13.2.03

 

 

 

 

OCTAVIO GETINO Y SUSANA VELLEGGIA

RESPUESTA A UN CUESTIONARIO SOBRE "ANTIAMERICANISMO"


"Difundimos por este medio", dicen los autores del texto que sigue, "la respuesta que hemos enviado al cuestionario que nos enviara un colega y amigo, del mundo académico norteamericano (Universidad de Nueva York), preocupado por conocer la opinión de intelectuales latinoamericanos sobre el tema del 'antiamericanismo' en nuestros países, presumiblemente por una encuesta que están realizando." Octavio Getino es director y guionista de cine argentino, y Susana Velleggia ensayista, también argentina.

1. ¿Has observado un auge de antiamericanismo en los últimos años? En que momento ubicarías este auge? ¿Y por qué razones?

Con la llegada al gobierno de Bush y su soberbia como gobernante se acentuó sin duda el antiamericanismo, como también el antiimperialismo. Al asumirse como poder etnocéntrico y con tentativas de dominar el planeta, tal actitud desató enormes resistencias, que hasta entonces existían de manera implícita. Basta solo con mirar la imagen de Bush en las pantallas televisivas, caminando como un John Wayne de pacotilla, con ojos y cara de gallinácea, a manera de patética caricatura audiovisual. Basta con recordar su más que dudoso triunfo sobre Al Gore, "un ilustrado" demócrata. Suficiente con escuchar su discurso de corte fundamentalista y mesiánico, "quien no está con nosotros está contra nosotros", o aquella retórica que tantos réditos diera a Hitler en una Alemania postrada y humillada; la de señalar al enemigo identificado, en este caso una construcción simbólica denominada "eje del mal". Esto remite a una película de Hollywood clase B, antes que a una nación heredera de intelectuales y artistas de suma importancia con los que nos sentimos identificados y sería larguísimo enumerar. Este siniestro personaje es un peligro para la humanidad. No sabemos si para el sector de los norteamericanos que están siempre a la búsqueda de la mayor rentabilidad económica, sea con el costo ajeno que fuere. Está muy en claro que lo único que pretende EE.UU. es hacerse dueño de una nueva reserva estratégica de petróleo, tras conquistar con la re-destrucción de Afganistán la ruta por donde pasará el mayor oleoducto del mundo, que disputaron al ex-ejército rojo. (Recordemos que entonces el "maldito" Bin Laden era un "combatiente de la libertad", armado y entrenado por los Estados Unidos y, en particular asesorado por la CIA). Este reparto del 40% de las reservas petroleras del mundo entre un puñado de naciones con Estados Unidos a la cabeza, amenaza a la humanidad aún más que las anteriores dos guerras mundiales, donde se repartieron territorios o "áreas de influencia", pero más allá de esto existían ciertos valores morales y políticos que era preciso defender.

En esta era posmoderna, ya no existen otros valores que los que cotizan en la Bolsa. Se trata del "nihilismo descarnado", donde lo único que importa es quién está en mejores condiciones para extender su dominio sobre regiones clave del mundo, de modo de reconfigurar el mapa de las relaciones de poder planetarias de acuerdo a sus propios intereses, como bien lo ha explicitado Powell en su discurso de presentación de "pruebas". Este fundamentalismo capitalista irrita y atemoriza a todos los individuos que tienen algo de sentido común.

Decía Jean Baudrillard: "Quizás la miseria, la desgracia y el sufrimiento pueden ser soportables. Hay una sola cosa que es insoportable y es la arrogancia del poder" (en la Conferencia de la IX Bienal de Arquitectura, Buenos Aires, noviembre 2001).

2. ¿De qué manera te parece que el 11 de septiembre contribuyó al antiamericanismo? ¿Te parece que no hubo simpatía con la tragedia de las Torres Gemelas?

