Capitulo 5
Desde la mañana
siguiente al operativo, una congoja enorme descendió sobre mi
familia. Ese lunes al levantarme, papá ya se había ido al
Departamento de Policía; quería saber donde estaba detenida
Marielina. Yo me quedé, ordenando la pieza de ella. La búsqueda
de elementos probatorios de su culpabilidad había sido exhaustiva,
como lo indicaban a las claras los cajones dados vuelta y el contenido de
la biblioteca en el suelo .
A medida que iba colocando las cosas en su lugar, empezaba a tomar
conciencia del episodio. Me repetía mentalmente
- Detenida, en cana. No es chiste. ¿Mi hermana detenida?...¿sabes
lo que significa estar detenida? ...que vergüenza...en cana... -
El ruido del transito en la avenida era el mismo que el de todos los
días. El mundo seguía su rutina; nadie mas que a nosotros
nos importara lo ocurrido. En el fondo entendía esta indiferencia
ya que a mi mismo hechos más violentos apenas me habían
conmovido. Cuatro o cinco meses atrás la policía había
intentado detener a un ladrón a una cuadra de casa. Fueron dos
patrulleros al aguantadero, pero no quiso entregarse.
- Antes que preso, muerto - dijo el hombre.
Después de un tiroteo de media hora, su deseo se cumplió.
Yo estudiaba en mi cuarto. Cuando me entere el desenlace pregunté
desapasionadamente
- Ah. . . ¿lo bajaron? -
Ahora estaba experimentando en el alma, el dolor y la vergüenza
que debieron haber sufrido sus deudos y la certeza que a los ojos del
barrio, el y mi hermana estaban en la misma categoría.
Dejé la pieza en condiciones aceptables y fui a la terraza. A
la luz del día parecía inofensiva. Pirata, bajo la sombra
del quincho, roía un hueso . Trepé por la escalera marinera
hasta el tanque de agua. Tenía un interés morboso en
encontrar alguna prueba tangible de esa pesadilla; mi angustia quería
constatar la realidad del hecho.
Había trozos de plástico transparente diseminados por
el techo. Deduje que esos eran los restos del balón de destilación
de la noche anterior, en realidad una bomba de estruendo. Huellas de
zapatillas alrededor del tanque indicaban la ubicación exacta del
francotirador. Asintiendo con la cabeza murmuré
- Así que es cierto -
Me acuclillé y tomé un pedazo de ese plástico.
Mientras lo sopesaba, pasee la mirada por el teatro de operaciones. De un
lado, indiferente, el transito. Del otro, la terraza. A dos o tres casas
una vecina tendía la ropa. Me pregunte como se vería mi casa
desde otra perspectiva.
Me erguí y ubiqué mis pies sobre las huellas, al lado
del tanque. Apoyé el hombro derecho en la viga de cemento y gire,
apuntando una imaginaria ametralladora hacia abajo. Si alguien hubiera
estado ahí, con una ráfaga corta. . . ¿Porque no lo
hizo? .
Gire de nuevo, resguardándome en el tanque.
Pensé, si a mi me dicen que hay Montoneros y sale alguien con
una escopeta, yo tiro.
Miré hacia la terraza vecina. La señora había
notado mi presencia, pero fingía no verme.
¿Que le voy a decir a Marta? ¿Y a Alejandro?
Decidí que ahí arriba no había nada más
que ver y me vino a la mente una canción de Manal, un grupo de rock
que me gustaba escuchar en el secundario. Con cierta melancolía,
bajé por la escalera marinera tarareando blues . Llegué
hasta el comedor y empecé a desempolvar discos viejos. Quería
escuchar todos a un tiempo, pero no me decidía por ninguno. Leía
en la cubierta el titulo de la canción y evocaba la melodía
y su letra. Pase un rato largo poniendo y sacando placas, sin escuchar un
tema completo. Finalmente apareció mamá y me dijo
- ¿Que me contás de Mariel? -
Sin darme tiempo a responder, siguió
- Que tonta. . . mirá que nosotros le dijimos, abrite que están
llevando gente. Pero no, ella dale con que a mi no me va a pasar nada.
Ahora anda a saber cuanto tiempo va a estar detenida. . . y la Facultad,
olvidate. Cuando salga, dentro de tres o cuatro años, ya va haber
perdido el ritmo de estudio. Y ponerse a trabajar. . . ¿Quien le va a
dar trabajo a una persona que haya estado presa? . Y los abuelos cuando se
enteren. . . Vos viste como es tu abuela. Hacen una tragedia griega cuando
se inunda Juan B. Justo, así que ahora van a poner el grito en el
cielo. Van a decir que a la pobre chica no la hemos cuidado. . . que
desastre, se arruino la vida por tonta. Y tu padre ni te cuento. Ayer,
digo, hoy cuando se fueron se acostó pero no durmió nada. Se
movió en la cama todo el tiempo. Hoy a la mañana estaba
amargadisimo, apenas tomo un mate cocido, no pudo comer nada. . . -
Yo solo escuchaba. Me costaba mirarla a los ojos. Noté cierto
brillo que ella quería disimular y preferí darle un mínimo
de dignidad a su congoja.
Después nos quedamos sin decir nada. Luego de un tiempo
prudencial me levante y fui a mi cuarto. Saqué un diario intimo que
en ese entonces llevaba. Escribí prolijamente la fecha y me quede
dudando que frase trascendente legar para la posteridad. A medida que
pasaban los minutos más me atraía el edificio vecino, con
sus paredes chorreadas de hollín. Me descubrí sosteniendo mi
cara con las dos manos y la hoja todavía en blanco.
Al mediodía llegó papá sin novedades. La policía
no sabia nada. Había estado también en la comisaría
de nuestra zona, la 50°. En el registro de esa madrugada no figuraba
ninguna anotación al respecto.
Mamá exclamó
- ¡Como que no hay nada! ¿Cortaron el transito y nadie
anotó nada? -
Papá coincidió con ella
- Es lo que les dije, cortan una avenida y nadie sabe nada -
Agregó el
- De acá de la cuadra, por lo menos tres vecinos me dijeron
que llamaron a la comisaría o al comando radioeléctrico. Y
de la estación de servicio también -
- Si, a mi me dijo don Flaminio, el gallego de la esquina, que el
llamó porque pensó que eran guerrilleros y le dijeron que se
quedara tranquilo que no lo eran -
Estaban por llegar mis dos hermanos menores del colegio. Le pregunte
a mamá
- ¿Y ayer, cuando estuvieron acá, que hicieron los
chicos? -
- Me hicieron llevar a Myriam a tu pieza. Mariano ni se despertó,
pero Myriam estuvo todo el tiempo con los ojos abiertos. . . no entendía
nada. . . temblaba y miraba. Recién al rato se le paso. . . pobre.
La mande al colegio con una nota para la maestra. Le dije que tenía
dolor de oídos que por eso llegó tarde.
- ¿Y Mariano? -
- ¿No te digo? . Durmió todo el tiempo -
- ¿Me tocaron las armas? -
- Si. Había uno que las miro, las olió y se fijaba en
el caño. ¿Para que las puede haber olido? -
- Y. . . debe ser para ver si las había usado hace poco. . .
