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Escrito de Abigail
*************** Aqui el formato del texto **************
********************** Aqui el texto *********************
Me encuentro sola, escribiendo párrafos carentes de
lógica en un libro de páginas en blanco.
La tinta es del color de mis sueños y éstos del color de la muerte.
La brisa que invade mi habitación me revuelve el pelo y molesta a mis ojos,
debí dejar la ventana abierta sin percatarme de...
Cuatro días llevo ya y aún no me ha dejado esta tristeza descansar.
Mi mente se halla confusa, aturdida y los pensamientos que antes surgían
seguros, coherentes en mi pensamiento se han convertido en un tumultuoso torrente
de palabras y frases que jamás cesa y se interrumpen a cada poco que...
Sigo aquí, sin fuerzas para respirar.
Si existe algún Dios caritativo capaz de sacarme o ahogarme en este sucio pozo
de basura en el que me encuentro,
me haría sin duda de su religión, pero...
Sentada en mi cama espero, ya llevo cuatro noches esperando,
anhelando el momento en el que los sueños vuelvan y desaparezcan este par de
ojeras que ponen marco a un par de niñas tristes.
Acercándome a la ventana he podido sentir el descanso del resto en el pueblo.
Me siento tan avergonzada de esta envidia que me corroe el alma y que ofusca
aún más el poco sentido común que aún conservo, a duras penas, en lo profundo
de mi ser...
Me concentro en el paisaje nocturno, el sonido de las olas en la playa,
y rebotando contra la escarpada pared de roca relaja mis sentidos y por un
momento suspiro creyendo en un cercano descanso de mi cuerpo y,
¡sí!, de mi alma.
El lugar rezuma paz y la escasa iluminación de las calles me hace adivinar
casas conocidas, el árbol solitario del jardín vecino, la iglesia con su alto
campanario y las cruces del camposanto donde los muertos descansan...
¡Quién fuera cadáver!, en estos instantes en los que abatida y desolada me
encuentro, cuando la vida me impide descansar y liberarme de todo lo vivido
durante un breve periodo de tiempo llamado día deseo ser...
¿Cómo sentirá un cuerpo en el interior de su ataúd?,
ya tendré tiempo para meditar sobre esa cuestión cuando la eternidad se cierna
sobre mí...
¡Dios mío!, mi cabeza se aleja cada vez más de lo racional,
sin embargo recuerdo el último sueño que tuve,
tan lejano ya que aún me sorprendo de la nitidez con la que se conserva en mi
memoria.
Pero aunque hermoso está no quiero sufrir más trayéndolo de nuevo a mi pensamiento,
ahora prefiero olvidar que...
¡Quien fuera muerto para disfrutar de toda la infinidad soñando! Hace días
sería incapaz de imaginar el lamentable estado en el que vivo.
Hace días todo era tan distinto...
Una vez creí ser completamente feliz, pero esto fue hace ya muchos días.
Aquel cementerio al que deseo regresar dormida antes fue escenario de mi vida,
de mi breve vida, de mis ansias de más vida y...
Lo recuerdo... pero quiero desterrarlo.
Mi memoria me muestra aquel camino que me llevaba ante un panteón blanco, las
letras doradas de mi familia en lo alto brillaban con el sol del atardecer, y
mi madre aguardaba aquella visita diaria dentro.
Una verja negra me separaba de ella, de un nombre y unas fechas en el suelo,
grabadas en la lápida.
Deposité mi rosa negra, quizás fuera roja, sobre un nombre bajo el cual yo
suponía que dormía mi señora, quien fuese muerto para descansar junto a ella.
Y recuerdo como abrasaban mis lagrimas mis pobres mejillas sonrosadas.
Me giré lentamente resistiéndome a abandonar a mi madre al frío y húmedo suelo.
Entonces lo vi y creí desmayarme del sobresalto.
Sobre la blanca y pura imagen de la Blanca y Pura Dama,
una negra y misteriosa silueta me observaba y sonreía con insultante descaro.
