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Escudo municipal.

Ascensión en sus primeras décadas.

 La historia da inicio en La Mesilla.

    La región de La Mesilla, Nuevo México, era conocida desde hacía ya algunos siglos por los colonos de la Nueva España, sin embargo no hubo aquí establecimientos permanentes de población en mucho tiempo debido a la amenaza de los pueblos nde.  En el siglo XIX cazadores que recolectaban pieles de alto valor y mineros que se aventuraban en las serranías cercanas buscando oro, plata y cobre,  más algunos comerciantes tratando con los indígenas en los pocos años de paz,  conocieron bien esta región, que no fue habitada permanentemente sino hasta la fundación del pueblo de La Mesilla, poco después del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, por ciudadanos mexicanos que no quisieron perder su nacionalidad. El gobierno de México favoreció el establecimiento de la nueva comunidad reglamentando un reparto de tierras.     

     En 1853, el gobierno mexicano se vio forzado por los Estados Unidos de América para que le vendiera el territorio denominado La Mesilla, que llegaba desde las proximidades de Paso del Norte -hoy ciudad Juárez- hasta el Río Colorado, para facilitar las comunicaciones entre California y el este de Norteamérica. El siguiente año, el pueblo de La Mesilla pasó a ser parte del vecino país, después de que México recibió la cantidad de diez millones de pesos y firmarse el Tratado de la Mesilla o de Gadsden, por ser James Gadsden el enviado por Estados Unidos para formalizar las negociaciones correspondientes.

     En verano de 1871, sucedieron lamentables encuentros entre hombres armados en La Mesilla, por diferencias entre los Partidos Republicano y Demócrata –según una antigua tradición oral se debieron tales enfrentamientos a una añeja disputa de tierras que querían adjudicarse ciudadanos del lugar, agrupados en tales partidos-, que provocaron una grave división de la comunidad.  Naturalmente el grupo menos numeroso o con menos recursos salió perdiendo, y como sucede en estas situaciones, algunas familias se vieron en la necesidad de emigrar, y escogieron México.   

            

Establecimiento en Ojo de Federico.

    A  finales de diciembre de 1871, una caravana de carretas, formada por una cantidad de entre cuarenta y ciento veinte familias,  según información de diversas fuentes, salió  de La Mesilla rumbo al sur.  Se establecieron en las cercanías de Ojo de Federico y la laguna cercana al mismo el día 1ro. de enero de 1872. Algunos autores indican otras fechas, desde 1870 hasta 1873. Por ejemplo, en una investigación realizada por el Profr. Jesús Ramírez Caloca a finales de la década de 1930,  publicada en boletín de La Sociedad Chihuahuense  de Estudios Históricos y al parecer basada sólo en fuentes orales, este escribe la fecha de 1ro.  De  enero de 1871, y fue esta nota considerada como correcta durante décadas, a tal grado que el Arq. Humberto Murillo Lozano así la incluye en el Escudo del Municipio, escudo que por cierto ilustra la portada del segundo tomo de su obra Heráldica Municipal del Estado de Chihuahua.

    

      En la Plaza Hidalgo de Ascensión, se encuentra este mensaje que recuerda la fundación del pueblo.

     Tomando como base la información obtenida a través de fuentes de tradiciones orales, tanto directa como indirectamente -como el escrito realizado por Ramírez Caloca- es posible dar un breve bosquejo sobre aquel grupo de inmigrantes que arriesgando todo, se vino a asentar en nuestra región. Estaban dirigidos por Ignacio Orrantia, líderes que también se citan son  Ponciano Arriaga y al joven Ambrosio Villalobos, quien recorría habitualmente estas tierras, y era un “práctico”, esto es, un hombre que podía sobrevivir solo y lejos de la civilización gracias a sus conocimientos sobre cacería, pesca, cocina, caballos, medicina, camuflaje, armas, construcción de carretas, etc.  En el grupo también se encontraba un sacerdote de nombre José María Baca. Entre los  nombres rescatados de otros inmigrantes se encuentran:

 

Refugio Alba.

Andrés Álvarez.

Martín Álvarez.

Estanislao Alvillar.

Andrés Ancheta.

Rafael Ancheta.

Concepción Andrade.

Julián Apodaca.

Luisa Baisia.

Atilano Baca, hermano del padre Baca.

Miguel Bastidos.

Guadalupe Barrón.

Dolores Bencomo.

Blas Durán.

Simona Durán.

Tranquilino Durán.

Marcelino Gallegos.

Lorenzo García.