-
Mama se quedó pensando. Asintió levemente con la
cabeza, como si hubiera llegado a alguna conclusión. Me dijo
- Cuando vieron las armas me empezaron a preguntar de quien era,
para que las tenias, si ibas seguido a cazar. . . yo temblaba pensando que
habías salido con la escopeta a la terraza y que estabas abajo
esposado. Pensé que te iban a hacer cualquier cosa. . . -
Recordé el cuadro y me di cuenta que salir armado no fue una
actitud muy inteligente de parte mía
Mamá siguió
- Te revisaron los cajones, uno por uno. No se que estarían
buscando. Yo rezaba porque no tengas nada raro. . . con Marielina
suficiente. -
Picado por la curiosidad, le pregunté
- ¿Y porque me soltaron? -
- Mira, vos que te reís siempre cuando digo Santa Rita
abogada de imposibles. . . -
- ¿Que tiene que ver eso ahora? -
- Que encontraron el recorte de Genta. El que mandaba me preguntó
porque lo tenias y yo le dije que era un profesor tuyo del secundario al
que querías mucho. Que cuando lo mataron te pusiste muy mal. Parece
que Genta era muy conocido porque el hombre este dijo que había
sido buenísimo y cuando paso eso el se puso muy triste -
Sin querer, evoqué algunas escenas del velatorio. A excepción
de mis compañeros, el resto de la gente tenía el cabello
bien corto y cierta actitud que los caracterizaba como católicos
fervientes. Se habían escuchado comentarios acerca de su inmolación
por la causa de Cristo y la Patria. A nosotros ese tipo de diálogos
nos llamó la atención, pero como nunca habíamos
estado en el velatorio de un asesinado por causas políticas,
supusimos que así debían ser.
Mamá fue a poner la mesa y yo me quedé guardando los
discos. Papá al lado del teléfono hacia llamados de trabajo.
Sonó la campanilla y atendió el.
- ¿Si? . . . un momento. Para vos, es Marta -
Levante la mirada al techo y estuve a punto de hacerme negar. Lo que
menos tenía era ganas de fingir un estado de animo inexistente.
Aclare un poco la voz, previendo alguna excusa para evitar salir.
- ¿Hola? -
Del otro lado del tubo, la blanda voz de Marta me contesto
- Hola, mi campeón. . . -
¿Campeón de que? pensé
- Que tal. . . -
- ¿Estas contento por el tiempo de ayer? Supongo que te habrás
acostado temprano. . . como dijiste que estabas cansado y me dejaste a las
ocho. . . no te habrás ido a bailar ¿no? -
Casi le contesto que el baile lo tuvimos en casa, pero me contuve
- No. . . pero dormí mal. . . hoy me quiero acostar temprano
de nuevo. . .
- Ah, que lastima. Porque mamá te quería invitar a
cenar. . . ¿y si faltas a entrenamiento y venís acá? .
. . dale. . .
Sabia que si aparecía por la casa iba a terminar contando lo
que había pasado; y no quería hacerlo.
- No. . . no te enojes pero quiero ir a nadar. . . a la noche te
llamo ¿si? -
Del otro extremo de la línea se notó cierto
desencanto. Aceptó de no muy buen grado, pero mucho no podía
hacer. Era la primera vez en esos dos meses de noviazgo que me negaba a
verla.
Colgué el aparato sabiendo que a la noche tampoco iba a tener
ganas de hablar con ella.
Ese entrenamiento lo nadé como cualquier otro, ni mejor ni
peor. La conversación con Alejandro durante el viaje de retorno
también fue rutinaria. En un momento dado casi le cuento lo
sucedido, pero me callé. Llegué a casa y mientras esperaba
que me abrieran la puerta mire la avenida, con sus luces blancas. El bar
de la esquina tenía, como todas las noches, mesas en la vereda con
gente disfrutando la brisa leve luego de un día cálido.
Menos de veinticuatro horas atrás el cuadro había sido
bastante distinto. Me abrió papá y me dijo
- Todavía no se sabe nada. A Mariano y a los abuelos les
vamos a decir que se fue a Rosario, a la casa de unas primas de mamá
-
- ¿Mamá tiene primas en Rosario? -
- Si, unas que vinieron para nuestro casamiento y para la primera
comunión de Mariel. ¿No te acordas que hace dos años
fuimos al casamiento de una de las hijas? -
- ¡Ah!. . . yo no fui porque me quedé para un torneo,
cierto -
- Con mamá nos pusimos de acuerdo: no se lo vamos a decir a
nadie. Mamá habló con Beba para ver si el Negro puede hacer
algo. -
Beba era una prima de mamá cuyo esposo, el negro de marras,
tenía un cargo de jerarquía en el gobierno. Todos habíamos
sentido orgullo cuando aceptó el puesto ofrecido por la junta
militar.
Terminamos de cenar y fui a la terraza a cumplir la rutina de colgar
la malla y la toalla húmedas para que se secara. Apoyé el
bolso sobre el lavarropas, separé las ojotas y las antiparras de
nado y me coloqué al hombro las cosas a secar. Al salir miré
la semi oscuridad de los canteros. Mi corazón se sobresaltó
un instante al recordar lo vivido la noche anterior. ¿Donde estaría
mi hermana? . No se que pasaba en mi cabeza: desde la mañana cuando
había bajado del tanque, todo recuerdo del operativo lo asociaba
con alguna canción. En ese momento me acorde del bolero "La
ultima noche". Aunque pareciera algo cínico me era difícil
dominar ese tipo de asociaciones. ". . . quisiera olvidarla pero no
he podido. . . "
Termine el ritual del nadador - prolijo y fui a mi cuarto. Mi
hermano Mariano ya dormía. Como pasaba a menudo, el lograba
conciliar el sueño con la luz prendida y los ojos entreabiertos.
- Que suerte que tiene que no sabe nada - pensé
Le cerré los ojos y me puse el pijama. Estaba por apagar la
luz cuando me acorde de la pistola. Abrí el armero y la tome.
Recordé el armamento que apenas la noche anterior se había
adueñado de casa. Escopetas Itaka , ametralladoras PAM , pistolas
de calibre pesado. . . ¿Que podría haber hecho mi modesta 22?
. Tenía razón papá, tanto despliegue era innecesario.
Guardé el arma en su lugar y me acosté.
A poco de estar en la cama me inquiete recordando lo sucedido:
¿Y si vuelven? . ¿Que hago?
Empecé a sugestionarme y a prestar atención a los
sonidos, aquellos que pudieran indicarme que algo estaba mal. La
posibilidad del retorno de esos hombres aceleró la respiración.
Con los ojos abiertos en la oscuridad esperé oír ruido
de pasos o los ladridos de la perra.
Volví a preguntarme que haría. Llegué a una
pavorosa conclusión: Nada podría hacer. Hundido en mi cama
me sentí en un estado de indefensión absoluto.
La contundencia del armamento desplegado tenía un mensaje. No
me llevaron porque no quisieron. No era yo al que buscaban sino a mi
hermana. Por suerte yo nunca me había mezclado en política,
porque sino también a mi me hubieran arrestado. Pobre ella.
A medida que nada ocurría, que ningún sonido extraño
se percibía, me fui relajando. Cuando empezaba a quedarme dormido,
Mariano se despertó gritando que escuchaba pasos en la terraza . Me
agite pensando que volvían. Encendí la luz y me quede parado
en medio de la habitación escuchando. El armero me invitaba a sacar
la escopeta, pero me negué tentar al destino nuevamente. Mariano se
sentó en la cama y me pidió que apagara la luz, que quería
dormir. Entonces me di cuenta que había estado soñando.
Apagué la luz, y me acosté. Esa noche se repitieron las
pesadillas de mi hermano dos o tres veces más.
No recuerdo con precisión los días que siguieron; De
esos momentos iniciales solo rescato los graves silencios de mis padres
durante los almuerzos o las cenas. Si bien Myriam sabia de la detención,
no le impedía mantener las rencillas tradicionales con Mariano.
Llego el primer sábado después del operativo. Íbamos
a almorzar en la casa de mis abuelos paternos, en el barrio de Devoto .
Papá se había preparado para contarles, casi como al
descuido, del viaje a Rosario de Marielina. Era algo riesgoso porque si
alguno de ellos venia de visita y hablaba con los vecinos, la reacción
podría ser dramática. Ya estaban por ir de veraneo a Mar de
Ajó, de modo que mis padres especulaban con manejar la situación
hasta marzo. Suponían que para esa fecha se iba a poder saber con
certeza donde estaba detenida. O quizás la hubieran soltado.
Mientras esperaba que la mañana se convirtiera en mediodía
para salir, pensé en lo paradójico que era almorzar a cuatro
cuadras de la cárcel . En esos días asociaba la palabra "presa"
con "Devoto", como si todos los delincuentes del país
estuvieran concentrados en ese sitio. ¿La habrían llevado ahí?
. Pero no, no había pabellón para mujeres.
Ya cerca de la hora de salir, y viendo que no había ninguna
noticia al respecto, decidí bajar a la cocina. Mariano estaba
haciendo equilibrio sobre una silla buscando las galletitas que se ponían
siempre lejos de su alcance. Myriam, indiferente a la probable caída
del menor de nosotros, se enfrascaba en un Billiken con la hoja a diez
centímetros de su miopía. Papá y Mamá estaban
en el sillón del comedor, hablando en voz baja. Me quedé en
la puerta, sin saber si podía escuchar o no. Mamá paró
de hablar e hizo un ademan invitándome a acercarme. Me dijo
- Llamó Mariel-
Papá miró a través del ventanal con una mirada
que yo conocía. Ya sabia qué iba a contarme mamá y -
mentalidad de ingeniero - aprovechaba esos instantes en pensar posibles
alternativas a algún problema de difícil solución.
- ¿Que dijo? -
- Que estaba bien y que iba a estar un tiempo guardada. . . dijo que
mucho no podía hablar, pero que no nos preocupemos. . . fue
cortito. . . -
Guardada era sinónimo de detenida, lo cual confirmaba todos
nuestros temores.
Salimos en el auto rumbo a Villa Devoto. Papa, encerrado en un
incomodo mutismo, se abocaba a conducir. Mamá trataba de romper el
hielo hablando de cualquier tema con mis dos hermanos. Yo,
inexplicablemente tenso, sentía que era parte del blanco de la
furia de papá. Creía entender esto a causa de mi pobre
desempeño académico. A semejanza de Mariel, había
hecho caso omiso de los consejos primero y de las advertencias después.
En el caso de ella, referidas a su frenesí laboral y militancia
estudiantil. En el mío , simplemente, al afán de ser el
mejor nadador del país. Papá abreviaba el planteo diciendo
- Vas a las olimpiadas. . . ¿Y con eso que? -
Yo tartamudeaba intentando hacerle comprender el ideario olímpico
"Lo mas importante en los Juegos Olímpicos no es ganar
sino participar, así como en la vida no es el triunfo sino la
lucha. Lo esencial es. . . haber luchado bien"
El se mantenía refractario a estos principios y los demolía
con ejemplos cotidianos
Acostumbraba esgrimir
- Suponete que estás en una reunión de trabajo con
tres o cuatro ingenieros. Sale el tema deportes y vos, todo contento, contás
que fuiste campeón de natación. . . ¿cuanto tiempo decís
que se va a hablar de tu dichosa medallita? . . . ¡Ni cinco minutos!.
. . haceme el favor y ponete a estudiar de una buena vez. Recibite y después
si te gusta, haces como yo con el basquet. Vas los domingos y despuntas el
vicio. . . es por tu bien que te lo digo-
No, el nunca lo entendería.
Llegamos a la casita humilde de mis abuelos. Como siempre, nos
esperaban en la vereda. Mariano se lanzo corriendo a los brazos del
abuelo, agitando su autito nuevo.
- ¡Nono! ¡Mirá lo que me regalaron!-
Con su itálico acento, a pesar de medio siglo de permanencia
en la Argentina, coincidió
- ¡Ma. . . !Porca miseria. . . e' belisimo. . . -
Myriam, disimulando apenas su latente glotonería, le preguntó
a la abuela
- Nonita, ¿Que hiciste hoy? -
- Sentate, que ya sirvo-
Paseó la mirada por el grupo, haciendo el conteo de los
nietos.
Papá se adelantó y le explicó
- Marielina se fue unos días a Rosario, a ver si conseguía
trabajo. . . -
- Uhhh. . . si sabia no hacia tanta comida. . . ¿y cuando
ritorna? . . . -
Mamá intervino en italiano
- Una o due settimana. . . ¿Mangiamo? . . .
Nos sentamos a la pantagruélica mesa. Paulatinamente nos
fuimos animando en la conversación . Se evaluaba la posibilidad de
que Mariano y Myriam fueran desde principios de Enero a Mar de Ajó.
Papá y Mamá irían después del 15. Quizás
yo fuera unos días, pero me atraía más la idea de
quedarme a entrenar. Por encima de la mesa se cruzaban las conversaciones,
ruidos de platos y pedidos de bebidas. Yo miraba al abuelo que, a pesar de
estar contento con nuestra visita, hablaba poco. La abuela decía
que yo era parecido a el, siempre taciturno. ¿Seria así
realmente? . Me pareció oportuno sacar un tema de conversación
para que el hiciera oír un poco su voz. Quizás alguna anécdota
de Italia.
- Nono, ¿como fue esa vez que te estaban buscando los camisas
pardas? -
Mamá siguió comiendo como si nada hubiera pasado. Papá
me fulminó con la mirada. ¿Que había de impropio en mi
pregunta?
- Ah. . . Il Duce. . .
Mariano gritó gozoso
- ¡Dulce de leche! ¡Yo quiero!
La carcajada de la abuela cortó el relato
- Ma no, Marianito . Il Duce. . . Benito Mussolini.
Vaya a saber que recuerdo le ensombreció el rostro. Repitió
sin la sonoridad anterior
- Il Duce. . . -
Volvimos a dormir la siesta a casa. En un momento dado, y cuidándose
por Mariano, Mamá se dirigió a Myriam y a mi.
- Mucho cuidado con el asunto Mariel. A nadie-
Con esa frase quedaban sobrentendidas una serie de cosas, a las
cuales deberíamos prestarle mucha atención. A nadie.
Cuando ese sábado a la noche fui a la casa de Marta, había
hecho la promesa de no contarle nada. Mamá había dicho a
nadie, y nadie abarcaba a todos. Llegué tenso a la casa. La
invitación a cenar había quedado pendiente desde el comienzo
de la semana. Me recibió la madre. Al tiempo que me explicaba que
Marta daba los últimos retoques a su arreglo, me invitó a
acomodar mi osamenta en los profundos sillones, cerca del equipo de audio.
Mientras esperaba la aparición de mi novia, analizaba las
posibles reacciones de mi probable suegra por el asunto de mi hermana. Creía
percibir de su parte cierta resignación por la elección de
la "nena". Tal vez pensaba que "ya se le iba a pasar".
Si compartía las aspiraciones profesionales de mis padres, y mis
resultados académicos no eran precisamente brillantes, mi imagen
seria paupérrima. ¿Y si me convertía en el mejor
nadador del país? ¿Ese presunto bajo concepto se mantendría?
. Otra vez esa pregunta sin respuesta ¿que es ser feliz? . Si en
parte pasa por el éxito profesional ¿cual es la diferencia
entre un universitario exitoso y un campeón de natación? .
Quizás mi elección había sido incorrecta. Tal vez si
hubiera elegido fútbol en lugar de natación, el pobre
concepto quedase diluido por la avalancha de fama e ingresos económicos.
Pero la realidad era otra: me gustaba mas nadar que cualquier otra
actividad.
