El sentido iniciático de la TV  infantil
Sabemos por tradición y por investigaciones de numerosos hermanos,  que a lo largo de los milenios, los artistas iniciados han evidenciado en su obra los valores eternos y las circunstancias de las diversas Órdenes a que han pertenecido.
Tal el caso de las pirámides egipcias, de cuyas reglas matemáticas se puede deducir la fecha de los viajes a la Luna, las guerras mundiales y los cólicos que aquejaban a Hitler en su bunker al recibir las novedades del Frente Oriental.
Posteriormente hemos contemplado los menhires de Stonehenge, de cuyo círculo místico puede haberse desprendido la rueda, que como instrumento y máquina, sirvió para construir los misteriosos monumentos de la Isla de Pascua y para mover el auto que transportaba a John Kennedy en el momento de su asesinato.
Ya en la Edad Moderna, uno de los grandes iniciados en el Arte Real, Wofgang Amadeus Mozart, compuso y estrenó una ópera que representa de la manera mas pristina las circunstancias de la iniciación masónica: La Flauta Mágica.  Sus elevadas enseñanzas morales, son lamentablemente inaccesibles por cierto para el vulgo, inmerso como se encuentra en un torbellino de confusión propio de algo tan antimasónico como el republicanismo, que lo priva de alcanzar las cumbres de sabiduría de los Iluminados Monarcas.  No podemos sino recordar a esos Artífices que rigieron los destinos del Mundo, muchos de ellos aún incomprendidos como Heliogábalo, Nerón, Enrique VIII, Felipe II, el Kaiser Guillermo o Isabel II, por hablar de los occidentales, y ya en camino a las luces del Oriente las Luminarias de Faruk, el Sha de Persia, Bokassa, Hirohito o el Celestial Pu Yi.  Pero es precisamente para contrarrestar los influjos de esta baja moral populachera, que los Secretos Maestros elaboran estos modernos Arcanos Menores de la Televisión infantil, que a poco de andar con los ojos abiertos a la Luz del Verdadero Conocimiento, reconocemos su profundo significado místico.
El Chavo del 8 y su parafernalia de personajes, no son sino una acabada representación de la Masonería en la vivencia cotidiana que a los mortales sucede.
Los distintos grados del saber, de la iluminación masónica, estan a la vista en las alternativas de la acción:
El Chavo, ese niño desamparado que representa al Profano, alternativamente presa de los instintos (recordemos su afición y desesperación por las tortas de jamón) y a la vez con impulsos naturales al bien que buscan ser desarrollados, pero que en virtud de su falta de guía y control que solo brinda la Iniciación, llegan a veces a paralizarlo (la garrotera).  El único camino que le queda abierto no es sino el de retornar de manera circular a su Cámara de Reflexiones (el barril), de la que sale en busca de aquellos Maestros que puedan ayudarlo a quebrar ese círculo vicioso.
El Aprendiz, en cambio, está magistralmente representado por Quico, el hijo de la Viuda (Doña Florinda), quien goza de una vida mejor en ciertos aspectos, y acompaña al pobre Profano en su aprendizaje (la escuela), pero a veces recae en su primitiva condición de Aprendiz, guiado por la Fuerza, al golpear al Chavo de una manera súmamente simbólica: desplazando su puño de forma horizontal, formando una Escuadra con su cuerpo e impactando en el rostro del otro, haciendolo girar en forma de ángulo recto. Una verdadera contundencia Pitagórica.
Sus amigos, además, lo reconocen por su similitud con uno de los Animales Míticos, Sagrados, representado en el Horóscopo Chino, al darle el nombre simbólico de "cachetes de marrana flaca". 
Para más coincidencias, podemos ver claramente cómo ante las adversidades, Quico corre a buscar apoyo en las murallas de la vecindad, apoyando su brazo derecho en la columna, seguramente la del Norte  (si tomamos a la casa de Doña Florinda, lugar habitual de presencia del Maestro, como Oriente), efectuando un movimiento similar al del saludo al Pr.·. Vig.·. (la Fuerza), y musitando un llanto sostenido por una sola letra que no encuentra respuesta, tal como en la forma de uso de la palabra Sagrada del Grado.
El Compañero, está también magníficamente resuelto en la figura de Don Ramón, aquel que ya sabe los rudimentos del oficio, y trata de hacer uso de ellos (siempre busca changas), aunque todavía de manera infructuosa, ya que siempre debe recurrir al Maestro (el profesor Jirafales) a quien le une una mezcla de sentimientos de respeto y a la vez un poco de competencia, como sucede habitualmente con la intervención maliciosa de Doña Florinda, quien genera frecuentes peleas entre ellos, recordándonos que los viejos linderos  también previenen este tipo de enojosas situaciones entre hermanos ante la presencia de la mujer.
El Maestro, quien desde una altura física y moralmente superior, con firmeza y amor guía la evolución progresiva de los que le siguen, es quien dispensa sabias enseñanzas no sólo de índole específicamente escolar -simbólica- sino también da el consejo apropiado en la casa, en el patio que no ociosamente está revestido de un pavimento blanco y negro, y es el principal encargado de velar por la Viuda -que representa a la Humanidad- incapaz de valerse por sí misma para educar a su hijo.
También se descubre aquí un esbozo de Filosofismo, con el contrapunto entre quien representa al Soberano de la Vecindad-el Sr. Barriga- quien recibe la agresión del Profano que no lo comprende (siempre que llega a la Vecindad el Chavo lo recibe con un golpe), y a la vez descubre los engaños a que recurre el Compañero -Don Ramón- para evitar cumplir con sus obligaciones (pagar la renta), inclusive recurriendo a la adulación, la ira y la mentira. El Soberano dispensa a sus subordinados la protección, el consuelo y la enseñanza elevada que ya escapa al maestro, que no casualmente está fuera de la Vecindad, marcando así la división entre los Cuerpos Simbólicos y Filosóficos de la Institución.
De esta manera, vemos representada la totalidad de los factores que integran el Simbolismo de la Órden, de una manera sencilla y clara, pero no exenta de la profundidad que los Antiguos Misterios Iniciáticos brindan a todo tipo de representación, dando la posibilidad de expandir este saber, que no dudamos en calificar de Celestial, a los niños y jóvenes de toda condición social.
Un último elemento no menor a tener en cuenta, es la revelación de la sagrada relación numérica, manifestada dos veces: el propio número del Chavo, el 8, es decir la pretensión de introducir el 1 del Profano dentro del 7 de los Iniciados, algo imposible de lograr sin desvirtuar la Unidad de la Materia.  El segundo caso es el de Doña Clotilde, quien vive justamente en el 71, o sea que intenta también aunar el Sacro 7 con el uno, tarea digna de una Bruja, como los niños candorosa (y simbólicamente) la apodan.
De todo esto se podrían escribir cientos de páginas mas, pero consideramos que con este esbozo es suficiente para producir el debate entre los QQ.·. HH.·..
Hno. Baveta Levantada