EL GRAN ESPIRITU ENTRE LOS INDIOS DE NORTEAMERICA

    Entre los indios de América del Norte, y en todas las tribus sin excepción, existe, además de los ritos de distinto género que tienen un carácter colectivo, la práctica de una adoración solitaria y silenciosa, que se considera como la más profunda y de orden más elevado. 

    A propósito de esta adoración, se ha hablado en ocasiones de "plegaria" pero eso es evidentemente inexacto, porque no hay en ella ninguna petición, de cualquier naturaleza que ésta pudiera ser. Además, las plegarias que generalmente se formulan en cantos rituales no pueden dirigirse sino a las diversas manifestaciones divinas.

    Ciertamente sería mucho más justo hablar de "incantación"; podría igualmente decirse que es una "invocación", entendiéndola en un sentido exactamente comparable al del dhikr en la tradición islámica, pero precisando que se trata esencialmente de una invocación silenciosa y completamente interior.

     "La adoración ante el Gran Misterio (Gran espíritu)  era silenciosa, solitaria, sin complicación interior; era silenciosa porque todo discurso es necesariamente débil e imperfecto, así pues las almas de nuestros ancestros alcanzaban a Dios en una adoración sin palabras; era solitaria porque pensaban que Dios está más cerca de nosotros en la soledad, y los sacerdotes no estaban allí para servir de intermediarios entre el hombre y el Creador." No puede, en efecto, haber intermediarios en semejante caso, puesto que esta adoración tiende a establecer una comunicación directa con el Principio supremo, que es designado aquí como el "Gran Misterio".

    No solo no es más que en y por el silencio que esta comunicación se puede obtener, ya que el "Gran Misterio" está más allá de toda forma y de toda expresión, sino que el silencio mismo "es el Gran Misterio". ¿Cómo hay que entender exactamente esta afirmación? Primero, puede recordarse a propósito que el verdadero "misterio" es esencial y exclusivamente lo inexpresable, que no puede evidentemente estar representado sino por el silencio; pero, además, siendo el "Gran Misterio" lo no manifestado, el mismo silencio, que es propiamente un estado de no manifestación, es así como una participación o una conformidad con la naturaleza del Principio supremo.

    Por otra parte, el silencio, podría decirse que es el Verbo no proferido. Por eso "el silencio sagrado es la voz del Gran Espíritu", es la respuesta al pedido del ser en adoración: pedido y respuesta que son igualmente silenciosas, y son respectivamente una aspiración y una iluminación puramente interiores.

    Para que esto sea así, es necesario por otra parte que el silencio sea en realidad algo más que la simple ausencia de cualquier palabra o discurso, así fuesen formulados únicamente de manera enteramente mental. En efecto, ese silencio es esencialmente para los indios "el perfecto equilibrio de las tres partes del ser", es decir de lo que, en la terminología occidental, puede designarse como el espíritu, el alma y el cuerpo, pues el entero ser, en todos los elementos que le constituyen, ha de participar en la adoración para que pueda obtenerse un resultado plenamente válido.
    En cuanto a la soledad, conviene ante todo observar que su asociación con el silencio es en cierta manera normal y hasta necesaria, y que, incluso en presencia de otros seres, aquél que hace en sí el silencio perfecto forzosamente se aísla de ellos por eso mismo. 

     La soledad, en tanto que se opone a la multiplicidad y coincide con una cierta unidad, es esencialmente concentración; y ya se sabe qué importancia le dan efectivamente a la concentración todas las doctrinas tradicionales sin excepción en tanto que medio y condición indispensable para su realización.

     parece que los indios, para desarrollar el orenda ( prana), intermediario entre lo material y lo espiritual, es necesario ante todo dominar la materia y tender a lo divino".  Esto se halla seguramente tan lejos como es posible de la vulgar "magia" que a menudo se les ha atribuido, y que es incluso todo lo que han creído ver entre ellos observadores profanos y superficiales, sin duda porque ellos mismos no tenían la menor noción de lo que puede ser la verdadera espiritualidad.

    Las informaciones que aquí utilizamos están tomadas principalmente de la obra del Sr. Paul Coze L'Oiseau Tonnerre.

    Traducido del Cap. V "Mélanges" de René Guenon, París, Gallimard, 1976.


    Edición. Alda Duarte-Nierika.