Diario Clarin Domingo 21 de junio de 1998 "Antes de fin de año empiezo la película" Soledad Pastorutti se sienta en el Café Les Grandes Marches, frente a la Plaza de la Bastilla, tentada por un café con leche. Pero no puede tomarlo. No debe: en Buenos Aires hizo la promesa de abandonarlo si cumplía con el triple sueño de conocer París, grabar un tema del disco del Mundial -su discográfica ganó la licitación internacional- y cantar para la Selección. Ahora puede tomar café (solo) con sus sueños en el bolsillo; nada en el mundo parece tan simple como la concreción de las ilusiones de la Sole de Arequito. En su carita de nena relampaguea una sonrisa que ilumina fugazmente un aparato de ortodoncia. De aquellos tiempos en que repartía pizzas y diarios, y cantaba temas de Palito Ortega en el colegio, a la canción Los sueños de todo el mundo -compuesta por César Isella para el Mundial- sonando imprevistamente en un bar parisino. Para ella, todo "es tan fuerte", que debe ponerle precio. "Ahora, en Buenos Aires voy a hacer una serie de conciertos en el Gran Rex. Por eso me prohibí el chocolate, una de las cosas que más me gusta en el mundo." ¿Te sentís una especie de impostora? A veces no me siento merecedora de lo que me pasa o no soy consciente de lo que vivo. Cuando me preguntan por la que canta, siento que hablan de alguien que conozco bien pero que no soy yo. Y no es que sea diferente arriba del escenario: simplemente no puedo creer lo que estoy viviendo. Es cierto que todo tiene su sacrificio, sus cosas feas. Pero estoy dispuesta a pagar el precio. Y todavía me parece poco. ¿Por eso ofrecés además el chocolate y el café con leche? Es que vivo cosas hermosas. Tanto, que a veces espero algo muy malo que equilibre. Mi vieja me reta porque tengo sueños feos, en los que se muere alguien cercano. Como si un gran dolor fuera a saldar todo lo bueno. También soñé que moría y me reencarnaba en otro cuerpo. Me encontraba con mi abuela, le juraba que era yo y ella no me creía. Otro precio que pagaste es haber abandonado el colegio... Es cierto. Fue el año pasado, yo empezaba cuarto año, pero no podía seguir: había bajado cinco kilos, iba sin dormir. Y eso es muy malo para la voz. La boca del Metro escupe un puñado de mujeres recién sacadas de sus cajitas de barbies, que se pierden entre quioscos con diarios de todo el mundo. Cuatro nórdicos con caras de hamburguesa ensayan covers de Los Beatles, con los estuches abiertos en espera de monedas Multitudes cosmopolitas toman copetines en mesitas sobre la vereda. Soledad parece a salvo de sus fanáticos, hasta que, zas, una familia tipo- argentina la detecta. El resto de los mortales hace turismo en busca de lo distinto. Pero el argentino busca lo familiar: las disquerías con tangos y los restaurantes con bifes de chorizo. Por eso el hombre, embutido en la camiseta de la Selección, ya tiene a Soledad, un ícono nacional en el visor de su filmadora. "Grande Sole", le grita y ella alza el pulgar de su mano derecha. Vino con sus padres, con su hermana Natalia y con la familia de César Isella. Iba a participar de un recital con grandes artistas de la Sony que al final se suspendió Antes del partido con Japón estuvo en la concentración argentina de Toulose. Fue una visita con minirrecital improvisado, con A Don Ata incluido, un tema que, confiesa, la tiene harta. Al principio costó romper la timidez de los jugadores. Pero entonamos Canción con todos, con César Isella, y ahí se rompió el hielo. Después los muchachos empujaron a Orteguita, que empezó a cantar conmigo. El Piojo y la Brujita revoleaban las servilletas. Y Burgos se sumó, con su voz impresionante. Y estaba Passarella, que es tan rígido. Sí. Muchos lo consideran un tipo odioso, asqueroso. Pero no es así. Los jugadores son ídolos, muy jóvenes, y forman parte de una especie