Los
continuos cambios que vivimos demandan gran flexibilidad a las
organizaciones; las personas han de estar dispuestas a asumir
diferentes funciones y responsabilidades, trabajando en equipo y
generando siempre un elevado rendimiento. Puede decirse, por otra
parte, que la denominada sociedad de la información es, a la vez, la
sociedad de la comunicación, la sociedad del conocimiento y, por todo ello, la
sociedad del aprendizaje. El aprendizaje permanente de todos
nosotros, de manera individual y colectiva, constituye un reto que hemos
de encarar con decisión en el siglo XXI: hemos de hacerlo con los
medios más adecuados. Y ya sabemos que al hablar de aprendizaje nos
referimos tanto a conocimientos, como a otras competencias
cognitivas y emocionales, incluidos valores, actitudes, creencias y
conductas. Hemos de adaptar nuestro perfil a los nuevos tiempos,
desde una posición autocrítica y una disposición permanente al
aprendizaje.
Como
se sabe, los cambios vienen en buena medida impulsados por el rápido
avance de las tecnologías de la información y la comunicación. El
avance es tan rápido que nos abre un reto de aprovechamiento: hemos
de poner, con mayor acierto, la tecnología al mejor servicio de la
sociedad y, por lo tanto, de las organizaciones. Concretamente,
hemos de aprovechar estas tecnologías para facilitar el aprendizaje.
Tenemos que adquirir nuevas competencias, y debemos hacerlo mediante
nuevos métodos, más flexibles y eficientes. Ha de insistirse en
ello: hemos de acertar, tanto al definir esas competencias a
desarrollar, como al elegir los métodos más eficientes para
conseguirlo.
Pero
debemos hacer hincapié en algo: hemos de atender a que nuestro
aprendizaje individual contribuya al desarrollo del colectivo.
Postulados tan sólidos como los relacionados con la gestión del
conocimento, la orientación al cliente, la gestión del talento y, en
suma, con los conceptos de inteligencia y salud de las
organizaciones, vienen a subrayar el objetivo de adquirir los
conocimientos necesarios y hacerlos fluir dentro de las empresas en
beneficio de los resultados. Conocimientos y habilidades, en suma,
que añadan valor a la organización, en el corto, medio y largo
plazo.
Aprendizaje
continuo autoconducido
Se
dice —y estamos convencidos de ello— que ya en este nuevo siglo
asistiremos, dentro de las empresas, a un espectacular crecimiento
del aprendizaje continuo autoconducido servido o no por ordenador
(atención: autoconducido sí, pero no aislado). Es una de las
consecuencias, tanto de la descentralización en la toma de
decisiones (el empowerment), como de la
necesidad de incorporar nuevas competencias a nuestros perfiles
profesionales. Aquí ya se ve que necesitamos una buena dosis de
autocrítica y de receptividad al feedback: no tenemos que creernos
enseguida todo lo que nos digan sobre nosotros mismos, pero sí hemos
de reflexionar sobre ello y seguir el mandato délfico —“Conócete a
ti mismo”—, en que tanto insistió Sócrates. Y cuando conozcamos bien
nuestros defectos y excesos profesionales, habremos de intentar
neutralizarlos. “La conquista de uno mismo es la mayor victoria”,
decía ya Platón.
Entre las soluciones metodológicas que, sin menoscabo de
otras, nos trae el avance técnico, se encuentran los sistemas
interactivos usuario-ordenador, en que el programa funciona a modo
de coach o profesor
particular. El avance en la capacidad de las redes impulsará el
aprendizaje multimedia on
line, combinado a
menudo con plataformas de campus virtual incorporadas
por las empresas a sus intranets. El campus virtual, que
aprovecha la tecnología Internet para recrear el marco de relaciones
de la formación en presencia, es, en cualquier caso, una herramienta
de reconocida eficacia que están incorporando las empresas de alta
tecnología, conscientes de
que el desarrollo de sus personas —una a una— no
puede producirse aisladamente. No se trata de practicar el
aprendizaje en solitario; se trata más bien de aprender en solidario: en comunicación
con los demás, a través de foros ad hoc incorporados a las
redes de comunicación corporativas. El desarrollo de nuestras
competencias ha de alinearse con las necesidades de la organización
y ponerse a su servicio.
