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- Jueves 2 de agosto de 2001
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A
la "Sole" le sobra una letra: Es un Sol.
- "Cuando ya no sea Soledad y termine mi carrera
artística, la gente no se si me olvidará. Pero cuando no siga viviendo de esto, mi mejor
regalo será que quede la imagen de que fui y soy una buena persona"
La perspectiva de entrevistar a Soledad
Pastorutti tenía tanto de placentera como de complicada. Desde que, a los 17 años, ya
era conocida por el gran público hasta sus actuales 20, la reportearon tantas veces los
medios, que no resultó fácil tratar de introducirla a un cuestionario que alcanzara
alguna cuota de originalidad. Su vida y las pautas que fueron marcando su crecimiento, se
desmenuzaron sin perder detalles desde aquel 12 de octubre de 1980, cuando el ignorado
pueblo santafesino de Arequito vio nacer una "chancleta" más, que se sumó a
sus cerca de siete mil habitantes.
Nadie imaginó en ese momento que asomaba a la vida y enriquecía a una modesta familia
una "paisanita" que se transformaría en algo así como un "fenómeno"
difícil de analizar, que fue provocando interrogantes, generando explicaciones y hasta
despertando el interés de sociólogos y sesudos estudiosos de espontáneos movimientos
populares. Soledad, cantando folklore, se apoderó prontamente del gusto y el corazón de
un público que colmaba el entorno de los escenarios que la mostraban. Un público que,
curiosamente, no era el tradicional y maduro amante de nuestra música, sino que
desbordaba por su juventud y frescura con la marca registrada de un poncho girando al
viento al compás de zambas y chacareras. Muy joven y al impulso de ese monstruo
tentacular de la publicidad, escuchó gritos y aplausos. Su meteórica biografía
resplandeció en una cascada de fotos y una montaña de elogios. Y nunca desechó la
humildad de recordar sus orígenes reemplazándola por la apetente y tentadora actitud de
exigir. Nunca se tasó generosamente. Esperó que los otros lo hicieran. Y se incorporó a
la reducida historia imborrable de los elegidos.
No vamos a dar datos estadísticos de entradas, discos vendidos o cantidad de recitales,
ni cuestionar los porqué de la aparición y vigencia de la Sole. Vamos a recordar lo que
charlamos frente a frente con una jovencita fresca, cálida, vital, inquieta,
verborrágica, afectuosa y querible desde que uno la saluda por primera vez, con una
imagen y un comportamiento que explica por sí solo las causas de esa especie de
idolatría que algunos no terminan de entender. ¿Es que todo tiene que tener una
explicación racional y medulosa? La Sole es así y basta. Atrapa o aleja. Pero ante ella
jamás se puede permanecer indiferente. Su presencia ilumina.
Y lo puedo asegurar porque junto a ella, conversando entre cuatro paredes, estuve
iluminado por el sol. Y Soledad contestó a mis preguntas cortésmente, viviendo con todo
el cuerpo lo que respondía, con la fuerza de convicción que reside en el tono de su voz,
los gestos, las pausas y una límpida mirada.
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- - ¿Qué sentimientos
te despierta la realidad que viven los discapacitados?
Hablamos de discapacitados por alguna cuestión física, pero creo que ellos logran
compensar esa discapacidad muchas veces con cosas que a nosotros nos faltan, como el
cariño y la bondad. Ven de otra manera la vida y las cosas. A mí me despiertan mucho
afecto, mucha ternura y los trato como a cualquier persona sin hacer hincapié en esa
discapacidad porque mostrarla es una tontería. Generalmente les doy prioridad en los
recitales porque a veces el acceso al escenario es muy difícil. En mi pueblo hay muchos y
son muy queridos. Hay un cieguito que anda solo por la calle y todos lo auxilian, aunque
se conoce Arequito de memoria. A otro señor que anda en silla de ruedas y va siempre a la
sede del club a tomar algo, muchas veces lo he ayudado. A mi me sigue mucha gente que
sufre todo tipo de discapacidades y eso me pone muy contenta. En la Argentina hay cierta
falta de consideración, teniendo en cuenta lo visto en otros países. Son cuestiones
simples. En veredas y lugares públicos se olvidan de hacer rampas y de alguna manera, se
está discriminando, pero la gente en general es bondadosa y trata de ayudar. Faltan
algunos detalles que no tenemos demasiado en cuenta. Es un problema de concientización.
