Diario La Nacion Sabado 24 de enero de 1998 El folklore no está solo Los dos recitales a sala llena, ante 15.000 personas, que ofreció Soledad anteanoche en el Polideportivo de Mar del Plata fueron otra muestra del fenómeno que gira alrededor de la chica del poncho al viento. A los 17 años, descansa sobre sus espaldas casi todo el impulso revitalizador que, a su influjo, parece generar el folklore en la juventud de nuestro país. A tal punto que algunos de los temas más populares de la cantante de Arequito se cantan y se bailan en algunas discotecas de moda. Con sus dos primeros álbumes ("Poncho al viento" y "La Sole"), está muy cerca de alcanzar el millón de copias vendidas. No le falta mucho: ya acumuló doce discos de platino, cada uno de los cuales equivale a 60.000 CD. En la filial local de Sony Music, donde graba, se afirma que Soledad se convertirá en la artista argentina más exitosa del sello en los últimos 50 años. Mientras prepara su lanzamiento internacional y estudia ofertas para filmar dos películas, Soledad está a punto de llegar a Cosquín -previo paso por La Rioja, donde actuará esta noche-para presentarse, el martes próximo, como una de las atracciones del remozado Festival de Cosquín, que comienza hoy. Nuevas generaciones con el poncho al viento MAR DEL PLATA.- El resurgimiento del folklore entre los adolescentes trascendió las discotecas y colmó el Estadio Polideportivo local de la mano de las dos presentaciones de Soledad Pastorutti, anteanoche, en esta ciudad. Moda momentánea o tendencia en consolidación, el ritmo de nuestra música nativa acercado a estas playas por la cantante santafecina hipnotizó al público generalmente proclive a las melodías tropicales y rockeras. El código, cuya principal señal es el revoleo de pañuelos celestes o blancos, banderas argentinas, prendas de vestir o cualquier tipo de trapo, prendió fuerte en los jóvenes, los púberes y los niños que anteayer invirtieron 15 pesos -el equivalente al valor de la entrada a un local bailable o a dos asientos en el cine- para escuchar a Soledad. Los más grandes llegaron al lugar del concierto en grupo; los más chicos, acompañados por sus padres. El folklore dio cita por igual a gente de Capital, Mar del Plata, Santa Fe, Santiago del Estero y otros puntos geográficos que escaparon a la investigación realizada por La Nacion entre los alrededor de 7000 presentes en cada función. Sucede que "el huracán de Arequito", como han apodado a Pastorutti, ofrece con sus escasos 17 años el caudal de energía, empuje e idealismo que por estos tiempos no solían expresar los adolescentes ni sus intérpretes de referencia. "Antes de Soledad, yo no conocía casi nada el folklore. Ella hizo que me acercara a esta música y ahora me gusta mucho. Por fin hoy puedo verla en vivo", resumió María Paula, una joven de 28 años que se perdió en su Buenos Aires de residencia las actuaciones de la jovencita. Un poco más atrás en la fila, las hermanas María Cristina y Andrea Almirón fueron el emblema de la profundidad con que ese torbellino de música nativa caló entre los bien chicos. Estas marplatenses lucieron sus 12 y 11 años, respectivamente, adornadas con vinchas celestes y blancas con el nombre Soledad impreso en dorado. Vistieron para la ocasión una bandera a modo de capa. "Nos encanta. Tenemos los dos cassettes y la habitación llena de pósters. La escuchamos todo el tiempo", relataron con la ansiedad que cualquiera cobija cuando está a punto de ver por primera vez a su ídolo. Las palabras de su madre resumieron el sentimiento de unión entre generaciones que impulsa la expansión de nuestra música nativa en una franja hasta ahora indiferente. "Me siento muy feliz de que mis hijas escuchen las mismas canciones que yo disfrutaba cuando tenía la edad de ellas. Soledad fue el primer acercamiento que tuvieron con el folklore", explicó y, de inmediato, confió: "Una quiere ser Soledad y la otra Natalia". Coincidió con ella la santiagueña Carmen, que arribó junto con sus hijos, Gonzalo y Cecilia. "La virtud de esta chica es hacer que la juventud vuelva al folklore", consideró, aunque la grande Mercedes Sosa haya dicho que la música nativa no consiste sólo en revolear un poncho, el gesto identificatorio de Pastorutti. Pero estos dos púberes (él tiene 13 y ella 14) del interior viven en carne propia el sabor de las chacareras y las cuecas. "Tocamos la guitarra y el bombo. Compramos los cassettes de Soledad y también nos gustan los hermanos Carabajal, Los Nocheros y otros intérpretes de folklore", comentaron. A las 21.45, cuando el huracán de Arequito pisó el escenario, las palabras dejaron lugar a los hechos. Miles de jóvenes y niños la recibieron con un unánime ondear de banderas y pañuelos. Tampoco faltaron los gritos de sapucai ni los coros con los versos de nuestro folklore. Si, como cantó Soledad, "en la voz que nace del pueblo vive la esencia de nuestro ser", será que las nuevas generaciones de argentinos empezaron a recuperar sus orígenes de tierra adentro. Angeles Castro Una voz para todas las edades MAR DEL PLATA.