El se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero este volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía. Le volvió a gritar diciendo:
- ¡¡¡Qué no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro!!!
La pequeñita volteó hacia arriba con lagrimas en los ojos y dijo:
- Oh, Papito, no esta vacía, yo soplé besos adentro de la caja. Todos para ti, Papi.
El Padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplico que lo perdonara.
Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí. En una forma muy sensible, cada uno de nosotros los humanos, hemos recibido un recipiente dorado, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos, familia o de Dios.
Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que esta.