Las tasas de mortalidad
empresarial son altas, incluso mayores que las de los seres humanos.
La mortalidad infantil de las empresas es aún mayor. Muchas empresas
desaparecen por no implantar normas de sucesión, son muy
dependientes de ciertas personas. Son como pequeños pozas de agua
que se evaporan. Las empresas que duran añaden gotas de agua
continuamente de forma que la poza se convierte en un arroyo y luego
en un río. Un río forma parte del paisaje aunque las gotas de
agua que le componen son diferentes en el tiempo. Sin embargo,
también desaparecen empresas longevas, o se debilitan tanto que son
blanco de los depredadores. Pocas renuncian a la vida
voluntariamente; son raros los suicidios
empresariales.
¿Cuáles son las causas de los
fallecimientos? En algunos sectores la respuesta es clara: las
empresas mueren porque cambia el entorno. Pero el entorno cambia
para todas. Desde hace pocas décadas es más turbulento,
impredecible, global; hace años fue inflacionario, en la actualidad,
en todo el mundo planea la deflación. Cuando el “know-how” de una
empresa, su gama de productos, sus relaciones laborales, están en
armonía con el entorno, la tarea de la dirección se convierte en la
asignación de recursos. Los recursos humanos y financieros se
asignarán a aquellas partes de la organización mejor colocadas para
sacar provecho de un entorno convergente y en
armonía.
La otra cara de la moneda es
que cuando el entorno diverge, es poco armónico, las políticas de
crecimiento deben ser sustituidas por políticas de supervivencia.
Con frecuencia fracasa el cambio de una a otra. En la euforia de la
expansión no se perciben los cambios del entorno o se ven como lo
que no son. Además, en el periodo de bonanza la sub-estructura de la
compañía que se benefició más de la situación se ha hecho más
poderosa e independiente. Las empresas continúan demasiado tiempo
las políticas que durante tiempo produjeron buenos resultados y sin
darse cuenta entran en crisis ¿Por qué? ¿Por qué las compañías no
perciben los signos de cambio? Pregunta intrigante para la que es
importante encontrar una respuesta. Los psicólogos la contestan
diciendo que la naturaleza humana se resiste ante el cambio, lo que,
en principio, es bueno para no acometer el cambio por el cambio. Sin
embargo, cuando el cambio es una exigencia de la supervivencia, hay
que superar la resistencia y la única forma para hacerlo es
dolorosa. El equivalente empresarial del dolor es la crisis que dura
lo suficiente para que la mayoría de los miembros de la organización
la sientan y se convenzan de que hay que hacer algo para resolverla.
En situaciones de crisis, cuanto más profundas sean, más se carece
de tiempo y de opciones. La gestión de la crisis es una forma de
resolverla, pero es peligrosa. Esta explicación no proporciona
muchas esperanzas de mejora, compara la empresa con una tragedia
griega. Y sin embargo existe una gran abanico de mejora. Es posible
gestionar el cambio interno previéndole que esperar a la crisis a
condición de ser capaz de ver a tiempo los cambios del entorno. Las
empresas longevas muestran que es posible ver las señales de cambio
antes que la mayoría. ¿Por qué, entonces, muchas no ven lo que pasa
a su alrededor?
Chris Argyris da dos
explicaciones :
"Nadie puede ver lo que la
mente no ha experimentado anteriormente; nadie verá lo que evoca
emociones desagradables." Cuenta
Argyris que a principios de siglo un grupo de exploradores
británicos llegaron a un valle aislado en Malaisia. Allí
descubrieron una pequeña tribu que estaba literalmente en la Edad de
Piedra. No habían inventado la rueda. Los exploradores entraron en
contacto con el jefe de la tribu que era un hombre muy inteligente y
profundo conocedor de su mundo. Decidieron realizar el experimento
de llevar al jefe a Singapur, que a comienzos de siglo era ya una
sociedad bastante sofisticada, tecnológica y económicamente. Durante
veinticuatro horas pasearon al jefe por este mundo sofisticado
sometiéndole a miles de señales de cambio potencial para su propia
sociedad, y luego le
devolvieron a su valle. Con asombro, los británicos descubrieron que
este hombre inteligente sólo había visto algo interesante para su
propio mundo: un hombre llevando más cantidad de plátanos que los
que el jefe había visto
nunca juntos. En el mundo de la tribu los hombres los llevaban a
hombros y en Singapur había visto a un vendedor con una carreta
llena de la fruta..Había desdeñado todas las otras señales: la mente
no puede ver lo que no ha experimentado anteriormente. No puede ser
ésta la única explicación de por qué las empresas no ven los signos
de cambio del entorno.