Refugio García.

Fabián González.

Refugio González.

Timoteo González.

Anastasia Holguín.

José María Holguín.

Miguel Holguín.

Juan Holguín.

Feliciano González.

Pedro Lara.

Felipe Lechuga.

Norberta López.

Nabor Lucero.

Sebastián Lucero.

Silvestre Maesse.

Vicente Mestas.

Juan Miraval.

Leandro Miranda.

Severo Ortega.

Luz Padilla.

Miguel Ramírez.

Refugio Ramírez.

Mónico Rocha.

Remigio Sáenz.

Victoriano Sotelo.

José Tapia.

Epifanio Téllez.

Simona Téllez.

Felipe Varela.

Benito Varela.

    

   Poco después algunas familias se regresaron a La Mesilla, mientras que otras siguieron rumbo al sur. Quienes se quedaron se establecieron primero junto al Ojo de Federico, posteriormente hubo asentamientos en otros sitios, como El Rancho de Alicia, Las Cabras, Las Labores, Casa de los Girón y La Laguna. Algunas localidades desaparecían por desbordamiento del río o crecidas de la laguna. Las primeras casas eran chozas construidas con ramas, también las había con el piso de tierra por debajo del nivel del suelo  y con paredes hechas de varas rellenando con pasto los huecos entre estas varas. En el piso ponían pasto seco, que les servía de colchón además de proporcionarles calor. Esta última construcción era muy efectiva en invierno, ya que conservaba la casa tibia. Siempre se debía estar alerta al alejarse de las rancherías, ya que existía el peligro de encontrarse con los guerreros nde.

     Lejos de poblaciones que tuvieran todos los servicios y comercios indispensables, sin  buenos caminos y con pocos recursos,  disponiendo sólo de su voluntad y de su fuerza de trabajo, debió ser muy difícil la vida de los pioneros ascensionenses en aquellos años.

 

    Fundación de La Ascensión.

   El diputado local Pedro Prieto, astuto y adinerado, por medio de procedimientos legales característicos de aquel tiempo, en 1876 despojó a los colonos de Ojo de Federico de 2500 hectáreas, estos terrenos formarían  parte de la hacienda del mismo nombre,  y de su propiedad.

    Los colonos se vieron forzados a retirarse de su recientemente creado asentamiento, a otro lugar, al ser calificados sus terrenos como “baldíos” por las autoridades, no pudiendo hacer nada para evitar este injusto arrebatamiento de sus tierras. Entonces nace el pueblo de La Ascensión,  en 1876, al iniciarse en este lugar  las construcciones por parte de los colonos de las primeras viviendas.

     Sin embargo, existía en esa época en todos los niveles de gobierno cierta preocupación para que las regiones cercanas a la línea divisoria con los Estados Unidos se poblaran, en parte para fortalecer la soberanía del país frente al poderoso vecino del norte, en parte para debilitar el poderío de los nde  (“apaches”), y en parte para realizar una política liberal, que entre otras ideas proponía que todas las tierras estuvieran en producción. Así, el Gobierno del Estado otorgó a la naciente comunidad  una ayuda de 20 000 pesos, y el Congreso de la Unión les otorgó, con carácter ejidal, cinco sitios para crianza de ganado mayor, un área total equivalente a 8775 hectáreas.

Poco después comenzaron a llegar a Ascensión inmigrantes del noroeste -de Janos y de Corralitos, entre otras comunidades-, y también del centro y del sur del estado, que incrementaron la cantidad de población local.

      Prudenciano Galindo inició la primera escuela, atrás de donde está ahora la Presidencia Municipal. Los primeros comercios los establecieron en sus propias viviendas los primeros que a esta actividad se dedicaron, como Don Pedro Alvillar. No sería hasta 1880, cuando Severiano Galindo, recién llegado a la localidad,  puso un comercio más o menos estable, surtido y con precios elevados, según contaron los pioneros ascensionenses.      

      Para aumentar la producción agrícola, los colonos se vieron en la necesidad de construir bajo enormes sacrificios canales de gran longitud, como La Palotada de 19.635 kilómetros y El Esparceño de 7.020 kilómetros.

 

      Los jóvenes tenían pocas esperanzas de tener adquirir tierras por causa del desarrollo de las grandes haciendas cercanas como las de Nogales, Palomas, Carretas, Corralitos y Álamos Altos y en estas se emplearon como vaqueros o peones, permitiéndoles sus empleadores, venir a auxiliar a sus familias en las temporadas de siembra y cosecha. Otros más trabajaban en los minerales o con los recién establecidos mormones, que eran quienes pagaban más.  