La caída de las torres provocó solidaridad con relación a los ciudadanos "de a pie" que hallaron una muerte horrorosa, no así con los EE.UU. en abstracto. De acuerdo a lo conversado y analizado en numerosos encuentros personales con profesionales, intelectuales o gente de la cultura en algunos países de América Latina, pudo constatarse que predominaba una clara distinción entre lo que la implosión de las torres representaba como síntoma de la debilidad intrínseca del poder imperial y las víctimas del derrumbe (que, por otra parte, nadie vio en las imágenes de las pantallas televisivas, del mismo modo que nadie vio tampoco los cientos de miles de muertos civiles en Irak y en otras partes por las contínuas agresiones norteamericanas). De acuerdo con la "encuesta" personal que uno pudo hacer en algunos países vecinos —e incluso lejanos — después de la caída de las torres, no se ubicó a nadie que no se sintiera íntimamente satisfecho por el derrumbe de ese símbolo del poder financiero imperial y por la sonora bofetada que se le dio a su arrogancia. "Se lo merecen", fue la primera reacción de la gente. Ocurre que en nosotros está muy vívida la memoria del "big stick", las invasiones de marines para derrocar a gobiernos populares democráticamente elegidos y poner en su lugar a sangrientos y corruptos dictadores, como los Batista, Somoza, Trujillo, Stroesner, Pinochet y otros, o abonar a los genocidios planificados de militares como los Noriega, o los de la últimas dictaduras que asolaron Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia y sobre todo, a la Argentina, entrenándolos en la "Escuela de la Américas" en torturas y otras yerbas bajo el paraguas de la "Doctrina de la Seguridad Nacional", para la cual los conflictos políticos originados en injusticias socioeconómicas extremas que nuestros pueblos resisten, deben resolverse por la vía militar en lugar de la negociación política y una auténtica democracia.

Las identidades, necesidades e intereses de los pueblos de América latina fueron históricamente avasallados por gobiernos que los Estados Unidos erigió o apoyó mientras que aquellos que esporádicamente intentaron defenderlos fueron derrocados por la potencia imperial. Antes del 11 de septiembre —aniversario también del derrocamiento del gobierno de Salvador Allende por un complot montado por la CIA y el establishment económico y político-militar chileno, que provocó más daño y más víctimas que la caída de las torres— la sociedad americana estaba acostumbrada a presenciar o a solazarse en las desgracias ajenas a través de las imágenes de sus pantallas de cine y TV. A partir de esa fecha estuvo obligada a verlas en sus propias calles y en sus propios conciudadanos. Pero parece que esta sociedad no aprendió nada de la experiencia histórica y Bush, con su mirada gallinácea, sigue representando esta ceguera. Pensamos que esto será fatal, no solo para los ciudadanos norteamericanos —excepto determinados grupos de poder que el gobierno de Bush representa — sino para Oriente Medio y para el resto de la humanidad, incluidos nosotros, los latinoamericanos. Todos los ciudadanos comunes del mundo habremos de pagar este delirio. La amenaza nuclear hecha por Bush es un hecho cierto y es dicha nación la que hoy por hoy más posibilidades tiene para desatar la guerra química y bacteriológica allí donde le plazca. No dudamos que utilizarán todo esto llegado el caso y contra quienes sea que se opongan. Recordemos que el maléfico Saddam fue armado con este tipo de "juguetes" por Estados Unidos y Europa para su guerra contra el Irán de los ayatohollas. Cuando la sociedad estadounidense tome conciencia de todo esto y de las mentiras que se esgrimen para manipularla, podría ser demasiado tarde. Para ellos y para la humanidad. Como dice nuestro José Pablo Feinmann: "La guerra que Estados Unidos está por desatar contra Irak es —sin la menor duda posible — la más impredecible de la historia humana. Y lo es porque sus dimensiones catastróficas son infinitas" (Página 12, Bs. Aires, 8-2-03).

3. Algunos piensan y dicen que los estadounidenses se merecían ese tipo de respuesta. ¿Te parece justificada esa opinión? ¿Por que o por qué no?

Ni los estadounidenses ni pueblo alguno del mundo merecen este tipo de respuesta. Pero ella debe enmarcarse en un determinado contexto histórico. Está teniendo lugar una guerra simbólica y material, donde una casta de empresarios, banqueros y políticos de un puñado de naciones gobierna los procesos de globalización en su beneficio. Este avance es tan violento y agresivo que, necesariamente, provoca respuestas de igual o parecido carácter. Los débiles no pueden elegir con qué armas defenderse o atacar, lo hacen como pueden y con los recursos que tienen a su alcance que son aquellos que más sentido dan a su vida (como lo hacían los partisanos europeos frente a los ejércitos de ocupación nazis o como lo hicieron en nuestros países muchos pueblos desde la misma guerra por la Independencia, sólo que ahora las posibilidades de destrucción son infinitamente superiores). Si no se ubica el auge de los fundamentalismos religiosos en este marco histórico, se corre el riesgo de no entender nada. Y una gran potencia, para ser hegemónica como pretende Estados Unidos —algo distinto de dominante — tiene la obligación de comprender al mundo desde la perspectiva del mundo y tiene la responsabilidad de ejercer un liderazgo que, aunque vaya dirigido a beneficiarla a ella en primer lugar, no la lleve a omitir las necesidades e intereses de los otros. Esto se llama política.Lo contrario es la ley del garrote que nos retrotraerá a la época de las cavernas. Por consiguiente el principal responsable de lo sucedido el 11 de septiembre es el genocida establishment político, militar y económico de los Estados Unidos, que no tiene ningún problema moral cuando se trata de destruir a miles de millones de seres humanos en otras partes del (tercer) mundo. Este bloque de poder cómplice de la fabricación de déspotas sanguinarios a gran escala —Pinochet, Bin Laden, Hussein, etc. — no tiene ninguna autoridad ética, moral o política para juzgar a nadie. A los propios norteamericanos les corresponde mirarse en el espejo para ver si son copartícipes o no de esta situación, para que se atengan al juicio que puede tener el resto del mundo sobre su comportamiento.