Otra explicación, más
reciente, -sigue Argyris- la da el neuro-biólogo sueco David Ingvar
en un artículo titulado “La memoria del futuro” en el que cuenta los
resultados de su investigación acerca de la forma en que el cerebro
humano maneja el futuro. Parece que una parte del cerebro está
ocupado continuamente haciendo planes y programas para el futuro.
Estos planes están organizados de manera secuencial, es decir, son
vías temporales hacia el futuro. Cuanto más sano, más vías
temporales desarrolla el cerebro bajo condiciones tanto favorables
como desfavorables. Y, lo que es aún más sorprendente, el cerebro
también almacena las vías alternativas. Puede ser una contradicción
en sus términos pero tenemos una memoria del futuro además de la del
pasado. Ingvar plantea la hipótesis de que esta memoria del futuro
tiene varias funciones. Obviamente ayuda a decidir cuando llega el
momento pero su papel fundamental es filtrar la información
irrelevante. Al cerebro llega demasiada información por medio de los
órganos sensoriales y mucha de ella debe ser ignorada para que
nuestro órgano funcione adecuadamente. Sin embargo, si se produce
una correspondencia entre la información entrante y una de las vías
temporales alternativas almacenadas, no ignoramos el dato,
percibimos su significado. El mensaje de este investigador es claro:
sólo percibiremos aquellas señales provenientes del mundo exterior
que sean relevantes para alguna opción de futuro que hayamos
desarrollado. En muchas empresas sólo se desarrolla una vía, un proyecto, el plan operativo
o la estrategia, y sólo abarcan un futuro más bien próximo. Argyris
llama a este fenómeno la “mente empresarial de vía
única”, lo que significa ver poco pues sólo se ha pensado una opción de futuro.
Finalizando el párrafo
anterior hemos introducido el vocablo “proyecto”. Ingvar no es el
único que investiga y analiza la “memoria del futuro”, los
proyectos. En nuestro país José Antonio Marina( 1993) ha
desarrollado magistralmente el concepto del proyecto como fundamento
de la inteligencia creativa. Le define como “una irrealidad pensada
a la que entrego el control de mi conducta”. Añade Marina que como
todos los seres vivos el hombre está lanzado hacia el futuro,
llevado hacia él por el dinamismo de la vida. Dice que los proyectos
creativos u originales-lo que en términos empresariales conocemos
como innovativos -son los que alejan al sujeto de su zona de
desarrollo previsible. El primer componente del proyecto es la meta,
el objetivo anticipado por el sujeto, como fin a realizar. Salvo en
casos muy sencillos en que el objetivo está diseñado con precisión,
los proyectos contienen sólo un patrón vacío de búsqueda. Recordemos
que Marina se refiere a la inteligencia creativa, inteligencia
transformadora.
La inteligencia transformadora
es un proceso de aprendizaje que examina y evoluciona desde los
supuestos actuales bajo los que opera la organización y desarrolla
nuevas prácticas organizativas basadas en supuestos nuevos.
Es
importante distinguir entre conocimiento y práctica. Generalmente el
conocimiento se puede articular. Entiendo como práctica las
habilidades tácitas que generalmente no pueden articularse. Es la
diferencia entre la teoría de cómo andar en bicicleta y el saber
corporal de cómo hacerlo.
Para
hacer realidad la inteligencia transformadora tenemos que tener más
que conocimiento y comprensiones nuevos. El nuevo conocimiento debe
incrustarse en las prácticas tácitas organizativas que se convierten
en rutinas.
La
actuación adaptativa difiere de la inteligencia
transformadora en que la primera intenta mejorar el conjunto de
supuestos actuales pero sin examinarlos ni ponerlos en cuestión. Es
decir, mejora y perfecciona las prácticas basadas en los supuestos
antiguos pero los sigue aceptando como la forma correcta de pensar
acerca de los asuntos de la empresa.
Empezamos
por la pregunta de por qué organización tras organización primero
asume ideas revolucionarias, como dar poder y responsabilidad a los
empleados, calidad total, liderazgo con visión de futuro, trabajar
en red, reingeniería, tecnología de la información y tantas otras
que prescriben académicos y consultores como medios para llegar al
futuro; a continuación lanzan programas de choque para ponerlos en
práctica; y después de algún tiempo llegan a la conclusión de que
las ideas no funcionan.