El
mercado del “e-learning”
El mercado
de la formación servida por ordenador sigue apuntando sobre todo al
mundo empresarial, aunque lo hace también al resto de segmentos de
la enseñanza, y especialmente a universidades. De hecho y por
ejemplo, la idea de universidad corporativa —modelo de formación
continua adoptado ya por numerosas grandes organizaciones como
Disney, Motorola o Alcatel—
constituye un impulso a la innovación y la eficiencia en los
métodos de aprendizaje y desarrollo profesional. Precisamente, a la
hora de contemplar el mercado de la formación multimedia dentro del
segmento de las empresas, se viene distinguiendo entre tres grupos
principales: grandes organizaciones con sedes dispersas, tanto
dentro de su país como en otros países; empresas de cierta
dimensión, pero de actividad geográficamente concentrada; y
finalmente pequeñas empresas, cuyas necesidades de formación se
canalizan en ocasiones a través de asociaciones.
Aunque
la tecnología multimedia ofrece soluciones específicas para cada
segmento citado, no hay duda de que el primer grupo —grandes
organizaciones típicamente dotadas de intranets— demanda soluciones
muy a su medida, concebidas sistémicamente y dotadas de
flexibilidad, versatilidad y eficiencia. Soluciones acordes con su
cultura corporativa, con su política de recursos humanos, con su
estadio tecnológico y con el funcionamiento de la organización. Sin
duda el perfil profesional de cada uno de nosotros es siempre
perfectible, pero cada persona ha de desarrollar su potencial con la
debida orientación a resultados. La solución de desarrollo de
recursos humanos desplegada en cada empresa ha de ser holística y
sinérgica, en armonía con el entorno en que se aplica y, en
definitiva, ha de ser eficiente. En FYCSA hemos venido ofreciendo
soluciones (contenidos y continentes formativos) a
empresas de todos los grupos citados, pero ya nacimos con vocación
de abordar grandes proyectos de formación, sustentados en las
entonces emergentes learning
technologies.
Podría
decirse que el mercado del aprendizaje on line es todavía
actualmente bastante complejo: por el lado de los clientes, porque
sus necesidades y expectativas son lógicamente muy específicas, en
función de diversas variables, tales como actividad, estilo de
dirección, tamaño, dispersión geográfica, estadio tecnológico, etc.;
y por el lado de los fabricantes de soluciones, porque no siempre
tenemos respuestas globales o integrales, ni generamos suficientes
sinergias o alianzas entre nosotros. Desde luego, asistimos a una
bien definida evolución de la demanda en materia de aprendizaje
continuo en las empresas, y sabemos que, además de los contenidos
tradicionales, también aspectos como la creatividad, el pensamiento
conceptual, la autoconfianza, la empatía, el espíritu de equipo o,
por ejemplo, la orientación al cliente, constituyen competencias
desarrollables por los métodos que propugnamos.
Aprender
con el ordenador
Sin
que pueda hablarse ya de falta de cultura cibernética o de falta de voluntad, detrás de
todo esto está nuestra capacidad de aprender mediante esfuerzo
personal que incluye diálogos ad hoc usuario-ordenador,
utilizando sistemas multimedia muy diversos (textos, gráficos,
audio, vídeo) y manteniendo además periódicos contactos, sincrónicos
o asincrónicos, con el tutor y con otros alumnos. Los sistemas de
aprendizaje autoconducido servido por ordenador pueden ser
extraordinariamente atractivos, ágiles, versátiles, eficaces y
rentables, aunque también pueden no serlo: depende de lo acertado de
su concepción y materialización. Las empresas cuentan con la
motivación intrínseca de sus profesionales al aprendizaje continuo,
pero si los programas multimedia disponibles no resultaran
satisfactorios, los individuos optarían por otro método de
aprendizaje. Los buenos creadores de cursos on line están bien
familiarizados con las actitudes y reacciones de los alumnos, y
dirigen los guiones no sólo a la memoria o raciocinio de los
usuarios, sino también a sus sentimientos o emociones, para mantener
su atención e interés.