4. ¿Te parece que la guerra en Afganistan o la guerra contra Irak son justificadas? ¿Te parece que contribuyen al antiamericanismo?

La única justificación de estas guerras fue expuesta más arriba. Se llama petróleo y ocupación de espacios geopolíticamente estratégicos. Ellas sin duda acentúan el antiamericanismo, dado que forman parte de la misma matriz de pensamiento imperial, colonialista y racista que nos "regaló" el racionalismo iluminista europeo y que Hitler no hizo más que llevar a sus últimas instancias hace más de medio siglo. Hoy el nuevo Eje es Washington-Tel Aviv-Londres. Este es para nosotros, latinoamericanos, el actual eje del mal. Al igual que Berlin-Roma-Tokio encontraron cómplices y aliados en todo el mundo, hoy sucede algo parecido con algunos gobiernos que se llaman democráticos y que, por encima de la voluntad de sus sociedades y en contra de las mismas, actúan tan autoritaria y cobardemente como ocurrió con ciertas naciones durante la II Guerra. Si EE.UU. busca terminar con el terrorismo que se mire el rostro en su propio espejo. Es el primer país del mundo en materia de gasto militar (el 50%, mientras que la otra mitad se divide en 190 naciones) y el último en la lista de naciones centrales en materia de su aporte al desarrollo de las más rezagadas. ¿Se preguntan los ciudadanos norteamericanos cuánto podría hacer Estados Unidos por su liderazgo en el mundo si volcara su actual presupuesto militar en el desarrollo de los pueblos y sectores más pobres? ¿Se preguntan si no es ésta la vía idónea para desarmar a los terrorismos y fundamentalismos, material y simbólicamente?

Es pueril el argumento de las "armas de destrucción masiva" supuestamente en poder de Irak, así como las imaginarias relaciones con Al Qaeda, cuando son las naciones centrales las que las inventan, producen y venden por doquier. ¿Estamos o no con el libre mercado?. India, Pakistan, Israel, Corea del Norte, etc., etc. tienen armas de destrucción masiva, pero la diferencia con Irak es que no tienen petróleo. (Si en Irak sólo se produjeran naranjas, seguramente no habría amenaza de guerra alguna. Como dice John Le Carré: "Si Saddam no tuviera petróleo, podría torturar a sus ciudadanos a su gusto. Otros líderes lo hacen todos los días, piensen en Arabia Saudita, Pakistán, Turquía, Siria, Egipto"). Además el dictador iraquí puede adquirir dichas armas en cualquiera de las innumerables mafias de comerciantes de armas que proliferan por el mundo y de las cuales muchos empresarios norteamericanos forman parte. El argumento de Bush es para estúpidos, aunque su irracionalidad sea totalmente congruente con la racionalidad del poder mundial al que aspira. "Estados Unidos ha entrado en uno de sus períodos de locura histórica, pero éste es el peor de todos los que recuerdo: peor que el macartismo, peor que Bahía Cochinos y, a la larga, potencialmente más desastroso que la guerra de Vietnam". (John Le Carré, en Página 12, Buenos Aires, 9-2-03)

5. ¿Te parece que los que sienten antiamericanismo lo sienten contra todos los estadounidenses? ¿Hay excepciones?