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- - Se habla de tu carisma, de
tu "ángel" y tu "feeling" con el público. ¿Vos lo sentís como un
don con el que naciste o en todo eso también hay méritos tuyos?
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El mérito mío es el de mantener eso que
Dios me dio, porque cuando era mucho más chica, era un poco inconsciente de lo que yo
significaba para el público y lo que provocaba. Nunca me imaginé nada de eso. Subía y
cantaba, que era lo que me gustaba. Después una se va dando cuenta de que existe cierto
éxito y que la gente lo atribuye no a la forma de cantar ni a la calidad del espectáculo
sino a la manera en que se encaran esos trabajos y se empieza a creer que hay algo
especial. Yo no sé si es un don, pero es un modo particular de comunicarse con el
público que evidentemente tengo que mantener con el paso del tiempo. Una vez que una lo
descubre, ya se tiene una mayor responsabilidad y se piensa: "si Dios me dio
esto", y aparece la inseguridad: "hasta cuando me lo va a dar",
"depende de mí o no seguir teniéndolo". Yo me esfuerzo para que la gente se
vaya contenta. Me costó, pero valió la pena. Pero no sé si esa magia que existe depende
enteramente de mí. Creo que un poco de cada lado.
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- - Recuperaste la
juventud para el folklore y fue un logro impensado e invalorable en esa época. ¿Eso te
crea el compromiso de mostrarte como una joven igual a las demás?
En mi familia me enseñaron ciertos valores que siempre trato de rescatar. Mi manera de
actuar viene de ella, de lo que aprendo de quienes me rodean. No se puede aparentar algo
que no se es. Cuando una está de malhumor o en un mal día y no tiene ninguna
obligación, trato de no salir de mi casa, de no chocarme con aquellos que no tienen la
culpa de encontrarme justo ese día. A veces hay que disimular como cualquiera que trabaja
públicamente para que no se queden con una mala imagen. Lo importante es no llevar
nuestros problemas a la gente.
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- - Los hombres del
interior sienten la música folklórica como representativa de su identidad regional. En
la Capital, en general, se lo juzga triste, no atractivo. Sin embargo, también triunfaste
ante el público porteño. ¿Qué creés que llega de vos: tu juventud, tu estilo, tu
presencia o un poco de cada cosa?
Mi estilo, que es lo principal. La gente se sorprendió cuando vio la edad que tenía y la
fuerza que mostraba sobre el escenario. Creo que habría llegado aún si no hubiera sido
con el folklore, a lo mejor cantando otra cosa. Lo esencial pasa por otro lado. Llegar a
Buenos Aires es muy difícil. Yo comencé con mucha gente convencida de que era, en aquel
momento, un fenómeno comercial. De hecho, después me convertí en eso al vender discos.
Pero demostré que no era un invento de alguna compañía porque el folklore estaba tan
caído. Igualmente, el de Buenos Aires es un público que cuesta, porque es el que más
rápido se olvida de los artistas, ya que es el que mayor número de ellos recibe.
- En poco tiempo tu vida se transformó completamente por tu
aparición casi fulminante. Nadie está preparado para eso. Pero lo viviste dignamente y
aprendiste pronto, quizás salteando etapas de tu adolescencia. ¿Te sigue costando mucho
ser la Sole tan popular, que ha perdido intimidad y hasta cierto contacto con tu familia?
No, porque mi familia trabaja conmigo y la intimidad la he conservado bastante bien. El
hecho de seguir viviendo en Arequito hace que a muchos periodistas no les interese viajar
hasta allá, es muy lejos. Yo logré conservar todo eso. Lo que sí me cuesta cada día
más es la responsabilidad porque al comienzo lo vivía como un juego. Hoy sé que no lo
es y me cuesta. Me gustaría volver el tiempo atrás dos años en mi carrera y tener de
nuevo la inconsciencia de entonces, donde todo sucedía y marchaba sobre ruedas.
