fuera la sortija de su 
dedo!”
 
Las imágenes que se nos presentan no son rebuscadas y 
producen un efecto de delicadeza y de frescura. Alienta en ellas el soplo de la 
vida real: abundan las referencias a objetos de uso común y circunstancias de la 
vida diaria: la cerveza, las sortijas, los óleos perfumados, los criados y los 
esclavos negros.
Por su parte, la enamorada 
dice:
 
“Cuán dulce es irme al estanque  y bañarme ante 
ti,
mostrándote mi belleza,
en mi camisa del más fino lienzo, mojada de 
agua!
Bajaré contigo al agua y volveré a 
subir
Con un pez rojo, tan lindo, entre los 
dedos.”
Y prosigue:
“Me retiraré contigo a los árboles del 
jardín.
Veré lo que haces cuando contemples mi 
rostro.
Mis brazos están enguirnaldados de 
flores
Y fino aceite hace brillar mis 
cabellos.
Cuando estoy en tus brazos
Soy como una princesa del señor de ambos 
países.”
 
En general, puede decirse que en estos poemas palpita 
un erotismo inocente, del que está ausente toda idea de pecado. Esos amantes de 
los tiempos faraónicos  se amaban 
con toda ingenuidad y su amor era simplemente un hecho más entre otros, de esa 
maravillosa naturaleza en la que estaban inmersos. Porque no puede dejar de 
recalcarse la importancia de la presencia de la naturaleza en estas 
composiciones. Si bien el egipcio en general sentía gran amor y respeto por la 
naturaleza, aquí ésta se nos aparece como el medio ideal en el que habitan los 
enamorados. Así se mencionan el río, el estanque, el jardín, los árboles, las 
flores...
La forma dialogada de estos poemas amatorios ha hecho 
recordar a numerosos autores la del “Cantar de los Cantares” del Antiguo 
Testamento. Pero no sólo la forma tiene similitudes. Aunque el Cantar de la 
Biblia se nos aparece como un texto de mayor envergadura y tono más serio frente 
a estas composiciones más bien ingenuas y juguetonas, se puede detectar 
semejanzas entre los sentimientos expresados: la unión con la naturaleza, por un 
lado, y un amor en el que la espiritualidad se expresa y se hace visible a 
través del influjo de la sensualidad, por el otro.
Antes de terminar, veamos otra lírica amatoria en la 
que, con imágenes muy expresivas, se describen las penosas consecuencias que 
provoca en el amante la ausencia de la amada. Se trata de una composición muy 
simpática que nos habla de una experiencia común a los jóvenes enamorados de 
todos los tiempos.
 
“He aquí que hace siete días que no veo a la 
bienamada.
La languidez se abate sobre 
mí,
El corazón se vuelve 
pesado,
Hasta mi vida he olvidado.
Si los médicos se acercan
Sus remedios no me 
satisfacen.
Los magos no encuentran 
recursos,
Mi enfermedad no puede ser 
descubierta.
. . . . . . . . . . . . . . 
La bienamada es para mí el mejor de los 
remedios.
Para mí es mejor que un 
recetario,
Su venida es mi amuleto.
Si la veo, recobro la 
salud.
Cuando abre los ojos, mi cuerpo 
rejuvenece,
Cuando habla, me siento 
fuerte,
Cuando la tomo entre mis brazos, aparta de mí la 
enfermedad.
¡Hace ya siete días que se alejó de 
mí!
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
Después de este rápido periplo por la producción 
poética del Antiguo Egipto, pensamos probada la propuesta de nuestro título, o 
sea, la belleza y la universalidad de dicha poesía; la primera se muestra por 
medio de la lectura del propio texto y la segunda se hace evidente a poco que se 
la examine como hemos hecho en este trabajo.    
 
 
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
-Barnett, Lincoln, “La epopeya del Hombre”, Ediciones 
Life en español, Chicago, 1956.
-Blixen, Hyalmar, “artículos para el Suplemento 
Dominical”, diario “El día”, Montevideo,  
1969.
-Diccionario Enciclopédico Hispano-americano, 
Editores Montaner y Simón, Barcelona,  
1912.
-Edwards, Iorwerth E. S. , “Filae, la isla sagrada”, 
El correo de la Unesco, París, febrero / marzo 1980.
-“Egiptomanía”, Editorial Planeta-De Agostini, 
Barcelona, l998.
-Gómez Espelosín, Francisco J. y Pérez Largacha, 
Antonio, “Egiptomanía”, Alianza Editorial, Madrid, l997. 
-Grimberg, Carl, El Alba de la Civilización”, 
Ediciones Daimon, Barcelona, 1980.
-“Historia Universal”, co-edición 
Anesa-Noguer-Rizzoli, Larousse, Barcelona, 1974.
-Jacq, Christian, “El Saber Mágico en el Antiguo 
Egipto”, Editorial Edaf, Madrid, 1998.
-Kemp, Barry, “El antiguo Egipto: anatomía de una 
civilización”, Grijalbo-Mondadori, Barcelona, 1996.
-Malet, Alberto, “El Oriente”, Ediciones Españolas 
Hachette, París, 1916.
-Maspero, Gastón, “En tiempos de Ramsés y 
Asurbanipal”, Jorro Editor, Madrid, 1913.
-Max Müller, F. “Mitología Egipcia”, 
Edicomunicaciones S. A. , Barcelona, 1996.
-Nack, Emil, “Egipto y el Próximo Oriente en la 
Antigüedad”, Editorial Labor  S. A. 
, Barcelona, 1996.
-Parra Ortiz, José M. ,  “Cuentos Egipcios”, Ediciones Aldebarán, 
Madrid,  
1998.
-Pei, Mario y Gaynor, 
Frank, “Dictionary of Linguistics”, Philosophical Library, Nueva York, 
1954.
-Posener, Georges, 
“Dictionary of Egyptian Civilization”, Tudor Publishing Company, Nueva 
York,197.
-Seignobos, Ch. , “Historia Antigua”, Jorro Editor, 
Madrid, 1925.
-Serrano Delgado, José Miguel, “Textos para la 
Historia Antigua de Egipto”, Ediciones Cátedra S.A., Madrid, 
1993.
-Tyldesley, Joyce, “Hijas de Isis”, Ediciones 
Martínez Roca, Barcelona, 1998.
-Worringer, Wilheim, “El Arte Egipcio”, Ediciones 
Nueva Visión, Buenos aires, 1972. 
 
 
 
PRESIONE AQUÍ PARA IR A LA PÁGINA PRINCIPAL