¿Por qué
tiene que resurgir cada cierto tiempo la idea de dar poder y
responsabilidad a los empleados, de involucrarles en los cambios que
les afectarán- conceptos que se conocen desde hace décadas- con
etiquetas nuevas y aún así prenden en pocas empresas? O, aún peor,
¿por qué muchas empresas declaran que otorgan responsabilidad y
poder verdaderos a sus empleados y la práctica de cada día demuestra
que casi no cambian?
¿Por qué
muchas organizaciones dejan de lado la teoría Y de Mc. Gregor, el
supuesto de que los individuos son capaces y están dispuestos a
contribuir a sus organizaciones, una idea que defendió en su clásico
“The Human Side of Enterprise”( 1960) porque piensan que los empleados
son básicamente vagos y que por ello deben ser motivados y
controlados por los directivos, según la teoria X?
Básicamente , por dos razones:
Primera. Hasta ahora ha funcionado el
modelo más conservador y cínico de la naturaleza y humana y de las
organizaciones, que muchos llaman el modelo de “mando y control”.
Las empresas han sido capaces de funcionar eficazmente con esas
percepciones cínicas de la naturaleza humana y han crecido bajo el
supuesto de que el jerárquico es un mecanismo de control y
coordinación necesario y suficiente. La razón es que las empresas
han sido capaces de funcionar bajo dichos supuestos en un entorno
razonablemente predecible y estable, en mercados definidos que
cambiaban despacio, con tecnologías que evolucionaban lentamente; y
en entornos
político-económicos que hacían posible el éxito aún con
niveles relativamente bajos de eficacia y efectividad.
Pero sabemos que en la
actualidad los entornos cambian a ritmos muy rápidos, al igual que
las tecnologías y los mercados, y la globalización exige competir
con empresas que son mucho más productivas y eficaces. La necesidad
de cambiar, de transformación de las empresas es hoy mucho mayor que
hace diez, veinte o treinta años. Sin embargo, cuando observamos los
resultados de los intentos de transformaciones, encontramos pocas
organizaciones que consiguen gestionar bien dichos cambios. Tenemos
que concluir que tienen que existir razones que expliquen esta
lentitud en aprender generativamente.
La segunda causa radica en las
culturas de las empresas e incluso en las culturas nacionales en las
que están inmersas las culturas de las organizaciones. Y es que las
culturas evolucionan muy lentamente y ,salvo que se produzcan
cataclismos o destrucciones masivas y el nacimiento de
organizaciones nuevas, escasean los cambios culturales
fundamentales. Por supuesto, nos referimos a cambios culturales
reales, no a los programas ocasionales, de paños calientes que se
denominan a si mimos como de “creación de nueva cultura”.
Cuando se examinan con
detalle, estos últimos no son más que son adaptaciones menores
dentro de una cultura dada o si los cambios que se desea implantar
ponen en cuestión los supuestos básicos de la organización, se
encuentran con la resistencia, subversión o incomprensión. En otras
palabras, la segunda razón que explica por qué las transformaciones
organizativas son tan escasas es que requieren que renunciemos a
algunos supuestos culturales profundos y que rehagamos la empresa
sobre supuestos nuevos. Y ese tipo de desaprendizaje y posterior
aprendizaje es necesariamente doloroso y lento.
Según Schein son
insuficientes las explicaciones del tipo “resistencia al cambio”,
”la naturaleza humana es así( aunque en parte es así como muestra el
Profesor Nigel Nicholson en un artículo reciente y que se comenta en otro lugar
de este libro) . Schein dice
que en toda empresa existen al menos tres sub-culturas, dos de las
cuales tienen sus raíces fuera de la organización y por lo tanto
están más atrincheradas en sus particulares conjuntos de supuestos.
Toda organización desarrolla una cultura interna basada en sus
éxitos operativos y ésta sería la “cultura operativa”. Pero todas
las organizaciones tienen también en su interior funciones de diseños, y tecnócratas
que informan su tecnologías básicas ; sería la “cultura de
ingeniería”.Finalmente, toda empresa tiene su primer o equipo de
primeros ejecutivos que forman parte de la “cultura ejecutiva”.
