- Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos, fue la respuesta del niño.
La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño. Preguntó si podría darle un recipiente con agua y una toalla.
El empleado rápidamente le trajo lo que pidió. Ella se llevó al niño a la parte trasera de la tienda se quitó los guantes y le lavó los pies al niño, se los secó con la toalla. Para entonces el empleado llego con los calcetines. La señora le puso un par de los calcetines al niño y le compró un par de zapatos. Junto el resto de pares de calcetines y se los dio al niño.
Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo:
- No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora.
Mientras ella daba la vuelta para irse el niño la alcanzó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos contestó con estas palabras:
- ¿Es usted la esposa de Dios?