
Suplicio
de amor
Mi mal
A él
Al partir
Soneto
imitando una Oda de Safo
Amor y
Orgullo
Deseo y
Venganza
A
la muerte de José María Heredia
Las
contradicciones


Suplicio
de amor
- ¡Feliz
quien junto a ti por ti suspira,
quien oye
el eco de tu voz sonora,
quien el
halago de tu risa adora
y el
blando aroma de tu aliento aspira!
-
- Ventura
tanta, que envidioso admira
el querubín
que en el empíreo mora,
el alma
turba, el corazón devora,
y el
torpe acento, al expresarla, expira.
-
- Ante
mis ojos desaparece el mundo
y por mis
venas circular ligero
el fuego
siento del amor profundo.
-
- Trémula,
en vano resistirte quiero.
De
ardiente llanto mi mejilla inundo.
¡Delirio,
gozo, te bendigo y muero!
Indice

- Mi
mal
-
- En
vano, ansiosa tu amistad procura
- adivinar
el mal que me atormenta;
- en
vano, amigo, conmovida intenta
- revelarlo
mi voz a tu ternura.
-
- puede
explicarse el ansia, la locura
- con
que amor sus fuegos alimenta...
- Puede
el dolor, al saña más violenta,
- exhalar
por el labio su amargura...
-
- Mas
de decir mi malestar profundo,
- no
halla mi voz, mi pensamiento medio,
- y
al indagar su origen me confundo:
-
- pero
es un mal terrible, sin remedio,
- que
hace odiosa la vida, odioso el mundo,
- que
seca el corazón... ¡En fin, es tedio!
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A
él
No existe lazo ya; todo está roto:
plúgole al Cielo así; ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
mi alma reposa al fin; nada desea.
Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos.
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano...
mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que, irresistible,
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
Quísolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre!
Todo se terminó; recobro aliento.
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre...
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
mas, ¡ay, cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
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Al
partir
- ¡Perla
del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa
Cuba! Tu brillante cielo
la noche
cubre con su opaco velo,
como
cubre el dolor mi triste frente.
-
- ¡Voy
a partir!... La chusma diligente,
para
arrancarme del nativo suelo
Ias velas
iza, y pronta a su desvelo
la brisa
acude de tu zona ardiente.
-
- ¡Adiós!,
¡patria feliz, edén querido!
¡Doquier
que el hado en su furor me impela,
tu dulce
nombre halagará mi oído!
-
- ¡Adiós!...
Ya cruje la turgente vela...
¡El anda
se alza... El buque, estremecido,
Ias olas
corta y silencioso vuela!
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Soneto
imitando una Oda de Safo
¡Feliz quien junto a ti por ti suspira,
quien oye el eco de tu voz sonora,
quien el halago de tu risa adora,
y el blando aroma de tu aliento aspira!
Ventura tanta, que envidioso admira
el querubín que en el empíreo mora,
el alma turba, al corazón devora,
y el torpe acento, al expresarla, espira.
Ante mis ojos desaparece el mundo,
y por mis venas circular ligero
el fuego siento del amor profundo.
Trémula, en vano resistirte quiero...
de ardiente llanto mi mejilla inundo...
¡delirio, gozo, te bendigo y muero!
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Amor
y Orgullo
- Un
tiempo hollaba por alfombras rosas;
y
nobles vates, de mentidas diosas
prodigábanme
nombres;
mas
yo, altanera, con orgullo vano,
cual
