Algo anda mal, muy mal, en este país. La construcción de autopistas,
urbanizaciones y megacentros comerciales no parece
tener fin. Se siguen arrasando bosques y humedales, rellenando sumideros,
pavimentando valles y tumbando mogotes, y no parece haber manera de detener el
proceso. Las comunidades y grupos ambientalistas que se enfentan
a esta vorágine acaban perdidos en un laberinto de Kafka,
pues parece que en la máquina del llamado desarrollismo no hay nadie en los
controles.
Hablamos sobre estos temas con Hermenegildo Ortiz, quien fue Secretario
de Transportación y Obras Públicas durante la gobernación de Hernández Colón y
Presidente de la Junta de Planificación bajo el actual gobierno hasta su muy
discutido y comentado despido el pasado mes de junio.
“No se le ha dado orden al crecimiento”, puntualizó Ortiz, comentando
sobre la expansión urbana descontrolada. Como veremos a continuación, no se
opone al crecimiento como tal.
Aparte de los daños ambientales causados por el crecimiento
desparramado, están también los daños infraestructurales. La infraestructura- carreteras, acueductos y alcantarillados- simplemente no se
puede expandir a la par con el desparramo, y colapsa. Señãló
Ortiz que la mitad del agua en los acueductos no llega a cobrarse- por robos y
averías- la mitad de las aguas sucias no llegan a plantas de filtración y las
carreteras no aguantan tanto tráfico.
¿Se pueden reconciliar los intereses de la industria de la construcción
con los del pueblo de Puerto Rico y del medio ambiente?, le preguntamos, a lo
cual respondió en el afirmativo. “Creo que no hay otro camino. No se trata de
detener el crecimiento sino de hacer que ocurra donde debe ocurrir. Estamos
hablando de construir de otra manera.”
Ahora vayamos de la protesta a la propuesta. ¿Qué propone Ortiz? ¿Qué
visión tiene para el futuro de la urbe boricua? (Aquí seguramente nos acercamos
a las razones de su despido de la JP, que los partidarios del desparramo tanto
aplaudieron)
Ortiz compartió con nosotros el concepto de la ciudad habitable. “Es una
ciudad que sea pensada para el ser humano y no para el automóvil”.
La ciudad habitable deberá estar fundamentada en tres principios:
·
Que
los centros urbanos sean compactos, de modo que en ellos se puedan combinar
diferentes usos, como residencial, comercial y escuelas.
·
Comunidades
caminables. Que sea posible recorrerlas sin tener
guiar o tomar guagua.
·
Un
sistema de transportación colectiva que sea conveniente y confiable para los
usuarios.
Don Hermenegildo identificó nuestra dependencia exagerada del automóvil
privado como uno de los mayores problemas de planificación y calidad de vida de
Puerto Rico. El que no tiene carro sencillamente no se puede mover en este
país, pues no hay transporte colectivo confiable.
“Esto trae un elemento de inequidad. Nuestro sistema de transportación
facilita el movimiento de personas que tienen dinero para comprarse un carro.
El sistema satisface solamente las necesidades de aquellos que tienen carro.”
Pero don Hermenegildo reconoce que la cosa no es color de rosa para los
conductores tampoco. Quienes tienen carro a menudo se ven obligados a salir de
sus hogares en la madrugada para que no los coja el tapón. Mencionó que los estudios de crecimiento
inteligente de la Universidad Metropolitana muestran que los conductores
puertorriqueños pierden hasta años enteros de sus vidas en el tapón. ¡No en
balde están ahora vendiendo para el carro no solamente estereos
y CD players sino también televisores con DVD!
Ortiz es enfático en que construir más carreteras no va a resolver el
problema del tapón, sino muy al contrario. Durante su vida ha visto tres
carreteras que conectan San Juan a Caguas. La primera cayó en desuso y fue
olvidada tras la construcción en la década de 1950 de la carretera de hormigón
que tumba montes por Tortugo y la Muda, conocida como
la carretera uno. Luego al final de los 70 se construyó el expreso Ferré, que
corta justo por el medio de Caimito. Desde entonces se le llama a la carretera
uno la “carretera vieja”, a pesar de que por mucho
años fue conocida como “la nueva”.
Pero el tapón se ha puesto peor con la construcción de cada carretera.
Ya a las 8 de la mañana el tapón del expreso se extiende más allá de Montehiedra.
“No podemos seguir construyendo carreteras porque no solucionan el
problema del tapón. Surge una carretera nueva y al poco tiempo está ataponada. Eso se va a repetir con la Ruta 66; ya hay
urbanizaciones aprobadas en su litoral.”
Esta última observación es medular. Se construyen superautopistas
supuestamente para descongestionar y agilizar el tráfico, pero parecen ser
primordialmente para viabilizar nuevas urbanizaciones en sus alrededores.
“Hay que darle prioridad a la transportación colectiva sobre las
carreteras. Y esa transportación colectiva debe componerse de sistemas
integrados y confiables, y no pueden ser solamente de tren sino en combinación
con autobús y carro público.”
Don Hermenegildo sostiene que la confiabilidad de tal sistema será de
máxima importancia, ya que no funcionarán a menos que la gente sepa que estarán
disponibles a cualquier hora. Hoy día después de las cinco de la tarde para
fines prácticos ya no hay transportación pública en la mayor parte del país.
¿Y el Tren Urbano?, le preguntamos. Después de todo fue durante sus años
como Secretario de Transportación que se comenzó a discutir y diseñar ese tren,
al cual hoy Carlos Pesquera se refiere como si fuera idea suya.
Nos explicó Don Hermenegildo que el tren urbano se concibió
originalmente en la década de 1960, cuando ya comenzaba a surgir una
preocupación por el crecimiento urbano desmedido. En el Plan de Transportación
y Uso de Terrenos, formulado entre 1964 y 1966.
“Fue ideado originalmente para reorganizar el área metropolitana,
atender el problema del desparramo y reducir la necesidad del carro privado,
pero se convirtió en otro proyecto de construcción más.”
Pero ante tanto obstáculo y adversidad, don Hermenegildo opta por el
optimismo. Sostiene que en Puerto Rico sí se puede desarrollar la voluntad política
para echar hacia adelante propuestas que resuelvan la debacle de la
planificación.
Otras de sus propuestas son la aprobación con fuerza de ley de un Plan
de Crecimiento Urbano que fije los límites de expansión de las urbes y un Plan
de Protección de Reservas Agrícolas. Además, insiste en que hay que reducir el
poder discrecional que tienen la JP y ARPE para otorgar permisos.
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