     Para desarrollar económicamente la región, el presidente Porfirio Díaz Mori decretó en 1884 la creación de la Zona Libre, que permitió la importación libre de impuestos de una gran cantidad de productos. El siguiente año es habilitada una aduana y centro de recaudación de impuestos federales en Ascensión, para facilitar los trámites de importación. En 1892 se estableció la aduana de Palomas –hoy Puerto Palomas de Villa-, y alrededor de ella se empezaron a construir unas casas, todo esto un poco al norte de donde esta el Ojo de Palomas. En 1905 se dio fin al régimen fiscal de Zona Libre, afectando al mercado local, y mucho más a la fronteriza comunidad de Palomas, que dependía en gran parte de la actividad comercial.

      Una nota que no deja ser anecdótica, pero que es ilustrativa, es una observación que el antropólogo noruego Karl Lumholtz escribió en su libro México Desconocido. Realizando él algunas investigaciones arqueológicas, en las proximidades de la Hacienda de San Diego a mediados de enero de 1892 hizo una observación sobre la marcha de un grupo de hombres –posiblemente relacionados con los violentos sucesos acontecidos en los primeros días de ese mes en Ascensión-; se topó, escribe él, “con una partida de ocho revolucionarios de la Ascensión, entre quienes vi las caras de peor aspecto que he visto en mi vida...”,  y el mismo Lumholtz, quien había estado ya en diversos lugares del mundo, admitió no dejar de sentir cierta preocupación por cuatro de sus trabajadores, unas personas que estaban trabajando para él excavando en un sitio cercano, mientras que los mormones le comentaron que ya sabían desde hacía más de quince días de la presencia de aquella gente sospechosa.

       Un hecho casi desconocido es la epidemia de influenza o gripe española que desde poco antes de finalizar la Primera Guerra Mundial se propagó por todo el mundo. En Ascensión se dejó sentir desde finales de 1918 y casi en todo el siguiente año,  causando más de cien muertes en este lapso. En algunas familias fallecieron todos sus miembros, también es de notarse que hayan muerto por esta enfermedad en Ascensión gran parte de las personas originarias de La Mesilla, los que llegaron aquí niños o jóvenes con quienes habían fundado el pueblo cincuenta años antes.    

     Sobre el origen del nombre de la comunidad, La Ascensión, al parecer esta denominación fue copiada del nombre de la laguna homónima ubicada al sureste del pueblo. Esta laguna que hace un siglo cubría totalmente una depresión de aproximadamente 25 kilómetros cuadrados, y a veces se desbordaba, durante las últimas décadas no ha podido llenarse y sólo ha formado algunas lagunas intermitentes de menor tamaño, y que han sido denominadas en el transcurso de los años como “La Vieja”, “Los Bandidos”, “Seca” y “San Juan”. A su vez, el nombre de La Ascensión para la laguna ya aparece en documentos y mapas del Siglo XVIII. Es posible que este nombre lo haya recibido de algún viajero que llegó a sus orillas el día de la festividad católica de La Ascensión del Señor, o bien, que este viajero haya encontrado cierto parecido entre esta laguna y otra laguna también llamada La Ascensión, ubicada en su tierra natal. Esta forma de llamar a los recién descubiertos valles, montañas, ríos, bahías, lagunas, etc., fue muy común en las épocas de viajes y descubrimientos geográficos.

 

      En el mapa pueden ser localizadas las localidades de interés histórico a las que se hace referencia en el texto.

Creación del municipio.

    Es frecuente encontrar en diversas fuentes la fecha del 18 o el 20 de noviembre de 1893 como el día en que fue reconocida la autonomía del  Municipio de  Ascensión, aunque en el Diario Oficial de aquellos días no aparece noticia alguna al respecto, tampoco han sido localizados otros documentos con información alusiva al hecho. En la Ley de División Territorial del Estado, aprobada por el Congreso Estatal el 18 de octubre de 1887, a en la que se son suprimidos los cantones y son creados los distritos, en la lista de municipios aparece un nuevo municipio: Ascensión, perteneciente al Distrito Bravos con cabecera en Ciudad Juárez –no existía aún el Distrito Galeana- siendo el municipio número 56 en orden de creación en ese momento. Ascensión se segregó de Janos, municipio del cual formaba parte.

    En 1898 Ascensión pasa a formar parte del recién creado Distrito de Galeana, con cabecera en Casas Grandes.

