JULIO, 2008. Uno de los activos más valiosos con que Hollywood cuenta hoy es un actor de 39 años de edad que empezó como rappero en una serie de TV y que hasta hoy no ha fallado en taquilla. Y es que, sencillamente, Will Smith es adorado por la mayoría de los cinéfilos norteamericanos; como muestra tenemos que en su primer fin de semana Hancock se fue como cohete a la cima de las más taquilleras.

El punto aquí es que muchos asistentes verán aquí a un Will Smith diferente, o más precisamente, un antohéroe, algo que no resulta tan novedoso como algunos críticos creen si nos acordamos de xXx de Van Diesel o el Phenomenon de John Travolta. Del mismo modo, esta es una prueba de la versatilidad de Smith, quien ya alcanzó su primera nominación al Óscar con Ali y en Search for Happyness. La diferencia es que entonces encarnó a tipos buenos, fanfarrones si se quiere, como el otrora llamado Cassius Clay, pero al final engalanados con la túnica de héroe.

Pero no es el caso aquí. John Hancock, por ejemplo, a diferencia de sus colegas, dice palabrotas, no lleva doble personalidad e insulta a los niños. Pero de cualquier modo siente así el deber de hacer el bien, aunque su actitud retadora no lo hace ser bien recibido en la comunidad.

Hancock, además, posee suprapoderes: por ejemplo, es capaz de levantar un automóvil cuyo motor se detiene mientras el ferrocarril se acerca a toda velocidad. Es el rompimiento, pues, de la caracterización común que existe del héroe, y por lo tanto tenemos aquí a un personaje incomprendido, rechazado por ser y lucir extraño. Antes de continuar conviene acotar que lo que aquí tenemos es una comedia, o al menos es la imagen que se nos proporciona mediante algunas puntadas por parte de Smith, como suele ocurrir en sus filmes.

Las cosas comienzan a cambiar cuando Hancock conoce a Ray Embray (Bateman), un publicista que propone a nuestro antihéroe entrar a la cárcel para limpiar su imagen y, al mismo tiempo, hacer que con su ausencia la comunidad lo extrañe al ver cómo suben los índices de delincuencia. La transformación es radical pues Hancock se afeita y luce como catrín, eso sí, uniformado. Vale recalcar que todo lo hace gracias a la amistad que el ex presidiario mantiene con el hijo de Embrey y la inspiración de su esposa Mary (Theron). El plan funciona a medias pero por una inspospechada razón da lugar a que Hancock conozca a alguien que lo ha influido en otras vidas previas y cuya unión pudiera desencadenar una hecatombe terrenal; por ejemplo, en una de sus encarnaciones ocurrió la Gran Depresión de 1929.

Es en esos momentos cuando se siente un extraño deja vu, experimentado en esos churros mexicanos que empiezan como comedia y luego dan un giro seudo dramático como forma de rellenar el tiempo. Hancock y su amada son dos ángeles, para acabar pronto, una premisa desafortunada, y nada novedosa si asumimos que Smith tuvo un rol parecido en Vance, al lado de Ben Affleck. Con ello el argumento pierde fondo y cae en situaciones ridículas o, por lo menos, extrañas al género que se sugiere, ¿El mensaje principal sugiere, si vemos esta película con anteojuelos críticos, no juzgar por las apariencias, ya sea el caso de los inmigrantes que entran ilegalmente a Estados Unidos, pues detrás de ellos se encuentra un ángel que quiere redimir al mundo? Quién sabe.

Grotesco, pues, el esquema central de Hancock, e indigno de la carrera de Will Smith. La impresionante primera semana taquillera indica que los espectadores no le han perdido la confianza, pero para la siguiente quizá no tenga tanta suerte. O tal vez, si nos aventamos alguna especulación igual de jalada, Smith es un ángel y encontró en su representante artístico a otro ángel cuya sociedad repercutirá en una catástrofe, aunque no peor que la vista en esta película que no cuaja y cuyo contenido de desparrama mucho antes de cumplirse la reglamentaria hora y medio que dura esta cinta.