- Diario Clarin
- Domingo 11 de diciembre de 2004
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- MUSICA: EL VIERNES COMENZO EL FESTIVAL DE JESUS MARIA
Soledad, a tope
Fue la gran protagonista de la
noche junto al presidente Kirchner, invitado a la inauguración. También se lució el
cantor Horacio Banegas.
Soledad Pastorutti y el presidente Néstor Kirchner fueron las estrellas absolutas de la
primera noche del Festival de Jesús María que se inauguró el viernes en esta provincia.
A pesar de la humedad y el calor aplastantes, juntos y por separado disfrutaron a
piacere la ovación de las 28 mil personas que asistieron a la inauguración de la
39ª edición de la Doma y el Folclore, una cifra récord de apertura en la historia del
encuentro.
La jornada había comenzado movidita: la gente y los periodistas estaban pendientes de la
visita de Kirchner a Jesús María, y se había anunciado que todo comenzaría una hora
antes de lo normal, a las 21 en lugar de las 22. Pero el Presidente llegó una hora tarde,
los chicos abanderados de las escuelas bostezaban sin parar, y sólo lograron reanimarlos
las voces estentóreas de los locutores recibiendo "al primer Presidente en ejercicio
que pisa este festival".
Además, claro, estaba la Sole. Que volvía al ruedo con disco nuevo, Adonde vayas.
Que regresaba a un Jesús María que todavía recuerda su hazaña del verano del 98,
cuando la energía de su ángel aún era una sorpresa, y rebalsó gradas y hasta el campo
de la doma con 55 mil personas.
Ella, la Sole ahora una preciosa mujer, menos aeróbica y buscando aún su camino
musical, le regaló a él, Kirchner, un poncho blanco con vivos marrones, y la
emoción de un Himno Nacional cantado a lo Sole, con bombo y ritmo de chacarera y
zamba.
En su traje azul con rayitas blancas, el señor K la abrazó. Ella, vestida de celeste y
blanco, con un cinturón de lentejuelas de los mismos colores, le devolvió la caricia y
corrió a esconder su temblor tras las bambalinas criollas que, en esa tierra, huelen a
salame y vino casero.
Pocas horas antes de su viaje a la Cumbre de Monterrey, donde verá a George Bush y al
director del FMI, él aprovechó para decir que el Festival le daba "coraje y fuerza
para pelear por los argentinos". Y terminó trepado, como festejando un gol, en el
alambrado de un costado del escenario, saludando y besando gente ante la desesperación de
sus custodios. Fin del capítulo K. Luego, y con la euforia ahí arriba, se presentó La
Pampa en llamas: una puesta coreográfica sobre la conquista del desierto con 300
personas (y caballos, malones, cautivas, rancherías y mangrullos), en el campo de la
Doma. Bella y correcta en su despliegue, pero discutible en el terreno ideológico. Al fin
y al cabo, toda conquista fue, es y será un genocidio. Aquí y en cualquier lugar de la
tierra.
El compositor y cantor santiagueño Horacio Banegas fue de lo mejor en el rubro musical.
Sus chacareras sin estridencias y su desempeño tal vez merecieron más tiempo y atención
de la gente. Y de la programación.
En cuanto a Soledad, lo esperado: nuevo disco con sus propias composiciones, que intentan
decir más que deslumbrar; viejos hits que consiguieron revivir la fuerza de sus bríos de
huracán; y la relación mágica entre ella y la gente, que le es fiel y que se quedó
hasta pasadas las 2 de la mañana sólo para verla.