El correcto establecimiento de una música de iglesia exige coristas e instrumentistas. En esta ciudad,
la escuela de Santo Tomás suministra coristas de cuatro clases: sopranos,
contraltos, tenores y bajos.
A fin de que los coros puedan ejecutar adecuadamente la música de iglesia, conviene dividir a los coristas
en dos categorías: los concertistas, que ejecutan los soli y los "súbditos" que forman el coro propiamente
dicho. De ordinario, se requieren cuatro concertistas, pero si la música exige un doble coro, también hay
que doblar dicho número…
El número de internos asciende en Santo Tomás a cincuenta y cinco. Estos se dividen en cuatro coros
dedicados al servicio de cuatro iglesias, a saber Santo Tomás, San Nicolás y el Nuevo Templo, se exige
que los alumnos tengan una formación musical… los que apenas saben cantar un coral van a San Pedro.
Cada coro ha de componerse al menos de tres sopranos, tres contraltos, tres tenores y otros tantos bajos,
a fin de que en caso de impedimento para uno de ellos (y el caso es frecuente, particularmente en esta época
del año como lo demuestran las prescripciones del médico encargado de la enfermería) sea no obstante
posible cantar un motete con dos voces por parte. (De hecho, convendría disponer de cuatro cantores por
parte, o sea un total de dieciséis personas en cada coro). Por consiguiente, el número de los que deberían
tener capacidades musicales se eleva a treinta y seis personas.
En cuanto a la música instrumental, está formada por los siguiente ejecutores: Dos y hasta tres primeros
violines, dos o tres segundos violines, dos primeras y dos segundas violas, dos violoncelos, un contrabajo,
dos o tres oboes (según la necesidad), uno o dos fagotes, tres trompetas y un tambor. O sea, dieciocho
personas al menos, para los instrumentos.
N.B. Como la música de iglesia suele incluir flautas, esto exige al menos dos personas más, lo que eleva a
la suma de instrumentistas a veinte. El número de ejecutores contratados (por la ciudad) para la música de
iglesia es de ocho; a saber cuatro intérpretes de instrumentos de viento, tres violinistas profesionales y un
aprendiz. Evito comentar por discreción, su competencia y su saber. Consideremos no obstante que son
medio eméritos, medio ignorantes.
Hasta aquí, las insuficiencias que acabo de referir se han ido remediando gracias a los servicios de los
alumnos de la Universidad y sobre todo gracias a los de los alumnos de Santo Tomás. Los estudiantes
hubiesen querido ayudarnos con la esperanza de cobrar algún sueldo algún día; pero como la escasa
retribución que se les entregaba les ha sido suprimida, su solicitud se ha desvanecido igualmente, ¿pues
quién prodigaría por nada sus servicios? En ausencia de intérpretes más expertos, el segundo violín, en
casi todas las ocasiones, la viola, el violoncelo y el contrabajo, en todas las ocasiones, corrieron a cargo
de los internos, circunstancia que al mismo tiempo disminuiría el número de coristas. Hasta ahora me he
limitado a hablar de la música del domingo, interpretada alternativamente en Santo Tomás y San Nicolás,
pero si aludo a la semana santa, cuando hay que suministrar música simultáneamente a estas dos iglesias,
la falta de ejecutores tiene consecuencias más graves aún pues debo elegir para la orquesta entre aquéllos
que sean capaces de tocar un instrumento.
Para colmo, ocurre la costumbre, mantenida hasta hoy, de aceptar a un gran número de chicos que no
tienen ni talento ni siquiera aptitudes musicales, ha disminuido naturalmente nuestro nivel sobremanera.
Poco cuesta comprender que un chico lo bastante antimusical como para no poder cantar una segunda voz,
no nos sirve de nada. Incluso aquéllos que ingresan en la escuela con algunos principios de música no pueden
perfeccionarse con la rapidez que sería de desear. No se les da tiempo a formarse. Tan pronto llegan,
y aún sin pulir, se les mete en el coro… El señor Schelle y el señor Kuhnau, mis predecesores, cuando
querían dar una ejecución completa y armónica, se veían obligados a procurarse la colaboración de
estudiantes, siendo preciso añadir además que estos lo hacían mucho mejor que varios de los coristas;
un bajo, un tenor, un contralto, a la vez que diversos instrumentistas… cobraban un sueldo concedido por el
Muy Noble y Prudente Consejo y, así, se sentían estimulados a reforzar la música de iglesia. El presente
estado de la música ha cambiado mucho —el arte ha evolucionado bastante y el gusto se ha modificado
definitivamente, de tal modo que la música antigua ya no suena tan bien a nuestros oídos—, en consecuencia
hay que seleccionar ejecutantes capaces de satisfacer las nuevas exigencias del día, y que destaquen en la
ejecución de la música moderna; necesitan, por añadidura, poseer una cualificación que les permita ejecutar
una obra según el estilo que su compositor reclame; ahora bien, actualmente, me veo privado de los fondos
destinados al coro. Cuando, en realidad; deberían incrementarlos, los disminuyen. Es asombroso que se
pida que los músicos alemanes ejecuten, ex tempore, cualquier tipo de música, tanto italiana como
francesa, inglesa o polaca, con el mismo prestigio que los virtuosi que ya llevan tiempo preparándolas y se
las saben casi de memoria y que además, cobran sueldos tan altos que se ven ampliamente recompensados
de su esfuerzo y de su diligencia. Este punto no recibe la atención que merece y nuestros músicos alemanes,
que deben satisfacer sus necesidades y trabajar para ganarse el pan, tropiezan con la imposibilidad de hacer
grandes progresos y menos aún de distinguirse. Basta con acudir a Dresde, lo digo a guisa de ejemplo, y
juzgar la retribución ordinaria que perciben los músicos de Su Majestad. Es comprensible que tales músicos,
honrosamente tratados, sin preocupaciones materiales, por tenerlas subsanadas, y sin la obligación de tocar
más que un instrumento, sean capaces por lo tanto de excelentes y admirables ejecuciones. Es fácil sacar
una conclusión: privado de los emolumentos necesarios me resulta imposible elevar el nivel musical de la
escuela.
…Actualmente, entre los internos, hay diecisiete individuos capaces, veinte que aún no lo son y diecisiete
que nunca lo serán.
Leipzig, 23 de agosto de 1730
J. S. BACH Director musices