águila real a vil gusano,
contemplaba
a los hombres.
- Mi
pensamiento -en temerario vuelo-
ardiente
osaba demandar al cielo
objeto
a mis amores,
y
si a la tierra con desdén volvía
triste
mirada, mi soberbia impía
marchitaba
sus flores.
-
- Tal
vez por un momento caprichosa
entre
ellas revolé, cual mariposa,
sin
fijarme en ninguna;
pues
de místico bien siempre anhelante,
clamaba
en vano, como tierno infante
quiere
abrazar la luna.
- Hoy,
despeñada de la excelsa cumbre
do
osé mirar del sol la ardiente lumbre
que
fascinó mis ojos,
cual
hoja seca al raudo torbellino,
cedo
al poder del áspero destino...
¡Me
entrego a sus antojos!
-
- Cobarde
corazón, que el nudo estrecho
gimiendo
sufres, dime: ¿qué se ha hecho
tu
presunción altiva?
¿Qué
mágico poder, en tal bajeza
trocando
ya tu indómita fiereza,
de
libertad te priva?
- ¡Mísero
esclavo de tirano dueño,
tu
gloria fue cual mentiroso sueño,
que
con las sombras huye!
Di,
¿qué se hicieron ilusiones tantas
de
necia vanidad, débiles plantas
que
el aquilón destruye?
-
- En
hora infausta a mi feliz reposo,
¿no
dijiste, soberbio y orgulloso:
-¿Quién
domará mi brío?
¡Con
mi solo poder haré, si quiero,
mudar
de rumbo al céfiro ligero
y
arder al mármol frío!
- ¡Funesta
ceguedad! ¡Delirio insano!
Te
gritó la razón... Mas... ¡cuán en vano
te
advirtió tu locura!...
¡Tú
mismo te forjaste la cadena,
que
a servidumbre eterna te condena,
y
a duelo y amargura!
-
- Los
lazos caprichosos que otros días
-por
pasatiempo- a tu placer tejías,
fueron
de seda y oro;
los
que ahora rinden tu valor primero,
son
eslabones de pesado acero,
templados
con tu lloro.
- ¿Qué
esperaste, ¡ay de ti!, de un pecho helado
de
inmenso orgullo y presunción hinchado,
de
víboras nutrido?
Tú,
-que anhelabas tan sublime objeto-
¿cómo
al capricho de un mortal sujeto
te
arrastras abatido?
-
- ¿Con
qué velo tu amor cubrió mis ojos,
que
por flores tomé duros abrojos,
y
por oro la arcilla?...
¡Del
torpe engaño mis rivales ríen,
y
mis amantes, ay, tal vez se engríen
del
yugo que me humilla!
- ¿Y
tú lo sufres, corazón cobarde?
¿Y
de tu servidumbre haciendo alarde
quieres
ver en mi frente
el
sello del amor que te devora?...
¡Ah!,
Velo, pues, y búrlese en buen hora
de
mi baldón la gente.
-
- ¡Salga
del pecho -requemando el labio-
el
caro nombre de mi orgullo agravio,
de
mi dolor sustento!...
¿Escrito
no le ves en las estrellas
y
en la luna apacible que con ellas
alumbra
el firmamento?
-
- ¿No
le oyes, de las auras al murmullo?
¿No
le pronuncia -en gemidor arrullo-
la
tórtola amorosa?
¿No
resuena en los árboles, que el viento
halaga
con pausado movimiento
en
esa selva hojosa?
De
aquella fuente entre las claras linfas,
¿no
le articulan invisibles ninfas
con
eco lisonjero...?
¿Por
qué callar el nombre que te inflama,
si
aún el silencio tiene voz, que aclama
ese
nombre que quiero...?
-
- Nombre
que un alma lleva por despojo;
nombre
que excita con placer enojo,
y
con ira ternura;
nombre
más dulce que el primer cariño
de
joven madre al inocente niño,
copia
de su hermosura;
- y
más amargo que el adiós postrero
que
al suelo damos, donde el sol primero
alumbró
nuestra vida,
nombre
que halaga y halagando mata;
nombre
que hiere -como sierpe ingrata-
al
pecho que le anida.
-
- ¡No,
no lo envíes, corazón, al labio!
¡Guarda
tu mengua con silencio sabio!
¡Guarda,
guarda tu mengua!
¡Callad
también vosotras, auras, fuente,
trémulas
hojas, tórtola doliente,
como
calla mi lengua!
indice