    En la Ley Orgánica de Municipio Libre decretada el 18 de julio de 1923, el nombre de la cabecera municipal aparece como “Ascensión”, esto es, ya no se le llama “La Ascensión”, aunque esta última denominación todavía se usa, por ejemplo, en el directorio telefónico.

    En 1949, el Código Municipal del Estado otorga la categoría de pueblo a la cabecera municipal.

 

Desarrollo económico.

  En el desarrollo de Ascensión se aprecian las características sociales y económicas del Porfiriato: los hechos sucedidos en esta región son un reflejo del panorama nacional en este régimen. Conociendo la historia local podemos darnos una idea más o menos exacta de cómo se estaba transformando nuestro país.

    Grandes concentraciones de tierras en pocas manos: en toda la nación se dio que pocas personas, muchas de ellas extranjeras, fueran apoderándose de enormes extensiones de tierras, e inclusive en complicidad con las autoridades, despojaban de sus propiedades a pequeños propietarios y pueblos. Con el fin de la “amenaza apache”, esta situación se intensificó. Las compañías deslindadoras autorizadas por el gobierno de Porfirio Díaz Mori medían y levantaban planos de terrenos que consideraban baldíos para adjudicarse una parte y vender el resto a colonos, no importando que estos fueran propiedades de pueblos, pequeños propietarios y aún de la Familia Terrazas, sin resolverse ninguno de los problemas provocados por estas acciones. Por ejemplo, Ascensión tuvo que “ceder” parte de sus tierras a la Haciendas de La Bajada y Palomas gracias a la Compañía Deslindadora de Luis García Teruel, y además por deslindes realizados por Angel Bouquet en comisión del Congreso del Estado, Ojo de Federico se apoderó de otros terrenos del pueblo.  

      Los propietarios de las principales haciendas que llegaron a ubicarse dentro del municipio fueron los hermanos Prieto con Ojo de Federico -únicos mexicanos en esta lista-, los españoles Cruz González y Carlos González  dueños de Guzmán y El Fresnal, que era muy pequeña comparada con otras de la región. También españoles, Guillermo Urrutia tenía Corral de Piedra, mientras que El Espía y Boca Grande eran propiedad de su hermano Sabino Urrutia. Dos norteamericanos,  J.J.  Stanford y L.E. Booker  controlaban a su vez La Bajada y Álamos Altos, ésta última con más de 105 000 hectáreas era casi tan extensa como todas las anteriores en conjunto.  Pero todas las hasta este punto enlistadas no reunían entre todas ellas la tercera parte de la Palomas Land & Cattle Company, que con casi 900 000 hectáreas desbordaba los límites municipales y se constituyó la propiedad ganadera más extensa del país. En el estado solo fue superada en tamaño esta hacienda por los Terrazas,y eso fue por que tenían numerosas y grandes propiedades,  esta familia en Ascensión se limitó a apoderarse de unos terrenos en los alrededores de la Laguna de Santa María,en los límites de la Hacienda de la Nariz.

     Edificio principal de la Hacienda de Boca Grande.

      La Hacienda de Palomas se originó al recibir el empresario norteamericano Luis Huller la concesión de colonización de estas tierras. Huller compró principalmente a Ignacio Gómez del Campo y Luis García Teruel terrenos en la zona, y aumentó el tamaño de la propiedad con compras menores a Luis Terrazas y José Borbolla. A la muerte de Huller,  la Northwestern Colonization and Improvement Company of Chihuahua recibió los terrenos, pero a su quiebra los compró finalmente la empresa Palomas Land & Cattle Company, que subsistiría varias décadas a la Constitución de 1917 aún estableciendo la ley claramente la ilegalidad en la existencia de propiedades tan grandes. Esta propiedad fue un enorme obstáculo para el desarrollo del  pueblo de Palomas, sus habitantes de pocos recursos en su mayor parte venían de Janos, afectada ya gravemente en 1905 por el cierre de la zona libre, a cuyos habitantes se les impedía pasar a recoger leña o materiales de construcción, y casi siempre hasta el tránsito libre.

     Por si fuera poco, las grandes haciendas gozaban del privilegio de no pagar impuestos por la venta y exportación  de ganado, mientras que los pequeños propietarios y comunidades sí tenían que pagar estas contribuciones fiscales. 