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- - Emilio Estefan se
asombró cuando te vio en un escenario y dijo que eras una esponja que absorbía todo y,
fundamentalmente, auténtica. ¿La esponja sigue captando todo o ahora podés elegir lo
que realmente te interesa?
Yo absorbo todo para después elegir. Lo que no me sirve lo desecho, pero primero lo
incorporo. Soy una esponja, me gusta estar en todo, saber todo. Ahora hablo con vos, y me
pasa igual que en mi casa, que hablo con una persona y si otro está cerca hablando por
teléfono, también estoy escuchando. Me gusta saber todo lo que ocurre.
- Esto pasa
con casi todas las mujeres ...
Además (sonrisa). Pero me intereso mucho por lo que acontece. Las cosas que no me sirven
mi familia me ayuda a apartarlas, porque son las que por ahí me hacen daño y las que me
sirven las aprovecho para mi carrera y mi vida toda. Todos los días se aprende de la
gente. Cosas buenas y malas, pero en definitiva, se aprende.
- - Comenzaste a cantar
sin estudio. Luego las obligaciones te llevaron a aprender. ¿Te costó mucho, lo seguís
haciendo o creés que ya es suficiente?
Lo sigo haciendo y no voy a dejar de hacerlo nunca porque es algo que tengo que mantener.
Yo tuve un problema serio en las cuerdas vocales que, a los doce años, me hizo muy mal y
me puso al borde de una operación que después no te deja la voz igual. El médico
rosarino que me atendió, me propuso un tratamiento muy estricto y me dijo: "Si vos
lo cumplís, te prometo que te salvas de la cirugía". Me salvé, pero yo seguía
cantando en cualquier peña, con cualquier sonido, gritando ... y empecé a estudiar
canto, que era lo único que me podía asegurar seguir haciendo lo que me gustaba, pero de
la mejor manera posible. No sufrir cantando, que era lo que me pasaba, porque muchas veces
me dolía la garganta. Y hoy lo sigo haciendo porque descubrí, a través del estudio, el
placer de cantar. Antes lo encontraba solamente en el escenario y con la gente. Ahora
disfruto de ambas cosas.
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- - ¿A qué se debe tu
especial admiración por Atahualpa Yupanqui?
A los artistas del folklore los admiro mucho. Sobre todo a aquellos que no titubearon en
decir lo que sentían, esté o no de acuerdo, con los que ellos piensan ante la vida. Son
dignos de respeto. Esa gente que se anima a hacer canciones. Ya de por sí, el echo de ser
autor, para mí, es importantísimo, porque creo que hay que tener mucha astucia y audacia
para animarse a cantar lo que uno haya escrito. Atahualpa fue una de las personas más
firmes en todo esto, querido y valorado por su obra, aunque a veces un tipo difícil con
el cual charlar y manejarse.
- - Antes te mirabas
mucho al espejo para estudiar tus virtudes y defectos .¿Lo seguís haciendo?
Lo sigo haciendo. Encima mi mamá pone espejos por todos lados en mi casa. No estamos
acostumbrados a vivir en departamento y nos parece chiquito. Cuando uno tiene una casa en
el interior, por más humilde que sea, tiene un patio o está cerca del campo. Es por eso
que mamá le pone espejos, para que parezca más grande.
- Siempre fuiste muy familiera y alguna vez confesaste que lo que hacés te acercó mucho
a tu hermana Natalia y aprendiste a conocerla y valorarla mejor. Si mantenés a tu
alrededor esa "miniempresa familiar" como vos la llamás, siempre vas a recibir
buenos consejos. ¿Esa relación te sigue ayudando tanto?
Yo creo firmemente en mi familia. Es gente que va a estar en las buenas y en las malas,
que va a querer siempre lo mejor para mí, así algún día me tengan que decir algo que
me duela o en que me haya equivocado; siempre es para mejor, para apoyarme. Ellos se ponen
mi camiseta incondicionalmente. Con mi hermana hay una relación muy singular porque somos
las dos seguiditas, pero ella es bastante cerrada. A veces estamos tanto tiempo esperando
juntas un show o algún programa que cuando no sabemos más que hacer, tenemos largas
charlas y eso, entre hermanos, es fundamental.
