2.4.03

 

 

 

 

IRÁN... ¿Y NO VOLVERÁN?

LA PANDILLA DE CHINATOWN

 

–Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
–La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda..., eso es todo.

Lewis Carroll, A través del espejo

«Humpty Dumpty»: hombrecillo rechoncho de un verso para niños, que personifica un huevo que cayó y se hizo añicos.

Diccionario inglés-español Simon and Schuster's

 

Convencido de que él mandaba y todos los demás obedecían, Humpty Dumpty decretó que «Irak» sólo significaba «Irás», y allí mandó a sus valientes soldados. Se trataba, por enésima vez, de defender la Democracia.

Lanzó también Humpty Dumpty algunos otros decretos complementarios. Como la palabra «muchos» tiene mayor valor de demostración que las palabras «uno solo» –o, dicho de otra manera, resulta muy útil para impedir cualquier intento de demostración fundado en la razón y no en el número–, estableció que los valientes soldados formaran parte de una Coalición inexistente. Como se sabe, toda la diferencia entre 500.000 y 50.000 reside en un cero, y como los ceros nunca han significado nada, da lo mismo que uno aporte 250.000 soldados, otro 45.000 y un tercero 2.000. Los treinta y tantos Coaligados restantes no aportaban nada, salvo palabras que, en este caso, Humpty Dumpty hizo que significaran algo tan diferente a las palabras como muchos soldados invisibles de muchos otros países invisibles que, de tal forma, constituyeron no sólo una Coalición a secas, sino una coalición con connotaciones y adornos históricos concretos: la de los Aliados contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.

Decir, pues, «Aliados» era sugerir, por oposición, «Hitler», como también era sugerir «Potencias del Eje» (Alemania, Italia, Japón), lo cual venía a ser precisamente el caso, ahora que Humpty Dumpty, por otro decreto igualmente esencial, había sacado a relucir el nuevo «Eje» del siglo XXI, que era el del «Mal» (Irán –adonde pronto también «irían»– y Siria, para empezar. En qué punto acababa la larga cola de cometa del «Eje», era algo de lo que no se tenía la menor idea, como suele ocurrir cuando uno se pone a cazar fantasmas).

Aparte de que «Alianza» tiene tantas y tan buenas resonancias en el inconsciente colectivo.

Por ejemplo, la «alianza» de Dios con Israel, el Arca de la Alianza de los judíos, la alianza de los dioses olímpicos con los aqueos, la sagrada «alianza» del matrimonio..., más el mero simbolismo del mero término en sí: bueno es lo que se une y une; malo es lo que se separa y separa (lo primero es la vida, lo segundo es la muerte). Analogía muy propicia, qué duda cabe, en el caso que nos ocupa, donde los de la «Alianza» separaban la carne del hueso, la cabeza del tronco, el padre del hijo, el habitante del hábitat, la boca del alimento, la tierra del cielo allí donde podían (y podían bastante, dado su Poder dado por su Dinero), allí donde llegaban en su criminal «Irás», en defensa, por supuesto, de la Democracia contra la Autocracia, de la Civilización contra la Barbarie, de la Ilustración contra la Oscuridad, de los Derechos Humanos.... contra ciertos humanos a los que –como no tenían derecho alguno– se les podía inculcar tales Derechos a bombazos.

La historia de siempre: la Cruz con la Espada entra. Sólo que la Cruz se convirtió en un rosario de argumentos ideológicos laicos y la Espada en bombas laicas de 10.000 kilos de peso cada una que, cuando estallaban, desgranaban sobre los cuerpos un rosario de esquirlas infinitas. Por otro decreto, Humpty Dumpty dejó igualmente establecido que las últimas se llamarían Bombas Inteligentes, o sea, máquinas que ya no eran tan brutas como para no diferenciar entre los portadores de los derechos humanos y los que no los portaban en absoluto. Así se logró un progreso: a los portadores se los mataba por docenas o centenares, pero no a carradas, lo cual era la manera democrática y propia del siglo XXI de hacer lo que Humpty Dumpty decidió también por decreto llamar Guerra (y para más inri, «de Liberación»), cuando las palabras específicas disponibles para designar todo esto eran en realidad Matanza o Carnicería o Genocidio, siendo por tanto sus autores y actores criminales de guerra y genocidas, dignos de que la tierra que hollaban se convirtiera para ellos –que de momento sólo «iban»– en «El País de Irás y no Volverás».

El horror, la indignación y el asco del mundo ante tal sangrienta carnavalada, si bien se expresaban contundentemente, con palabras y hechos, no tenían la trabazón, la coherencia y la consecuencia suficientes y deseables para llegar a transformarse, ensamblados como las partes de un misil «Scud», en una verdadera arma de destrucción masiva del democrático Régimen que oprimía a todos aquí, allá y en todas partes. Al fin y al cabo, las palabras decisivas pertenecían a Humpty Dumpty, pandillero de Chinatown asociado por el Dinero común a los propietarios de los autodenominados «Medios de Comunicación» esparcidos por el resto respetable de la ciudad, lo que no era propiamente Chinatown pero que cada día se le parecía más.

Estos «Medios de Comunicación» incomunicaban a la gente de la manera más imbécil posible, de acuerdo con la imbecilidad de su supremo mentor, pero de todas maneras la incomunicaban, e incluso le hacían creer en muchos casos, no ya el repertorio básico del Jefe de la Pandilla (Libertad, Democracia, Derechos Humanos, Guerra de Liberación, Invasión Humanitaria, Destruimos el País para que tengan un País, Matamos por la Vida, Hacemos la Guerra por la Paz, etc.), sino el repertorio derivado, los partes de guerra diarios que decían «avanzamos» por Irak cuando en verdad retrocedían o se quedaban parados; «ocupamos» tal o cual ciudad de Irak cuando en realidad eran rechazados de ellas, o «no nos importa el número de nuestras propias bajas en Irak», o «no nos importa el tiempo que tardemos para liberar Irak» cuando antes habían dicho exactamente lo contrario, a saber, que lo de las bajas y el tiempo en Irak era fundamental para que el asunto no se les escapara de las manos y se convirtiese en un segundo Vietnam.

Así estaban más o menos las cosas por aquel entonces, principios de abril del año 2003. Cómo se resolvieron por fin, si feliz o infelizmente, y si feliz o infelizmente para quién, es algo que el lector deberá desentrañar por su cuenta. Sólo recordaremos que Humpty Dumpties («zancos gibosos» o simplemente huevos de monumental fatuidad inconscientes de su fragilidad, como nos recuerda uno de los traductores españoles de A través del espejo) hubo siempre en la historia. Una vieja canción infantil inglesa los encarnó e inmortalizó en un Humpty Dumpty (un huevo) particular. Con un «sentido político evidente», es «el sufrido pueblo que [la] canta socarrón bajo las rejas del palacio del tirano como diciendo –Ahora estarás muy orondo y lirondo; presume de indestructible e infalible mientras puedas ¡que ya verás el día en que caigas!».

 

 

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