CAMBIO DEL MODELO
Roberto
Laserna
“Cambiar el modelo” ha sido una demanda
recurrente desde que la crisis inflacionaria fue detenida con el shock del
21060. Y ha sido también una oferta política frecuentemente planteada por los
partidos, ya sea que se definan de izquierda, de centro o de derecha,
nacionalistas o socialistas. Más allá del uso demagógico del slogan, el tema se
refiere a la necesidad de definir en nuevos términos el rol del Estado y su
relación con la sociedad, de precisar el sistema de prioridades de las
políticas públicas, y de precisar cuáles deben ser los núcleos dinamizadores
del sistema productivo.
Aunque la mayor parte de los bolivianos no
percibimos claramente en qué está cambiando, cómo y hacia dónde, hay indicios
de que “el modelo” ya empezó a cambiar.
Algunos indicios son notables. Es el caso de
los reclamos del dirigente máximo de la COB, Saturnino Mallku, proclamando su
derecho a defender la propiedad privada. Lo decía luego de que la policía
desalojara la manifestación que se oponía al proyecto de restitución del
Bonosol. Luego de años de haber tenido un sistema de pensiones que no tenía
dueño, plagado de pérdidas por ineficiencia y corrupción, ahora las
movilizaciones populares expresan preocupación por las inversiones que pueden
realizarse con los recursos del nuevo sistema. Y en esa línea están, unidos, el
MAS y el NFR, pero curiosamente lejos ambos de la solidaridad que entraña
financiar el Bonosol con los recursos del Fondo de Capitalización Colectiva, y
ajenos a la posibilidad de que esa solidaridad comparta los riesgos de invertir
en las empresas capitalizadas que ellos mismos ofrecían recuperar.
El sistema de pensiones basado en la
“capitalización individual” no solamente ha ampliado la cobertura en
comparación al anterior y ofrece a los depositantes información precisa sobre
sus ahorros y el rendimiento que obtienen, sino que tiene ya quién lo defienda.
Son sin duda cambios notables.
Otros tienen que ver con el seguro universal
materno infantil. Frente a los mismos opositores, que argumentan que es mejor
no hacer nada a hacer algo pequeño, y a la resistencia de algunas alcaldías que
no alcanzan a comprender lo que la población
espera de ellas, se aprobó la ley que ampliará la cobertura gratuita de
servicios de salud a los niños hasta
los cinco años y a las madres hasta seis meses después del parto. El desafío de
poner en marcha esta ley es enorme, pues implica llevarlo sobre todo a las
áreas rurales más alejadas. Pero me atrevo a pensar que será aún mayor el que
se viene después, cuando la gente se pregunte ¿por qué sólo hasta los 5 años de
edad? ¿Por qué sólo a las madres? Es probable que dentro de poco tiempo crezca
la demanda por un seguro universal, y ojalá que así ocurra pues habrá que
plantearse entonces, con más seriedad, cómo hacermos para financiarlo.
Es obvio que la única manera de financiar un
seguro de esa naturaleza es con recursos públicos que, en definitiva, provienen
de las contribuciones de los propios ciudadanos. Y entonces o se cambian las
asignaciones, como ahora, imponiendo una nueva distribución que disminuya el
pavimento y aumente las probabilidades de vida de las madres y los niños, o nos
esforzamos seriamente por aumentar la productividad de nuestro trabajo y
generamos más recursos.
Este cambio puede ser central para el nuevo
modelo que ya emerge en el país. Hasta ahora la seguridad social pasaba por el
mercado, donde unos pocos compran servicios médicos de acuerdo al dinero que
tienen, o por un sistema vinculado al trabajo. Si uno es asalariado y tiene un
contrato más o menos estable con una empresa, puede acceder, con su familia, a
servicios médicos. Pero un seguro universal como el que empezamos a construir
puede otorgar seguridad a la persona independientemente del empleo que tenga.
Si este sistema se desarrolla rápidamente, el
obrero y el empleado tendrán la misma protección cuando cambien de empresa e
incluso cuando al hacerlo queden temporalmente cesantes. Esto les dará mayor
libertad para buscar mejores condiciones de trabajo, se aferrarán menos a lo
que tienen, y las empresas también podrán adecuarse más rápido a las cambiantes
condiciones del mercado, lo cual es clave para asumir los costos de la
innovación y la competitividad.
Si consideramos en conjunto el sistema de
pensiones que descansa en las capitalizaciones (colectiva e individual) y en un
seguro de salud que poco a poco se amplía, hemos de admitir que los
ciudadanos bolivianos,
independientemente de su condición laboral o de su residencia, ya tienen más
oportunidades y pueden seguir ampliándolas. Con el actual sistema de pensiones
cualquiera, y no sólo los asalariados, puede acceder a una jubilación. La
vendedora ambulante y el abogado, el albañil, el chofer o la pastora, el campesino o el empresario pueden
planificar su jubilación, ahorrando en una cuenta individual de la que son
continuamente informados. Y las madres y los niños de su familia tendrán acceso
a la salud como, si luchamos y trabajamos por ello, todos podríamos tenerlo en
el futuro.
Está cambiando el modelo y en él es posible que
se reduzcan los costos sociales de un desarrollo que estará cada vez más sujeto
a la competencia internacional y a la innovación tecnológica. El Estado,
incluidas las municipalidades, están perfilando un nuevo rol.
Lo lamentable es que quienes más exigían un
cambio orientado a la equidad y con mayor insistencia ofrecían algo nuevo, son
ahora los que más se oponen. Si no los motiva la equidad o la justicia social,
¿cuál es su impulso?
Publicado
en Los Tiempos, domingo 24 de Noviembre de 2002