- ¿Cuándo te empezó a gustar el folklore? ¿Y en que medida influyó que te
hayas criado en un pequeño pueblo de campo?
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Desde muy chiquita. En parte influyó que
yo viviera en un pueblo de campo, pero ninguna de mis amigas escuchan folklore ni mucho
menos. Nacimos en la época de Luis Miguel, había otra onda, pero yo nada que ver con
ellas en los gustos musicales. Creo que tuvo que ver mucho mi papá y el hecho de haber
ido a estudiar guitarra. Eso siempre me agradó pero nunca se lo dije y siempre escuchaba
la música a escondidas. Pero más me gustó cuando lo empecé a interpretar. Sentí como
que lo tenía adentro desde hacía mucho tiempo. Y allí es cuando decidí: si voy a
cantar algo, va a ser folklore.
- - Le dedicaste una
canción a tu papá. ¿Tu mamá no se enojó?
No, porque ella no quiere que lo nombren. Quiere ser LA PARTE PRIVADA DE MI VIDA. Mi viejo
es más sociable, dicharachero. Mamá y mi hermana son iguales y yo y mi papá también.
Son objetivos diferentes. A mi vieja nunca le interesó aparecer. Mil veces la han
invitado a la televisión. Una vez fuimos al programa de Mirtha Legrand con mi familia.
Con mi papá, mi abuela, Nati, pero mi mamá no. No le molesta que la nombren pero es de
perfil bajo, y siempre me pide que trate de que ella no se convierta en una persona
pública por tener una hija famosa.
- - Para eludir a la
gente te has disfrazado, te has escondido en el baúl de algún coche y aseguraste que te
gustaría vivir con una careta. ¿Estas cosas te causan gracia, las disfrutás, o a veces
forman parte de lo que no te gusta?
Al principio no me gustaba. Cuando estaba en Arequito, me vestía a la mañana con ganas
de salir, abría la ventana y veía gente en la puerta de mi casa, se me caía el mundo al
piso. Era como la peor noticia del día. Porque no era solamente salir y saludar rápido a
esa gente. Muchos, a veces, se agarran de los artistas para desembuchar sus problemas y es
un poco difícil estar de ese lado. Hoy lo tomo como algo normal, estoy más acostumbrada,
lo saboreo más, eso de charlar con la gente, pero trato de que sus problemas no se me
hagan carne, de no contagiarme el bajón, que era lo que me pasaba antes. Trato de ser
más fuerte, ayudar con mis palabras, pero que a mí no me tiren abajo. Todos tenemos
problemas y para todos, los suyos son los peores. Así nunca podría encontrar el
equilibrio.
- - Una frase tuya me
quedó grabada: "Mi misión no es cantar y mucho menos cantar bien. Mi misión es QUE
LA GENTE SE SIENTA BIEN" ¿Qué quisiste significar con eso?
Yo fui muy criticada por mi manera de cantar, por el aspecto técnico y eso se arregla,
porque tiempo para crecer y estudiar, tengo. Y posibilidades también. Sucede que lo otro
no se consigue así nomás, ni con el tiempo. Una nace con eso. Era mucho más lindo subir
a un escenario y advertir que el público se sentía bien y no que se fuera diciendo:
"qué lindo que canta" y nada más. Yo quiero que la gente salga del
espectáculo con una sonrisa, que haya una especie de ida y vuelta permanente con tanta
gente que no se conoce. Soñar en ese momento que soy la nieta del abuelo que me está
mirando, la hija del padre, la hermana de la nenita, como si fuera un pariente.
- - Siempre pensaste que
con la vida que llevabas te iba a ser muy difícil tener novio y ahora lo tenés. ¿Cómo
apareció en tu existencia y como obró en tu carrera?
