AMÁLIA: ALMA DE PORTUGAL
El miércoles
6 de octubre del año recién pasado, Portugal y el mundo de la música
popular se vistieron de luto: falleció la más grande cantante portuguesa
de todos los tiempos.
Con una dilatada carrera artística de casi 60 años de éxitos,
Amália Rodrigues logró que a través de su voz fuese la propia
imagen de Portugal la que surgiera a la hora de escuchar sus canciones, leer sus
versos, contemplar su filmografía. Consagrada como cantante internacional
a partir de la inolvidable interpretación de "Barco Negro" en un
filme francés, Amália Rodrigues reconoció permanentemente al
Fado como su reinado.
El Fado es, junto al Flamenco y al Blues, la creación
popular que, probablemente, mejor refleja el alma colectiva de todo un pueblo. Se
trata de casi la única exportación cultural portuguesa, además
de la arquitectura y del idioma, desde luego. Se trata de la bandera emblemática
de un imperio otrora poderoso, de dimensiones y extensión impresionantes y
con aires de potencia en la época de los descubrimientos. El Fado nació
a mediados del siglo XIX en los barrios humildes de Lisboa. Nació allí,
en la pobreza, como todas las formas musicales vinculadas con lo popular que se dan
en todo el mundo. Nació en los ambientes de la bohemia lisboeta, en las tabernas
del puerto, a través de las intrincadas callejuelas de l barrio de Alfama
y de la Mouraría, cantando sus poemas de dolor por el amor perdido, de celos,
de amores marineros, de traiciones, fatalidad y destino negro.
El Fado se convirtió, así, en la expresión
de aquel que se resigna, porque "el Fado acontece, se siente, no se explica"
como declaró Amália Rodrigues en más de una oportunidad. Nacida
en un país que queda en el límite extremo de Europa, en ese lugar solitario
donde "la tierra acaba y el mar comienza" como decía el poeta Camões,
frente a ese mar que fue siempre un sueño irresistible que hizo a los portugueses
sentirse poderosos y fuertes partiendo a la conquista de los océanos, Amália
cantó con fuerza propia el amargo destino que siguió a la gloria de
los descubrimientos. El Fado continuó cantando esa desilusión, ese
deseo de imposibles que se llama "saudade", volviéndose al pasado
y evocando lo que ya murió: un amor infeliz, la partida del ser amado, los
tormentos de una pasión. En este canto, un destino individual se confunde
con el de todo un pueblo. Con el marco musical de las nostálgicas guitarras
portuguesas, especie de mandolina muy peculiar, Amália, estática, envuelta
en un mantón negro de fleco largo, entonó estos cánticos de
tristeza dándole al Fado su forma definitiva. Vendedora de naranjas en los
muelles de Lisboa, con una educación básica menos que aceptable, con
el hambre a cuestas, y un timbre de voz incomparable, logró darle al alma
del Fado aquella "saudade" que le caracterizó desde entonces.
Cantando en lo que los especialistas llamaron "escala
española", Amália Rodrigues quebró la voz como nunca se
había hecho antes, y con un sabor de profunda raíz ibérica cantó
al amor eterno. Con una profunda intuición lusitana, ya desde muy joven Amália
Rodrigues comenzó a transformar el sentido pesimista del Fado tradicional
para liberarle del derrotismo anímico que le caracterizaba hasta entonces.
Desde entonces, el Fado verdadero es el que "hace llorar, porque llorar es bueno
para superar la tristeza". Con, no sólo, los acentos apasionados de su
voz, sino que con una extraordinaria riqueza de matices, la Rodrigues introdujo variaciones
de dramática intensidad, como la prolongación de una nota retardada
en su efecto, o un sugerente silencio colocado con arte. Esta técnica, nueva
en el ambiente lisboeta, fue prontamente imitada y se asimiló a las formas
tradicionales de la interpretación del Fado. Por otro lado, Amália
cantó con una intensidad tan peculiar sus temas que logró superar la
barrera de los idiomas, logrando que quienes no conocían la compleja pronunciación
de la lengua portuguesa del país lusitano, igual comprendieran el sentido
de las palabras, aún sin conocer el idioma. Este inusitado efecto le abrió
las puertas de países tan disímiles como México, Japón,
Rusia, Inglaterra. No fueron pocos los compositores de gran fama mundial los que
escribieron canciones para ella. Entre ellos debemos mencionar a Cuco Sánchez
("Fallaste Corazón"), Charles Aznavour ("Ay, Mourir Pour Toi"),
Endrigo-Bordotti (Canzone Per Te), entre muchos otros.
