Y no se asustó con el cuero
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Texto y Foto:Francisco José González. El Espectador. Septiembre 24 de 2003

A comienzos de enero de 2003, anunciábamos en La Revista de El Espectador la exposición El Ojo del Tigre de Nadín Ospina, que por estos días presenta el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo). En esa nota hacíamos referencia a los procesos por los que debe pasar el artista para producir una obra y, particularmente, a la investigación que Nadín estaba realizando sobre la cultura oriental, especialmente sobre la popular y su influencia en Occidente. De la idea original cambió básicamente el montaje, ya que se convirtió en una instalación en la que mezcla varios lenguajes: el performance de una soprano quien canta un aria de Madame Butterfly y diferentes expresiones audiovisuales. Lo demás sigue intacto, es decir, su idea de acercarse otra vez a la pintura sin desligarse de lo conceptual. Si antes trabajó íconos de la cultura de masas norteamericana como Micky Mouse y Bart Simpson , entre otros, ahora continúa consecuente, no con falsas piezas precolombinas sino con Tondos: pinturas de formato circular, que Ospina también mandó a hacer y que remiten a Oriente a través de la penetración de piezas populares.
Todavía es común ver en casas objetos que sus habitantes guardan y conservan como trofeos en vitrinas, en mesas y sitios que parecen altares, donde exponen a su manera budas, geishas y objetos propios de Oriente. Era la moda tener estas porcelanas, adquiridas como souvenires en viajes o compradas en sitios populares bajo una falsa creencia espiritual o religiosa. Toda esta iconografía en su mayoría kitsch, la trabaja el artista en una instalación, donde pintura, música, performance, olores y video en formato digital y un montaje muy teatral y dramático preñado de sombras y penumbras que conducen al visitante hacia ese mundo en el que se mezclan tiras cómicas y objetos tradicionales. Por eso no resulta raro ver a budas, dragones, guerreros, figuras de muñecos antiguos y pinturas de mangas, es decir, comics japoneses, como Picachú, Saylor Moon y Masinger.
“La instalación El Ojo del Tigre indaga desde el punto de vista estético el universo de la imagen migratoria y sus singulares efectos, poniendo de presente la complejidad en el discernimiento de las identidades y aproximándose a nuevas formas culturales contemporáneas”, anota Nadín, mientras se pasea por este universo que creó en el primer piso del MamBo y que los visitantes podrán ver con ojo cauteloso y con la mirada del coleccionista que Ospina nos sugiere, demostrándonos en esta muestra que mató al tigre y no se asustó con el cuero.
No sobra recordar que su obra se encuentra en colecciones públicas de instituciones como Ludwig Forum, Aachen, Alemania; Art Gallery of Western Australia; Patchettn Collection, Los Ángeles; Museo de Bellas Artes de Caracas; Bass Museum, Miami; Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Bogotá; Museos de Arte Moderno de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Pamplona y Pereira, y Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.
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