PAN AMERICAN AIRWAYS
La historia de la que fuera la aerolínea más grande del mundo
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M E M O R I A S
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estrellarse en La Joroba
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Fecha: 1944 (II Guerra Mundial)
Lugar: La Joroba (ruta entre La India y China)
Aviones: no indicado
Hechos: Accidente en los Himalayas

Por C. J. Rosbert
Capitán, CNAC/Pan American

El Capitán C. J. Rosbert fue uno de los «Tigres Voladores» que se enlistó en la CNAC (China National Aviation Corporation), una subsidiaria de Pan American, cuando el Ejército de los Estados Unidos tomó el control del escuadrón del General Chennault. Su copiloto, Charles “Ridge” Hammel, por su parte, provenía de Pan Am Africa Ltd., otra de las subsidiarias. Juntos, volaron sobre La Joroba, la ruta obligada durante la guerra para viajar entre China y la India. Este extracto apareció en el Saturday Evening Post el 12 de febrero de 1944.

He aquí el relato del propio Capitán Rosbert:

"En nuestro último viaje desde la India, despegamos en medio de una densa niebla y, unos pocos minutos después de partir de nuestra base, el monzón comenzó a azotar nuestro parabrisas. A 12.000 pies, la lluvia se convirtió en nieve. No podíamos ver ni la punta de las alas. Supuestamente, esto quería decir que estábamos a salvo. Los japoneses no volarían en un clima como este. Con otros mil pies pasaríamos sobre La Joroba, y la peor parte de nuestro viaje quedaría atrás.

"Pero no pudimos lograr esos mil pies. En menos tiempo de lo que lleva decirlo, pude ver una fina capa de hielo sobre el parabrisas, luego sobre las alas, creciendo hasta alcanzar las seis pulgadas de espesor. Comenzamos a caer, lentamente. Todas las ventanillas estaban congeladas desde adentro. Frote mi mano desnuda sobre el cristal hasta sentir que se me congelaba, y luego seguí haciéndolo con la otra. Cuando mis manos comenzaron a entumecerse, había logrado abrir un hueco de una dos pulgadas. Así supe que estábamos pasando entre las nubes. De repente, las nubes se abrieron y vi adelante un accidentado pico.

"Agarrando los controles, logré evitar la cara de la montaña por pulgadas. Luego mi corazón se detuvo. Un oscuro objeto apareció frente a nosotros. Un terrible ruido sonó debajo de la cabina, y un choque explosivo se produjo a mi derecha. Los motores se aceleraron en un violento estruendo. Algo me apuñaló el tobillo, y un tremendo dolor se produjo en mi pierna izquierda. Luego, súbitamente, dejamos de movernos. Sólo la nieve cayendo rompía el silencio.

"No sé cuanto tiempo estuve ahí hasta que escuche la voz de Ridge. Ésta sonaba muy lejana. «¡Sal de esa cosa antes de que tome fuego!» Luego escuché mi propia voz que respondía «Ven adentro. Te congelarás hasta morir ahí afuera».

El tobillo izquierdo del capitán estaba roto y el copiloto estaba gravemente lesionado. El operador de radio chino había fallecido. Arrastrándose, Ridge encontró su paracaídas y seis latas de raciones de emergencia. Buscar y acumular estas cosas le tomó todo el primer día. Al terminar, cayó dormido, exhausto.

Al amanecer, la nevada se había detenido. El hielo incrustado en los picos lanzaban dardos centellantes alrededor de ellos. Pudieron ver la dirección en que el avión volaba. Juntos miraron fijamente el feo y accidentado pico. El lugar donde habían caído estaba milagrosamente paralelo a la montaña, por lo cual, cuando se estrellaron, el avión simplemente se deslizó por la cara de la ladera. Otros 50 pies y se hubieran estrellado contra la montaña, pero por suerte una roca detuvo la carrera, y fueron catapultados al siguiente pico, unos 50 pies más allá.

