Diario La Nacion
Martes 01 de febrero de 2000  
 
                               Telenovela con final de película 

El domingo, con la plaza atiborrada y Los Nocheros consagrándose como reyes indiscutidos,
terminó la 40 edición del festival mayor del folclore argentino: una fiesta reestatizada 
que, como siempre, nació, caminó y concluyó signada por polémicas y pasiones que son su 
sello de fábrica.
En realidad, hubo dos festivales: el que realmente ocurrió -uno bastante despoblado y 
famélico, salvo la "luna" del Chaqueño Palavecino-, que terminó el viernes con una 
"Noche de los jóvenes" desierta en nombres de peso; y el que concluyó el domingo -uno 
desbordante en público y fervor- que incluyó sólo dos noches: la de la explosiva Soledad 
y la de Los Nocheros. Ese fue el festival que se hubiese querido.
La división no es caprichosa: esta edición organizada a las apuradas -luego de la 
abrupta rescisión del contrato con Lowe, comandada por Julio Mahárbiz, quien quedó, 
nuevamente, con el timón en sus manos- padeció desde el vamos de mal de ausencias. Y 
esto mucho más allá de los polémicos descartes de artistas como Jairo y Mercedes Sosa.
Pero la fiesta llegó, completa, las dos últimas "lunas". Soledad arrasó el sábado y Los 
Nocheros se coronaron el domingo.
La cantante de Arequito montó un show apabullante de dos horas, donde se notó claramente
su voluntad de reconquistar a un público que le es fiel y la ama. Profusión de efectos 
especiales en láser, fuegos artificiales, despliegue de bailarines, bombas de papelitos 
arrojadas hacia la plaza y una explosiva actuación signaron el regreso de Soledad a un 
Cosquín que la recibió como lo que és: la niña de sus ojos.
Ahora bien, el modo elegido para aparecer en escena descerrajó interrogantes: ¿Hacía 
falta hacerla bajar colgada de un gancho desde el techo del escenario?, se preguntaban 
algunos. ¿No bastaba con una entrada más sencillita, a lo "Sole"?, decían otros. A 
juzgar por las intensas ganas de verla que se palpaban en la plaza -hubo gente acampando
desde temprano, a pesar de los chaparrones vespertinos- con una irrupción menos 
artificiosa y relajada hubiera alcanzado. Y sobrado. Al fin y al cabo, se trataba del 
reencuentro de una artista con el público que la ama.
Esa controvertida entrada en escena la mostró atada a un arnés, bajando desde el techo y
convertida poco menos que en una marioneta asustada. Más allá de si quería o no hacerlo
(hubo insistentes versiones de que se negaba a probar sus dotes acrobáticas), una vez 
que pisó el escenario, fue ella misma: cantó con toda su fuerza los temas folclóricos 
que la consagraron y los nuevos -de factura internacional- que le ganaron aplausos 
recientes en Chile y España. Su garganta creció en matices, su carisma goza de la salud 
de hierro de siempre y el público fue feliz revoleando el poncho junto con ella.
"Yo tengo que luchar contra el fin de la sorpresa, ahora tengo que crecer artísticamente"
declaró a Clarín horas antes de salir al escenario. Sin embargo, la escalada de efectos 
especiales en escena demostró que, a su alrededor, tal vez hay quienes no consideran que
el umbral del asombro haya alcanzado su techo.

    Source: geocities.com/lasolehomepage