Si a mis gustos, que yo intuía no coincidentes con los de
ella, agregaba que tenía una hermana detenida, el resultado seria
catastrófico. Era necesario guardar el secreto. Ahora, ¿seria
capaz? ¿por cuanto tiempo?
En la radio se escuchaba una melodía entonces de moda; melancólicamente
disfruté la letra
"Quisiera saber, como estas mi amor, desde aquí quisiera
estar muy pronto junto a ti"
- Hola-
La voz de Marta cortó mi asociación de ideas.
Parada en el dintel de la puerta mirándome con sus ojos
oscuros, esperaba mi aprobación; y, realmente, lucía espléndida.
La madre, comprensiva , nos permitió unos minutos de
privacidad fingiendo dar los últimos toques a la cena.
Abrace a Marta con un sentimiento extraño. El perfume de su
pelo me rescató unos segundos del mundo; si hasta casi parecía
que todo estaba bien. Se me turbó la visión y prolongue el
abrazo para no delatar mi congoja.
Me sopló al oído
- ¿Viste? . . . la canción que te regalé -
Nos miramos fijamente. Si tan solo pudiera contarte.
- ¿Que pasa? - preguntó
- Te extrañé - mentí
- Yo también -
Me sentí incomodo. Ocultar la verdad, mentir, eran cosas que
sabia que no debía hacer. Desde chico me habían inculcado el
valor de la verdad, aun a riesgo de consecuencias adversas. Sin embargo,
yo coincidía con mis padres en la excepcionalidad de esta mentira. ¿seria
piadosa?
Me sorprendió que Marta no sospechara ningún otra
posibilidad. Tal vez lo hierático de mi rostro ayudara a su confusión.
Si yo me permitía el mas mínimo atisbo sentimental, se
hubiera hecho difícil ocultar lo sucedido.
La madre de Marta estaba separada desde hacia tiempo. Yo al padre
apenas lo había visto una vez. De esta forma, los comensales éramos
Marta , sus dos hermanas, la madre y yo. No fue lo que se dice una comida
divertida, pero tratando de remontar el puntaje adverso fui lo mas educado
posible. Repartí en dosis calculadas conversaciones pueriles con la
hermanita de siete años, problemáticas comunes con la
hermana mayor, estudiante de Arquitectura e hice , por supuesto, una
apología de las artes culinarias de Doña Mercedes. Un chico
encantador.
Ya durante la sobremesa mi potencial enemiga, la madre de Marta, había
cambiado en parte el concepto sobre mi. Algunas acotaciones oportunas la
habían hecho reír de buen grado y la notaba con una cortesía
inusual en ella . Mientras encendía un cigarrillo me dijo
- A vos te gustan las armas ¿no? -
- Si, y también cazar -
- Te voy a dar unas balas que tenemos desde hace tiempo y nadie las
usa. ¿queres, no? -
- ¿De que calibre? -
- ¡Ay, que se yo!. . . esperá que te muestro -
Fue a traerlas. Marta aprovechó para tomarme de la mano y guiñarme
un ojo. Significaba algo así como que había conquistado a la
madre.
Volvió con una caja de zapatos, que se adivinaba pesada. La
apoyó sobre la mesa y la abrió. Miré en su interior.
La cantidad de munición que había ahí significaba una
pequeña fortuna.
- Permiso. . . ¿puedo? - pregunté al tiempo que sumergía
la mano en la caja.
Desde el pusilánime calibre 22 hasta la gruesa 45 de las
Fuerzas Armadas, pasando por 32, 9 mm y cartuchos 7 mm Lefauchex de
comienzos de siglo, el pequeño arsenal me asombró.
Incrédulo, dije tímidamente
- ¿Para mi? -
- Si, para eso lo traje. Espera que lo envuelvo con diarios así
te lo llevas ahora -
Me quede embelesado con semejante obsequio. Se traduciría en
un considerable numero de excursiones cinegéticas, sin preocuparse
del costo de cada disparo. Un verdadero ahorro.
Me quede un par de horas mas. Cerca de las tres de la madrugada me
despedí y, con mi paquete a cuestas, fui a padecer la resignada
espera del colectivo 53.
Pasó otra semana sin novedades sobre Mariel. En casa se
empezaba a respirar un aire más normal. Yo, previniendo alguna
posible pelea con papá, preparaba por segunda vez mi examen final
de Física 1. Quería rendirlo bien por varias razones, entre
ellas minimizar cualquier reclamo paterno referido a mis estudios. Sumada
a esta ansiedad, los primeros días de diciembre iba a debutar
compitiendo como federado. Me costaba concentrarme en los libros. Cada vez
que tomaba la calculadora para resolver algún ejercicio de física,
invariablemente terminaba haciendo especulaciones matemáticas sobre
los parciales de los 100 metros libres, la carrera en cuestión. Una
tarde, harto ya de estudiar, fui a la Facultad con la excusa de anotarme
para el examen. Durante el tedioso viaje hacia Paseo Colon, me entretuve
haciendo una práctica de concentración. Conocía los
rudimentos del ejercicio mental que realizan los campeones olímpicos
y trataba de repetirlo. Me veía en el cubo de partida, seguro de
mi, sin nervios. Luego me imaginaba nadando rápido, técnicamente
perfecto, sin cansancio. Oía el griterío ininteligible del
publico y el ruido del agua chocando contra mi cuerpo. Repetí el
ejercicio varias veces en el colectivo y en el subte . Incluso las ocho
cuadras desde Plaza de Mayo hasta la Facultad las caminé en un
estado semihipnotico, repitiendo mis fantasías. Subía la
escalinata de entrada inmerso en los 100 libres, cuando alguien me llamó
- ¡Miguel!-
Un miembro del grupo de estudio de Belgrano me saludaba. Me di
cuenta que en todo el segundo cuatrimestre no lo había visto.
- ¿Que hacés? -
- ¿Como andás? No pude cursar este cuatrimestre. Vine a
anotarme para dar Introducción a la Matemática, que me quedó
colgada. ¿Y vos? -
- Yo vengo para Física. . . voy a ver cuando tengo fecha. -
- ¿La estas preparando con alguien? -
- No, solo. Vos sabes que me desconecte del grupo. -
- ¿Te acordas que bien que andábamos? -
- Cierto. . . -
- Nos podíamos reunir para preparar algo juntos -
- Si, pero ahora estoy con Física. . . -
- Aunque sea para tomar algo. . . lo pasábamos bárbaro.
. . ¿Te acordas como te cargábamos con tu hermana? -
La sonrisa social que exhibía hasta ese momento se congeló
en mi rostro. No contesté nada. El otro insistió
- ¿Como anda? , tu hermana digo. . -
- Bien, ahí anda. . . -
- ¿Como le va en Agronomía? . . . estudiaba agronomía
¿no?
- Veterinaria -
- ¡Cierto! Veterinaria. . . ¿y como le va? -
- Y. . . descuidó un poco la facultad ahora. Andaba con ganas
de cambiar de trabajo. Capaz que se va a Rosario -
- ¿A Rosario? ah. . . bueno mandale saludos de parte mía.
-
Miró el reloj y exclamó
- Me voy, me escapé del laburo para venir acá y se me
hace tarde. ¡Chau, che!-
Bajó deprisa la escalinata, mientras yo me alegraba de haber
finiquitado tan incomodo encuentro.
Entré al fresco y umbrío hall del edificio. El
personal de seguridad ignoraba a los estudiantes. Dos sostenían una
charla ligera, a juzgar por los rostros y las bromas. Un tercero había
apoyado ostentosamente su 9 mm en un pupitre diseñado otrora para
fines mas pedagógicos y se concentraba en la sección
deportiva de "Crónica". Pasé junto a ellos
mostrando innecesariamente la libreta universitaria. Si hubiera exhibido
cualquier otra cosa el efecto probablemente hubiera sido el mismo. Eso me
molestaba más que si el pedido de libreta se cumpliera siempre.
