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- Detente
- Al
que ingrato
- Este
amororso tormento
- Esta
tarde, mi bien
- Este
que ves
- A
unos celos
- Lo
que toco veo.
- La
experiencia te aconseja
- Hombres
necios
- Con el dolor
- Que
no me quiera
- Finjamos
que soy feliz
- Dos
dudas en qué escoger
Estos
versos, lector mío
- Dime
vencedor rapaz
- Feliciano
me adora
- Ya
que para despedirme
-


Detente
Detente,
sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si
al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas
blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que
tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
indice

Al
que ingrato
- Al
que ingrato me deja, busco amante;
- al
que amante me sigue, dejo ingrata;
- constante
adoro a quien mi amor maltrata;
- maltrato
a quien mi amor busca constante.
-
- Al
que trato de amor, hallo diamante,
- y
soy diamante al que de amor me trata;
- triunfante
quiero ver al que me mata,
- y
mato al que me quiere ver triunfante.
-
- Si
a éste pago, padece mi deseo;
- si
ruego a aquél, mi pundonor enojo:
- de
entrambos modos infeliz me veo.
-
- Pero
yo, por mejor partido, escojo
- de
quien no quiero, ser violento empleo
- que,
de quien no me quiere, vil despojo.
indice

Este
amororso tormento
Este
amororso tormento
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
Y cuan con más terneza
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca lo miro
yo mismo aparto la mano.
porque, si acaso se ofrece,
después de tando desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión,
cualquier leve ocasión
me malogra todo el gusto,
Siento mal del mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
Cualquier leve ocasión labra
en mi pecho, de manera,
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.
Con poca causa ofendida,
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.
Ya sufrida, ya irritada,
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.
No sé en que lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave.
Sin bastantes fundamentos
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos;
y en aquel fiero conjunto
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.
Tal vez el dolor me engaña
y presumo, sin razón,
que no habrá satisfacción
que pueda templar mi saña;
y cuando a averiguar llego
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.
Y aunque el desengaño toco,
con la misma pena lucho,
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.
A vengarse se abalanza
tal vez el alma ofendida;
y después arrepentida,
toma de mí otra venganza.
Y si al desdén satisfago,
es con tan ambiguo error,
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.
Hasta el labio desatento
suele, equívoco, tal vez,
por usar de la altivez
encontrar el rendimiento.
Cuando por soñada culpa
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.
No huyo el mal ni busco el bien,
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.
En mi ciego devaneo,
bien hallada con mi engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.
Si alguno mis quejas oye,
más a decirlas me obliga
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.
Porque si con la pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede razón.
Y si acaso en mi provecho
hallo la razón propicia,
me embaraza la justicia
y ando cediendo el derecho.
Nunca hallo gusto cumplido,
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.
Esto de mi pena dura
es algo del dolor fiero;
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.
Si acaso me contradigo
en este confuso error,
aquél que tuviere amor
entenderá lo que digo.
indice

Esta
tarde, mi bien
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
indice

Este
que ves
Este
que ves, engaño colorido,
que,
del arte ostentando los primores,
con
falsos silogismos de colores
es
cauteloso engaño del sentido;
éste,
en quien la lisonja ha pretendido
excusar
de los años los horrores,
y
venciendo del tiempo los rigores
triunfar
de la vejez y del olvido,
es
un vano artificio del cuidado,
es
una flor al viento delicada,
es
un resguardo inútil para el hado:
es
una necia diligencia errada,
es
un afán caduco y, bien mirado,
es
cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
indice

