Asedio de Mons, 1572

 

Pensó el duque que la tarea más urgente, quizá para frenar el avance de posibles apoyos franceses, era recobrar Mons y envió a dos de sus hijos, don Fadrique y don Rodrigo de Toledo, junto con el maestre de campo Chiapino Vitelli. Se fortificaron en un caserón a media milla de Mons y comenzaron a tener escaramuzas con las tropas rebeldes resultando heridos tanto don Rodrigo de Toledo como don Chiapino Vitelli, este último de un arcabucazo en la pierna. <<Ese mismo día salieron algunas mujeres de Mons a espiar en nuestros cuarteles, y don Fadrique mandó les cortasen las faldas por encima de la rodilla, enviándolas a la villa de esta suerte,que es el castigo que la nación española da a las mujeres cuando se emplean en reconocer y espiar la gente de guerra>>. Este liviano castigo, la pena de muerte que se imponía por violación o agresión a mujeres -incluso durante los ataques- y el empeño que en los asaltos se ponía en recoger a las mujeres y niños y llevarlos a la iglesia poniéndoles guardia para su protección, contrastan fuertemente con la pertinaz presencia en los grabados de Franz Hogemberg de algún enajenado con un hacha -que, por cierto, no era arma común entre españoles- empeñado en descuartizar a algún crío o mujer.

A pesar de todo, el almirante y caudillo protestante Coligny mandó desde Francia más refuerzos para liberar el sitio que los españoles intentaban imponer a la ciudad. <<Sabido por don Fadrique aquel día la venida de los hugonetes, cuyo número referían todos los avisos en una misma conformidad ser diez mil infantes y dos mil caballeos, se resolvió en levantar su campo y caminar la vuelta del enemigo, con no tener más de treinta y dos banderas, que serían cuatro mil infantes y poco más de mil caballos [...] al frente de este escuadrón llevaban gastadores a Chiapin Vitelli tendido en unas andas sobre un colchón, por causa de su herida>>. La retaguardia quedaba a cargo de la caballería de don Bernardino de Mendoza para impedir los posibles ataques que les lanzasen desde la ciudad.

Al ver a la vanguardia de arcabuceros reales entablar escaramuza con sus hombres y no alcanzando a ver el escuadrón central de las tropas de don Fadrique, que marchaba por un paso estrecho en un bosque cercano, mandó el señor de Genlís cargar 4.000 hombres contra los españoles. <<Y así, salieron de la aldea en muy buena orden con las banderas tendidas y mucha resolución, gritando Francia, victoria>>. Más le hubiera valido al señor de Genlís intentar la entrada en Mons para socorrer a los sitiados, que era para lo que allí se hallaba. La derrota de los soldados del señor de Genlís no fue mayor sólo porque la oscuridad de la noche dificultó a los españoles coninuar con la degollina de los soldados franceses. Murieron en la batalla cerca de 1.000 franceses y quedaron prisioneros otros 600, sesenta nobles y el señor de Genlís entre ellos. Algunos de los nobles fueron ahorcados, siendo el resto encerrados en las fortalezas junto con los soldados. Aquellos que lograron escapar del escenario de la lucha fueron degollados o hechos prisioneros por los campesinos de la tierra, que llegaron a capturar a más de 4.000 en los días siguientes. El honor de llevar la nueva de la batalla a Felipe II recayó por el valor demostrado en la contienda en el capitán Francisco de Bobadilla, hijo del conde Puñonrostro.

El duque de Alba pudo, por fín, trasladarse a Mons para dirigir en persona el ejército, asentando sus reales frente a la ciudad a primeros de septiembre de 1572. Reaccionó con ello el príncipe de Orange, que se hallaba en la frontera con Alemania, y resolvió ir al socorro de los que se habían hecho fuertes en Mons cruzando el Rin y el Mosa con 11.000 infantes alemanes y 6.000 caballos. Intentaron tomar el pequeño castillo de la villa de Weert que se les resistió pese a que el capitán Zayas, a su cargo, contaba sólo con una treintena de hombres para su defensa, <<en que pelearon las mujeres de los soldados del castillo con la osadía que lo hacían sus maridos>>. La heroica resistencia de los españoles de Weert restrasó en más de un mes la marcha del de Orange, dando así tiempo a que se cerrase finalmente el cerco impuesto a Mons por los hombres del duque de Alba.