Hoy
día, la denominada psicología del aprendizaje multimedia recoge
experiencias muy contrastadas. La magia del buen profesor no
puede ser sustituida por alardes técnicos: éstos deben ponerse al
servicio de la eficiencia didáctica para asegurar el aprendizaje y
la fidelización del usuario. En su diálogo con el ordenador, el
alumno es sensible no sólo a las ideas que intercambia y al lenguaje
que se utiliza, lo es también al cromatismo empleado, a la semiótica propia de la
pantalla (símbolos, gestos, etc.), a la conjunción o sinergia de los
media, al reto de
aprendizaje que percibe...
El
alumno agradece en el ordenador un feedback bien formulado,
alguna medida de stroking
o refuerzo emocional, una cierta empatía y hasta algún punto de
complicidad; en definitiva ha de producirse una inteligencia mutua
entre alumno y ordenador. El alumno debe aprender de manera
eficiente y debe sentirse satisfecho mientras lo hace: uno de los
propósitos, ocultos o no, de estos sistemas es que el alumno tome
conciencia de sus progresos y disfrute del aprendizaje on line. El consiguiente
efecto energizante servirá tanto para continuar aprendiendo, como
para la inmediata aplicación práctica de las nuevas competencias de
dimensión técnica, funcional o emocional. El método conseguirá
fidelizar a muchos usuarios, si no se frustran las expectativas de
calidad y eficiencia didáctica; pero no sólo cabe esperar que
resulte atractivo para los usuarios: las empresas han de ver en esta
especie de aprendizaje electrónico multimedia (e-learning) una solución
eficiente y rentable para el continuo desarrollo de sus recursos
humanos.
La empresa y la
formación
Sabemos
bien que los esfuerzos en materia de aprendizaje sólo resultan
plenamente fructíferos cuando el individuo siente el deseo y la
necesidad de aprender y, en consecuencia, mejorar su perfil
profesional y personal. Este puede ser un sentimiento intrínseco de
los trabajadores, pero las organizaciones han de propiciarlo y
promoverlo. La permanente actitud de aprendizaje es un valor a
cultivar en las empresas, y no basta con predicarlo: los
trabajadores han de percibir que sus esfuerzos de desarrollo son
reconocidos y celebrados; que sus aptitudes y madurez contribuyen al
capital de conocimientos e inteligencia de la
organización.
Convenido
lo anterior, a las empresas corresponde facilitar medios y orientar
esfuerzos. La formación, como cualquier otra inversión en la
empresa, y aun contando con las ayudas ofrecidas, debe someterse a
reglas de eficiencia y rentabilidad; pero no será difícil
respetarlas si se acierta con los procedimientos y contenidos
formativos y se consideran en toda su dimensión los beneficios que
la formación reporta. Lo que podía considerarse una especie de
medicina correctiva o preventiva para la salud de las empresas,
puede verse hoy también como un alimento vital —imprescindible— en
la consecución del éxito y la búsqueda de la excelencia
empresarial.
Podemos
dar fe de que son ya muchas grandes empresas las que han orquestado
on line (en red) las
soluciones de aprendizaje y desarrollo permanente de sus colectivos
estratégicos, a veces como complemento y a veces como alternativa a
las soluciones presenciales tradicionales. Estamos convencidos de
que el aprendizaje on
line se abre camino paralelamente a la expansión de las
intranets, y de que por este
camino se llega a la deseada eficiencia de los esfuerzos de
aprendizaje permanente.
Conclusión
Todos
hemos, en suma, de practicar
el aprendizaje permanente y hemos de hacer siguiendo los
métodos más eficientes: es aquí donde el e-learning se muestra
idóneo; pero es igualmente necesario el aprendizaje colectivo, de
modo que las organizaciones desarrollen sus capacidades
sinérgicamente y encaren el futuro con las mejores expectativas. Los
obstáculos correspondientes a estos propósitos parecen hallarse más
en lo cultural que en lo tecnológico.
Pero
nos parece que el mayor
desafío está en acertar con las competencias a desarrollar; o sea,
en conocer bien nuestras necesidades y aplicar las soluciones más
efectivas. El siglo XXI abrirá paso a las empresas flexibles,
eficientes, innovadoras, inteligentes y ambiciosas.
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