El Derecho de Rebelión
por Ricardo Flores Magón
Desde lo alto de su roca el Buitre
Viejo acecha. Una claridad inquietante comienza a disipar las sombras que en el
horizonte amontonó el Crimen, y en la lividez del pasaje parece adivinarse la
silueta de un gigante que avanza: es la Insurrección.
El Buitre Viejo se sumerge en el abismo de su conciencia. Urga los lodos del
bajo fondo; pero nada halla en el fondo de aquellas negruras que le explique el
porqué de la rebelión. Acude entonces a los recuerdos; hombres y cosas y
fechas y circunstancias pasan por su mente como un desfile dantesco: pasan los mártires
de Veracruz, pálidos, mostrando las heridas de sus cuerpos recibidoas una
noche, a la luz del farolillo, en el patio de un cuartel por soldados borrachos
mandados por un jefe borracho también de vino y de miedo; pasan los obreros de
"El Republicano", lívidos, las ropas humildes y las carnes
desgarradas por los sables y las bayonetas de los esbirros; pasan las familias
de Papantla, ancianos, mujeres, niños, acribillados a balazos: pasan los
obreros de Cananea, sublimes en su sacrificio, chorreando sangre: pasan los
trabajadores de Río Blanco, magnifícos, mostrando las heridas denunciadoras
del crimen oficial; pasan los mártires de Juchitán, de Velardeña, de
Monterrey, de Acuyacan, de Tomochic; pasan Ordoñez Olmos y Contreras, Rivero
Echegaray, Martínez, Valadés, Martínez Carreón: pasan Ramírez Terón, García
de la Cadena, Ramón Corona: pasan Ramírez Bonilla, Albertos, Kankum, Leyva,
Lugo: pasan legiones de espectros, legiones de viudas, legiones de huerfános,
legiones de prisioneros y el pueblo entero pasa desnudo, macilento, débil por
la ignorancia y del hambre.
El Buitre Viejo alisa con rabia las plumas alborotadas por el torbellino de los
recuerdos, por encontrar en éstos el porqué de la Revolución. Su conciencia
de ave de rapiña justifica la muerte. ¿Hay cadáveres? La vida está
asegurada.
Así viven las clases dominantes: del sufrimiento y de la muerte de las clases
dominadas, y pobres y ricos, oprimidos y déspotas, en virtud de la costumbre y
de las preocupaciones heredadas, consideran natural este absurdo estado de
cosas.
Pero un día uno de los esclavos toma el periódico y lo lee: es un periódico
libertario. En él se ve cómo el rico abusa del pobre sin más derecho que el
de la fuerza y la astucia; en él se ve cómo el gobierno abusa del pueblo sin
otro derecho que el de la fuerza. El esclavo piensa entonces, y acaba por
concluir que, hoy como ayer, la fuerza es soberana, y, consecuente con su
pensamiento, se hace rebelde. A la fuerza no se le domina con razones: a la
fuerza se le domina con la fuerza.
El derecho de rebelió penetra en las conciencias, el descontento crece, el
malestar se hace insoportable, la protesta estalla al fin y se inflama el
ambiente. Se respira una atmósfera fuerte por los efluvios de rebeldía que la
saturan y el horizonte comienza a aclararse. Desde lo alto de su roca el viejo
buitre acecha. De las llanadas no suben ya rumores de quejas, ni de suspiros ni
de llantos: es rugido el que se escucha. Baja la vista y se estremece: no
percibe ni una sola espalda: es que el pueblo se ha puesto de pie.
Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos
tostados por el sol, ya no es la muchedumbre sórdida de resignados y de
sumisos, sino la hueste de rebeldes que se lanza a la conquista de la tierra
ennoblecida porque al fin la pisan hombres.
El derecho de rebelión es sagrado porque su ejercicio es indispensable para
romper obstáculos que se oponen al derecho de vivir. Rebeldía, grita la
mariposa al romper el capullo que la aprisiona: rebeldía, grita la yema al
desgarrar la recia corteza que le cierra el paso: rebeldía, grita el grano en
el surco al agrietar al tierra para recibir los rayos del sol: rebeldía, grita
el tierno ser humano al desgarrar las entrañas maternas: rebeldía, grita el
pueblo cuando se pone de pie para aplastar con tiranos y explotadores.
La rebeldía es la vida: la sumisión es la muerte. ¿Hay rebeldes en un pueblo?
La vida está asegurada y asegurados están también el arte y la ciencia y la
industria. Desde Prometeo hasta Kropotkin, los rebeldes han hecho avanzar a la
humanidad.
Supremo derecho de los instantes supremos en la rebeldía. Si ella, la humanidad
anadaría perdida aún en aquel lejano crepúsculo que la historia llama la Edad
de Piedra; sin ella la inteligencia humana hace tiempo que habría naufragado en
el lodo de los dogmas; sin ella, los pueblos vivirían aún de rodillas ante los
príncipes de derecho divino; sin ella, esta América hermosa continuaría
durmiendo bajo la protección del misterioso océano; sin ella, los hombres verían
aún perfilarse los recios contornos de esa afrenta humana que se llamó la
Bastilla.
Y el Buitre Viejo acehca desde lo alto de su roca, fija la sanguijolenta pupila
en el gigante que avanza sin darse acuenta aún del porqué de la insurrección.
El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos.