A PESAR DE TODO
Hugo Ditaranto (Editado en 1965)

1.

Te busco desde el origen de la palabra.
Te toco más allá de la tibieza
donde tu pie anduvo junto al mío.
Estás sobre mi mano, pegada a mi mirada.
Mi corazón ajeno a todo lo que le duele
te sonríe cantando de alegre melodía.

Y tu voz arco encendido de murmullos
me dice tu soledad de caracola en playa.
Y tu silencio que habla por tus ojos desnudos
hechos de red de algas, para que des conmigo.

Tus manos
desde las sombras mismas llegaron al secreto.

Y el amor sobrevino.


2.

Créeme
la soledad es dura y duele.
Nos castiga de sombras y recuerdos,
estremece de miedo y de vergüenza
cuando se dice siempre la verdad
a pesar de todo.
Quiero que me creas
por sobre todas las cosas que te diga
y por sobre todo lo que ellas no lleguen a decirte.
Estás tan en mis huesos como el dolor que cruje.
Como la sangre alegre que me trae tu nombre.
Y entonces como el único hombre en soledad
sonrío.


3.

Tus ojos no perdonan mi sonrisa
y estás hecha de perdón.

Tus manos se alegran de mis manos
y habitas en mi sangre.

Tu voz de agua clara no me nombra
y siento el eco de tu voz nombrándome.

Te pienso contra todos
contra tus ojos, tus manos y tu voz.

Para que no te olvides, que si existo
ha sido sólo para nombrarte.


4.

Quererte
quererte porque sí
porque me estalla esta gana de quererte,
que me caigo tan dentro de tu alma enamorada.
Nos volveremos polvo
ceniza,
piedra de canto vivo
que baja en llamarada.
Serás donde yo fui.
La lluvia lo obligaba.


5.

Hay un tiempo
de tiempo en el recuerdo.
En la espera
ese saber si llegas.
Pero por sobre todo la incerteza
de saber que si no estoy
puedas vivir
de tiempo en tiempo
sin la espera de saber si llego.


6.

Porque te quiero como savia nueva
frente a esta soledad que me castiga
con tu silencio de amor que es mi condena.

Porque te quiero cerca de mí, tan cerca
como mis propios brazos
que atan mi corazón junto a tu pecho,
quiero que sepas
por qué la noche transformó el encanto
de soledad en recuerdo.

La noche
fue del miedo, la cólera, los llantos,
fue de madera estacionada,
de grillos, de violines,
de ardillas penetrantes.

Tus ojos en la noche me llevan
me tienen que llevar, enamorado.


7.

Si tú vuelves de amar
yo estoy llegando
para pedir de amor que tú te rindas.
Pero quiero que elijas libremente.
Que sólo el hoy te importe
y no el pasado.
El mañana será si lo deseamos.
Si tú vuelves a amar.
Y si te amo.


8.

Te fuiste viernes
por detrás de cosas que no se comunican.
Un árbol fue testigo
y no hizo nada para detenernos.
Es cierto, a veces es bueno esperar
a que se cumpla el viejo canon
del amor primero.
Pero te fuiste viernes
después de soledades que atormentan.
Tú ya lo sabes
nos dejan solos en mitad de todo.


9.

En el comienzo no fue la luz ni la alegría,
reinó la confusión, el agua desolada,
la lágrima sin ojo, el desamparo,
pasión de perdurar aún desolado
y a pesar de todo
nosotros volvemos al comienzo.
Vos, agua desolada,
uno, lágrima sin ojo.

Tu silencio enamorado
yo lo llevo en mis puños,
derribando injusticias, soledades,
equívocos del tiempo,
llegando hasta el mañana
donde será tu voz.


10.

No te olvidé ni olvidarás mi olvido.
Donde tus ojos miren, estaré aguardándote.
Y no podrás huir aún cuando huyas.
estás herida de mí, y a donde partas
yo habré partido.
Estás amada en mí, y donde ames
mía serás.
Aunque yo olvide
nunca podrás olvidar mi olvido.