A
unos celos
-
- Pues
estoy condenada,
- Fabio,
a la muerte, por decreto tuyo,
- y
la sentencia airada
- ni
la apelo, resisto ni la huyo.
- óyeme,
que no hay reo tan culpado
- a
quien el confesar le sea negado.
-
- Porque
te han informado,
- dices,
de que mi pecho te ha ofendido,
- me
has, fiero, condenado.
- ¿Y
pueden, en tu pecho endurecido,
- más
la noticia incierta, que no es ciencia,
- que
de tantas verdades la experiencia?
-
- Si
a otros crédito has dado,
- mátenme,
Fabio, tus airados ojos;
- si
a otro cariño asisto,
- asístanme
implacables tus enojos;
- y
si otro amor del tuyo me divierte,
- tú,
que has sido mi vida, me des muerte.
-
- Si
a otro, alegre, he mirado,
- nunca
alegre me mires ni te vea;
- si
le hablé con agrado
- eterno
desagrado en ti posea;
- y
si otro amor inquieta mi sentido,
- sácame
el alma tú, que mi alma has sido.
-
- mas,
supuesto que muero
- sin
resistir a mi infelice suerte,
- que
me des sólo quiero
- licencia
de que escoja yo mi muerte;
- deja
la muerte a mi elección medida,
- pues
en la tuya pongo yo la vida.
-
- No
muera de rigores,
- Fabio,
cuando morir de amores puedo;
- pues
con morir de amores
- tú
acreditado y yo bien puesta quedo;
- que
morir por amor, no de culpada,
- no
es menos muerte, pero es más honrada.
-
- Perdón,
en fin, te pido
- de
las muchas ofensas que te he hecho
- en
haberte querido;
- que
ofensas son, pues son a tu despecho;
- y
con razón, te ofendes de mi trato,
- pues
que yo, con quererte, te hago ingrato.
indice

- Lo
que toco veo.
-
- Verde
embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
-
- Indice

-
La
experiencia te aconseja
-
-
- Miró
Celia una rosa, que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana,
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado,
y dijo: Goza sin temor del Hado
el curso breve de tu edad lozana;
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado.
Y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa,
y no ver el ultraje de ser vieja.
-
- Indice

Hombres
necios
Hombres
necios que acusáis
a la mujer
sin razón,
sin ver que
sois la ocasión
de lo mismo
que culpáis:
Si
con ansia sin igual
solicitáis
su desdén,
¿por qué
queréis que obren bien
si las
incitáis al mal?
Cambatís
su resistencia
y luego, con
gravedad,
decís que
fue liviandad
lo que hizo
la diligencia.
Parecer
quiere el denuedo
de vuestro
parecer loco
el niño que
pone el coco
y luego le
tiene miedo.
Queréis,
con presunción necia,
hallar a la
que buscáis,
para
pretendida, Thais,
y en la
posesión, Lucrecia.
¿Qué
humor puede ser más raro
que el que,
falto de consejo,
él mismo
empaña el espejo,
y siente que
no esté claro?
Con
el favor y el desdén
tenéis
condición igual,
quejándoos,
si os tratan mal,
burlándoos,
si os quieren bien.
- Opinión,
ninguna gana;
- pues
la que más se recata,
- si
no os admite, es ingrata,
- y
si os admite, es liviana.
Siempre
tan necios andáis
que, con
desigual nivel,
a una
culpáis por crüel
y a otra por
fácil culpáis.
¿Pues
como ha de estar templada
la que
vuestro amor pretende,
si la que es
ingrata, ofende,
y la que es
fácil, enfada?
Mas,
entre el enfado y pena
que vuestro
gusto refiere,
bien haya la
que no os quiere
y quejaos en
hora buena.
Dan
vuestras amantes penas
a sus
libertades alas,
y después de
hacerlas malas
las queréis
hallar muy buenas.
¿Cuál
mayor culpa ha tenido
en una
pasión errada:
la que cae de
rogada,
o el que
ruega de caído?
¿O
cuál es más de culpar,
aunque
cualquiera mal haga:
la que peca
por la paga,
o el que paga
por pecar?
Pues
¿para qué os espantáis
de la culpa
que tenéis?
Queredlas
cual las hacéis
o hacedlas
cual las buscáis.
Dejad
de solicitar,
y después,
con más razón,
acusaréis la
afición
de la que os
fuere a rogar.
Bien
con muchas armas fundo
que lidia
vuestra arrogancia,
pues en
promesa e instancia
juntáis
diablo, carne y mundo.
- Indice

