Redondillas
Hombres
Necios
Sonetos
Al
que, ingrato, me deja
Detente,
sombra
En
perseguirme, Mundo
Esta
tarde mi bien
Este
amorosos tormento
Este
que ves, engaño colorido
Rosa
Divina
Yo
no puedo tenerte ni dejarte
Décima
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(1651-1695),
autodidacta, humanista y gran poeta mexicana, que fue conocida en el
siglo como Juana Ramírez de Asuaje.
Hija ilegítima, nació
en una aldea, Nepantla, hoy estado de México. Aprendió a leer y
escribir a los tres años; estudió en la biblioteca de su abuelo y
a los ocho años escribió una loa eucarística. Muy joven, viajó a
la ciudad de México, donde entró en la Corte al servicio de los
virreyes de Mancera y fue objeto de asombro y veneración por su
inteligencia, memoria y discreción.
Instigada por su
confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda, entró
primero en un convento de carmelitas descalzas del cual salió por
enfermedad y finalmente profesó en 1669 en el convento de San Jerónimo
de la ciudad de México, donde permaneció hasta su muerte ocurrida
durante una epidemia de peste.
Su época más fecunda
empieza en 1680 con la concepción del Neptuno Alegórico,
arco triunfal en honor de los virreyes de la Laguna, cuya barroca y
magnífica "fabrica" le abrió las puertas de palacio y la
convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas. Es entonces
cuando despidió a su confesor, según se deduce de la recientemente
descubierta Carta al Padre Núñez, escrita en torno a de
1682, y que ha mostrado una faceta polémica y argumentativa de la
monja.
De 1680 a 1688, es una
época de gran producción literaria, en la que abundan admirables
sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas,
ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos
romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de
metros y estrofas (véase Versificación). Esta cualidad la
coloca, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de
su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los
villancicos, quizá uno de los aspectos menos estudiados de su obra,
despliega la mayor riqueza.
Obras de todo género y
tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción:
comedias de enredo, Los empeños de una casa, La segunda
Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; la
comedia mitológica Amor es más laberinto, escrita con Juan
de Guevara; autos sacramentales: El Divino Narciso, El
cetro de José, San Hermenegildo, en los que utilizando
la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo;
en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se
reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas (véase
Mitología azteca) con la Eucaristía, concediéndole derecho de
existencia a la religión azteca.
Primero Sueño
es un extraordinario poema en forma de silva de 975 versos en el que
rivaliza con el Góngora de las Soledades, y del que ella
misma dijo: "…no me acuerdo de haber escrito por mi gusto
sino un papelillo que llaman El Sueño". En Las
trampas de la fe, Octavio Paz traza las principales diferencias
entre los dos poetas; "La poetisa mexicana se propone describir
una realidad que, por definición, no es visible. Su tema es la
experiencia de un mundo que está más allá de los sentidos".
Y José Gaos, filósofo español exiliado en México tras la Guerra
Civil española, advierte: "El poema de Sor Juana es un astro
de oscuros fulgores absolutamente señero en el firmamento de su
edad".
Gracias a la condesa de
Paredes, su mecenas y musa, se publicó en España: Inundación
Castálida (Madrid, 1689), Segundo Volumen (Obras,
Sevilla, 1692) y de las que, cosa insólita, se hicieron veinte
reediciones españolas de 1689 a 1725, incluidas las de Fama y
obras póstumas (Madrid, 1700).
Hasta 1950 se carecía
de una buena edición de su obra. Por eso, en 1951, Alfonso Méndez
Plancarte empezó a ordenarla en 4 tomos, y sigue siendo la versión
más completa y autorizada de que disponemos; en 1995, la
Universidad Nacional Autónoma de México publicó los facsímiles
de sus primeras ediciones.
En 1690, el obispo Fernández
de Santa Cruz publica la Carta Atenagórica, precedida por la
Carta de Sor Filotea, nombre bajo el cual se traviste el
dignatario, y en la que conmina a sor Juana a dejar sus escritos
profanos y abrazar los religiosos,—la primera señal de una
probable persecución que la obligó a abandonar las letras—. En
esa obra teológica, sor Juana discute sobre las máximas finezas de
Cristo y parece impugnar al célebre jesuita portugués Antonio
Vieira. Justamente célebre es la obra de sor Juana, Respuesta a
sor Filotea (1691), contestación a la Carta del obispo de Santa
Cruz, una autohagiobiografía y a la vez una brillante defensa del
derecho femenino a expresarse libremente.
Una polémica sobre los
últimos años de su vida dividió a los sorjuanistas: unos
postulaban la tesis de su conversión, otros atribuían su silencio
final a una persecución. Recientes descubrimientos parecen
confirmar esta última tesis. El historiador mexicano Elías
Trabulse publicó en 1996 un documento satírico, muy probablemente
autógrafo de sor Juana, La Carta de Serafina de Cristo,
escrita en 1691, un mes antes de la Respuesta a Sor Filotea,
en donde la monja revela que el verdadero personaje impugnado en su Atenagórica
es el Padre Núñez. Trabulse asegura que sor Juana fue objeto de un
juicio secreto instituido por el obispo Aguiar y Seijas y amparado
por el derecho Canónico, si se incurría en "un error
religioso": los cinco documentos finales de Sor Juana serían
prueba fehaciente de dicho proceso.
A partir de 1694 no
publicó nada aunque siguió escribiendo, como prueban los Enigmas,
poemas manuscritos que conforman un libro intitulado La Casa del
Placer, recientemente publicado. Un inventario del siglo XIX
encontrado en su celda, da cuenta de 15 manuscritos póstumos con
poemas sagrados y profanos. Sor Juana ocupó cargos importantes en
su convento y murió siendo contadora, oficio que desempeñó hasta
su muerte.
Poetas
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