Como bien decía arriba, Estados Unidos tiene una gloriosa tradición de hombres de bien, de auténticos demócratas (Washington, Lincoln, Roosevelt, que nos legó el Estado de Bienestar) de pensadores ilustres, de artistas admirables, de jóvenes o no tan jóvenes que han dado ejemplo a todo el mundo con sus movimientos de resistencia a las políticas racistas, autoritarias y de restricción de los derechos humanos, enfrentando valiente y lúcidamente a los gobiernos que en diversos momentos de su historia implementaron políticas injustas como las del gobierno actual. No nos cabe duda que la guerra de Vietnam la perdió el Imperio tanto en las selvas de ese minúsculo país subdesarrollado, como en las calles de sus ciudades. Este es el mérito político de aquellos jóvenes que gritaban "amor y paz" al compás de la música de rock, cuando entonces muchos pensaban (pensábamos) que esta era una consigna "despolitizada" y anodina. Siendo ahora este sector incluso una minoría —al menos según dicen las encuestas— dentro de una sociedad que se cree intocable y supone que nadie está en condiciones de juzgar sus conductas, su actitud cobra para nosotros mucho más valor y sentido. Su reacción contra la guerra de agresión coincide totalmente con la nuestra. Muy distintos son los sectores cómplices, como los hubo acá con las dictaduras militares genocidas, o los descerebrados, que cada vez los hay más abundantes en todas partes del mundo y también en nuestro caso, o también los cínicos que mediante la invocación a la defensa de los intereses de la Nación, solo procuran defender los suyos. Esta guerra será fatal para los intereses de la humanidad, y dentro de ella para los del pueblo norteamericano. Los primeros síntomas ya se están evidenciando.

6. ¿Que te parece la cultura estadounidense? ¿La ves de la misma manera hoy que hace cinco años?

La cultura estadounidense, referida al conjunto de la sociedad, ha ido perdiendo capacidad crítica de su propia situación y de lo que sucede en el mundo. Basta ver los sondeos de opinión en favor de la guerra, para descubrir que es la única cultura en el planeta que está en pro de una cultura de la muerte, cuando en otros tiempos supo manifestarse por una cultura de la vida. Es muy grave lo que está sucediendo en EE.UU. y lo que ello está afectando al resto del mundo. Cabría interrogarse por el rol que están cumpliendo los oligopolios de la comunicación en este deterioro. A la distancia uno se alegra fervorosamente de las reacciones en favor de la paz que hemos visto en manifestaciones y declaraciones de gente de la cultura y las artes de los Estados Unidos y las valoramos enormemente. Debe ser muy difícil adoptar esas posiciones públicas en una sociedad sometida a las campañas mediáticas en favor del miedo, la inseguridad, las "amenazas terroristas" y el discurso fascista del poder, y declararse en contra de las mayorías ciudadanas. Tan difícil como lo habrá sido sin duda la resistencia de intelectuales, demócratas y pensadores a los Hitler o Stalin de su tiempo, cuando estos dictadores tenían el mismo apoyo mayoritario y unánime que parece tener el nuevo dictador Bush en nuestros días. Valga para todos ellos nuestro reconocimiento solidario.

7. ¿Que más podrías decir acerca del antiamericanismo?

Creo que no hay que promover de ningún modo el antiamericanismo, ni el "anti" nada. El siglo XX plagado de masacres sangrientas, etnocidios, guerras grandes y focalizadas, debe motivar a pensar que la lógica del poder que lleva a estas aberraciones y la dinámica del odio racial, religioso, cultural o por los motivos que fuera deben ser superadas. Esto nos indica que por más avances tecnológicos y científicos que se logren, sin un gran cambio cultural en este último sentido la humanidad está condenada a vivir en la pre-historia. Se trata de trabajar en favor, en pro, de la paz, de la justicia, de la equidad, de la comprensión de lo diferente y de los principios de no intervención y que hagan a la construcción de una ciudadanía universal. Si nuestro hogar es nuestro país o Nación, nuestra casa es el mundo. Todos debemos contribuir a desarrollar una conciencia de solidaridad universal, en pro del medio ambiente, la justicia social, la democracia y las políticas que en cualquier parte del mundo procuren mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos. Te anexamos un texto de nuestro apreciado Eduardo Galeano, titulado Para decir No, y que es mucho más creíble para nosotros que todo lo que diga la CNN o cualquiera de los representantes del poder norteamericano:

Saludos cordiales y un abrazo solidario y fraternal para todos los norteamericanos que actúen por la democracia, la solidaridad y la paz entre los pueblos. Que creemos que son muchos, más de los que aparecen en las encuestas. El día 15 de febrero nos encontraremos en alguna de las calles de este ancho mundo para cantar a la vida y denostar a quienes lo hacen con la muerte.

Hasta siempre.

 

Fuente: Nac & Pop

 

 

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