Y bajó del pedestal como una estatua que cobra vida y acercándose a mí cogió mi
mano y poso suavemente sus labios fríos abandonado allí un delicado beso.
Tan perpleja y asustada me quedé que cuando quise darme cuenta había
desaparecido, sentí lástima de mi alocada y viva imaginación y mirando a mi
alrededor disponiéndome a marcharme una esbelta figura negra curioseaba entre
las lápidas...
Mi corazón manaba sangre con inusitada fuerza y a exagerada velocidad,
el miedo hacía flaquear mis piernas y mi almuerzo amenazaba con resurgir
huyendo de mí.
Temblando regresé a casa, por el camino tropecé un par de veces, un coche casi
me atropella y pisé a un gato despistado.
Tanto como ahora el descanso huye de mí, huí yo de aquel cementerio.
Pero mi hermosa y querida madre, yo sé, esperaba mis flores de colores,
ésas que yo creía negras, y tan pesada se hizo la culpa sobre mi ánimo que
regresé, portando nuevamente una bella flor entre mis dedos.
Tras el ritual que tantas veces había repetido frente al mausoleo la figura
apareció ante mí de nuevo.
La boca se me abre en un intento de bostezar, temo que sea inútil,
otra noche en vela y van cinco, mis nervios están desquiciados y...
El viento agitó el largo, liso y oscuro pelo de aquella sombra y sus ojos se
clavaban en los míos, entonces, siempre sonriente habló...
¡Su voz!, no existen palabras suficientemente bellas para describir lo sublime,
divino de aquella voz que preguntaba mi nombre, dudé en responder y titubeando
contesté.
Él lo repitió tras de mí, y me pareció tan hermoso aquel nombre pronunciado por
sus labios que no me pareció que fuese el mío.
Se acercó a mi húmeda mano nerviosa y depositó un delicado, largo y... beso.
Sé que me dijo su nombre pero soy incapaz de reproducirlo ya que su voz inundó
por completo mi ser, sin detenerse sus palabras en mi cabeza, mis fuerzas se
desvanecieron y mis ojos se cerraron.
Sentí sus manos en las mías y sublimes susurros de ánimo en mi oído, y el
escalofrío que precede a...
Desperté en mi habitación, ojalá pudiese ahora despertar pues eso significaría
que antes dormía, mi padre aguardaba sentado en una vieja silla apolillada.
Cuando me vio despierta se levantó y me cogió la mano, la retiré recelosa de
que con su sudorosa mano pudiese borrar cualquier rastro de aquel maravilloso
beso.
Mi desmayo no había preocupado al médico, una fuerte impresión había hecho a
mis sentidos desvanecerse, aquella misma tarde pude regresar a la necrópolis.
Corté la mejor rosa de mi jardín y se la entregué a mi madre como de costumbre,
el hermoso ángel negro seguía allí esperándome, mi destino se había sellado
junto al suyo irremediablemente, lo presentía.
Su voz perfecta hizo a mis ojos llorar y a mi piel estremecerse, él se apresuró
a secar mis lagrimas y a mi piel tranquilizar con el calor de sus manos. Y aún
sin música comenzamos a bailar...
Y sobre las tumbas, rodeados de ángeles y vírgenes llorosas bailamos hasta la
noche cerrada.
La luna y las estrellas nos miraban celosas de mi suerte, el mar con sus olas
nos ofrecía la melodía. Jamás me sentí tan dichosa.
Volví a mi habitación sonriente como nunca, tarareando el son de las olas y
bailando sola, ni siquiera las duras palabras de mi padre reprendiéndome por mi
larga ausencia en la noche me hizo dudar de que había pasado el mejor día de mi
existencia.
He oído pasos por el pasillo, seguro que es mi padre y alguna urgencia
nocturna.
Mis párpados desean cerrarse y el silencio ayuda al descanso, pero sigo sin
atraparlo.
Al anochecer del día siguiente mi cuerpo de nuevo regresó al lugar de muertos,
las horas precedentes las había pasado inquieta, deseando la noche, ahora
detesto estas tinieblas que me impiden ser feliz y me prohiben soñar.