Darme cuenta de mi olvido a mitad de camino entre casa y la Facultad, me
angustiaba terriblemente. La incertidumbre de sortear o no la entrada, en
ocasiones alcanzaba limites exasperantes.
Cumplí con el tramite administrativo de inscripción .
A partir del instante en que me anotaba para cualquier examen, ya fuera
parcial o final, mi vida entraba en una cuenta regresiva. Comparaba mi
actitud con la de otros estudiantes y notaba que era radicalmente
diferente. No pasaba esta por el mayor o menor grado de conocimiento, sino
mas bien por la ansiedad que depositaba en el evento.
A veces lo asociaba con una competencia deportiva, donde el día
crucial se hace publico el talento del atleta; o su ausencia. Otras veces
me recordaba a esas películas de Hollywood donde el héroe es
capturado por los nazis y aguarda ser rescatado por sus compañeros
antes de ser pasado por las armas. En esa oportunidad salí de la
facultad preguntándome si mis conocimientos me iban a rescatar a
tiempo antes de que el jefe de cátedra asentara en la libreta, cual
certificado de defunción, desaprobado (dos).
Llegué a casa y me apoltroné en el sofá del
comedor. El paseo a la Facultad combinado con el húmedo calor porteño
me había demolido. Pensaba ¿Como puede ser que nadara cinco
mil metros, que corra quince kilómetros y me destruía el
caminar unas cuadras? . Sonó el teléfono y atendí
- ¿Hola? -
- Hola, che. Alejandro -
- ¿Como andas, Ale? -
- Bien. Me dijo tu vieja que fuiste a la Facultad -
- Si, me anote para dar Física -
- Si, yo también estoy estudiando. . . ¿vas a nadar hoy?
-
- No, hoy no. . . mañana creo que si. ¿vos vas hoy?
- No, pero mañana seguro que si. - Hizo una pausa y siguió
- Te llamo porque mi vieja me esta pidiendo el bolso rojo, ese que
te preste. Si vas mañana, ¿me lo podes traer? -
- Bueno, si no lo rompió la perra como hizo con tu malla el año
pasado - bromee
Del otro lado de la línea me aturdió la carcajada de
Alejandro
- No, que mi vieja me mata. Ese bolso es nuevo. . . Acordate de
llevarlo cuando vayas al club -
- Decile a tu mamá que mañana te lo devuelvo. Chau -
Colgué y me quede pensando donde podía estar el bolso
en cuestión. Hacia más de un mes que me lo había
prestado y no lo había visto desde entonces. Siempre que desaparecía
algo en casa, seguro que mamá lo encontraba. El único
inconveniente de preguntarle era soportar las fundadas acusaciones de
desordenado y descuidado. Pero era el tramite más rápido.
Fui hasta la terraza donde estaba regando los canteros y preparé
el terreno con voz amistosa
- Ma. . . -
- ¿Que queres? -
- ¿Vos viste el bolso rojo? -
- ¿Cual bolso rojo? -
- El de Alejandro. . . me dijo que la madre lo quiere. . . ¿donde
esta? -
- ¿Y a mi me preguntas donde están tus cosas de natación?
buscalo-
- Ya lo busque en el placard del antebaño, en la pieza de
servicio y no está -
Con gesto de fastidio cerró la canilla y me dijo
- Bueno, ya voy. Vos anda a la verdulería que esta la bolsa
muy pesada y yo con mi pierna no puedo traerla. . . y apurate que tengo
que cocinar todavía-
Fui a la verdulería y volví tan rápido como
pude. Cuando regrese mama estaba en la pieza de las chicas revisando los
placares.
Me preguntó
- ¿Como era el bolso? -
Separé las manos
- Así de grande, con tres cierres-
Movió lentamente la cabeza en un gesto negativo.
- Se lo llevó Mariel a la pensión. . . -
- ¿Y que? ¿no lo trajo de vuelta? -
- Me parece que no. . . -
- ¿Y ahora que le digo a Alejandro? -
- Y. . . no se, que lo perdiste. . . que le vamos a comprar otro-
Chasquee la lengua contrariado. Ya le había mentido a Marta y
no me gustaba, mentirle a Alejandro era demasiado.
Recorrí todos los lugares posibles de la casa, pero a medida
que el bolso seguía negándose a aparecer, mas me convencía
de contarles la verdad a Alejandro y a Marta, a pesar de la indicación
en contrario de mamá.
Pasados los primeros momentos de ofuscación y conforme temía
el rechazo de la madre de Marta , quizás también el de ella,
empece a considerar una situación intermedia. Se lo contaría
solamente a Alejandro. Tomé esta determinación y le di un
respiro al tema, aunque mas no fuera hasta dentro de 24 horas.
Al día siguiente regresando del club, momento en que había
previsto contarle la verdad a Alejandro, surgió un imponderable.
Gustavo, otro compañero de natación, compartió ese
viaje con nosotros. Evadí como pude de los reclamos de Alejandro,
usando respuestas ambiguas y comentarios histriónicos; no quería
contárselo delante de Gustavo. Sin embargo, cuando bajamos los tres
para hacer una combinación de colectivos, se puso firme y reclamó
- Miguel, ¿me decís que paso con el bolso? -
Estábamos en la avenida San Martín al lado del puente.
Con mi bolso colgando del hombro mire hacia la acera opuesta. Mientras
miraba las frondosidades de Agronomía busqué las palabras
apropiadas a tan trascendente revelación.
- . . . pasa que Marielina, se había ido a una pensión,
bueno , resulta que no lo trajo y. . . -
Alejandro me interrumpió
- Ya se, se peleo con tu viejo y no aparece por tu casa. -
- No. -
Volví a buscar coraje en la impenetrable oscuridad del
parque. Mi rostro manifestaba, supongo, una seriedad inédita. Se
agolparon, desordenadas, explicaciones, justificaciones y disculpas. Me di
cuenta de que nada de lo que pensaba y temía guardaba relación
con el reclamo del bolso. Concluí
- Esta en cana-
- ¿Que cosa? - la voz de Gustavo sonó incrédula.
Alejandro me estudiaba sospechando otra prueba de mi sentido del humor.
- En serio. Vinieron la semana pasada y se la llevaron. A mi casi me
limpian. Subí con la escopeta a la terraza porque creí que
había un chorro. -
Alejandro preguntó el porque de la detención
- Que se yo. Es zurda. Le encontraron una libretita. Mamá
dijo que están llevando gente-
Gustavo confirmo lo dicho por mamá con una lúgubre
acotación
- En mi barrio se llevaron a un muchacho-
Dejamos pasar un colectivo para compartir un reflexivo silencio.
Me dirigí a Alejandro
- Así que decile a tu vieja que me disculpe. . . le vamos a
comprar otro-
Nos miramos. Súbitamente se echó a reír. Sin
entender muy bien el porque, respondí con una sonrisa. Gustavo
también se reía. Alejandro se disculpó
- Perdoná, pero la cara que ponés para contar que
saliste a la terraza con la escopeta. . . que queres que te diga. Perdoná,
pero es cómica. . . no te enojes. -
Se puso serio y continuó
- ¿Y donde esta? -
Les conté lo que sabíamos y amplíe los detalles
del operativo. Estuvimos casi media hora hablando del tema hasta que
finalmente tomamos el colectivo.
Llegue a casa con la sensación de que uno de los dos estaba
equivocado. Para mi era una tragedia. Alejandro, en cambio, minimizaba el
asunto. Quizás era más amigo de lo que yo suponía y
no quería ahondar en mi preocupación. Quien sabe.