En sones de noches húmedas, de
estrechas calles lisboetas, de brumas
crepusculares, y de amores que marchan para no volver, Amália Rodrigues incorporó
al Fado a los más grandes poetas portugueses desde el Renacimiento hasta la
actualidad en una revolución musical sin precedentes. Así, cantó
a Luis de Camões, Linhares Barbosa, Luis de Macedo, Pedro Homem de Melo, Alexandre
O'neil, David Mourão Ferreira, Amadeu do Vale, Manuel Alegre, Ary Dos Santos,
entre otros. De esta manera, con la Fado ya enriquecido, Amália Rodrigues
se propuso un nuevo viraje cuando, a mediados de los años 60' comenzó
a cantar a los poetas prohibidos, poemas que hablaban de amores alternativos y emancipados
de la mirada patriarcal de la sociedad conservadora. El impacto internacional de
Amália Rodrigues fue enorme, triunfando en París, Nueva York, Tokio;
se hicieron múltiples versiones de "Lisboa Antigua" y de "Abril
en Portugal" (Coimbra), se la llevó al cine portugués (lamentablemente
desconocido en nuestras tierras) y se la reconoció y aclamó en todo
el mundo como la "Rainha Do Fado".
En los años 70' y 80' Amália una vez más vino a sorprender a su público al cantar sus propios poemas los que se incorporaron rápidamente a la conciencia colectiva de los portugueses. Inexcusable resulta, entonces, no conocer un "Estranha Forma de Vida", un "Ai, Esta Pena De Mim", o un "Lágrima", versos sentidos y profundos que mostraron una nueva dimensión de esta cantante-poeta. Junto a este notable éxito que perduró por cerca de 60 años Convirtiéndola en una de las cinco mejores cantantes populares del S. XX, según la Enciclopedia Larousse (las otras son Ima Sumak, Edith Piaf, Om Khalsoum y Ella Fitzgerald), se dio una curiosa paradoja: sus discos, que suman más de 150 álbumes, jamás fueron editados a escala masiva. Fue el deseo de Amália que sus discos nunca fueran editados en cantidades espectaculares por causa de que estimaba que la experiencia del Fado debía darse en persona, en el espectáculo en vivo. Quizás ésta sea la razón de que su obra sea conocida en Chile sólo por pequeños círculos de "iniciados". Amália Rodrigues siempre quiso que fuese así; rehuyó los espectáculos masivos hasta donde pudo hacerlo, y recomendaba escuchar sus discos a solas, con un vaso de vino dulce, y, ojalá "a la luz de las velas".
En la presente década, Amália Rodrigues
recibió el reconocimiento oficial de España, Francia, Inglaterra y
del mismo Portugal en sendas condecoraciones que le fueron entregadas com todos los
honores. Recorrió los más grandes escenarios del mundo entero para
despedirse en emotivos recitales y se dedicó a reescribir sus memorias. Con
la voz de Amália Rodrigues es la propia imagen de Portugal la que nos surge.
Y esto que pudiese parecer una simplicidad mayúscula, es reconocido hoy por
todos los estudios especializados de la cultura portuguesa de este siglo. Jamás
cantante alguna de ningún país del mundo logró esta dramática
fusión. El Fado en la voz de Amália se tornó parte integrante
de la vida de Lisboa. Para el forastero resulta ser la máxima expresión
del alma portuguesa. Para los grandes intérpretes de música ligera
es una cita obligada. No en vano declaraba un prestigiado crítico francés
en 1995: "Amália Rodrigues es, para los amantes de la buena música
popular del siglo XX, algo así como "El Acorazado Potemkim" para
los aficionados al cine-arte...".
Dr. Miguel Angel Vera Sepúlveda
Psicólogo Social (Ph.D.)
Profesor de Arte
y amigo personal de la Sra. Amália Rodrigues por cerca de 20 años.
miganvera@yahoo.com