       Inmigración y colonización extranjera: El gobierno nacional estimuló la llegada de colonos extranjeros a México. Chihuahua fue destino de mormones quienes procedían de EUA, en donde tenían problemas para practicar libremente su religión. Los mormones comenzaron a llegar en 1885,  nunca se mezclaron con el resto de la población, siguieron practicando su poligamia, el no traer armas y la abstención al licor; inicialmente fueron recibidos con desconfianza y frialdad por parte de los ascensionenses, quienes pronto admiraron de los mormones su tenacidad para el trabajo y la aplicación de técnicas novedosas para hacer incrementar la producción agrícola.

          Compraron casi 24 000 hectáreas cerca del pueblo de Ascensión, donde fundaron la Colonia Díaz, así denominada en honor al presidente Porfirio Díaz.  En 1891, ya había más de 600 habitantes. La calle principal era arbolada, de tres y medio kilómetros de longitud, y a sus lados,  lucían grandes y bonitas casas de ladrillo y adobe, de estilo norteamericano, de uno y dos pisos, con huerto familiar regados mediante canales y con techo de tejamanil y puertas importadas de Nuevo México. Atrás de la casa estaba el almacén-establo, para granos, herramientas y algunos animales. Cada familia numerosa ocupaba una manzana, con varias casas. Cada esposa vivía con sus hijos  en una de las casas, ubicadas alrededor de una casa principal a la que todos podían entrar. Las calles con nombre de árboles frutales completaban el ambiente agrícola. Había en este lugar una curtiduría, un molino de trigo y una fábrica de dulces. Veinte papalotes bombeaban el agua para sus campos de cultivo, los canales la distribuían eficientemente, los hombres no cesaban en su empeño de producir, producir, producir...

           Se inició la construcción, en 1912, de un ferrocarril que uniría Hachita, Nuevo México, con Estación Sabinal y serviría a Colonia Díaz, pero la lucha armada y la destrucción de la colonia mormona impidió seguir adelante con esta obra, según contó Ramón Ramírez Tafoya, cronista local, a un diario regional. Este mismo cronista menciona la existencia de un banco en este asentamiento mormón.  

         

          Cementerio de Col. Díaz.  

        Con el auge minero, algunos mormones se dedicaron a arrieros, empleando como ayudantes a jóvenes ascensionenses. Los mormones se organizaban rápida y eficientemente, y conseguían contratos para abastecer a los mineros, principalmente a los extranjeros quienes eran cada vez más numerosos y consumían más,  de productos agrícolas y ganaderos. Quedando desplazados en gran medida los arrieros mexicanos, que quedaron resentidos no solo económicamente contra los “güeros”: fue una de las causas en tiempo de la Revolución, de la destrucción de Col. Díaz.   

         

       Minería: Durante el Porfiriato, la minería tomó un impulso sin precedentes en todo país. En las serranías ascensionenses, ya se sabía que existían ricos yacimientos de plata, pero la amenaza nde no permitía la extracción sistemática de minerales. La década de 1880 fue de gran actividad en la región. En 1885, numerosas vetas de las Sierras de San Blas, Santo Domingo, Fresnal y de otras partes son registradas en la oficina minera de Casas Grandes, muchas de ellas por extranjeros que con un trámite sencillo y rápido se asentaban en El Sabinal, con todos los derechos que tenía un ciudadano mexicano. Los nombres de los nuevas minas son “Puebla”, “Plum Pudding”, “Baby Mine”, “San Pedro”,  “Gran Tesoro”,  “La Esperanza”, “El Desprecio”,  “Dulces Nombres”,  “Porfirio Días”, “Sabinal Quen”, “Cleveland”, etc., cabiendo destacar por su producción a “La Candelaria”, “Florencia”, “Santo Domingo” y la legendaria “Plancha de Plata”, que ganó fama en Europa.

     En Sabinal, la empresa Aventurera Mining Company –subsidiaria de la Candelaria Mining Company-, extraía grandes cantidades de plata y también menores cantidades de oro y plomo. En 1890, el congreso del vecino país puso en vigor un alto impuesto al mineral de plata importado. Mineros que trabajaban individualmente y en pequeña escala vendieron sus derechos a la Aventurera, que bajó su nivel de producción. La crisis se acentuó con la caída de los precios mundiales de la plata. La economía regional se estancó, el comercio vendía menos, siendo el impacto muy fuerte en los mayoristas como Jorge Alvillar y Manuel Fernández,  mientras que numerosos mineros y arrieros quedaron sin empleo. Productores ganaderos y agrícolas comenzaron a enviar sus productos a los Estados Unidos. Hacia comienzos del Siglo XX se reactivó la minería y el comercio locales, destacándose a nivel nacional la producción de plata las minas de Sabinal. Se estima que de estas minas se extrajeron en esos años más o menos el 8% de la plata producida en el mundo.