Faltaban unos pocos días para mi debut en la natación
federada. Si bien me había desahogado contando a Alejandro y a
Gustavo lo sucedido, no terminaba de decidirme a confiarle el secreto a
Marta. Quizás el amor es algo incondicional que no se deteriora con
situaciones de ese calibre. O quizás lo que era condicionado a
ciertas realidades era mi relación con Marta. Tal vez cierto
prejuicio misógino me influía para subestimar la
receptividad de ella ante la detención de Mariel. Esta indecisión
me inducía a reducir el contacto con Marta a un breve llamado telefónico
diario. Supuse que una vez que pasara la ansiedad del examen y de la
carrera, me seria más fácil contarle la verdad y resistir
mejor cualquier reacción adversa.
Llegué al día de la carrera con pocas horas de sueño.
La excitación por pertenecer a esa pequeña elite había
dificultado el descanso. El club organizador del torneo estaba en el
barrio de Congreso, en la calle Riobamba, y pertenecía, creo, a la
Universidad Católica Argentina, o algo así. Había
competidores de todo el país, de Brasil y de Uruguay.
En el acto inaugural el rector de la Universidad, Monseñor
Octavio Derisi, exaltó las virtudes del deporte para rescatar a la
juventud de una sociedad en crisis. Se explayó ad libitum en el
tema y luego bendijo las aguas de la pileta. Me pregunté que pasaría
con los dos o tres nadadores de la Sociedad Hebraica Argentina que
participaban: ¿La bendición era valida también para
ellos?
Competí decorosamente, por ser mi primera carrera oficial.
Salí satisfecho del club recordando una y otra vez cada detalle de
la prueba. Tomé el subte y decidí que pasaría por la
casa de Marta. Si salía el tema de Mariel se lo contaría.
Me recibió genuinamente halagada por la inesperada visita.
Sin darle tiempo a sentarse le relate eufórico todo el torneo.
Ella, hacia un esfuerzo por participar de mi alegría, pero era
notorio que no tenía una idea cabal de la trascendencia de ese día.
Me di cuenta que era el momento propicio para aclarar la delicada situación
en que estaba envuelta mi hermana. Probablemente, y como ocurría
con la natación, no comprendiera en toda su magnitud el problema y
, de esta forma, yo me sacaría el secreto de encima sin mayor
conflicto.
Prepare la confesión intercalando silencios mas prolongados.
Ella había empezado a hablar de algún tema intranscendente y
no entendía lo que yo quería transmitir. De a poco comenzó
a escudriñarme con sus ojos negros, como si se diera cuenta que
algo andaba mal. Me tomo de las manos y pregunto
- ¿Que pasa? -
Hice una pausa, tratando de darle a entender lo difícil que
era para mi decírselo.
- Marta. . -
Desde la cocina se oyó la voz de Doña Mercedes
- ¡Marta!. . . Preguntale a Miguel si se queda a almorzar-
Negué con la cabeza y ella trasmitió el mensaje
- Dice que no-
La madre insistió
- Decile que hice asado al horno-
Marta me miro incomoda ante la persistencia materna. Volví a
negarme. Otra vez ella oficio de interprete
- No ma, dice que no-
- Como quiera. . . esta riquísimo-
Retome la confesión interrumpida
- Marta, hay algo que hace tiempo te quiero decir-
Se le dilataron las pupilas y volcó toda su atención
hacia mi
Proseguí
- ¿Notaste que hace como dos semanas que te veo poco, que no te
llamo? -
- Si. . . ¿que pasa? - pregunto al tiempo que le temblaba la
voz
- Bueno, resulta que a Marielina la metieron presa-
- ¿Que? -
- Si. . . vinieron y se la llevaron, a mi casi me limpian-
Hice una pausa en el relato para sondear la reacción inicial
La expresión de angustia desapareció de su rostro.
Exclamo aliviada
- ¡Que susto!. . . pensé que te gustaba otra chica-
Aflojé la presión con que sostenía sus manos.
No había nada que hacerle, las mujeres nunca entienden nada.
Ofuscado por la frivolidad de su comentario, decidí
castigarla contándole lo menos posible del operativo. De hecho
apenas se lo describí y ella no preguntó los detalles. Me
despedí recomendándole que se lo contara a la menor cantidad
de gente posible. Quedé bastante contrariado por su reacción.
Por un lado mi autoestima se había fortalecido al ver lo importante
que era yo para ella. Pero, al mismo tiempo, el concepto que tenía
acerca de su presunta madurez había sido severamente dañado.
Trataba de justificarla pensando que su aparente frivolidad, era una
incapacidad comprensible y momentánea y que, en cuanto pensara un
poco acerca del tema , captaría su importancia.
Diciembre continuo su calurosa marcha hacia las fiestas. La temida
fecha del examen se aproximaba vertiginosa e inexorablemente. Alrededor
del día 20 Anselmo, nuestro vecino militar que un año atrás
había advertido a papá sobre la inclusión de Mariel
en una lista, trajo una noticia. Estábamos a la tarde en la cocina
y llamó por la ventana .
- Tengo novedades. . . -
- Vengase para acá-
Fortuitamente había dado con el exiguo expediente en algún
escritorio del edificio Libertador , sede del Comando en Jefe del
Ejercito. Fue esa la primera información concreta acerca de ella ya
que hasta ese momento los "habeas corpus" presentados habían
sido respondidos con el leitmotiv "no se encuentra en ninguna
dependencia de las fuerzas armadas".
Papá le alcanzo un vaso de cerveza mientras mamá y yo
nos apoyábamos expectantes en la mesa.
- Bueno. . . vi el expediente y parece que no está muy
metida. Tiene apenas cuatro carillas y media. Se ve que la sopapearon un
poco, se debe haber asustado y cantó todo-
Papa empezó una pregunta, pero mamá se le adelantó.
- ¿Pero que cosa cantó? ¿Que hizo? -
- Parece que tiene algunos amigos Montos. . . -
El nombre sonó mas terrible que la palabra Montoneros
completa. Los medios de comunicación se referían a la
agrupación declarada ilegal en primer o segundo termino. Para el
lenguaje oficial eran innombrables, como si de esa forma evitaran invocar
algún autóctono Leviatan. La mayoría de la gente los
llamaba montoneros, sin eufemismos.
Aplicar el termino Montos, en cambio, implicaba una peligrosa
militancia de armas llevar y actos decididamente violentos. Los que
estaban realmente imbuidos en el tema aplicaban ese termino en casos muy
particulares. Como el caso de Mariel.
Papa fijó la mirada en el piso de la cocina mientras que
nuestro informante, incomodo por la situación, hacía girar
el vaso entre las manos. Se me ocurrió que la cerveza iba a perder
fuerza.
- . . . también que hizo de campana en algún robo. . .
además de andar en un coche robado. . . nada más. -
Papá y mamá se miraron. El preguntó
- ¿Y que va a pasar ahora? -
- Y. . un tiempo a la sombra va a estar. No es tanto lo que hizo. En
algunos casos si demuestran arrepentimiento los tienen con arresto
domiciliario, o en libertad restringida-
- ¿Y cuando la juzgan? -
- No, parece que con este asunto de la guerrilla los jueces civiles
no pueden actuar. . . mucho no pude leer porque no estaba en mi oficina,
pero me parece que ya esta juzgada por un tribunal militar secreto, para
que los subversivos no los puedan identificar. . . por eso es que ustedes
no la encuentran por ningún lado. -
- Que desastre. . . - acotó papá
- La gente que se la llevó no es del Ejercito, son de la
Marina. La tienen detenida ahí-
- ¿Ahí, donde? -
- Ahí, en Mecánica. . . en la ESMA, en la avenida Del
Libertador, cerca de River-
Mis padres parecían desconocer la ubicación, pero yo
me sorprendí ya que era una dirección familiar para mi.
