
- El ruego
- Tú,
que nunca seras
- La
caricia perdida
- El Engaño
- Queja
- Bajo
tus miradas
- Duerme
tranquilo
- El
divino Amor
- Te
acuerdas
- Tu dulzura
- Me
atreveré a besarte
- Miedo
- Pasión
- Una vez
más
- Una
- Noche
divina
- Canción
de la mujer astuta
- Soy
- Pudiera
ser
- Silencio
- Alma
desnuda
- Capricho I
- Dos
palabras
- Al oído
- Invitación
amable
- Tú
me quieres blanca
- ¡Ay!
- El clamor
- Carta
lírica a otra mujer
- Esto
es amor
- Esta tarde
- Lo
inacable
- Dulce
tortura


El
ruego
Señor,
Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, toda la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor; mi espalda está desnuda,
¡haz estallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos!
Que está la tarde ya sobre mi vida,
y esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, ¡Señor, haciendo versos!
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- Tú,
que nunca serás
-
- Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno halado.
-
- No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.
-
- Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,
-
- y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, mas me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío
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La
caricia perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos ... En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va,
si no ves esa mano ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida ¿me reconocerás?
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El engaño
Soy tuya, Dios lo sabe por qué,
ya que comprendo
que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
y que bajo el encanto de mis ojos, te gana
otro encanto el deseo, pero no me defiendo.
Espero que esto un día
cualquiera se concluya,
pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.
Pero tú sabes menos que yo, y
algo orgulloso
de que te pertenezca, en tu juego engañoso
persistes, con un aire de actor del papel dueño.
Yo te miro callada con mi dulce
sonrisa,
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa.
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi
sueño.
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Queja
Señor, Señor, hace ya tiempo,
un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor: mi espalda está
desnuda:
haz restallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos.
Que está la tarde ya sobre mi
vida,
y a esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, Señor, haciendo versos.
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Bajo
tus miradas
Es bajo tus miradas donde nunca zozobro;
es bajo tus miradas tranquilas donde cobro
propiedades de agua; donde río, parlera,
cubriéndome de flores como la enredadera.
Es bajo tus miradas azules donde sobro
para el duelo; despierto sueños nuevos y obro
con tales esperanzas, que parece me hubiera
un deseo exquisito dictado Primavera:
Tener el alma fresca, limpia; ser como el lino
que es blanco y huele a hierbas. Poseer el divino
secreto de la risa; que la boca bermeja
persista hasta el silencio postrero, bella, fuerte,
¡y libe en la corola suprema de la Muerte
con su última abeja!
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Duerme
tranquilo
Dijiste la palabra que enamora
a mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
y hermoso el rostro tuyo a toda hora.
Cuando encanta la boca seductora
debe ser fresca, su decir ameno;
para tu oficio de amador no es bueno
el rostro ardido del que mucho llora.
Te reclaman destinos más gloriosos
que el de llevar, entre los negros pozos
de las ojeras, la mirada en duelo.
¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
de algún bárbaro rey y tiene estatua.
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El
divino amor
Te ando buscando, amor que nunca llegas,
te ando buscando, amor que te mezquinas,
me aguzo por saber si me adivinas,
me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
se han aquietado sobre un haz de espinas;
sangran mis carnes gotas purpurinas
porque a salvarme, ¡oh niño!, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños,
que a veces bastan unos pocos sueños
para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.
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Te
acuerdas
- Mi boca con un ósculo travieso
buscó a tus golondrinas, traicioneras,
y sentí tus pestañas prisioneras
palpitando en las combas de mi beso.
-
- Me libró la materia de su peso...
pasó por mí un fulgor de primaveras
y el alma anestesiada de quimeras
conoció la fruición del embeleso.
-
- Fue un momento de paz tan exquisito
que yo sorbí la luz del infinito
y me asaltó el deseo de llorar.
-
- ¿Te acuerdas que la tarde se moría
y mientras susurrabas: "¡Mía! ¡Mía!"
como un niño me puse a sollozar?....
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Tu
dulzura
Camino lentamente por la senda de
acacias,
me perfuman las manos sus pétalos de nieve,
mis cabellos se inquietan bajo céfiro leve
y el alma es como espuma de las aristocracias.
Genio bueno: este día conmigo te
congracias,
apenas un suspiro me torna eterna y breve...