11.

No quiero andar de puro triste en tu ternura
pero no puedo verte de soledad golpeada.

Antes que nada caiga, prefiero haber caído
y darte alas, y que se agite tu costado.

Quiero tocarte de mágica alborada
para que te detengas antes que los olvidos.

Nuestra pasión es la verdad del hombre
y esta voz para que nazcas mía.


12.

Qué debo hacer
para que no te toque mi dolor
y que tu imagen, por sobre todo el alma,
no llegue jamás a presentir la lágrima.

Yo puedo andar
entre rugosos árboles de otoño
y entre días grises castigando mis ojos,
llevando viento, frío, tempestades de amor,
viviendo como nadie se atrevió jamás.

Podría volver
del fondo mismo del mal, ser desventura,
dejar la marca de fuego en lo que toco.
Ser piedra de dolor y no moverme.

Pero quererte
ese es mi destino
y amándote yo me castigo la vida
por todo lo que soy y lo que amo.
No puedo dejar de ver lo que otros sufren:
el niño negro que huye entre la muerte
de fiebre que lo acosa y sigue negro,
ni el amigo poeta encarcelado,
ni el grito de libertad
que mi sangre de amor que te convoca
da día a día diciendo que te quiere.

Porque quererte es ir amando
la libertad del pueblo.
Y quererte es dar por sobre todo el alma.

Quizá algún día te rindas de amor
y aquí en mis brazos
recibas la cárcel,
una fiebre que acosa
y la fatiga de la libertad.
Pero por sobre todo, recibirás
todo el trabajo de ir amando cosas
y toda mi pasión.


13.

No conozco otra forma de mí que no me pertenezca.
Ni otra forma de olvido que ya no haya olvidado.
Podría ocurrir que alguien me detenga
antes de amanecer, y ya no me amanezca.
Pero antes que todo caiga,
para que hagamos vida, del pasado el futuro
es bueno saber qué hacemos aquí, en esta hora.
La vida está implicada de injustas maldiciones.
El atropello viene golpeando a la alegría,
robándole sonrisas.
Nos quieren de rodillas,
rencorosos sin odios, sin lágrimas, vencidos.
Mi soledad golpeada, quiero que tú lo sepas
puede vivir andando simplemente
como un verde que nace de repente.
Puedo como los vientos reventarme de olvidos.

Pero si yo te amo,
a pesar de todas las cosas que nos roban,
es porque uno puede volver a lo ocurrido
y poblarse de días, de sueños, de utopías.

Uno puede volver
y amar y amar hasta caer vencidos.

No quiero que a medias dejes
lo que amando te ama,
porque la vida siempre nos devuelve
el golpe injusto que damos a mansalva.

Algún día
en que tu alma de mi amor despierte
vendrás a mí con todo lo que amo
y aún cuando me cueste creerte ya a mi lado
mi cólera legítima será lágrima pura.


14.

La lluvia pone tibia el alma.
Abrazo tu mano fría.
Tú piensas todo lo que digo
y uno dice sólo lo que siente.
Se me caen de golpe las estrellas
y sueño casi como un niño alegre.
Tu voz anda en el aire
diciendo lo que quiere.
Tu voz vuela en el aire
en el murmullo suave
en la caricia leve.
Tu voz se fue metiendo en mi voz que te quiere.
Y dando gritos, sale
como el hacha filosa que muele mis costados.

15.

Quiero que seas mía,
que amanezcas del fondo de mi alma
y profundas raíces de amor nos sobrevengan.
Para que no nos llegue el fin ni la partida
ni la tortura de saberte ajena
no quiero que sepas mi tristeza desnuda.
No quiero darte nada que caiga en el olvido.
Sólo quiero tu cuerpo blanco como la harina
moliendo el cuerpo mío para que nazca el pan.


16.