Junta y organización del ejército de Orange en Ruremonde. Grabado de Franz Hogemberg.


Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, apodado "El Taciturno"

Dada la fuerza del ejército del de Orange se veían obligadas las ciudades a abrirle las puertas a su paso aunque alguna, como Lovaina, evitó la entrada de las tropas de Orange en la ciudad a cambio de víveres. En el trayecto tomó las villas de Diest, Terramunda, Ooudenarden, Tilemont y Malinas. A su paso fue el de Orange arrasando templos y ensangrentando la tierra, ensañándose con los católicos, a lo que los ejércitos leales comenzaron a responder. De esta forma, por la crueldad innecesaria de Guillermo de Orange contra los católicos, se vio envuelta la generalidad de la población en esta guerra. La contienda abarcaba las costas, hostigadas por Lamey; la frontera con Alemania, atacada por Berghes; la frontera con Francia por Luis de Nassau y el interior del país por Guillermo el Taciturno. Llegó el príncipe de Orange a las cercanías del campamento de los tercios españoles el mediodía del 9 de septiembre. Durante el resto del día se limitaron ambos campamentos a intercambiar contundentes cañonazos.

Al día siguiente comezó el ataque del de Orange contra un ala del ejército real. Fue rechazado por los arcabuceros españoles, entre los que se hallaban el mismo don Fadrique, el duque de Alba y el de Medinaceli <<tan adelante, que cualquiera, viéndolos en lugar tan peligroso, hiciera con más razón juicio del ser soldados muy arriesgados que no generales>>. No quiso el duque continuar tras ellos por no desguarnecer el sitio sobre Mons que era la empresa que perseguía. Días más tarde, en una encamisada, varios cientos de españoles penetraron en el campamento enemigo causándoles 300 muertos. Sesenta de los nuestros cayeron por no obedecer la orden de retirada y cebarse en el combate.

Una noche se recibió en el campamento español la noticia de la famosa matanza de hugonetes en Francia, a noche de San Bartolomé. [...] Lo celebraron los españoles pues había muerto algunos de sus más destacados enemigos, como Coligny, que había mandadoo las tropas de refuerzo a las que derrotó don Fadrique. Con las ruidosas celebraciones y festejos de los soldados del de Alba se extendió la noticia al campamento de Guillermo de Nassau que, viendo que no recibirían más tropas de apoyo, decidió retirarse a Malinas, abandonando a su hermano Luis, sitiado en Mons, a su suerte.


Matanza de hugonetes en la noche de San Bartolomé, 1572. Grabado de Franz Hogemberg.

En su huida le persiguieron 800 españoles de a caballo que, atacando en la noche, le causaron más de 400 bajas y le hubieran capturado a él mismo de no ser por el oportuno aviso de una perrilla con la que dormía. El 23 de septiembre la ciudad de Mons fue entregada. Sabedor de que no recibiría más refuerzos, Luis de Nassau capituló y se volvió a las posesiones de su familia Dillemburg, abandonando Flandes.

Se recobraron después con rapidez Ooudenarden, Terramunda y Tilemont, poniéndose las tropas del de Alba sobre Malinas, donde se hallaba el de Orange con su ejército, que al saberlo decidió abandonar la ciudad y Flandes. Durante su retirada le fue hostigando don Juan de Mendoza, que tomó la ciudad de Diest, donde el ejército rebelde pretendió hacerse fuerte.

 


Juan Giménez Martín. Los Tercios de Flandes. Ediciones Falcata Ibérica.

 

Enrique de la Vega. Sucesos militares durante los reinados de los Reyes Católicos hasta Isabel II

 

 

  

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