Con
el dolor
Con
el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.
Toda
en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y
cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,
No
sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?
Que
no me quiera
Que
no me quiera Fabio al verse amado
es dolor sin
igual, en mi sentido;
mas que me
quiera Silvio aborrecido
es menor mal,
mas no menor enfado.
¿Qué
sufrimiento no estará cansado,
si siempre le
resuenan al oído,
tras la vana
arrogancia de un querido,
el cansado
gemir de un desdeñado?
Si
de Silvio me cansa el rendimiento,
a Fabio canso
con estar rendida:
si de éste
busco el agradecimiento,
a
mí me busca el otro agradecida:
por activa y
pasiva es mi tormento,
pues padezco
en querer y ser querida.
- Indice

Finjamos
que soy feliz,
- Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.
A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.
El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que está alegre se burla
de ver al triste penando.
Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.
Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.
Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.
Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.
Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.
Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.
Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?
¿O por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?
Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?
El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.
Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?
No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.
Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.
En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.
¡Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!
No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.
También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.
Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.
Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.
En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?
¿Y de qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?
Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.
El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.
Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.
Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.
¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!
¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!
Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.
-
- Indice

Dos
dudas en qué escoger
Dos dudas en qué escoger
tengo, y no
sé a cual prefiera,
pues vos
sentís que no quiera
y yo sintiera
querer.
Con que si a
cualquiera lado
quiero
inclinarme, es forzoso
quedando el
uno gustoso
que otro
quede disgustado.
Si daros
gusto me ordena
la
obligación, es injusto
que por daros
a vos gusto
haya yo de
tener pena.
Y no juzgo
que habrá quien
apruebe
sentencia tal,
como que me
trate mal
por trataros
a vos bien.
Mas por otra
parte siento
que es
también mucho rigor
que lo que os
debo en amor
pague en
aborrecimiento.
Y aun
irracional parece
este rigor,
pues se infiere,
si aborrezco
a quien me quiere
¿qué haré
con quien aborrezco?
No sé cómo
despacharos,
pues hallo al
determinarme
que amaros es
disgustarme
y no amaros
disgustaros;
pero dar un
medio justo
en estas
dudas pretendo,
pues no
queriendo, os ofendo,
y
queriéndoos me disgusto.
Y sea ésta
la sentencia,
porque no os
podáis quejar,
que entre
aborrecer y amar
se parta la
diferencia,
de modo que
entre el rigor
y el llegar a
querer bien,
ni vos
encontréis desdén
ni yo pueda
hallar amor.
Esto el
discurso aconseja,
pues con esta
conveniencia
ni yo quedo
con violencia
ni vos os
partís con queja.
Y que
estaremos infiero
gustosos con
lo que ofrezco;
vos de ver
que no aborrezco,
yo de saber
que no quiero.
Sólo este
medio es bastante
a ajustarnos,
si os contenta,
que vos me
logréis atenta
sin que yo
pase a lo amante,
y así quedo
en mi entender
esta vez bien
con los dos;
con
agradecer, con vos;
conmigo, con
no querer.
Que aunque a
nadie llega a darse
en este gusto
cumplido,
ver que es
igual el partido
servirá de
resignarse.
- Indice

Estos
versos, lector mío
Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.
No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.
No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
pues lo que Dios no violenta,
¿por qué yo he de violentarlo?
Di cuanto quisieres dellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,
pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.
Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.
Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la priesa de los traslados;
que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;
y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;
que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.
Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;
y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.
Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.
Y adiós, que esto no es más de
darte la muestra del paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el fardo.
- Indice

Dime
vencedor rapaz
- Dime vencedor rapaz
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón
- el más duro corazón
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?
Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.
En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.
Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
- Indice

Feliciano
me adora
Feliciano
me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco:
a
quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y al que le hace desprecios enriquezco;
si
con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido
y al padecer de todos modos vengo;
pues
ambos atormentan mi sentido;
aquéste con pedir lo que no tengo
y aquél con no tener lo que le pido.
- Indice

Ya
que para despedirme
Ya que
para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas, ¿por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ay de mí!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
¿Posible es que ha de haber día
tan infausto, tan funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?
¡Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ¡ay triste!,
en mi infelice suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene en lo atento.
Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.
- Indice
-

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