Estas tres culturas a menudo no están coordinadas y es la falta de
coordinación lo que origina el fracaso del aprendizaje de la
organización. Esto plantea la cuestión de si , en lugar de hablar de
aprendizaje de toda la organización, habría que centrarse en el
aprendizaje de quienes asumen las culturas de ingeniería y
ejecutiva.
Porque a sus componentes les
corresponde el papel fundamental de innovar e inventar formas y
procesos nuevos. Veamos algunos ejemplos.
Ejemplo
1.- En una empresa de diseño y ejecución
de sistemas informáticos, el equipo de desarrollo de nuevos
productos, integrado por cuatro ingenieros de telecomunicaciones,
trabajó con el consultor para desarrollar su capacidad de
aprendizaje utilizando las técnicas que se describen en este libro.
El trabajo obtuvo resultados positivos: aumentó el nivel de
confianza entre los miembros del equipo y como consecuencia también
la comunicación interna. Uno de los resultados fue la mejora de los
procesos de investigación y desarrollo, que anteriormente eran mucho
más individuales, con lo que se producían solapamientos y
“redescubrimientos de la rueda”; claro que la cultura y el sistema
de incentivos en la empresa favorecía este enfoque individualista y
no estimulaba el grupal. Pero la dirección de la empresa, creyó que
estaba perdiendo el control sobre el grupo ,porque era éste quien
marcaba el calendario y la agenda. Aunque los resultados mejoraron
notablemente, la dirección no asumió la ansiedad de “pérdida de
control” y, poco a poco, fue deshaciendo el
equipo.
Ejemplo
2.- Una empresa de venta de
productos de alimentación al por mayor decidió simplificar los
sistemas y la gestión de documentos, incluyendo la recepción y
emisión de facturas por medio de un intra-net conectado con sus
proveedores y clientes. Se encargó al consultor el aspecto
humano-organizativo del cambio hacia la oficina sin papeles,
trabajando en equipo con la empresa diseñadora de la tecnología de
la información. El cambio suponía ,por una parte, una reducción de
plantilla en las oficinas centrales, situadas en un lugar de Madrid
de fácil acceso , muy cómodas y con jornada laboral contínua, La
dirección de la empresa decidió que ,consultor y empresa de
informática, dirigirían los programas de formación de todo el
personal afectado por el cambio y que , una vez implantado el
sistema, la dirección decidiría las personas que debían o abandonar
la empresa o ser reasignadas al control de inventarios y de
almacenes que estaban localizados en las afueras de Madrid. Las
condiciones y horarios de trabajo eran menos satisfactorios que los
de la oficina central, aunque se ofrecería un plus salarial. Nadie
sería despedido. El proceso de formación fracasó estrepitosamente
porque literalmente “nadie quería aprender”: ansiedad de cambio, de
desinformación, de miedo a perder algo sin saber qué se ganaría a
cambio.
Ejemplo 3.- Una
fábrica de productos químicos, aditivos para el sector de la
construcción, aislantes, impermeabilizantes y también para limpieza
y mantenimiento de talleres y empresas del sector metalúrgico. El
fundador y primer ejecutivo de la compañía es una persona con una
clara visión y orientación comercial: “Mi empresa suministrará
cualquier tipo de producto químico que le pidan empresas de
construcción y de transformaciones metálicas”. La empresa tiene un
proceso de crecimiento espectacular y a los tres años de creada su
cifra de facturación es de varios miles de millones de pesetas. El
director general llama al consultor porque “la empresa se le va de
las manos”.La cultura de la empresa, a imagen y semejanza de la de
su fundador había descuidado los aspectos administrativos y de
control de inventarios y la tarea del consultor consistió en
trabajar con un programa de “coaching” del primer ejecutivo para que
fuera consciente de cómo su estilo y su cultura impregnaban la de
toda la organización y que era necesario buscar contrapesos y
controles sin que afectaran a la dinámica comercial de la empresa.
De nuevo ansiedad transmitida a la organización.
¿Cómo puede producirse el
aprendizaje ?¿Cuáles son las condiciones necesarias y suficientes
para des-aprender y re-aprender?. Para comprenderlo, necesitamos
examinar algunas de las dinámicas psicológicas de la ansiedad.
Cuando nuestros modelos antiguos dejan de funcionar experimentamos
una des- confirmación o falta de confirmación. Entramos en un estado
de ansiedad que podemos denominar la ansiedad de supervivencia. A menos que
cambiemos no llegaremos a nuestros objetivos, alcanzaremos nuestros
ideales y, en casos extremos, no sobreviviremos.