Exclamé
- ¡Claro, Mecánica de la Armada! si entrenábamos
ahí el año pasado, una porquería , pileta de 33
metros. . . - me detuve con mi apreciación técnica.
El vecino pareció no entender mi comentario y prosiguió
- En Capital el Ejercito tiene a la gente detenida en varios
cuarteles, pero por lo que se los de la Marina concentran a todos ahí-
Papá y Mamá le agradecieron y valoraron el riesgo que
significaba para el conseguir información restringida. El respondió
- Sabe lo que pasa, y discúlpeme que se lo diga así,
su hija fue una tonta que se dejó calentar la cabeza. Yo los
escuchaba desde el departamento como discutían con ella. . . fue
una cabezona. Pero la conozco desde que era chica y no es mala, es difícil
pero no mala. Además hay cosas que veo en el comando que no me
gustan, las están haciendo mal. Yo no puedo hacer nada, pero por lo
menos quiero que ustedes sepan donde esta. -
Saber que estaba en la ESMA me tranquilizo parcialmente. Era una
vergüenza que estuviera presa, un desastre como decía papa.
Pero sabíamos donde estaba y además yo conocía como
era por dentro. A diferencia de la cárcel de Devoto que se yergue
imponente sobre las casitas circundantes, la ESMA era estéticamente
agradable. Adornada de canteros pulcramente cuidados, toda la circulación
interna estaba en contacto con la naturaleza. Añosos eucaliptos le
daban un aire campero difícil de encontrar en la metrópoli.
La vista del río con los veleros navegando completaba un paisaje
bucólico, solo sacudido de vez en vez por los aviones que
aterrizaban en el aeroparque próximo.
Contra todos los pronósticos, sortee Física 1 con un
ajustado aprobado(4) y quede exonerado de la tortura del estudio hasta la
primera semana de febrero. A partir de ese momento pensaba dedicarme a
nadar y a Marta.
Para no despertar suspicacias entre nuestros parientes, que a
excepción de Beba y el Negro no sabían nada, la Nochebuena
la celebraríamos en casa igual que años anteriores. Como era
previsible, a medida que iban llegando a casa preguntaban acerca de
Mariel. Y a medida que respondíamos íbamos adquiriendo mayor
naturalidad en la respuesta. Casi parecía genuina. En ese momento
lo importante era salir del paso. Más adelante, de regreso de Mar
de Ajó veríamos con mas claridad la situación.
El tradicional brindis navideño tiene la peculiaridad de
marcar hitos en la vida de cada familia. Esa noche ninguno de nosotros
exteriorizo nada que pudiera delatar esa combinación de pena y
angustia que nos oprimía. Me pregunté si Mariel estaría
brindando y si el año próximo podríamos estar juntos
para las fiestas los seis nuevamente. Pero ese año ya no.
Al día siguiente papá quiso hacer un asado. Hacía
mucho tiempo que no se ordenaban los placares de la terraza, y mientras el
vigilaba la carne en la parrilla, yo descartaba las cosas fuera de uso en
esos muebles . Manteníamos una conversación ligera y yo de
vez en cuando le preguntaba el destino de algunos elementos. Entraban en
dos categorías: para tirar o para guardar.
Ya con la mitad de un placar ordenado tropecé con un paquete
de regulares dimensiones, envuelto en papel de diario y no muy pesado.
Dije en voz alta
- ¿Y esto? -
Papa atizaba las brasas y pregunto rutinariamente
- ¿A ver? -
Rasgué la envoltura y apareció un frasquito de tinta
de imprenta. Algo no me gustó. Seguí desenvolviendo y
encontré una almohadilla entintada junto a un hisopo también
oscurecido. Abrí un paquetito más pequeño y descubrí
una veintena de panfletos. Hechos con ese rudimento de imprenta, reproducían
el ovalo con las dos cañas tacuaras cruzadas, símbolo de los
Montoneros
Papa me sacó todo de las manos y me dijo
- Llamala a mamá-
Ella estaba en la cocina preparando la ensalada. Cuando se lo conté,
cerro la canilla y sin siquiera secarse las manos, subió con la máxima
premura que le permitía su cadera.
Papá ya había distribuido los papeles en cuestión,
separándolo en dos o tres grupos, según era la consigna
impresa.
Acoté
- Menos mal que no buscaron acá-
Dado lo obvio de mi comentario, no replicaron nada.
Sin mediar palabra mamá abrió el frasco y vació
el contenido en la pileta. Luego removió la basura del tacho con
las manos, lo colocó en el fondo y con el cabo de la escoba lo
redujo a fragmentos. Papá mientras tanto hacía a un lado un
montoncito de brasas , para que el asado no tomara feo sabor y, empujándolos
con el tridente de cocinero, arrimó la almohadilla y los panfletos.
Hubo que avivar el fuego pero finalmente no quedó nada. Me pregunte
si habría mas cosas ocultas en algún rincón de la
casa.
Tal como me lo había propuesto, empecé a nadar mañana
y tarde. Iba al club temprano, me entrenaba, volvía a casa a dormir
la siesta y a las cinco salía nuevamente para la pileta. A la noche
después de entrenar cenaba en la casa de Marta y me quedaba hasta
bien entrada la noche. Como resultado de ese desorden mis tiempos en
natación empeoraron. El 31 de diciembre por la mañana cuando
concluyo la única sesión del día, el entrenador me
llamó aparte y me recrimino
- Se que estas de novio y eso esta muy bien a tu edad. Pero estas
andando cada vez peor en el agua. . . decime ¿cuantas horas dormís
a la noche? -
- Y . . . a veces ocho. . . -
- ¿En serio? -
- Bueno. . . en general tres o cuatro. . . es que me quedo en lo de
Marta y se me pasa la hora; llego a casa a las cuatro o cinco y a las ocho
me levanto para venir acá. . . -
- Así no podes entrenar bien. Tratá de verla más
temprano o hacé algo al respecto. ¿De acuerdo? -
- Esta bien- acepté a regañadientes
Ese fin de año escogimos con mis padres el anonimato de un
restaurant. Lo más adecuado para evitar la tensión de
nochebuena.
Después del brindis pase a buscar a mi novia que también
recibía el año nuevo fuera de la casa. Habían cenado
en el Club Hípico Argentino. Cuando llegué, cerca de las
tres de la madrugada, la madre estaba impaciente por irse a la casa. Me
confió a su hija con una recomendación clásica
- No vengan tarde. . . y sobre todo, juicio-
Que significaba esa palabra, no lo sabia, pero por supuesto asentí
- Quédese tranquila que en un rato la acompaño-
Marta protestó
- ¿Como en un rato? Vamos a ver el amanecer al río,
estamos cerca-
Me sorprendí por el programa, pero si ella quería no
podría poner objeción alguna.
Bailamos un rato largo y luego nos fuimos caminando . Apenas se tocó
el tema de Mariel; no queríamos arruinar el clima romántico
de ese primero de año. Llegamos a la costanera cuando empezaba a
clarear. Parados frente al río teníamos el aeroparque a la
derecha. A la izquierda se veía la Ciudad Universitaria. Recordé
que cuando competíamos en aguas abiertas, que la tomábamos
como punto de referencia. Yo era uno de los pocos habitantes de la ciudad
que podía jactarse de haberla visto desde el río, y no desde
un bote.