      Poco antes de estallar la Revolución de 1910, se presentó una nueva crisis que obligó a muchas compañías mineras, la mayoría extranjeras como la Santo Domingo Mines Company que operaba en las serranías del sur del municipio a cerrar o a ser compradas por la Aventurera. Años después no quedaba ninguna empresa minera en Sabinal, también Aventurera cerró sus puertas, y este pueblo en el que un momento llegaron a encontrarse en sus calles tanto mexicanos procedentes de casi todos los estados como extranjeros de más o menos 10 países, desapareció casi totalmente en unas semanas. En 1915 se envió el libro del registro civil a Ascensión, por que quienes lo cuidaban se trasladarían a Ciudad Juárez y no quedaba ya más gente en El Sabinal. Aunque hubo posteriormente algunos breves períodos de esfuerzos aislados por repoblar el lugar y se extrajo intermitentemente algunos minerales, al término de la década de los 30 este pueblo se encontraba de nuevo desierto.

      También hubo actividad minera en otras partes del municipio, como en la lejana Sierra Rica, sus minas de cobre que habían sido trabajadas en la primera mitad del siglo XIX reabrieron y la producción era llevada por arrieros hacia Nuevo México.           

 

 

                             

 

 

       Ferrocarriles. También durante la dictadura del General Díaz se desarrolló  en México la red ferroviaria que cambió drásticamente los lugares que tocaba. Este municipio no quedó al margen. Luis Huller, propietario del enorme predio de Palomas  y también dueño de latifundios similares en la península de Baja California, solicitó y le concedieron en 1887 el derecho de construcción y explotación de una línea férrea entre San Quintín en Baja California y Paso del Norte, que beneficiaría sus propiedades tanto en Chihuahua como en la península. En 1893 Enrique A. Mexía y Alfonso Lancaster Jones, obtienen concesión de vía férrea que iría desde Palomas, tocaría la Col. Díaz y llegaría hasta Mazatlán. En ninguna de estas concesiones se dio inicio en obras de construcción al menos aquí en el municipio.

          Parte de la Concesión Huller fue finalmente vendida a la Compañía del Ferrocarril Río Grande, Sierra Madre y Pacífico, a ella se fusionó posteriormente  la Pacífico y Sierra Madre, la cual había obtenido antes una concesión. La primera empresa, organizada desde Nueva York, inició la construcción de la vía férrea en octubre de 1896, desde Paso del Norte hacia Casas Grandes. A principios de 1897 el ferrocarril ya servía al municipio de Ascensión,  impulsando rápidamente a las empresas mineras, las cuales podían sacar rápida y económicamente  enormes cantidades de minerales hacia El Paso, principalmente desde Sabinal. Por ejemplo la Aventurera Mining Company empleaba a más de 100 arrieros y carreteros –muchos de ellos ascensionenses-  para el transporte de minerales hacia los trenes, y desde estos útiles  para la producción minera. Además numerosos arrieros para no regresar vacíos llevaban de  Estación Sabinal a Ascensión  alimentos y otras mercaderías, teniendo contrato para ello con determinados comerciantes; posteriormente regresaban a las minas para llevar más minerales al ferrocarril, el cual también impulsó la agricultura y la ganadería local, inclusive algunas haciendas como Guzmán –a la que se debía ir desde Ascensión para tomar el ferrocarril- y Fresnal, tenían sus propias estaciones para enviar sus productos al mercado nacional.

           También contribuyó esta vía de comunicación a que el comercio local fuese poco a poco a ofreciendo una mayor variedad  de mercancías, y que extranjeros fueran controlando cada vez más el comercio regional. Posteriormente la empresa con esta concesión ferroviaria pasó a formar parte de la Compañía de Ferrocarril del Noroeste, y para 1911 se podía viajar desde Estación Guzmán hasta Ciudad Madera. 

 

 

                             

 

 

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“Cuando recuerda uno lo pequeño que es el hombre frente a la inmensidad del tiempo y el espacio, cuando descubrimos los acontecimientos que han influido en el hombre de hoy, es cuando nos preguntamos quién soy, qué hago aquí y ahora, de dónde vengo, a dónde iré y qué dejaré”

                                         José Carlos Ceballos Hernández.

 Asesor jurídico del ICBC y catedrático de Arte e Historia de la Cultura en la UABC.

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Primera generación Esc. 2057 en 1920."Fray Pedro de Gante". 

 

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