Diario Los Andes (Mendoza)
Domingo 13 de noviembre de 2005
 
                          “La cantante se comió a la persona”
 
Se pasaron rapidísimo. ¡Diez años es poco comparado con la carrera de otros artistas! Lo que pasa es que hemos hecho mucho...”, dice María Soledad Pastorutti, acelerada, desde algún lugar de Buenos Aires.

-¿Cuál fue la pregunta que más te hicieron en estos diez años?

-Te nombro el top 3: “¿Dónde está el poncho?” es la primera; otra: qué opino de la época en la que trabajé con Emilio Stefan; y últimamente, si me voy a casar o no.

-¿Las respuestas fueron siempre las mismas?

-¡Por ahí las cambiaba para no aburrirme!

-Probemos: ¿te vas a casar?

-Que me voy a casar algún día, seguro. No hay fecha todavía. Este es un momento difícil, porque estoy presentando el disco “10 años” y hay muchos compromisos... Mi novio trabaja conmigo y entiende cómo es esto perfectamente. Aunque te digo que el más lerdo para tomar la decisión es él y no yo (ríe).

-¿En algún momento tu carrera se tornó insoportable para vos?

-El mejor año de mi carrera en cuanto a popularidad, 1997, fue también el más insoportable. Y lo fue porque no estaba preparada para esto. Me la pasaba viviendo arriba de una combi... Hoy tenemos otras comodidades. Por ejemplo, hay una cama en el micro. Tratamos de programar mejor el año. Desde hace un tiempo pienso más en los míos, y en descansar cada tanto. Creo que maduré.

-También recibiste críticas muy duras: que no cantabas bien, que lo tuyo era fuerza en escena y nada más…

-Al principio no estaba acostumbrada a las críticas, y me molestaba que la gente hablara mal de mi trabajo. Con el tiempo fui viendo que algunas cosas que decían eran ciertas. “Nunca es triste la verdad”, dice Serrat. Y lo mío tenía remedio: estudiar canto, crecer por encima de las dificultades. Lo importante es que tengo ganas de mejorar. Y también sé que hay cosas que son mías y que no las tengo que cambiar: si vocalizo al cien por cien pero no me entrego en el escenario estaría traicionando lo que soy.

-¿Qué críticas te pueden llegar a doler hoy?

-Que estoy agrandada. Eso es lo peor que me pueden decir. Pero en esta época de mi vida recibo más halagos que críticas. ¡Y eso a veces no es tan bueno!

En la balanza

Soledad tiene en la mano una libreta imaginaria. En la primera hoja hay un título: “Balance de 10 años”, y una línea que divide el haber del debe. La mujer de 25 años le saca punta al lápiz y se dispone a completar casilleros: “A ver... veamos qué hice y qué me falta. Lo que pude lograr en estos años fue encontrar el punto máximo de mi carrera en Argentina. Ya lo logré, y no creo que se vuelva a repetir. Lo que me falta es que mi carrera a nivel internacional tome un camino más serio. Igual, no creo que pueda conseguir afuera lo mismo que en la Argentina, pero sí me gustaría estar más presente”.

-¿El balance de tu vida personal también fue positivo?

-Mirá, en mi caso creo que el artista se terminó comiendo a la persona. Igual, trato de seguir manteniendo los mismos amigos de siempre y procurar que la familia esté conmigo. Intento mantenerme en un grupo cerrado. Me ayudó desconfiar porque valoré mucho a los amigos de toda la vida. Pero también sé que ahora tengo que pensar más en la persona. Estoy más tranquila como artista y quiero disfrutar mucho de mi vida íntima...
Se la nota agitada. Mientras dialoga vía celular, recorre con prisa las instalaciones de una AM porteña. Va en busca de su próxima nota, otra de las tantas a propósito del recital “10 años” en el Estadio Pepsi Music (ver aparte). Soledad, la cantante, la mujer, está apurada pero dice que no, que puede charlar tranquila, que todavía no entra al estudio de radio, que quiere saber cuál es la próxima pregunta. Se entusiasma ante estos pequeños desafíos; no desperdicia oportunidad de encontrar nuevas respuestas.

-¿De qué artista guardás los mejores recuerdos?

-Primero en la lista lo pongo a Horacio Guaraní. Pero tengo muy buenos recuerdos de Los Tekis, los Carabajal, Andrés Calamaro, Adriana Varela... ¡Canté con tanta gente! Nunca hago cosas forzadas, así que con los artistas que compartí escenario siempre hubo buena onda.

-¿Hay mucho vedettismo en el folclore?

-Sí, existe. Hay gente que te rodea y que da respuestas por vos que ni te enterás. En los festivales suelen haber discusiones del tipo: que yo quiero este horario, que yo cierro el show, que vos después.

-¿Hay músicos con los que no te saludás?

-Poquísimos, pero sí. Contados con los dedos de una mano. Es gente que se ha portado mal conmigo. Pero no nació de mí no saludarlos, sino que ellos alguna vez me dejaron pagando. A mí no me gusta bajar la mirada ante nadie. Y no es por soberbia, me gusta estar bien con la gente.

-¿Cuál fue el recital con más gente y cuál con menos?

-El de más gente fue en el 98, en La Plata. Canté ante 120 mil personas, en un recital gratis.

-¿Te temblaban las piernas?

-No, cuanto más gente hay en un concierto yo más me agrando. Me pongo más nerviosa actuando para mi familia que para una multitud.

-¿Y el de menos gente?

-Fue en San Nicolás, no quiero hablar mal del productor pero me parece que era medio... (hace un piadoso silencio). Era al aire libre y no habían más de 200 personas. A pesar de todo, hice el show igual. En algún momento del concierto dije: “A este pueblo no me presento a intendente porque pierdo seguro”.

-¿Cuál creés que es el verdadero punto de partida de tu carrera?

-Nosotros festejamos 10 años tomando como punto de partida enero del ’96, mi primera aparición en Cosquín. Pero hubo toda una historia anterior. Una historia de sueños, de sacrificios de una artista amateur que es la base de lo que soy. Siempre tengo presente las puertas que golpeaba mi viejo... ¿Anécdotas? Me acuerdo que por aquellos años llamaba mucho la atención la bandera argentina en el pantalón. Hasta hace poco tiempo, como sabés, estaba mal visto el uso de la bandera porque recordaba a la época de la represión, sobre todo en Capital. Mi carrera empezó en un clima bastante adverso… ¿Te acordás que en aquella época las radios no pasaban folclore? Todo lo que viví entonces no me lo olvidaré jamás.