Yo no hallaré la paz
si quedo sin amigos.
Si la cárcel se puebla de hombres entrañables.
Si la flecha que envío no llega hasta la aurora.

Yo no hallaré la paz mientras exista pena.
Mientras el canto alegre no llegue por el aire.
(En mis manos se aquietan
los sueños afiebrados de las tardes de otoño).

Yo no hallaré la paz, mientras estés ausente.
Y tus sueños no sean lo que mi alma pena.
Si tu amor no me invade
no me será la paz.


17.

Quiero ser viento
y amar tu cuerpo, trigo de espiga alegre.
Mía serás, mía en el viento.
Te cruzan mil caminos inciertos en la noche.
Mía serás, tibia harina del pan.
Y yo seré tu viento.


18.

Uno puede
presentirte en ausencias.
Uno puede
ser rabia de fatiga pensante.
Uno puede
ser todos en dolor infinito
y alegre río claro que baja en la pendiente.
Uno puede
poblarte de sueños y de amigos.
Uno puede
en la noche, ser deseo que te anda.
Uno puede
morirse y no tenerte.


19.

El mar es como el aire
sólo tu nombre trae.
La sal blanca del agua
sólo tu nombre trae.
La escollera infinita de ausencias
sólo tu nombre trae.
Y uno sólo repite
tu nombre que lo invade.


20.

Uno a veces piensa, se piensa duramente,
no se tiene piedad, llega a enloquecer.
Se le vuelven las penas pájaros del aire.
Y el infinito viene con el mar en que vuelves.
Siempre me vuelves, siempre.
A veces me ocurre lo que es.


21.

La tristeza golpea en mis huesos.
El hombre lleva a veces palabras que no quiere.
Le tocan soledades, mágicas alboradas.
Tardes donde la fiebre es denso secreto.
Me obligas a decirte cosas que uno no quiere,
que mi dolor es mío si un día tú me dejas.
Ta no compartiremos penas, ni alegrías,
si un día tú me dejas...


22.

Si un día callas,
si no te tengo,
algo habrá muerto en mi ternura.
Para entonces el agua será sólo mercurio
y el aire sólo viento enfurecido.
Querré volver y no tendré caminos.
Si un día callas.
Si un día no te tengo.
Algo habrá muerto en mi ternura.


23.

Hay un gancho acusador que me delata
la intención de matarme día a día.
Que me lleva al final, ata y me mata.
Es un yeso de blanca melodía.

No me siento feliz, tampoco triste.
No me siento en la silla, ni en el suelo.
Estoy lejos de ver lo que persiste.
Estoy lejos de amar, aunque me duelo.

Voy muy solo detrás de cosas ciertas.
Voy andando no más de puerta en puerta,
aunque incierto jamás sólo me siento.

Y aunque duelo, digo verdad y nunca miento.
Hasta aquí llegó mi amor y lo presiento.
Sola anda mi alma de puerta en puerta.


24.

Danza el payaso inmóvil.
El arlequín sonríe.
El bisonte en la piedra se hizo espera.
La hormiguita viajera se detuvo.
La bruja se hizo buena.
El tesoro no tiene cerradura.
Pinocho no es madera pura.
Quijote no pelea.
¿El mundo está al revés?
¿O qué me pasa?


25.

para Laura y Alejandra, hijas mías,
que les debo 18 lunas.


Y todo se empezó, se me vino el ayer
me transcurrió casi una vida en esta noche,
me anduve entre recuerdos,
pálidas manos me atacaron,
me quisieron de nuevo en tierra desolada.
Me anduve solo, en llaga viva
me lastimaba la calle, el cielo, mil ventanas.
El sentir como se alejan sus pasos de mis manos.
Les debo tantas cosas,
soy deudor de algo inacabable,
como el cuento que nunca se termina.
Los remolinos vienen, me quitan mi alegría.

