Would you like to read a good English translation of some Lorca's works? Just click here! FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936) BALADA AMARILLA IV Sobre el cielo de las margaritas ando. Yo imagino esta tarde que soy santo. Me pusieron la luna en las manos. Yo la puse otra vez en los espacios y el Señor me premió con la rosa y el halo. Sobre el cielo de las margaritas ando. Y ahora voy por este campo a librar a las niñas de galanes malos y dar monedas de oro a todos los muchachos. Sobre el cielo de las margaritas ando. NOCTURNOS DE LA VENTANA 1 Alta va la luna. Bajo corre el viento. (Mis largas miradas, exploran el cielo.) Luna sobre el agua, Luna bajo el viento. (Mis cortas miradas, exploran el suelo.) Las voces de dos niñas venían. Sin el esfuerzo, de la luna del agua, me fuí a la del cielo. 2 Un brazo de la noche entra por mi ventana. Un gran brazo moreno con pulseras de agua. Sobre un cristal azul jugaba al río mi alma. Los instantes heridos por el reloj... pasaban. 3 Asomo la cabeza por mi ventana, y veo cómo quiere cortarla la cuchilla del viento. En esta guillotina invisible, yo he puesto las cabezas sin ojos de todos mis deseos. Y un olor de limón llenó el instante inmenso, mientras se convertía en flor de gasa el viento. 4 Al estanque se le ha muerto hoy una niña de agua. Está fuera del estanque, sobre el suelo amortajada. De la cabeza a sus muslos un pez la cruza, llamándola. El viento le dice niña mas no puede despertarla. El estanque tiene suelta su cabellera de algas y al aire sus grises tetas estremecidas de ranas. Dios te salve. Rezaremos a Nuestra Señora de Agua por la niña del estanque muerta bajo las manzanas. Yo luego pondré a su lado dos pequeñas calabazas para que se tenga a flote, ¡ay! sobre la mar salada. MURIÓ AL AMANECER Noche de cuatro lunas y un solo árbol, con una sola sombra y un solo pájaro. Busco en mi carne las huellas de tus labios. El manantial besa al viento sin tocarlo. Llevo el No que me diste, en la palma de la mano, como un limón de cera casi blanco. Noche de cuatro lunas y un solo árbol, En la punta de una aguja, está mi amor ¡girando! SONETO Largo espectro de plata conmovida el viento de la noche suspirando, abrió con mano gris mi vieja herida y se alejó: yo estaba deseando. Llaga de amor que me dará la vida perpetua sangre y pura luz brotando. Grieta en que Filomela enmudecida tendrá bosque, dolor y nido blando. ¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza! Me tenderé junto a la flor sencilla donde flota sin alma tu belleza. Y el agua errante se pondrá amarilla, mientras corre mi sangre en la maleza mojada y olorosa de la orilla. ROMANCE SONÁMBULO Verde, que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura, ella sueña en su baranda verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde, que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde, que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato parduño, eriza sus pitas agrias. Pero, ¿quién vendrá? Y ¿por dónde? Ella sigue en su baranda verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama; de acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir, al menos, hasta las altas barandas; ¡dejadme subir!, dejadme, hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua. Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal herían la madrugada. Verde, que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron, El largo viento dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde, que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña. LINKS: Federico García Lorca Homepage de F. Garcia Lorca Ritornare alla pagina precedente. Volver a la página precedente. Back to the previous page. Retour à la page précédente. Voltar à página anterior. Free Homepage by Geocities
Sobre el cielo de las margaritas ando.
Yo imagino esta tarde que soy santo. Me pusieron la luna en las manos. Yo la puse otra vez en los espacios y el Señor me premió con la rosa y el halo.
Y ahora voy por este campo a librar a las niñas de galanes malos y dar monedas de oro a todos los muchachos.
1
Alta va la luna. Bajo corre el viento.
(Mis largas miradas, exploran el cielo.)
Luna sobre el agua, Luna bajo el viento.
(Mis cortas miradas, exploran el suelo.)
Las voces de dos niñas venían. Sin el esfuerzo, de la luna del agua, me fuí a la del cielo.
2
Un brazo de la noche entra por mi ventana.
Un gran brazo moreno con pulseras de agua.
Sobre un cristal azul jugaba al río mi alma.
Los instantes heridos por el reloj... pasaban.
3
Asomo la cabeza por mi ventana, y veo cómo quiere cortarla la cuchilla del viento.
En esta guillotina invisible, yo he puesto las cabezas sin ojos de todos mis deseos.
Y un olor de limón llenó el instante inmenso, mientras se convertía en flor de gasa el viento.
4
Al estanque se le ha muerto hoy una niña de agua. Está fuera del estanque, sobre el suelo amortajada.
De la cabeza a sus muslos un pez la cruza, llamándola. El viento le dice niña mas no puede despertarla.
El estanque tiene suelta su cabellera de algas y al aire sus grises tetas estremecidas de ranas.
Dios te salve. Rezaremos a Nuestra Señora de Agua por la niña del estanque muerta bajo las manzanas.
Yo luego pondré a su lado dos pequeñas calabazas para que se tenga a flote, ¡ay! sobre la mar salada.
Noche de cuatro lunas y un solo árbol, con una sola sombra y un solo pájaro.
Busco en mi carne las huellas de tus labios. El manantial besa al viento sin tocarlo.
Llevo el No que me diste, en la palma de la mano, como un limón de cera casi blanco.
Noche de cuatro lunas y un solo árbol, En la punta de una aguja, está mi amor ¡girando!
Largo espectro de plata conmovida el viento de la noche suspirando, abrió con mano gris mi vieja herida y se alejó: yo estaba deseando.
Llaga de amor que me dará la vida perpetua sangre y pura luz brotando. Grieta en que Filomela enmudecida tendrá bosque, dolor y nido blando.
¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza! Me tenderé junto a la flor sencilla donde flota sin alma tu belleza.
Y el agua errante se pondrá amarilla, mientras corre mi sangre en la maleza mojada y olorosa de la orilla.
Verde, que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura, ella sueña en su baranda verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde, que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde, que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato parduño, eriza sus pitas agrias. Pero, ¿quién vendrá? Y ¿por dónde? Ella sigue en su baranda verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama; de acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir, al menos, hasta las altas barandas; ¡dejadme subir!, dejadme, hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal herían la madrugada.
Verde, que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron, El largo viento dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde, que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña.
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