Sin embargo, también nos
produce ansiedad la perspectiva de renunciar a algunos de nuestros
supuestos y prácticas tácitas. La llamamos la ansiedad del aprendizaje.
Si me permito convertirme en
un aprendiz me convertiré en incompetente e incluso puedo llegar a
perder mi identidad. Cuanta mayor sea la ansiedad que experimento,
más negaré,
defensivamente, los datos des-confirmadores y me aferraré a mis
sistemas conocidos. Denominamos a este proceso como resistencia al
cambio y es natural y esperado. En consecuencia, si somos lógicos,
concluiremos que para que se produzca el cambio es necesario que la
ansiedad de supervivencia supere a la de aprendizaje. El enfoque
normal para que ocurra es escalar la ansiedad de supervivencia a
niveles tan altos que los aprendices potenciales se paralizan
defensivamente aún más, deniegan o racionalizan para descartarlos
los datos des- confirmadores, o simulan que aprenden para quitarse
la presión de los directivos.
Un método para poner en marcha
el proceso de aprendizaje, alternativo y mejor es darse cuenta de
que si reducimos la ansiedad
de aprendizaje, ésta será inferior a la de supervivencia. Edgar Schein
llama a este proceso la creación de una seguridad psicológica,
conseguir que el aprendiz sienta que es posible aprender sin la
pérdida de su yo. El problema es que a menudo es muy difícil crear
la suficiente seguridad psicológica para superar la ansiedad del
aprendizaje, sobre todo cuando, simultanemente, se exigen aumentos
de productividad. Está ausente cuando las organizaciones están en
procesos de reducción de personal o de reorganización hacia
estructuras más “magras” y ágiles. Para sentirnos psicológicamente
seguros necesitamos tiempo y espacio para reflexionar para que los
datos de des-confirmación se asienten en nuestro consciente,
necesitamos entrenamiento para aprender a aprender, consejeros que
nos apoyen , campos para
practicar y visiones del futuro positivas.
Según Schein todas las
formas de aprendizaje y de cambio se inician con algún tipo de
insatisfacción o frustración generadas por datos que
des-confirman nuestras expectativas y esperanzas. Bien sea
adaptarse a nuevas circunstancias del entorno que frustran la
satisfacción de alguna necesidad o si nos referimos al aprendizaje generativo y
creativo al que se refiere Peter Senge, un pre-requisito es el
desequilibrio basado en una información des-confirmadora. La
des-confirmación funciona como una fuerza impulsora en una situación
de equilibrio cuasi-estacionario. Sin embargo esta información es
insuficiente, porque podemos ignorarla, rechazarla por irrelevante,
culpar a los demás o a la mala suerte el acontecimiento indeseado o,
lo que es más frecuente, negar su validez. Para estar motivado por
el cambio tenemos que aceptar la información y conectarla con algo
que nos importa. La des-confirmación provocará lo que hemos llamado
la ansiedad de supervivencia o el sentimiento de que si no cambiamos
no obtendremos lo que necesitamos o no alcanzaremos los objetivos o
ideales que nos hemos propuesto (“culpabilidad de
supervivencia”)
Para sentir la ansiedad de
supervivencia o culpabilidad tenemos que aceptar como válidos y
relevantes los datos des-confirmadores. Ya nos hemos referido
anteriormente a la “ansiedad de aprendizaje”. Puede ser más deseable
adaptarse y no llegar a nuestros objetivos que correr riesgos. La
ansiedad de aprendizaje es la fuerza de contención más importante y
que se incrementa proporcionalmente al aumento de la
des-confirmación y que conduce al mantenimiento del equilibrio
evitando defensivamente dicha des-confirmación.
Por lo tanto, el consultor
debe contribuir a generar un nivel suficiente de seguridad
psicológica y ahí radica una de sus habilidades, mezcla de técnica y
de arte. Por ejemplo trabajando en grupos , creando grupos paralelos
que proporcionan un cierto distanciamiento del trabajo de cada día,
facilitando “campos de prácticas” en los que más que temerlos se
asumen los errores, dividiendo los procesos de aprendizaje en partes
más manejables, facilitando procesos de “coaching” a ejecutivos y
directivos
Lewin demostró que no basta la
motivación y que se necesita redefinir los procesos
cognitivos.
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