Hijas de mis ternuras
no quiero que les toque mi ausencia de sus cosas.
Quizá siga deudor por noches como ésta.
Pero si un día cualquiera, se dan cuenta,
descubren acaso,
un corazón flotando, sólo el pobre
déjenlo no más, anda buscándome.
Yo no pido, lo he olvidado entre mis huesos.
Sólo quiero y ando tan solo noches enteras.

Hijas de mis ternuras,
si alguna vez gané
también gané el derecho de perder.
26.

Si te llegué amando, amándote me he de ir.
No sé si podrán hacer las cosas que soñé para ti.
No sé si el árbol de mis brazos no fueron porque sí.
Ni si la flor que de agua hice ciego
como el aire que llevo el que te llevo
podrá hacerte feliz.

Yo había hecho una ventana de aire gris.
Una puerta en primavera.
Y un banco de la más pura madera,
de sándalo quizá.
Habría andado por siempre en la alegría.
La brisa anaranjada de los días sería para ti.

Pero la vida no lo quiso amada.
Quizá el árbol de mis brazos no creció
o creció demasiado y no alcanzó.
La vida nos vuelve de repente
y antes que partas
que tu nunca en la ventana
o esa madera sándalo que fue un corazón,
no fue la vida,
mi pasión, mi coraje, mi llanto
quizá no funcionó,
o tal vez fue este canto,
el que todo lo hizo por los dos.


27.

testamento

Les dejo
a mis hijas entrañables
hechas de blanca harina, de brisa en primavera.
A mi hermano Quijote, el más querido
donde anduvo en silencio la alquimia de la idea.
A una ardilla viajera y peregrina
que supo del dolor, mi misterio infinito.
A mi partido entero de lucha y de bravía
del silencio del hombre profundo, encadenado.
Les dejo,
mi infancia galopando caballo de madera.
El abrir de mis ojos a un mundo tan ajeno
que golpeaba de veras.
Mi antigua adolescencia
de libros y de risas, de humor
Quijote lanza en ristre, desfacedor de entuertos.
Les dejo
lo más bueno de mi alma,
porque olvidé la ofensa,
perdoné a mi enemigo,
me di cuenta de todo, tarde para reconocerlo,
quizá que viví con ternura en un mundo tan frío.
No sé si lastimé de golpes de sonrisas,
de amor,
de tempestades vandálicas de furias.
Jamás yo habría mentido.
Sufrí,
de poco importa porque el amor sobrevino.
Sufrimos, hijas mías, el sabernos tan lejos.
El no haber recorrido primeros años
de la palabra nueva,
del número infinito,
del diente que se cae.
De la mujer que un día de golpe las invada.
Sufrimos
el no haber tenido el tiempo de compartir las cosas,
o mi simple palabra
que dando en un silencio, quizá no las dañara.
Por eso, yo les dejo

mis libros,


testigos de mis sueños más puros,
de mi infinito, quizá de mi alegría.
Y a tí, Quijote,
entrañable hermano, te dejo

mi silencio


porque fuiste en la vida
quizá el único hombre conocedor acaso,
de la palabra más pura o más gramaticalmente opuesta
a lo que ocurrió siempre.
A mi única ardilla de sangre tan valiente,
le dejo
mi palabra
mi voz
lo ya ocurrido
le dejo
los recuerdos más buenos que he tenido.
Nos pusieron de frente en tiempo del olvido
y fuimos pese a todo.
A mi enorme partido militante
le dejo
mi sonrisa
las pasiones del tiempo
la bravura del hombre
la hazaña de la historia
el salto inesperado.
Ahora me voy cantando
sin nada que temer.
Dejé los seres más queridos
que la vida me dio,
lo más puro
que el hombre pudo darme.
Me voy
el corazón me late
sepan guardarlo
es la canción del tiempo.
La brisa del futuro.
El silencio de amigo.
Un a pesar de todo de amor.
Y un partido golpeando las puertas del olvido.



Hugo Ditaranto, poeta y escritor argentino, es considerado como perteneciente a la "Generación del 70". Este es un póstumo homenaje a su obra, de un poeta que lo admira.