Ni un sol, ni un mundo para los chicos

 

Por décimo año consecutivo se llevó adelante en la Argentina la campaña “Un sol para los chicos” organizada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). El objetivo es recaudar dinero para la realización de diferentes proyectos tendientes a mejorar la situación de los niños del país.

Vale la pena bucear un poco en las condiciones en que transcurre la niñez de millones, aquí y en el mundo, entrados ya en el siglo XXI.

Según datos del Unicef, 11 millones de niños de hasta cinco años mueren anualmente en el mundo, no por cataclismos naturales o guerras a escala planetaria, sino por el desarrollo normal del sistema capitalista. Las causas que llevan a la muerte de más de 30.000 chicos por día son todas producto de la pobreza y, por tanto, evitables, siendo las más comunes algunas enfermedades prevenibles con una correcta vacunación, diarreicas, de las vías respiratorias, paludismo y trastornos perinatales.

Cada veinte días muere en el mundo una cantidad de niños superior al número de víctimas de las bombas nucleares arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Pero la muerte no es lo único que el capitalismo tiene para ofrecerles a los más pequeños. De las 1.200 millones de personas (una quinta parte de la humanidad) que sobreviven con menos de un dólar diario, la mitad son niños, de los cuales casi 210 millones padecen de mala nutrición, alcanzando a la mitad de los chicos en Asia y al 40% en el Africa al sur del Sahara. Como consecuencia, cerca de la mitad de la población infantil mundial de hasta cinco años llegará a la adultez con un mal desarrollo físico y psíquico producto de la pobreza.

 

El niño esclavo

El tráfico para la esclavitud de niños hizo su aparición repentina en los medios masivos de comunicación hace unos meses. Ante la mirada horrorizada del mundo, se difundió la noticia de que un barco nigeriano vagaba por las costas africanas cargado de chicos para venderlos. La noticia desapareció de los medios tan rápido como los niños-esclavos fueron arrojados al mar.

La esclavitud sigue siendo un gran negocio en el capitalismo: aunque inmensurable por definición, se calcula que sólo en Camerún 550.000 niños son sometidos al tráfico como esclavos, y que la trata infantil en el mundo da beneficios de hasta US$ 12.000 millones anuales.

Además, alrededor de 250 millones de chicos de entre 5 y 14 años realizan alguna actividad económica, muchas veces trabajando sólo a cambio de la comida. Son utilizados, por ejemplo, para la confección de pelotas de fútbol o como atractivo turístico sexual, obligándolos a prostituirse.

 

El mundo del hambre

La niñez no es un cuento de hadas, ni siquiera en los países más desarrollados. En el Reino Unido sobreviven en una “pobreza relativa” –hogares con ingresos por debajo del promedio nacional– el 19,8% de los niños. Este índice en Estados Unidos llega, aun después de diez años de economía floreciente, al 22,4% (casi uno de cada cuatro chicos) pisándole los talones a México (26,2%).

En la Argentina, durante los diez años menemistas en que se rifaron las joyas de la abuela, la indigencia creció un 184% sólo en Capital Federal y el conurbano bonaerense, alcanzando a casi un millón de personas.

En el país hay 15 millones de pobres de los cuales casi la mitad es menor de 18 años. Es decir, de los 12 millones de menores que habitan este suelo, más de 6 millones son pobres. Y esta situación se agrava minuto a minuto, ya que uno de cada dos nacimientos corresponde a familias que se encuentran debajo de la línea de pobreza.

Al mismo tiempo que De la Rúa vota contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la desocupación y subocupación alcanzan a casi el 40% de los adultos, más de medio millón de chicos de entre 6 y 17 años trabajan en condiciones de extrema precariedad y otra cantidad igual no estudia ni trabaja.

¿Se sorprenderá Julian Weich al descubrir que todo lo recaudado en la campaña “Un sol para los chicos” –alrededor de US$ 1,5 millón– no alcanza para llevarle siquiera un peso a cada niño pobre del país?

 

Niñez y militarismo

Si bien actualmente la guerra no es el mayor peligro para la infancia, contribuye a empeorar la situación. Se estima que en la década del ’90 alrededor de 300.000 chicos fueron forzados a formar parte de ejércitos gubernamentales o de la oposición en diferentes países, y sólo en el transcurso de 1999, más de 20 millones de niños han tenido que desplazarse de sus hogares como consecuencia de distintos conflictos armados.

Hace unos días se hizo pública la existencia en Jujuy de 18 “Agrupaciones de policía infantil”, que son grupos de chicos de las villas miserias, de entre 5 y 16 años, reclutados por la policía para aprender “formación y desfile” con el objetivo de “sacarlos de la calle para inculcarles normas civiles y morales” (Página/12, 5/8/2001). El principal argumento de los padres es que los niños reciben cosas fundamentales como ropa –el uniforme– y comida, que de otra manera no podrían conseguir.

Pero este tipo de agrupaciones no son nuevas en la Argentina. El proyecto de la Gendarmería Infantil (GI) surgió en Formosa durante la última dictadura militar, estimándose que desde 1976 hasta el presente han pasado por sus filas alrededor de 170.000 niños de entre 8 y 14 años, algunos de los cuales engrosaron las filas de la Gendarmería Nacional. Actualmente se calcula que son 65 los grupos de la GI que estan activos y en algo más de 5.000 los niños enrolados, a lo largo de las provincias más pobres y estratégicas como las del noroeste, del sur y del noreste del país.

Este es sólo un ejemplo de cómo el capitalismo empuja a la miseria a millones de personas y paralelamente se da mecanismos para controlar a la masa de excluidos que genera.

El capitalismo humani… ¿qué?

 

En un llamamiento del mes de diciembre del año pasado, la directora ejecutiva del Unicef, Carol Bellamy, dijo: “Los niños que nacen y crecen bajo la sombra de la guerra, del Sida, de la pobreza y de la discriminación merecen que hagamos todo lo que sea posible desde el punto de vista humano”. Para el Papa, los representantes de la Tercera Vía europea, Lilita Carrió y el cura Farinello, entre otros, lo posible y necesario es la humanización del capitalismo. Sin embargo, el mismo desarrollo que posibilita clonar animales y hacer un viaje turístico televisado a la Luna es incapaz siquiera de dar de comer a la población mundial.

Esto es consecuencia de un régimen social basado en la explotación del hombre por el hombre, cuya lógica privilegia la obtención de ganancias para unos pocos por sobre la vida de millones. Por lo tanto, jamás podrá humanizarse: nació salvaje, comerciante, piratesco, esclavista, violento.

Parafraseando a Bellamy, para terminar con la violencia, el Sida, la pobreza y la discriminación, debemos hacer todo lo posible desde el punto de vista humano: es decir, terminar con la esencia que engendra todos esos males, desterrando de raíz el poder de los capitalistas, que es una partera que sólo puede alumbrar más barbarie para los niños del planeta.

 

MOLOTE

 

Datos de Clarín (13/12/2000, 3/2, 29/4 y 21/5 de 2001), La Jornada (México, 8/8/2001) e informes oficiales de Unicef.