¿Voy a volar acaso, ya que el alma se mueve?
En mis pies cobran alas y danzan las tres Gracias.
Es que anoche tus manos en mis manos de fuego,
dieron tantas dulzuras a mi sangre, que luego
llenóseme la boca de mieles perfumadas,
tan frescas, que en la limpia madrugada de estío,
mucho temo volverme al caserío,
prendidas en los labios mariposas doradas
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Me
atreveré a besarte
Mírame aquí a tu lado tirada
dulcemente;
soy un lirio caído al pie de una montaña...
Mírame aquí a tu lado...Esa luz que me baña
me viene de tus ojos como de un sol naciente.
Cómo envidio tus uñas insertas
en tus dedos,
y tus dedos insertos de tu mano en la palma,
y tu ser todo inserto en el molde de mi alma!
Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos.
Acoge mi pedido: oye mi voz
sumisa,
vuélvete a donde quedo postrada y sin aliento.
Celosa de tus penas, esclava de tu risa,
sobra de tus anhelos y de tu pensamiento.
Te miraré a los ojos cuando la
tarde abroche
tu boca bien amada que no he besado nunca..
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Miedo
Aquí, sobre tu pecho, tengo miedo de todo;
estréchame en tus brazos como una golondrina
y dime la palabra, la palabra divina
que encuentre en mis oídos dulcísimo acomodo.
Háblame de amor, arrúllame, dame el mejor apodo,
besa mis pobres manos, acaricia la fina
mata de mis cabellos, y olvidaré, mezquina,
que soy, ¡oh cielo eterno!, sólo un poco de lodo.
¡Es tan mala la vida! ¡Andan sueltas las fieras...!
Oh, no he tenido nunca las bellas primaveras
que tienen las mujeres cuando todo lo ignoran.
En tus brazos, amado, quiero soñar en ellos,
mientras tus manos blancas suavizan mis cabellos,
mientras mis labios besan, mientras mis ojos lloran.
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Pasión
Unos besan las sienes, otros besan las manos,
otros besan los ojos, otros besan la boca.
Pero de aquél a éste la diferencia es poca.
No son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos.
Pero, encontrar un día el espíritu sumo,
la condición divina en el pecho de un fuerte,
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe de viento las columnas de humo!
La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus senos.
¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!
Indice

Una
vez más
Es una boca más la que he
besado.
¿Qué hallé en el fondo de tan dulce boca?
¿Que nada hay nuevo bajo el sol y es poca
la miel de un beso para haberlo dado?
Heme otra vez aquí, pomo
vaciado.
Bajo este sol que mis espaldas toca
a la cordura vanamente, invoca
mi triste corazón desorbitado.
¿Una vez más?... Mi carne se
estremece
y un gran terror entre mis manos crece,
pues alguien da mi nombre a los caminos
y es su voz de hombre, cálida y
temida.
Ay, quiero estarme quieta y soy movida
hacia la sombra verde de los pinos.
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Una
Es alta y es perfecta, de
radiadas pupilas
azules, donde acecha, perezosa una Eva.
Su piel es piel de fruta. Su blanca carne nieva
y sus trenzas se tuercen como gruesas anguilas.
Un bosque de oro crece en sus
blancas axilas.
De los árboles rompe la yema fina y nueva.
Su boca es de la muerte la tenebrosa cueva.
su risa daña el pecho de las aves tranquilas.
Pasó ayer a mi lado, las caderas
redondas,
los duros muslos tensos soliviando las blondas,
los labios purpurados, y miedo tuve al verla,
pues de tal modo es ella, ya, la
predestinada
que, se comprende, al verla, camina, abandonada
hacia el hombre primero que debe poseerla.
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Noche
divina
Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el
árbol de manzanas lleno.
fuente de
dioses a la sed propicia,
pan del
instinto, para el hambre, bueno.
Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en
nosotros su mirar sereno:
muslo
desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la
luz que lo acaricia.
Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus
manos impalpables tules
y algo divino
te levanta en vuelo.
No cortemos la fruta deleitosa
y mira el
alma en una nube rosa,
cómo es de
azul la beatitud del cielo.
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Canción
de la mujer astuta
Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números
graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida:
mezcla de tinta azul teñida;
la misma
extraña mezcla con que ha sido amasada.
Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido
viento de tierra prometida,
y bebe, dulce
aroma, mi nariz dilatada
a la selva
exultante y a la rama nutrida.
Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza
astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme
luego de alguna humana fruta.
Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado
solemne; de esta fiebre viva,
algún amor
estéril y de paso, disfruta.
Indice

- Soy
-
- Soy,
suave y triste si idolatro, puedo
- bajar
el cielo hasta mi mano cuando
- el
alma de otro al alma mía enredo.
- Pulmón
alguno no hallarás mas blando.
-
- Ninguna
como yo las manos besa,
- ni
acurruca tanto en un ensueño,
- ni
cupo en otro cuerpo, así pequeño,
- un
alma humana de mayor terneza.
-
- Muero
sobre los ojos, si los siento
- como
pájaros vivos, un momento,
- aletear
bajo mis dedos blancos.
-
- Sé
la frase que encanta y que comprende,
- y
sé callar cuando la luna asciende
- enorme
y roja sobre los barrancos.
Indice

Pudiera
Ser
- Pudiera
ser que todo lo que en verso he sentido
- no
fuera más que aquello que nunca pudo ser,
- no
fuera más que algo vedado y reprimido
- de
familia en familia, de mujer en mujer.
-
- Dicen
que en los solares de mi gente, medido
- estaba
todo aquello que se debía hacer...
- Dicen
que silenciosas las mujeres han sido
- de
mi casa materna... Ah bien pudiera ser.
-
- A
veces en mi madre apuntaron antojos
- de
liberarse, pero se le subió a los ojos
- una
honda amargura y en la sombra lloró.
-
- Y
todo esto mordiente, vencido, mutilado,
- todo
esto que se hallaba en su alma encerrado,
- pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
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Silencio
...Me besarás los ojos... estarás
a mi lado...
--Adiós, hasta mañana, hasta mañana amado.
Y caerá en mis pupilas una luz
bienhechora,
la luz azul-celeste de la última hora.
Una luz tamizada que bajando del cielo
me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.
Una luz tamizada que ha de
cubrirme toda
con su velo impalpable como un velo de boda.
Oh, silencio, silencio... esta
tarde es la tarde
en que la sangre mía ya no corre ni arde.
Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
tu boca bien amada dulcemente me llama.
Oh silencio, silencio que tus besos sin ecos
se pierden en mi alma temblorosos y secos.
Oh silencio, silencio que la tarde se alarga
y pone sus tristezas en tu lágrima amarga.
Oh silencio, silencio que se callan las aves,
se adormecen las flores, se detienen las naves.
Oh silencio, silencio que una estrella ha caído
dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.
Oh silencio, silencio que la noche se allega
y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.
Oh silencio, silencio... que el silencio me toca
y me apaga los ojos, y me apaga la boca.
Oh silencio, silencio... que la calma destilan
mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...
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Alma desnuda
Soy un alma desnuda en estos versos,
alma desnuda que angustiada y sola
va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
que puede ser un lirio, una violeta,
un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta
y ruge cuando está sobre los mares
y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares
dioses que no se bajan a cegarla;
alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla
con sólo un corazón que se partiera
para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
dice al invierno que demora: vuelve,
caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
en tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
a campo abierto, sin fijar distancia,
y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia,
de un suspiro, de un verso en que se ruega,
sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega
y negando lo bueno el bien propicia
porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia
palpar las almas, despreciar la huella,
y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
como los vientos vaga, corre y gira;
alma que sangra y sin cesar delira
por ser el buque en marcha de la estrella.
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Capricho
I
Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber veneno, el malvado veneno
que moja los labios a pesar de ser bueno.
Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de por qué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.
Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente estulto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.
No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.
Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.
Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.
Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.
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Dos
palabras
Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo -¡oh, qué bella, la vida!-
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
que nerviosos, mis dedos,
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
cortar estrellas.
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Al
oído
Si quieres besarme.....besa
--yo comparto tus antojos--.
Mas no hagas mi boca presa..
bésame quedo en los ojos.
No me hables de los hechizos
de tus besos en el cuello...
están celosos mis rizos,
acaríciame el cabello.
Para tu mimo oportuno,
si tus ojos son palabras,
me darán, uno por uno,
los pensamientos que labras.