El sol ya empezaba a asomarse. Por fin empezaba el primer día
de 1977 . Marta me besó y dijo
- Feliz año, amor-
- Feliz año-
Nos abrazamos con fuerza y nos quedamos viendo como las débiles
olas apenas salpicaban la costa
Me acarició la espalda y preguntó
- ¿Estas bien? -
Con mi cara apoyada en su mejilla mire nuevamente a la Ciudad
Universitaria. Sabia que los edificios ocultaban la Escuela de Mecánica
de la Armada.
Volví a mentir
- Si gorda, estoy bien-
Me quedé entrenándome la primera quincena de enero.
Mis hermanos viajaron a Mar de Ajó junto con mis abuelos y mamá
aprovechó esos días para tratar de obtener alguna comunicación
oficial respecto de Mariel. En todas las oficinas del Ministerio del
Interior obtenía la misma estéril respuesta. En algunos
casos la indiferencia de los empleados era pasmosa. Cierto día uno
le insinuó que mi hermana había fingido su secuestro para
pasar a la clandestinidad. Mamá llegó a casa demasiado
cansada como para indignarse con fuerza. Apenas se lamentó delante
nuestro
- ¡Autosecuestro. . . !Dios mío, esta gente es increíble.
Si vieran ustedes la cantidad de personas que están pidiendo por lo
mismo. La mayoría son señoras de mi edad. A algunas ya las
conozco de otras colas. . . -
Aunque adivinando la respuesta, papá inquirió:
- ¿Y que? ¿Se sabe algo? -
- No, nada de nada. . . , dicen que están soltando gente.
Nadie sabe muy bien a quienes ni por que, pero ya desde la semana pasada
que entre los que estamos siempre se comenta eso-
- ¿No dijo Anselmo que no estaba muy metida. . . ? en una de
esas capaz que la sueltan -
- Ojalá- continuó mamá- Dicen que como
agarraron a tantos no tienen lugar ni en los cuarteles ni en la ESMA. . .
y como no los juzgan los jueces civiles a las cárceles comunes no
pueden ir. . . por eso los largan . . . -
- ¿Y como los largan, cuando? -
- De noche, los miércoles y sábados. . . -
Papá insistió
- ¿Pero como los largan? . . . habrá que ir a buscarla
allá
- No, no. Los largan solamente. . . y que se arreglen-
- ¡Pero mira vos. . . !sin documentos, sin plata para el
colectivo siquiera,. . . a ver si la agarra la policía a esa hora
de la madrugada. . . que bárbaros. . . -
Mamá me miró y me dijo
- Yo venia pensando en el colectivo que cuando vuelvas de Mar de Ajó,
vas a tener que venir más temprano de entrenamiento los miércoles,
y los sábados no vas a poder salir. -
Me pareció justo. Pregunté
- Si yo no salgo los sábados. . . ¿puede venir Marta acá?
-
- ¿Pero vos estas loco, Marta acá cuando no hay nadie? .
. . ubicate, ¡por favor!-
No, claro. Además la madre nunca la dejaría.
Estuve unos días en Mar de Ajó y de regreso en Buenos
Aires le conté a Marta la restricción de los miércoles
y sábados. Su primera reacción fue de comprensión y
me alegre de su madurez. Pero a los dos o tres días cambió
de parecer. Me dijo
- Estuve hablando con mamá y le conté lo de tu
hermana. . . y que te tenes que quedar los sábados en tu casa. . .
-
- ¿Y que dijo? -
- Le dio mucha lastima. . . -
Había algo más. Me di cuenta que mi temor por la
reacción de Doña Mercedes no fue infundado
- ¿Y. . . ? -
- Y no, dice que si yo quiero ir a bailar con mis amigas no tiene
nada de malo. . . que te pregunte si te molesta-
La verdad era que me molestaba, y mucho. No tanto porque dudase de
ella sino porque era evidente la nefasta influencia materna. Respondí
que no me molestaba y di por concluido el tema.
El verano transcurría sin mayores alteraciones. El primer miércoles
me quede despierto hasta pasada la medianoche. Miraba cada tanto en
dirección al hall esperando ver la silueta de mi hermana tocando el
timbre. Nada sucedió.
Por ser Alejandro y Gustavo los únicos del equipo que estaban
al corriente de la situación, se convirtieron en mis confesores. El
primer sábado que me iba a quedar en casa les pedí opinión
acerca de la actitud de Marta. Ninguno de los dos la censuró
directamente pero comprendí que no les caía bien.
Me fui del vestuario con cierta melancolía. Me costaba
admitirlo pero empezaba a dudar de la incondicionalidad de Marta hacia mi.
Llegue a casa y dormí una siesta colosal, no tanto por el
cansancio físico sino más bien por ocupar las horas ociosas.
Me desperté cerca de las seis de la tarde, con una rara
sensación de angustia. Una pregunta recurrente me incomodaba. ¿Para
que nadar? ¿Para que tanto esfuerzo? Quise persuadirme de que era un
truco de mi cuerpo, destruido después de una semana de
entrenamiento durisimo. El silencio de la casa me llevaba nuevamente a esa
idea. ¿para que preocuparme tanto por la natación? Si, de
cualquier modo, dentro de cien años estaremos todos muertos. Y a
nadie le va a importar, de la misma forma que nadie se conmueve cuando se
proyectan esos documentales color sepia de principios de siglo. Todas esas
gentes desplazándose en cámara rápida, esos niños
hoy muertos o convertidos en gerontes decrépitos trabajaron, amaron
y sufrieron. ¿Para que? . Si alguien nos filma, ¿significaremos
algo dentro de un siglo? .
Salí a la terraza, en un intento de recobrar la cordura. Ni
siquiera la perra estaba, ya que la habían llevado al mar.
Hay que hacer algo, me dije. Regresé a mi cuarto
Revise en algún estante sin saber concretamente que buscaba.
Quizás alguna revista cómica, aunque releer chistes no me
complacía. En un rincón y ordenados cronológicamente
había varios "Selecciones". Busque algún articulo
que me motivara lo suficiente como para olvidarme de pensamientos tan fúnebres.
Después de una búsqueda que ya de por si tenía
fines terapéuticos, encontré el articulo perfecto para mi
interrogante: La autobiografía de un campeón olímpico
de natación, Don Schollander. Leí con fruición toda
la historia y me quede con ganas de leer más, ya que ese era el
resumen del libro "Deep water" , Aguas Profundas. Me propuse
conseguirlo, aunque fuera en ingles.
Con el espíritu un poco más tranquilo me senté
a ver televisión, dispuesto a una vigilia prolongada. Las horas
pasaron y el timbre no sonó. Cené y me acosté, sin
pensar en nada.
Participé en uno que otro torneo. Mi relación con
Marta si bien un poco más apocada seguía sin grandes
novedades ; mi familia volvió de las vacaciones. Terminaba febrero
y de Mariel ninguna noticia.
Empece a preparar otra materia. La primera semana de marzo se
acabaron los torneos y había que empezar a trotar y hacer pesas.
El abuelo me había hecho unas pesas caseras, de modo que yo
hacia mi rutina de fortificación en la terraza y me ahorraba un
tiempo valioso sin ir al club. A mediados de marzo me llamó
Alejandro
- Che, se pudrió todo-
- ¿Que cosa? -
- El entrenador renunció; se peleó con la subcomisión
y están buscando a otro-
- ¿Que hacemos? -
- Con Gustavo decíamos de cambiarnos de club-
- ¿Por cual? -
- No sabemos todavía-
- ¿Y quienes seriamos? -
- Los más grandes, vos, yo, Gustavo, la novia y Gabriela-
- ¿También ella? -
- Y bueno, no le podemos decir que no. . . es fea pero no para
tanto-
- En fin. . . -
- ¿Vos que vas a hacer? -
- Me paso con ustedes, claro-
- Bueno, quería saber eso. -
Otro problema más, pensé
Capitulo 6
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