Fue un regalo de Dios. Decidí terminar el
secundario en Arequito y fui, pero con pocas ganas, pensando que no lo iba a terminar. Me
encontré con cuatro o cinco amigas y con él, que estaba estudiando. Después de un año,
éramos amigos. Pasaron meses sin vernos, nos volvimos a encontrar y nos dimos cuenta que
nos habíamos enamorado y empezamos a salir, por ahí por mayo del año pasado. Si había
algo que me faltaba era alguien a mi lado que me ayudara y apoyara. Con mis amigas está
todo bien, pero llega un momento de la vida en que una tiene otras necesidades.
- - Atahualpa en su libro
"El canto del viento", decía que el viento de la vida que pasa, nos sacude y
arranca muchas cosas, que caen de los árboles y quedan en los pastos, que el llamó
"yapitas". Algunas se quiebran y se pierden. Otras permanecen intactas y se
enriquecen. ¿Qué "yapitas" has perdido y cuáles te han enriquecido? Porque
cierta vez dijiste: "la vida me da mucho más de lo que me saca", y a eso apunta
la pregunta.
Creo que perdí tiempo para estar con mis seres queridos. Es cierto que la vida me da más
de lo que me saca. Cuando me preguntan eso, diría que lo que me quita es TIEMPO, días
libres para decidir. La vida me ha dado mucho. Inclusive seguir teniendo una familia al
lado a pesar de esta carrera, es importante. Siempre pienso que lo que yo quisiera, es que
el día de mañana, cuando no sea Soledad y termine mi carrera artística, el mejor regalo
será para mí que quede en la gente la imagen de que soy una buena persona. Mi mayor
ambición es ser mejor persona cada día y que cuando yo me vaya de aquí, ustedes digan:
"¡qué simpática, qué amable!" y no: "¡qué bien canta, qué
profesional!" Si hay algo que yo me comprometo a enriquecer en mi vida es mi persona
y eso espero no perderlo.
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- - ¿Qué lugar del
mundo te impresionó más?
Mi país me agrada muchísimo y eso que he tenido oportunidad de recorrer otros, no
muchos, pero varios. Y si tengo que elegir fuera de Argentina, un lugar que me gusta mucho
es París. (Coincidencia con lo que decía Jorge Luis Borges con su particular estilo:
"El sueño de los argentinos es París. Todos quieren ir. Tanto es el deseo, que al
morir, los argentinos que han sido buenos van a París y los malos se quedan aquí",
aunque no creo que este sea el destino que alguna vez marque el futuro de Soledad).
- - ¿Qué personalidad
que hayas conocido, te impactó más?
Dos. Un hombre y una mujer. Uno por su sencillez y la otra por su profesionalismo. El
hombre es Joan Manuel Serrat. Por accidente paré a cenar en su casa porque había
invitado a César Isella y traía compañía. Y cenamos lo que la esposa había hecho para
ellos, con total simpleza e intimidad. Y como profesional, me llamó mucho la atención
Nacha Guevara.
Y termino con una reflexión de Atahualpa, pronunciada en 1978, cuando cumplió 70 años:
"El hombre vive aprendiendo. Yo creo que toda persona que tiene un espíritu inquieto
es un estudiante de la vida. Yo no voy a ser nunca bachiller de la vida, pero seguiré
siendo siempre un estudiante, como lo he sido en estos 70 años. Me interesa todo. La vida
es una empresa seria, importante, donde hay que buscar siempre la amistad de los que saben
más que uno. ¿Quién sabe más que uno? Generalmente los libros ... y los sabios".
No solamente cumpliendo años se aprende a vivir. Con cuarenta de diferencia, de Soledad
aprendí muchas cosas. Y recordé la anécdota de la discusión en una cancha de fútbol
entre un jovencito y un hombre maduro. Este le espetó: "Me vas a decir a mí, pibe,
que hace más de 40 años que vengo a la cancha", recibiendo esta respuesta:
"Las piedras del Teatro Colón tienen casi un siglo y sin embargo no han aprendido a
tocar el violín". ¡Cuántas veces nos sentimos piedras del Colón! Lo difícil es
tener el valor de admitirlo. ¡Gracias Sole! Lo siento por tantos que no tendrán la
ocasión de conversar con vos y deslumbrarse con tu sol.