- El Diario (Paraná)
- Miercoles 5 de diciembre de 2001
-
-
La
admiración se adueñó de la noche de Soledad
-
A las seis de la tarde se instaló junto a uno de los bordes de la
costanera baja, bien cerquita del escenario. No se la quería perder a Soledad, que iba a
estar ahí, sobre un escenario cargado de mil luces, columnas de sonido, equipos llenos de
foquitos, un amplio despliegue, como ocurre cada vez que canta el tornado de Arequito.
Melisa se dio cuenta de que, poco a poco, el sitio de privilegio que con anticipación y
paciencia habían ganado ella y sus amigas, se convertía en un mar de gente, que se
agolpaba y seguía llegando y pedía más espacio para compartir el entusiasmo por la
Pastorutti.
- En efecto, los admiradores, los seguidores, los
curiosos, los padres, las madres y los chicos dejaron estallar su emoción apenas se
divisó la silueta negra y emponchada de Soledad pasadas las 9 de la noche. Las manos,
camperas y vaya a saber qué prendas, se alzaban sobre la muchedumbre a manera de
celebración y marcaban claramente hasta dónde llegaba esa enorme masa, hasta dónde
llegaba el aura de la cantante.
- Melisa no pudo más. La emoción de saberla tan cerca
pero tan lejos, el fervor de tanta gente, la presión de tanto movimiento, el ver casi
nada a su ídola, la impulsó a cambiar de lugar. Se afirmó en sus muletas metálicas y,
con su grupo, se abrió paso entre la gente, decidida. Pasaron por detrás del escenario y
allí se quedaron. La media sombra colocada como telón de fondo dejaba ver la silueta de
la Sole y su pelo al viento, los cinco músicos que tocaban de verdad, el humo, los haces
de luces blancas y violetas. Y más tarde su hermana, la Nati, "mi mejor compañera
sobre el escenario", como la definió. La joven de Arequito fue repasando sobre el
escenario cada uno de los temas que la convirtieron en ídola de miles de personas. Y,
claro, también hubo lugar para las canciones de su último disco, que también fueron
coreadas por la gente.
- Los representantes de Plaza Vea, la casa local que
Disco abre hoy, contemplaba la excelente convocatoria de su propuesta y de los números
que antecedieron a Soledad.
- Pero no podía verla como hubiese querido. Desde
atrás del escenario, el grupo de Melisa trató de convencer a la gente de seguridad de
que le permitieran a la niña acercarse al escenario. Fue imposible. Decenas de hombres
uniformados, con celulares y walkie talkies conformaban un verdadero ejército. Policías,
agentes privados y personal de civil se movían con inquietud detrás del escenario
aguardando quizá la salida de la estrella. Por esa barrera ni los metales ni los ojos
grandes y claros de Melisa pudieron pasar.
- Una vez más la Sole arrancaba aplausos y gritos del
público; ¿dos mil?, ¿cinco mil?, las expresiones de cariño y admiración, gambeteando
los árboles del Parque, eran incontables. Hasta hubo lugar para una sorpresa: el Paisa,
de Gran Hermano 2, sorprendió con pasos de un chamamé en el medio del escenario.
- Melisa escuchó cada canción de la Sole con cuidado,
para no perderse nada y como una forma de completar su colección de sus discos,
"porque me falta sólo uno...". Terminó la fiesta, el silencio ganó otra vez
ese rincón de la costanera, a espaldas de Le Petit Pissant, y Melisa, obligando al sueño
a venir, pudo llegar por fin a un lugarcito cerca de su cantante.
- Así, Soledad pasó por Paraná. Con la fuerza de
siempre. Con la frescura de siempre. Y miles de almas disfrutaron por una noche gratis
esta vez de la voz de Arequito. Esa que ha arrancado aplausos en cada lugar que se
presenta. Y dejó, como siempre, todo arriba del escenario. Porque sabe que así,
brindándose, puede devolver parte del cariño que la gente le entrega.