Esa noche sobre una lápida observamos el firmamento, aquellas estrellas que me
odiaban, sin embargo tanto amaban a mi hermoso compañero...
sonreíamos y nos burlábamos del resto del mundo, pues nosotros éramos el centro
del universo y a nuestro alrededor todo giraba, pero en ese centro transcurría
el tiempo muy lento, quizás porque Cronos sabía que deseábamos aprovechar al
máximo todos los segundos de cada minuto.
Y aquella noche hice partícipe a mi amigo de todos mis temores, mis sueños y
mis aspiraciones y resultó como si me lo estuviera contando a mí misma, y ambos
juramos a la luz de la luna no descansar jamás si algún día algo nos impedía
volvernos a ver, tal era mi ansia de posesión sobre él que sentía que a su lado
cobraba vida y que si las estrellas envidiosas osaban arrebatármelo dejaría a
la noche sin...
Otro día pasó y al anochecer me encontré nuevamente en el camposanto ente
cruces y muerte.
Mi venerado amigo misterioso del que yo desconocía su nombre sin importarme ya
me esperaba.
Cuando vi la rosa que me entregaba me percaté de que mi mente estaba en otro
lugar pues se me había olvidado coger la flor a mi madre del jardín.
Mi madre había sido relegada a un rincón de mi pensamiento debido a la emoción
de ver una vez más a la silueta negra, de comprobar una vez más que era real.
Me cogió de la mano y me llevó a un rincón desconocido del cementerio,
allí apretándome fuertemente las manos contra su pecho, y mi corazón con su
presencia, me mostró toda la magia que habitaba en su interior,
en la oscuridad de un lugar aparentemente tranquilo, de aire brotaron miles de
mariposas rosas y violetas bailando a mi alrededor e iluminando la noche, que
con un chasquido de sus dedos desaparecieron en la nada.
Aquella noche dispuso la luna a mis pies, la envidiosa luna que tanto odio me
profesaba, él la obligó a ser mi esclava.
Lloré lagrimas de felicidad cuando el ser divino me prometió volvernos a ver al
día siguiente...
Y en la soledad de mi habitación tuve el más bello sueño y el descanso más
reparador que jamás tuve.
Pero quiso Dios que mi padre, querido igualmente, se descubriera en la mañana
especialmente enojado con mi retraso en la llegada a casa y quiso también Dios
que, como castigo a mi actitud no me permitiese salir aquel atardecer de la
vivienda.
De nada sirvieron mis ruegos y mis llantos, grité y maldije insultando todos
vínculos que me unían a él.
Rompí los objetos valiosos y la ira brotó de mí como una manada de caballos
salvajes, busqué herirle cuando quiso acercarse para tranquilizarme,
encolerizada me arrojé contra las paredes de mi cuarto...
Mi padre, sin entender mi furia me encerró bajo llave y, lo sé, llamó al
médico.
No vi a mi amigo al atardecer y, aunque hice una escapada atiborrada de
tranquilizantes, ya no estaba esperándome...
Y aquí me encuentro ahora, sufriendo las duras consecuencias de un juramento
que nunca debí realizar, en vano traté de deshacerlo, la luna y las estrellas
eran testigos y se aseguraron de que yo la cumplía.
No encuentro descanso, insomnio llaman algunos.
Quedan pocas horas para que amanezca, las campanas de la iglesia dan las cinco,
me encuentro francamente mal.
me duele la cabeza.
Me duele tanto la cabeza que creo que me va a estallar, los nervios me
enloquecen y las pocas fuerzas que me quedan no son suficientes para seguir
luchando...
Me acuesto en la cama y suspiro varias veces con dificultad, el corazón me
duele y apenas late, mi vista se nubla y en mi pensamiento aparece una silueta
negra y misteriosa que se acerca silenciosamente y me besa la mano como siempre
él hacía, con dulzura y poco a poco...
Siento escalofríos y, sin duda, muero.