Pon tu mano entre las mías...
temblarán como un canario
y oiremos las sinfonías
de algún amor milenario.
Esta es una noche muerta
bajo la techumbre astral.
Está callada la huerta
como en un sueño letal.
Tiene un matiz de alabastro
y un misterio de pagoda.
¡Mira la luz de aquel astro!
¡la tengo en el alma toda!
Silencio...silencio...¡calla!
Hasta el agua corre apenas,
bajo su verde pantalla
se aquieta casi la arena...
¡Oh! ¡qué perfume tan fino!
¡No beses mis labios rojos!
En la noche de platino
bésame quedo en los ojos...
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Invitación
amable
Acércate, poeta; mi alma es sobria,
de amor no entiende -del amor terreno-
su amor es mas altivo y es mas bueno.
No pediré los besos de tus labios.
No beberé en tu vaso de cristal,
el vaso es frágil y ama lo inmortal.
Acércate, poeta sin recelos...
ofréndame la gracia de tus manos,
no habrá en mi antojo pensamientos vanos.
¿Quieres ir a los bosques con un libro,
un libro suave de belleza lleno?...
Leer podremos algún trozo ameno.
Pondré en la voz la religión de tu alma,
religión de piedad y de armonía
que hermana en todo con la cuita mía.
Te pediré me cuentes tus amores
y alguna historia que por ser añeja
nos dé el perfume de una rosa vieja.
Yo no diré nada de mi misma
porque no tengo flores perfumadas
que pudieran así ser historiadas.
El cofre y una urna de mis sueños idos
no se ha de abrir, cesando su letargo,
para mostrarte el contenido amargo.
Todo lo haré buscando tu alegría
y seré para ti tan bondadosa
como el perfume de la vieja rosa.
¿La invitación esta... sincera y noble.
Quieres ser mi poeta buen amigo
y sólo tu dolor partir conmigo?
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Tú
me quieres blanca
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
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¡Ay!
Seré en tus manos una copa fina
pronta a
sonar cuando vibrarla quieras...
Destilarán
en ella primaveras,
reflejará la
luz que te ilumina.
Seré en tus
manos una copa fina.
Habrás en ella una bebida suave,
nunca más
dulce, pues piedad le dona;
licor que no
hace mal y el mal perdona,
dulce licor
que de las cosas sabe...
Habrás en
ella una bebida suave.
Un día oscuro, entre tus dedos largos
será
oprimido su cristal fulgente
y caerá en
pedazos buenamente
la fina copa
que te dió letargos;
¡un día
oscuro, entre tus dedos largos!
Cristal informe sobre el duro suelo
no ha de ser
turbio porque está quebrado:
reflejará la
beatitud del cielo;
pobre cristal
sobre tus pies tirado;
cristal
informe sobre el duro suelo.
Daño tan
grande Dios te lo perdone:
manos
benditas las que así lo quiebren,
rosas y
liriros para nunca enhebren,
dulzura
eterna su impiedad le abone.
Daño tan
grande Dios te lo perdone...
Indice

El
clamor
Alguna vez, andando por la vida,
por piedad,
por amor,
como se da
una fuente, sin reservas,
yo di mi
corazón.
Y dije al que
pasaba, sin malicia,
y quizá con
fervor:
-Obedezco a
la ley que nos gobierna:
He dado el
corazón.
Y tan pronto
lo dije, como un eco
ya se corrió
la voz:
-Ved la mala
mujer esa que pasa:
Ha dado el
corazón.
De boca en
boca, sobre los tejados,
rodaba este
clamor:
-¡Echadle
piedras, eh, sobre la cara;
ha dado el
corazón!
Ya está
sangrando, sí, la cara mía,
pero no de
rubor,
que me vuelvo
a los hombres y repito:
¡He dado el
corazón!
Indice

Carta
lírica a otra mujer
Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y
os imagino blanca,
débil como
los brotes iniciales,
pequeña,
dulce... Ya ni sé.....Divina,
en vuestros
ojos, placidez de lago
que se
abandona al sol y dulcemente
le absorbe su
oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío,
que se alarga, se alarga,
y luego se me
muere y se concluye
así, como lo
veis, en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un
rumoroso colmenero,
si las orejas
vuestras son a modo
de pétalos
de rosa ahuecados...
Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las
estrellas tan lejanas
y si en las
manos tibias se os duermen
palomas
blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda
vos, que
teneis el hombre que adoraba
entre las
manos dulces, vos la bella
que habéis
matado, sin saberlo acaso,
toda
esperanza en mí....Vos, su criatura.
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis
gustando del amor secreto
que guardé
silencioso...Dios lo sabe
por qué, que
yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de
mi brazo, que a extenderlo
acaso mía
aquella dicha vuestra
me fuera
ahora....Sí, acaso mía....
Mas ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo
mío no alcanzó a extenderse:
la sed
divina, contenida entonces,
me pulió el
alma....Y él ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
él se
estremece y le decís palabras
pequeñas y
menudas que semejan
pétalos
volanderos y muy blancos.
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
Arrancaban
tan firmes los cabellos
a grandes
ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo
otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios
suyos; él me dijo un día
que nada era
tan dulce al alma suya
como besar
las femeninas manos....
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por
afuera de la vida,
-como
aquellos filósofos mendigos
que van a las
ventanas señoriales
a mirar sin
envidia toda fiesta-
me allegue alguna vez a vuestro lado
y con
palabras quedas, susurrantes,
os pida
vuestras manos un momento,
para
besarlas, yo, cómo él las besa....
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya
pensando: aquí se aposentaron
¿cuánto
tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las
divinas manos que son suyas?
Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar
huellas suyas y seguirlas
sobre las
manos vuestras tan sedosas,
tan finas,
con las venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle
el alma, ni tenerlo
rendido aquí
a mis pies, rencompensarme
este horrible
deleite de ser mío
un inefable,
apasionado rastro...
Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera
ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve
este cansancio amargo,
este silencio
de alma en que me escudo,
este dolor mortal en que me abismo
esta
inmovilidad del sentimiento,
que sólo
salta bruscamente cuando
nada es
posible!
Indice

Esto es amor
Esto es amor, esto es amor, yo siento
en todo átomo
vivo un pensamiento.
Yo soy una y soy mil, todas las vidas
pasan por mí,
me muerden sus heridas.
Y no puedo ya más, en cada gota
de mi sangre
hay un grito y una nota.
Y me
doblo, me doblo bajo el peso
de un beso
enorme, de un enorme beso.
Indice

Esta
tarde
Ahora quiero amar algo lejano...
algún hombre
divino
que sea como
un ave por lo dulce,
que haya
habido mujeres infinitas
y sepa de
otras tierras, y florezca
la palabra en
sus labios, perfumada:
suerte de
selva virgen bajo el viento...
Y quiero
amarlo ahora. Está la tarde
blanda y
tranquila como espeso musgo,
tiembla mi
boca y mis dedos finos,
se deshacen
mis trenzas poco a poco.
Siento un
vago rumor... Toda la tierra
está
cantando dulcemente... Lejos,
los bosques
se han cargado de corolas,
desbordan los
arroyos de sus cauces
y las aguas
se filtran en la tierra
así como mis
ojos en los ojos
que estoy
sonañdo embelesada...
Pero.....
ya está
bajando el sol tras de los montes,
las aves se
acurrucan en sus nidos,
la tarde ha
de morir y él está lejos...
lejos como
este sol que para nunca
se marcha y
me abandona, con las manos
hundidas en
las trenzas, con la boca
húmeda y
temblorosa, con el alma
sutilizada,
ardida en la esperanza
de este amor
infinito que me vuelve
dulce y
hermosa...
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Lo
inacabable
No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se
deshojó como una rosa:
Vendrá la
primavera y habrá flores...
el tronco
seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar
nuevo; romperá la sombra
un sol
precioso que dará a las venas
la savia
fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos,
libertos, como mariposas
perderemos el
polen de las alas
Y hallaremos
más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos
y los besos
se secan como rosas,
pero por cada
muerte siete vidas
buscan los
labios demandando aurora.
Mas....¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda
primavera que se esboza
es un cadáver
más que adquiere vida
y es un
capullo más que se deshoja!
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Dulce
tortura
Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía
sobre tus manos largas desparramé mi vida;
mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
ahora soy un ánfora de perfumes vacía.
Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
cuando, picada el alma de tristeza sombría,
sabedora de engaños, me pasaba los días
¡besando las dos manos que me ajaban la vida!
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