- Reunir a 15.000 personas en una sola noche no es, en los tiempos que corren, un récord. Muchos cantantes extranjeros han multiplicado en varias oportunidades esa cifra. Pero que una cantante de 17 años, argentina, para ser más precisos santafecina, puntualmente de Arequito, y que canta folklore, convoque en una noche, en dos recitales, a quince mil personas es un hecho poco común. Sí podría decirse que Soledad es un fenómeno social atípico, original, donde se conjugan juventud, carisma, voz, recursos interpretativos, poder de convocatoria, capacidad para estimular a la muchedumbre, locuacidad para comunicarse con el público, modestia -por lo menos hasta el momento-, para reconocer a los grandes (César Isella) e inteligencia para seleccionar un repertorio, donde cada canción es representativa de una provincia. Pero volvamos al principio. Al llegar al Polideportivo, una hora antes de que comenzara el recital, el público se acercaba calmadamente pero con el entusiasmo y la algarabía que se observan en los recitales de rock. La diferencia es que había de todas las edades. Chicos, adolescentes, jóvenes, grandes, matrimonios jóvenes con chiquitos, o más grandes con hijos mayores, familias enteras, ancianos solos, ancianos acompañados, se conjugaban ante las puertas, formando una prolija pero ansiosa cola. La gran mayoría llevaba un estandarte ilustrado con la imagen de Soledad: pañuelitos, remeras, vinchas, chalecos, sombreros, banderines, cintitas para la muñeca, llaveros, fotos, láminas, etcétera. Gracias, por supuesto, a una especie de merchandising improvisado y de carácter popular, al menos así lo demostraban los vendedores instalados en las puertas de acceso, que se mezclaban con otros que ofrecían pochoclo, largavistas, gaseosas, caramelos, pirulines, garapiñada, helados, nuevamente etcétera para no hacerlo extenso. Una vez traspuestas las puertas de ingreso, las modernas instalaciones del Polideportivo permitieron una tranquila redistribución del público para entrar en el recinto. Energía y potencia A la hora señalada, las 21, no quedaba un espacio libre ni en la improvisada platea ni en el resto de las ubicaciones, y esa masa humana, anhelante, fue produciendo una fuerza energética de mucha potencia. Entonces comenzó el show del público que voceaba "Olé, olé, olé, olé, Sole, Sole", mientras la ola de humanos se sucedía en forma circular e ininterrumpidamente. Las luces marcaron el inicio del recital y una poderosa ovación escapó de la garganta multitudinaria. No es un eufemismno decir que las paredes se estremecieron y el piso trepidó. Veinte minutos después de la hora señalada para el inicio, César Isella abrió el show con temas propios. El reconoció con orgullo ser un soporte del espectáculo de Soledad. No en vano es el padrino artístico de la joven artista que descubrió en un Festival de Cosquín. Cuando Soledad, vestida con pantalón bombacha, con una pequeña bandera argentina en la pierna derecha, y chaleco negro, y un poncho blanco con dibujos negros, aparece en escena, el aplauso, los gritos, las ovaciones, festejan el acontecimiento, mientras, los suéteres, camperas y pañuelos del público revolotean en un mágico movimiento circular. Cada tema son aplausos y voces que acompañan el canto, muñecos, ositos, regalos que invanden el escenario. Nada es poco para demostrar la admiración. En todo caso cabe decir que, en el Polideportivo, quince mil personas le dieron su aprobación y la reconocieron con los méritos suficiente para ingresar en la cultura de un pueblo. Así quedó demostrado cuando Soledad cerró el recital con "A Don Ata" y el público, de pie, en un acto ceremonial, levantó los abrigos, banderas, sacos, suéteres, para compartir la canción y despedir a la artista. Las razones del éxito MAR DEL PLATA (De una enviada especial).- ¿Quién es Soledad?. Es una adolescente de apenas 17 años, que canta desde hace 8 años, y desde hace dos coquetea con el éxito. Tiene una muy buena voz, por momentos cristalina, en otros más pastosa, con gran potencia, buena modulación, agradable musicalidad y que promete convertirse, en el año 2000, siempre y cuando la cuiden, en una gran voz del folklore..., o de cualquier otro género. ¿Por qué tanto poder de convocatoria? Por razones similares. Porque es joven, bonita, simpática, locuaz, con buena voz; porque sabe cómo dirigirse al público, incentivarlo con el índice y aprobarlo con el pulgar, y por sobre todas las cosas porque también canta con el cuerpo. Esto suele denominarse "carisma". También, y por qué no, porque los jóvenes encontraron en Soledad a una representante generacional que sabe interpretarlos y los lleva de la mano por el género folklórico, para muchos, según confesaron, desconocido. Y además porque elige un repertorio inteligente, que reúne temas tradicionales de todas las provincias; porque es agradecida, porque revolea sin prurito ni vergüenza el poncho o la bandera argentina, le es indistinto, y porque llega a la emoción y al sentimiento del público sin la preocupación de parecer demagógica.