Periódico CLARIDAD, 7 de febrero
2003
San Juan, Puerto Rico
La diversidad biológica, o biodiversidad, es tema candente hoy día.
Ecologistas, biólogos y agricultores de todas partes del mundo nos hablan de
cómo este valioso recurso se está reduciendo y erosionando, comprometiendo
seriamente el futuro de la agricultura y la ecología del planeta. En el
esfuerzo mundial por preservar y fomentar la biodiversidad se debe dar reconocimiento
a uno de los titanes de la ciencia del siglo XX, quien a pesar de ser poco
conocido nos ayudó grandemente a descubrir y catalogar la biodiversidad agrícola
del planeta: el geógrafo soviético Nikolai Vavilov.
En un período de dos décadas, Vavilov realizó intrépidos
viajes por cinco continentes recolectando semillas de plantas agrícolas, como
maíz silvestre y cultivado, papa, granos, forraje, frutas y vegetales, al igual
que valiosos datos sobre la geografía de los lugares que visitó y sobre los
idiomas y culturas de sus habitantes.
Como resultado de sus expediciones, la colección de semillas de Vavilov llegó a ser la más grande del mundo, con alrededor
de 200 mil especímenes. Estos fueron almacenados y
sembrados en sobre cien estaciones experimentales diseminadas por toda la Unión
Soviética. Su influencia sobre los campos de la agricultura y la biodiversidad
es tan grande que los lugares de origen de las plantas más usadas en la agricultura
llevan su nombre, como veremos adelante.
Su primera expedición de recolección de plantas lo llevó a Persia, de
mayo a agosto de 1916. La guerra mundial estaba en pleno furor y el zar todavía
gobernaba en Rusia. Su travesía, llena de vicisitudes y realizada bajo una
temperatura que llegaba a los 110 grados Fahrenheit, lo llevó en por lo menos
una ocasión a unos escasos cuarenta kilómetros de las líneas de combate en la
frontera ruso-turca. Después fue directo a las montañas de Asia Central, a
donde volvería en 1924, 1929 y 1932.
Tras el triunfo de la revolución de octubre, el gobierno de la recién
formada Unión Soviética reconoció el valor e importancia de la obra de Vavilov y le dio todo su apoyo. Vavilov
nunca se consideró comunista, pero entendió que su trabajo con el régimen soviético
adelantaba los mejores intereses de sus compatriotas rusos y de toda la
humanidad.
Su segunda expedición fue a Estados Unidos, entre mayo de 1921 y enero
de 1922. Ese histórico viaje marcó la primera instancia de cooperación
científica entre Wáshington y Moscú. Una de sus
gestiones en ese viaje fue abrir una oficina de botánica aplicada en Nueva York,
a la cual inmigrantes rusos llevaron numerosas muestras de semillas. Estas
fueron llevadas a la Unión Soviética para aportar al trabajo de Vavilov.
Su siguiente travesía fue un verdadero hito de la geografía soviética:
una expedición a Afganistán. Vavilov leyó todo lo que pudo sobre ese inhóspito país, y
no hizo caso omiso de la advertencia que el explorador inglés Ferrier escribió en 1858: “El extranjero que quiera viajar
por Afganistán deberá hacerlo bajo protección celestial, si es que desea salir
ileso de ahí, y con una cabeza sobre sus hombros.”
Durante la expedición, que comenzó en julio de 1924, Vavilov
aprendió a comunicarse en farsi y árabe, no por una mera necesidad de viaje
sino como parte de su labor investigativa. Le interesaba usar la lingüística como
herramienta para averiguar los orígenes de las plantas. Comparó los nombres de
granos y animales en ruso, tazdik, pushtun y kafir para ver si estos
idiomas tenían términos agrícolas en común.
En el mes de octubre su ruta lo llevó a Nuristán,
región recóndita cuyos recursos botánicos y agronómicos eran desconocidos por
el occidente, y que además nunca había sido visitada por un geógrafo. A su regreso
a casa, la Sociedad Geográfica Soviética galardonó a Vavilov
con la medalla de oro N.M. Przhevalsky.
Pero viajes más espectaculares y audaces le esperaban en su futuro. Su
siguiente expedición lo llevó al litoral del Mar Mediterráneo, el Oriente
Medio-incluyendo Siria y Palestina- y el noreste de Africa,
terrenos que en su mayoría eran entonces colonias francesas o británicas.
Su travesía estuvo repleta de todo tipo de peripecias y situaciones
extrañas. En el norte de Siria se topó con guerreros anticoloniales que
luchaban contra los franceses. Al conocer del propósito de su inesperada visita,
trataron a Vavilov con amabilidad y le facilitaron
varios especímenes agrícolas.
Vavilov fue el primer ciudadano soviético en entrar a Etiopía,
donde tuvo la oportunidad de conversar con el emperador Menelik
y con el famoso Ras Tafari. A través de intérpretes
hablaron del trigo, de la agricultura etíope y de la revolución rusa.
En los siguientes años sus expediciones botánico-geográficas lo llevaron
a más rincones del planeta. En 1929 viajó a China, Japón y Corea, y entre 1930
y 1931 recolectó especímenes en varias localidades de
Estados Unidos, incluyendo los estados de Florida y Texas y reservaciones
indígenas. De Arizona cruzó a México y continuó su travesía hasta Guatemala. Su
última expedición internacional fue a Centro y Suramérica, entre 1932 y 1933, e
incluyó paradas en El Salvador, Costa Rica, Honduras, Panamá, Perú, Bolivia,
Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Trinidad y Cuba.
