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Subsistieron entonces los cuatro juntos un tiempo más, pero al poco, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto pero esta vez Hansel no pudo salir a recojer los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta. De todas formas, dijo a Gretel: “No te preocupes, que hago se me ocurrirá”, y cuando a la mañana siguiente dejaron la casa, Hansel fue dejando caer todo a lo largo del camino, las miguitas del pan que le habían dado antes de partir. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque, pero cuando quisieron volver comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel habían sido comidas por las aves del bosque. Solos, muertos de hambre y de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces!. Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites, ¡un verdadero manjar! Hansel corrió hacia la casita diciendo a su hermana: “¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!” Y así diciendo, los niños se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que, sigilosa, salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los tomó prisioneros. “Veo que querían comer mi casa-dijo la bruja- Pues ahora yo los voy a comer a ustedes”. Y así diciendo los examinó: “Tu, la niña-dijo mirando a Gretel-me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro, está muy flacucho y así no me lo puedo comer”. Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en una diminuta prisión. Día a día debía Gretel llevarle los alimentos que la bruja preparaba para su hermano, esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo. Sin embargo, los niños habían urdido un plan. Como la bruja era muy corta de vista, todos los días le pedía a Hansel que le muestre uno de sus dedos para sentir si ya estaba rellenito. |
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