Deseo
y Venganza
(Soneto
escrito en una tarde tempestuosa)
¡Del huracán espíritu potente,
rudo como la pena que me agita!
¡Ven, con el tuyo mi furor excita!
¡Ven con tu aliento a enardecer mi mente!
¡Que zumbe el rayo y con fragor reviente,
mientras -cual a hoja seca o flor marchita-
tu fuerte soplo al roble precipita.
roto y deshecho al bramador torrente!
Del alma que te invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza destructora,
lanza a la par la confusión extraña.
¡Ven... al dolor que insano la devora
haz suceder tu poderosa saña,
y el llanto seca que cobarde llora!
indice

A
la muerte de José María Heredia
Le poète est semblable aux
oiseaux
de passage,
Qui ne batissent point leur nid
sur le rivage.
Lamartine
Voz pavorosa en funeral lamento,
Desde los mares de mi patria vuela
A las playas de Iberia; tristemente
En son confuso la dilata el viento;
El dulce canto en mi garganta hiela,
Y sombras de dolor viste a mi mente.
¡Ay!, que esa voz doliente,
Con que su pena América denota
Y en estas playas lanza el océano,
«Murió -pronuncia- el férvido patriota...»
«Murió -repite- el trovador cubano»;
Y un eco triste en lontananza gime,
«¡Murió el cantor del Niágara sublime!»
¿Y es verdad? ¿Y es verdad?... ¿La muerte impía
Apagar pudo con su soplo helado
El generoso corazón del vate,
Do tanto fuego de entusiasmo ardía?
¿No ya en amor se enciende, ni agitado
De la santa virtud al nombre late?...
Bien cual cede al embate
Del aquilón el roble erguido,
Así en la fuerza de su edad lozana
Fue por el fallo del destino herido...
Astro eclipsado en su primer mañana,
Sepúltanle las sombras de la muerte,
Y en luto Cuba su placer convierte.
¡Patria! ¡Numen feliz! ¡Nombre divino!
¡Ídolo puro de las nobles almas!
¡Objeto dulce de su eterno anhelo!
Ya enmudeció tu cisne peregrino...
¿Quién cantará tus brisas y tus palmas,
Tu sol de fuego, tu brillante cielo?...
Ostenta, sí, tu duelo;
Que en ti rodó su venturosa cuna,
Por ti clamaba en el destierro impío,
Y hoy condena la pérfida fortuna
A suelo extraño su cadáver frío,
Do tus arroyos, ¡ay!, con su murmullo
No darán a su sueño blando arrullo.
¡Silencio!, de sus hados la fiereza
No recordemos en la tumba helada
Que lo defiende de la injusta suerte.
Ya reclinó su lánguida cabeza
-De genio y desventuras abrumada-
En el inmóvil seno de la muerte.
¿Qué importa al polvo inerte,
Que torna a su elemento primitivo,
Ser en este lugar o en otro hollado?
¿Yace con él el pensamiento altivo?...
Que el vulgo de los hombres, asombrado
Tiemble al alzar la eternidad su velo;
Mas la patria del genio está en el cielo.
Allí jamás las tempestades braman,
Ni roba al sol su luz la noche oscura,
Ni se conoce de la tierra el lloro...
Allí el amor y la virtud proclaman
Espíritus vestidos de luz pura,
Que cantan el hosanna en arpas de oro.
Allí el raudal sonoro
Sin cesar corre de aguas misteriosas,
Para apagar la sed que enciende al alma
-Sed que en sus fuentes pobres, cenagosas,
Nunca este mundo satisface o calma.-
Allí jamás la gloria se mancilla,
Y eterno el sol de la justicia brilla.
¿Y qué, al dejar la vida, deja el hombre?
El amor inconstante; la esperanza,
Engañosa visión que lo extravía;
Tal vez los vanos ecos de un renombre
Que con desvelos y dolor alcanza;
El mentido poder; la amistad fría;
Y el venidero día
-Cual el que expira breve y pasajero-
Al abismo corriendo del olvido...
Y el placer, cual relámpago ligero,
De tempestades y pavor seguido...
Y mil proyectos que medita a solas,
Fundados, ¡ay!, sobre agitadas olas.
De verte ufano, en el umbral del mundo
El ángel de la hermosa poesía
Te alzó en sus brazos y encendió tu mente,
Y ora lanzas, Heredia, el barro inmundo
Que tu sublime espíritu oprimía,
Y en alas vuelas de tu genio ardiente.
No más, no más lamente
Destino tal nuestra ternura ciega,
Ni la importuna queja al cielo suba...
¡Murió!... A la tierra su despojo entrega,
Su espíritu al Señor, su gloria a Cuba;
¡Que el genio, como el sol, llega a su ocaso,
Dejando un rastro fúlgido su paso!
Indice

- Las
Contradicciones
No encuentro paz, ni me permiten guerra;
De fuego devorado, sufro el frío;
Abrazo un mundo, y quédome vacío;
Me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.
Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
Veo sin luz, sin voz hablar ansío;
Temo sin esperar, sin placer río;
Nada me da valor, nada me aterra.
Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme morir me encuentro fuerte;
Valiente pienso ser, y débil lloro.
Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
Siempre a los pies de la beldad que adoro,
Y no quiere mi vida ni mi muerte.
Indice

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