POETA INVITADA

 

 

ANA MARÍA RODAS 

Nacida en Ciudad de Guatemala en 1937. Ha publicado los poemarios: Poemas de la izquierda erótica (1973), Cuatro esquinas del juego de una muñeca (1975), El fin de los mitos y los sueños (1984) y La insurrección de Mariana (1993). La Asociación de Periodistas de Guatemala le otorgó el Premio Libertad de Prensa en 1974. En el 2000 recibió el Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias”.

 
DESACUERDO
 
No me hablen de nada.
Esta noche no estoy para palabras
                            ni discursos
sobre los acuerdos de paz en ningún lado.
¿Qué paz acordaron en mi nombre?
¿Quién les dio permiso para hacerlo?
Ninguno de esta lista interminable
que llevo entre las manos
                      dijo
adelante, firmen ese convenio.
A mí no me pidieron opinión cuando los grandes
decidieron que una guerra
                                       si se enfriaba
podía jugarse mejor en patio ajeno.
Soltaron su veneno,
se sentaron a contar ganancias
a competir por esculpir la Luna. 
                                              Mientras tanto
aquí, como si nada, se acumularon muertos
y desaparecidos
y exiliados y odios.
Cuarenta años duró el juego.
A mí no me fue mal, aún estoy viva.
Pero esta lista, esta lista que me hace llorar cuando la leo
es la factura final de aquel convenio.
No me vengan con sellos a estampar un cancelado.
Aquí no se cancelan los afectos
ni los llantos, ni la sangre derramada
ni la memoria de los muertos.
 


 
 
Todo no es más que un
agujero negro interminable al final
del cual               sigue otro
negro saco de silencio.  Una muerte
pequeña
espera cada día.
El calendario prendido a mis paredes
marca el tiempo
y mi piel y mi pelo, cada vez más ajenos
marcarían -si pudieran-
el suave movimiento del mar donde
yo sería un cadáver perfecto.
 
 
 
 
 
IN PACE
 
He domado el lugar que ocupan
mis pies
sobre la tierra.
Sí lo reconozco   algo he hecho.
He pagado mi cama y mi pan.  Sé que merezco
el tranquilo descanso bajo este terreno
que he domado con mis propias entrañas.
 
 
 
                            
 
En una luna, la luna que ahora anuncia
su oblicua forma entre un cielo violeta
                        hará que baje la marea
y de tu cuerpo brotará el misterio de otro cuerpo.
 
Esta noche, mientras la luna echa un vistazo sobre el mundo
darás vueltas en el lecho buscando una postura
                         que acomode
                         sin lograrlo
tu figura cargada de futuro.
 
En una luna, en soledad profunda
vas a asomarte al rostro infinito de la vida
perderás los líquidos lunares
                         rojo arroyo que pasa
y otras fuentes dulces y blancas
hallarán camino entre tus pechos.
 
 
 
 
 
Los pasos grandes del miedo
             recorren mi casa
esta casa, carne y sangre que ha perdido su precaria solidez
Aquí en el cubículo blanco son las cuatro de la mañana
No he producido nada, no he hecho nada
Estoy paralizada por mis propias circunstancias
             Paralizada
El frío, la presión baja, lo borroso en los ojos
el miedo que se instala en mi pecho
             en mis espaldas
El insomne miedo con sus pasos inmensos
 
 
 
 
 

LA SUPERVIVIENTE

 

Me habita un cementerio

me he ido haciendo vieja

aquí

al lado de mis muertos.

no necesito amigos

me da miedo querer porque he querido a muchos

y a todos los perdí en la guerra.

Me basta con mi pena.

Ella me ayuda a vivir estos amaneceres blancos

estas noches desiertas

esta cuenta incesante de las pérdidas.

 

¿Dónde te has escondido en este tiempo?

Bajo tus mismas faldas.

Enfundada en tu propia fortaleza negaste la evidencia.

¿Qué evidencia

puede haber si no vas a un entierro?

¿Quién ha muerto en esta eterna primavera?

¿Quién puede morir en este lugar de cielos y volcanes

que se reflejan siempre en los maizales verdes?

¿Quién soy yo para sentir, ahora, después de la década perdida

este infame dolor que me destroza el pecho?

Soy la superviviente. La que cerró los ojos

y se llenó las orejas con cera.

La que pasó junto a las rocas sin escuchar las voces.

Ciega por propia voluntad para evitar la visión de los buitres

limpiándose los picos con los huesos.

 

Si te emputa saber que tu voz es sólo el eco de otras voces

que esa sangre, esas entrañas

ya fueron evocadas antes,

¿quién puede usar otra palabra para decir sangre?

¿quién ha inventado un nuevo término para expresar la muerte?

 

 

 

 

 

ANIMAL QUE DESPIERTA

 

Soy la gata que camina dentro de mí

 

                   conmigo

 

las leves zarpas afelpadas

 

                   He bajado por el río

 

conservando el gusto por la caza

los ambiguos maullidos

 

Cuando cierro los ojos atravieso los siglos

 

Las arenas le dieron el color
a esta piel suave que esconde
una flor mojada entre las fauces
el oro egipcio se ve reflejado en la pupila
de esta gata
que demasiadas veces
recuerda su verdadera condición de fiera

 

La Reina de Saba habría dado la mitad de sus tierras
por tener estas garras

 

 

 

 

 

DESAPARECIDOS

 

Qué extraño ser es ese

que no entiende

por qué escribo desapareció cuando alguien muere.

Que me enseñe la lista de sus muertos.

Todos en la cama, por supuesto

y a respetable edad.

Mire esta mía: cortados prematuros

pisoteados, maltrechos.

A mí no me tocó la suerte

de cerrarles los ojos ni rezar nueve días.

Fueron uno tras otro. Y por el miedo

y el dolor

y la angustia

no tuve tiempo de investigar

cómo

quién

ni por qué.

Pero me consta que desaparecieron.

 

 

 

 

 

LA LUNA, SIEMPRE

Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo
rasga mi piel con su delgada luz
Cae sobre mi pelo
con la levedad de una sirena
que no se hubiera dado cuenta
que no posee piernas
Solivianta mi sangre
me enciende de locura
me regala una piel fosforescente
y me convierte
aceite hirviendo
en fauna
(cascos y cuernos y cabello desbocado
bajo el lúbrico soplo de lo oscuro)

 

 

 

 

POETA

 

El viejo rito me posee

 

Varias noches sin sueño

 

después baja el río de sangre
me ahogo en ella y renazco
nueva como moneda
redonda como un sueño
perfecta en mi dolor
recordando sólo lo suficiente del pasado
para construir la

 

                   telaraña

 

con la que cubro mi cama de soltera

 
 
                             Página preparada por Alberto Martínez-Márquez