DON LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE

(1561-1627)


La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viusa y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dejadme llorar
orillas del mar.

Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad.
Dejadme llorar
orillas del mar.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar
orillas del mar.

No me pongáis freno
ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar.
Dejadme llorar
orillas del mar.

Dulce madre mía,
¿quién no llorará
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
orillas del mar.


Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedunbre
el rojo paso de la blanca aurora;

suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,

para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,

ni el monte rayes, ornes, ni colores,
ni sigas de la aurora el rojo paso,
ni el mar argentes, ni los campos dores.


Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada aurora,
Febo en tus ojos, y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que de la edad Febo eclipsado,
y el claro día vuelto en noche oscura,
huya la aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura,
goza, goza el color, la luz, el oro.


Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.


LA DULCE BOCA, QUE A GUSTAR CONVIDA

La dulce boca, que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida,
porque, entre un labio y otro colorado,
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno.

¡ Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan hora,
y solo del Amor queda el veneno!


DE SAN LORENZO EL REAL DEL ESCURIAL

Sacros, altos, dorados capiteles,
que a las nubes borráis sus arreboles,
Febo os teme por más lucientes soles
y el cielo por gigantes más crueles.

Depón tus rayos, Júpiter; no celes
los tuyos, Sol; de un templo son faroles
que al mayor mártir de los españoles
erigió el mayor rey de los fieles.

Religiosa grandeza del Monarca
cuya diestra real al Nuevo Mundo
abrevia, y el Oriente se le humilla.

Perdone el tiempo, lisonjee la Parca
la beldad desta Octava Maravilla,
los años deste Salomón Segundo.


A LA MEMORIA DE LA MUERTE Y DEL INFIERNO

Urnas plebeyas, túmulos reales,
penetrad sin temor, memorias mías,
por donde ya el verdugo de los días
con igual pie dió pasos desiguales.

Revolved tantas señas de mortales,
desnudos huesos y cenizas frías,
a pesar de las vanas, si no pías,
caras preservaciones orientales.

Bajad luego al abismo, en cuyos senos,
blasfeman almas, y en su prisión fuerte
hierros se escuchan siempre y llanto eterno,

si queréis, oh memorias, por lo menos
con la muerte libraros de la muerte
y el infierno vencer con el infierno.


A LA PURíSIMA CONCEPCIóN DE NUESTRA SEñORA

Verso ajeno: Virgen pura, si el Sol, Luna y estrellas.

GLOSA:

Si ociosa no, asistió Naturaleza
incapaz a la tuya, oh gran Señora,
concepción limpia, donde ciega ignora
lo que muda admiró de tu pureza.

Diganlo, oh Virgen, la mayor belleza
del día, cuya luz tu manto dora,
la que calzas nocturna brilladora,
los que ciñen carbunclos tu cabeza.

Pura la Iglesia ya, pura te llama
la Escuela, y todo pío afecto sabio
cultas en tu favor da plumas bellas.

¿Que mucho, pues, si aun hoy sellado el labio,
si la naturaleza aun hoy te aclama
Virgen pura, si el Sol, Luna y estrellas?


EN LA MUERTE DE TRES HIJAS DEL DUQUE DE FERIA

Entre las hojas cinco generosa,
si verde pompa no de un campo de oro,
prendas sin pluma a ruiseñor canoro
degolló mudas sierpe venenosa;

al culto padre no con voz piadosa,
mas con gemido alterno y dulce lloro,
armonïosas lágrimas al coro
de las aves oyó la selva umbrosa.

Lloró el Tajo cristal, a cuya espuma
dió poca sangre el mal logrado terno,
terno de aladas cítaras suaves.

Que rayos hoy sus cuerdas, y su pluma
brillante siempre luz de un sol eterno,
dulcemente dejaron de ser aves.


EN EL TÚMULO DE LAS HONRAS DEL REY DON FELIPE III

Este funeral trono, que luciente,
a pesar de esplendores tantos, piensa
fragrante luto hacer la nube densa
de los aromas que lloró el Oriente,

avaro, niega con rigor decente,
y ponderoso oprime sin ofensa
en breve, mas real polvo, la inmensa
jurisdición de un cetro, de un tridente.

Ley de ambos mundos, freno de ambos mares,
rey, pues, tanto, que en áfrica dió almenas
a sus pendones, y a su Dios altares;

que las reliquias expelió agarenas
de nuestros ya de hoy más seguros lares,
rayos ciñe en regiones más serenas.


A UNA DAMA MUY BLANCA, VESTIDA DE VERDE

Cisne gentil, después que crespo el vado
dejó, y de espuma la agua encanecida,
que al rubio sol la pluma humedecida
sacude de las juncias abrigado,

copos de blanca nieve en verde prado,
azucena entre murtas escondida,
cuajada leche en juncos exprimida,
diamante entre esmeraldas engastado,

no tienen que preciarse de blancura
después que nos mostró su airoso brío
la blanca Leda en verde vestidura.

Fué tal, que templó su aire el fuego mío,
y dió, con su vestido y su hermosura,
verdor al campo, claridad al río.


"Ave de plumaje negro,
si bien de tanto esplendor,
que despreciando sus rayos,
vuestras plumas viste el sol:

"No por vuestra beldad sola
reina de las aves sois,
sino porque ministráis
armas que fulmine Amor.

"Gloria será siempre vuestra,
y dudaré cual mayor,
vestir luces a un planeta,
o prestar rayos a un Dios.

"Muchos siglos coronéis
esta dichosa región,
que cuando os mereció ave,
serafín os admiró.

"Modesta, permitid ya
que los ojos de un pastor
lo menos luciente os sufran,
examinándose en vos;

"de un pastor que, en vez de ovejas,
sigue el impulso veloz
de vuestras hermosas alas
con las de su corazón.

"¡ Cuántas veces remontada
a esfera superior,
de donde os perdía mi vista,
os cobraba mi atención!

"Solicité vuestro nido,
que hallarse apenas dejó
sobre un escollo, de quien
aprendiste el rigor

"Visítole, y si desierto
lo halla mi devoción,
cuantos juncos dejáis fríos
abraso en suspiros yo.

"Cenizas lo digan cuantas
están humeando hoy,
que humedecidas después,
aun no olvidan el calor.

"¡ Oh gloria de cuanto vuela,
envidia de cuantos son
águilas por privilegio,
por naturaleza no!

"Perdonad el aire un día,
si no merecemos dos;
que el Tajo os espera cisne,
cunado no su margen flor."

Esto Felicio cantaba
al dulce doliente son
de ninfa que ahora es caña,
de caña que ahora es voz.


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