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El Oso grande grito muy fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla! El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla! El Osito pequeño dijo llorando con voz suave: -¡Se han sentado en mi silla y la han roto! Siguieron buscando por la casa y entraron en el cuarto de dormir. El Oso grande dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama! El Oso mediano dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama! Al mirar la cama pequeñita, vieron en ella a Ricitos de Oro, y el Osito pequeño dijo: -¡Alguien está durmiendo en mi cama! Se despertó entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan enfadados, se asustó tanto que dio un brinco y salió de la cama. Como estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella Ricitos de Oro, y corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa. |
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