de magia popular. Y vos, ¿no temés que te hayan puesto en primera tan joven? Con Passarella hablamos de las similitudes entre las vidas de un futbolista y de un músico. No está mal poner a un pibe en primera, pero hay que ver si se compromete como para jugar en esa división. O si aguanta las presiones. Es difícil. A mí también me pasa eso de querer volver atrás. De decir: basta, ya no quiero ser Soledad. Hay muchas presiones y responsabilidades. A los jugadores les debe pasar lo mismo. ¿A quién te parecés por tus características? ¿Tenés la habilidad de Ortega, el tesón de Simeone o la eficacia de Batistuta? Creo que no estoy a la altura de ellos. A Simeone no me parezco, porque él maneja el equipo. Tal vez tenga algo de Ortega. Yo, como él, arriesgo: tengo 17 años y a veces tomo decisiones que me sorprenden. Como el año pasado, cuando decidí hacer el Gran Rex sin que estuvieran de acuerdo ni mi viejo ni mi representante. ¿Por qué estaban en desacuerdo? Por lo que vos decís: tenían miedo de largarme a primera y que fracasara. Yo andaba muy bien en segunda. Ahora se viene otra serie en el Gran Rex y ya estás afianzada en primera... No, estoy mucho más nerviosa que antes, cuando sólo debía mostrar lo que ya hacía. Ahora tengo que mejorar. A los chicos que debutan en primera se les aplaude todo. Después vienen las exigencias. Soledad, hincha de Boca y de 9 de Julio de Arequito, simpatizante de Orteguita ("aunque no físicamente"), entrecierra los ojos para mirar la belleza del Boulevard de la Bastille, incendiado por el sol del mediodía. "Lo importante es mantener el equilibrio", dice, encogiendo sus hombritos. "Ahora estoy en París y me quedaría a vivir acá. Es difícil volver y seguir siendo la misma. Antes mi pasado y mi futuro conducían a Arequito." ¿Pero también extrañás aquello?1. Sí. Y no tendría problemas en volver a vivir esa vida. Ahora, por ejemplo, pienso en mis amigos de allá: antes de irme compartimos un asado, fuimos muy felices. Pero supongo que algo habrá cambiado en el trato entre ustedes No de ellos hacia mí. Yo, en cambio, pienso que si les cuento sobre París va a sonar agrandado. Les llevo regalos: pequeñas torres Eiffel, un angelito para una amiga que los colecciona, un autógrafo del Piojo para otro que me lo pidió. Ojalá pudiera traerme a un amigo por viaje. ¿Te gustaría mostrarles un mundo y que ellos te conservaran el otro? Tal cual. Los dos son importantes. A instancias de sus 48 kilos, Soledad dice cargar con 40 pedidos de nota, cuatro clubs de fans por provincia y la culpa por el vecino de enfrente, al que siempre le pintan mensajes con aerosol para ella. Una sobreexposición que busca evitar y no puede. Un tren lanzado a la velocidad del TGV francés, sin rumbo cierto. En las ventanillas van pasando vertiginosas, las estaciones. "Ya odio mi primer disco. Y el segundo me está empezando a disgustar. Me trajeron muchas satisfacciones, pero aprieto el stop." Papá Omar está a punto de pasar a buscarla. Ella no tiene ni tuvo novios, y vive en medio de su círculo familiar, que participa de su carrera y de la toma de decisiones. Incluso, Sole les está dedicando su primera letra. Se llama Canten para papá. Lo que nos decía él a mí y a mi hermana cuando éramos chiquitas. ¿Si no tuve novios porque me dedico poco a mí? Puede ser. Pero tengo que aprovechar esta oportunidad. Un bocinazo sobresalta la charla. Es papá Omar, que reclama a Soledad a los gritos: no para cantar sino para vaya terminando la nota. Ella se despide hablando de los recitales del Gran Rex. Antes de irte, ¿cuál es el peor momento de cada show? Ocurre al salir del hotel, cuando tomás conciencia de que hay mucha gente esperando algo de vos. Antes, te digo la verdad, me hacía caca encima antes de subir al escenario. Tenía que ir al baño sí o sí. Hoy estoy un poco más tranquila.