EL ENEMIGO IRREDUCTIBLE: EL LIBERALISMO
Es harto evidente que en las perspectivas de este reino doctrinal, de este
reino de verdad, de este reino de la enseñanza de la Iglesia, el
grande, el irreductible enemigo es el liberalismo, pues que es un error
que ataca la noción misma de la verdad y en cierta manera la disuelve...
¿Qué
es la verdad para un liberal? "Quid est veritas?" Y con el conocido orgullo
de la ignorancia que se toma por certidumbre, Pilatos no espera siquiera
la respuesta de Jesús.
"Y Pilatos exclamó:
¿qué es la verdad? Y, diciendo esto, salió de nuevo
hacia los judíos..."
Jesús
desde entonces guardará silencio. La verdad, en efecto, no se manifiesta
a los que, por principio, rehusan creer incluso en su posibilidad. Exige
ese mínimo de humildad que debiera implicar la consciencia de la
ignorancia.
Y cuando más
tarde Pilatos vuelve hacia Jesús, San Juan nos dice que no le será
dada ninguna respuesta.
"Quid est veritas?"
Desde hace veinte siglos, la formula no ha cambiado, "Quid est veritas...?"
Lo que significa: ¡Todavía otro que cree en ella! ¡Otro
pobre loco!.
Un pobre loco.
En efecto, Herodes mandará poner a Jesús la túnica
blanca de los locos. Y así se sellará la reconciliación
de Herodes y Pilatos... Ambos son liberales.
Herones representa
el liberalismo crapuloso del libertinaje; Pilatos, el liberalismo de la
gente correcta, amiga de "lavarse las manos", respetar las formas. Pilatos
es el liberalismo de la gente tenida pro honorable. Pilatos es le cristiano
liberal que, en el fondo, trata de salvar a Jesús, pero que empieza
por hacerle flagelar, para enviarlo luego a la muerte, ante el creciente
tumulto que tanto su demagogia como su falta de carácter fueron
incapaces de contener.
LA VERDAD
Dios hará
que la verdad sea dicha en toda su integridad. un poco más tarde,
cuando en su delirio la multitud exija la muerte de Jesús, lanzará
a Pilatos el último argumento, que es también la explicación
suprema: "quia Filium Dei se fecit...Porque se ha hecho Hijo de Dios".
¡Hijo de Dios! He aquí lo que explica todo y lo que, en Su
misericordia, Nuestro Señor ha querido que Pilatos oiga, por lo
menos una vez.
Jesús
llama desesperadamente a la puerta de ésta alma por todos los medios
posibles..., hasta los sueños de su mujer... ¿Comprenderá
al fin éste liberal? ¡No! Solamente está asustado...
Esta vez quiere saber: "¡De dónde eres tú?" Dicho de
otro modo: "Quién eres?"... Jesús guarda silencio. Después
de todo lo que ha dicho, tras esa flagelación que Pilatos acaba
de ordenar, la verdad no tiene porque responder a tales intimaciones. Ante
el silencio de este singular prisionero, el temor de Pilatos crece. Tiene
miedo como todos los debiles. Y como todos los débiles, hará
alarde de su fuerza ante este hombre encadenado y al parecer impotente.
Amenazará al Justo en nombre de lo que él cree "su autoridad".
"¿No
me responder? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y para crucificarte?",
y Jesús responde: "No tendrías ningún poder sobre
mí, si no te hubiera sido dado de lo Alto".
"No tendrías...",
tú..., Pilatos... Es decir: tú, hombre político cualquiera
investido de una parcela de autoridad..., quienquiera que seas: simple
funcionario, juez, diputado, ministro, gobernador, príncipe o rey...,
no tendrías ningún poder si no lo hubieras recibido de lo
Alto, es decir: de Dios, es decir, de Mí.
Y puesto que
tu poder es un poder político, jurídico, social, el solo
hecho de que acabo de afirmar que éste poder viene de Mí,
prueba sin posible discusión, que la realeza que Yo reivindico,
aunque no es de este mundo, se ejerce sobre él, sobre los individuos
como sobre las naciones.
En adelante,
ya no es posible la duda: la realeza del Hijo de Dios no es sólo
una realeza sobre las almas, es también una realeza social, puesto
que está e el origen mismo del poder de Pilatos. Prueba cierta,
pues, de que el poder civil no escapa de ningún modo a su imperio.
Por propia confesión Jesús, es, pues, rey en éste
dominio, como en todo los demás. Su reino no conoce límites.
Lleva el universo. Tal es la lección del evangelio. (Adptado de
la obra de Jean OUSSET, "Para que El reine". Madrid, Speiro, 1972)
[Revista CRISTO
REY FSSPX. octubre/1990.]