Se habían estrellado a 16.000 pies de altura, contra uno de los picos de los Himalayas, en algún lugar de la frontera con el Tibet. Su única chance de ser vistos por los aviones de búsqueda —el fuselaje de su propio avión— había sido enterrada bajo dos pies de nieve durante la noche. Esto significaba que debían hallar la forma de realizar su propio rescate. Cinco mil pies abajo, y posiblemente cinco millas adelante, se encontraba el límite de la línea de árboles. Estimaron que en cinco días podrían llegar hasta allí, a pesar de las lesiones. Durante tres días lo intentaron, pero sus lesiones hicieron que ya no pudieran soportarlo. Apenas pudieron volver hasta el refugio que proveía el avión para dormir. Robert continúa su relato:

"Yo no pude dormir debido a Ridge, que estuvo desarmando la estructura del piso de la cabina para construir un trineo. Una vez logrado su objetivo, literalmente volamos las primeras 100 yardas. Pero cuando la ladera de la montaña se hizo horizontal, el trineo se hundió en la nieve blanda. Finalmente, Ridge hizo otro intento, pero golpeó contra una roca y rodó 50 yardas hacia abajo. Yo rodé después de él. Y así seguimos hacia abajo 20, 50 yardas cada vez. Cerca de la línea de árboles caímos desde una ladera de unos 500 pies. Si salir del avión siniestrado fue un milagro, no morir en esta caída fue otro.

"Una vez más, Ridge, que había logrado mejor control sobre su trineo, se lanzó hacia abajo. Lo observé caer en una nube de nieve y desaparecer. Luego escuché que me gritaba, rompiendo el silencio. «Está bien, pero es algo rudo. Baja». Me impulsé y, finalmente, choqué contra tierra sólida. Allí tumbado, temí que mi espalda se hubiera roto.

"Oímos el ruido de agua y, poco después, encontramos una caverna en la que apenas cabíamos. Intentamos hacer fuego con unas ramitas y todo el papel que llevábamos, nuestros pasaportes, la fotografía de mi esposa Marianne, mi licencia, agenda, etc."

El treceavo día, Rosbert y Ridge encontraron una pisada, y luego a dos mujeres muy ancianas y seis niños, quienes les dieron de comer. Tres días después, dos de los niños desaparecieron. Regresaron poco después con tres hombres, «apenas más allá de la Edad de Piedra». Ellos guiaron a los pilotos en un viaje de un día hasta una cabaña, donde había más gente. Permanecieron dos semanas con estas personas, quienes jamás habían visto a un hombre blanco. Entonces pasó por el lugar un comerciante tibetano. Este le entregó una nota de los pilotos a su hijo: «Somos dos pilotos americanos. Nos estrellamos en una montaña». Cuatro días después el joven regresó con un telegrama del comandante de la columna británica, a cuatro días de distancia, en el que les anunciaba el envío de raciones y un oficial médico.

"Ridge y yo estábamos delirantes por las buenas noticias. El chico explicó a nuestros anfitriones la razón de nuestra felicidad, y ellos se unieron a nuestro festejo bebiendo alcohol de un cuerno, danzando y disparando al aire . . .

"El oficial médico tuvo que curar unos 20 cortes y magulladuras en cada uno de nosotros. El tobillo de Ridge estaba severamente esguinzado, pero tras las curaciones comenzó a verse mejor. El mío estaba fracturado, pero ese no era el lugar para que lo arreglaran. Nos llevó 16 días más salir de la montaña, en gran parte debido a la debilidad por la pérdida de unas 50 libras de peso cada uno. Una vez que arribamos a la pequeña estación británica de frontera, un camión nos llevó hasta nuestra base en la India.

"Ridge estuvo listo para volver a volar al cabo de un mes. En mi caso, Pan American dispuso un avión para llevarme de regreso a los Estados Unidos. A los cinco días, me encontraba en manos de un especialista de Seattle, quien reparó mi tobillo. El doctor no podía entender cómo, con un tobillo roto y seriamente dañado, había sobrevivido a lo largo de un viaje de cientos de millas caminando. El lo llamó un milagro."

C. J. Rosbert y Charles “Ridge” Hammel pasaron 47 días y sus noches en la montaña.


Esta historia apareció originalmente en el número 7 de The Clipper, el periódico de The Pan Am Historical Foundation.

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Traducción ©
paa_clippers@yahoo.com

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