Tras esa última travesía Vavilov pasaría el
resto de sus días en la URSS. Pero de cualquier modo en casa tenía más que
suficiente trabajo que hacer. Tenía en sus manos la responsabilidad de catalogar,
estudiar y darle uso a las semillas que había conseguido, que constituían
entonces la colección más grande e importante del mundo. Estas semillas fueron diseminadas
a unas 115 estaciones experimentales distirbuidas por
los climas variadísimos de la Unión Soviética.
En sus viajes Vavilov notó que la
biodiversidad agrícola está repartida de una manera muy desigual. Mientras que algunos lugares rebosaban de
diversidad de plantas, otros no tenían mucho que ofrecer. En el estado mexicano
de Oaxaca no es nada extraño encontrar huertos campesinos de subsistencia con
más variedades de maíz que todo Estados Unidos, o huertos indígenas en Perú y
Bolivia con más cepas de papa que en toda Europa. Vavilov
se dedicó a averiguar la causa de este fenómeno.
Concluyó que los lugares de más biodiversidad agrícola tienen variadas
topografías, tipos de suelo y climas. Más
importante aún, tienden a estar rodeados de cadenas de montañas que constituyen
formidables barreras geográficas. Las montañas, al igual que los oceanos, son un factor de aislamiento que evita las invasiones
de especies exóticas. En esta época neoliberal en la que tanto se habla de “eliminar
barreras” es oportuno reconocer el rol de las barreras geográficas que protegen
la integridad de los ecosistemas. Puesto de manera simple: hay barreras que protegen.
Vavilov determinó que la biodiversidad agrícola proviene
mayormente de ocho núcleos identificables, que incluyen a China (de donde se
origina la soya), India, Asia Central, México-Centroamérica (cuna del maíz),
los Andes (de donde viene la papa) y el Mediterráneo. Hoy día
botánicos y agrónomos conocen estas áreas geográficas como centros Vavilov. H aquí unos mapas que indican las localizaciones de
estos centros:
http://pas.byu.edu/AgHrt100/vavilovs.htm
http://www.ukabc.org/GeneticFutures/visser/sld006.htm
Los centros Vavilov son refugios
irremplazables de biodiversidad y son esenciales para la alimentación humana.
El agrónomo o agricultor que quiera mejorar sus variedades de maíz u otros
granos tiene que tener acceso a especímenes de sus
centros de origen. Independientemente de
que la papa sea cultivada en Polonia, Irlanda o Idaho,
para ser viable como alimento ésta necesita de las variadísimas cepas que se
encuentran solamente en su centro de origen en el altiplano andino.
Para dar un ejemplo concreto, a principios de los 70 una plaga azotó la
cosecha de maíz en Estados Unidos, causando pérdidas multimillonarias. El
futuro del maíz en Norteamérica parecía estar en entredicho hasta que se
descubrió en el sur de México una variedad inmune a la plaga. Especímenes de ésta se enviaron de inmediato a Estados
Unidos para cruzarlos con las variedades comerciales, salvando así la agricultura
estadounidense de una catástrofe.
Tan apreciada y reconocida era la importancia de la colección de
semillas de Vavilov que sus colegas científicos
hicieron los más grandes sacrificios para protegerla durante la segunda guerra
mundial. Durante el sitio de Leningrado algunos de
ellos murieron de hambre antes que comerse las semillas almacenadas en la
estación experimental en las afueras de la ciudad.
Pero Vavilov no pudo ayudar a proteger su
colección pues al tiempo de la invasión nazi estaba preso por la persecución
estalinista. Todo superhéroe tiene su archinémesis,
su Lex Luthor personal. El
de Vavilov era Trofim Lysenko, un seudocientífico
políticamente correcto que argumentaba que el estudio de la genética era una
ciencia burguesa que buscaba darle justificación biológica a las diferencias de
clase. (En la Inglaterra del siglo XIX
se le acusaba a Charles Darwin de lo opuesto, pues su teoría de la evolución
supuestamente era peligrosamente egalitaria.)
Ansioso por ganarse la simpatía de Stalin, Lysenko armó toda una campaña de difamaciones e injurias contra
Vavilov, aprovechando cuanta oportunidad se encontraba
para obstaculizar su trabajo y denunciar su “biología contrarrevolucionaria”.
El 6 de agosto de 1940 Lysenko y sus partidarios
lograron que las autoridades arrestaran a Vavilov y
se lo llevaran al gulag. Murió en el presidio Saratov
el 23 de enero de 1943.
Tras la muerte de Vavilov, su colección de
semillas ya no estaba custodiada por científicos auténticos. La ortodoxia
estalinista reinaba y seguidores de Lysenko campeaban
por su respeto. La colección se deterioró por mal almacenamiento y por décadas
de introgresión y polinización cruzada sin el debido
rigor científico.
No fue sino hasta la década de los 60 que miembros de la comunidad
científica soviética lograron que el premier Brezhnev
deshiciera los agravios de Lysenko y se le diera a Vavilov el debido reconocimiento. En 1968 el Instituto de
Botánica Aplicada de Leningrado se le cambió el
nombre a Instituto Vavilov. Al tiempo del rompimiento
de la URSS en 1991, la red de investigación de Vavilov
estaba parcialmente restaurada y operaba 19 estaciones experimentales, cuatro
de ellas fuera de Rusia.
La hazaña de Vavilov nunca fue repetida. Nadie
más ha realizado un esfuerzo de similar envergadura para catalogar y clasificar
la biodiversidad agrícola del planeta. Sus teorías sobre la distribución
geográfica de la biodiversidad han pasado la prueba del tiempo y todavía hoy
son aceptadas por biológos y agrónomos del mundo
entero.
http://www.serve.com/ecobooks/vavilov.htm
Not all those who
wander are lost.
· JRR Tolkien
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sample of writings. Carmelo has two online projects where he comments on the
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