POETA INVITADO

 

 

ANDRÉS CASTRO RÍOS

 

 

Nacido en Santurce, Puerto Rico, en 1942.  Fue uno de los fundadores y editores de la revista Guajana, publicación que a partir de 1962 aglutinó a los poetas de compromiso social.  En 1967 obtuvo el premio de poesía del Ateneo Puertorriqueño con Don de la poesía.  Su poesía figura en un sinnúmero de colecciones antológicas; entre éstas: Antología de jóvenes poetas de (1965), Poesía nueva puertorriqueña (1971), Poesía militante puertorriqueña (1979), En una sola torre (1987), el tercer tomo de la Antología de poesía puertorriqueña (1993) y Flor de lumbre (2004), volumen que recoge a los poetas de Guajana.  Publicó los siguientes poemarios: Muerte fundada (1967), Estos poemas (en colaboración con Vicente Rodríguez Nietzsche, 1967), Trovas lareñas (en colaboración con Vicente Rodríguez Nietzsche y José Manuel Torres Santiago, 1968), Don de la poesía (1974), Libro de glosas (1980), Nanas (en colaboración con  Vicente Rodríguez Nietzsche, 1985), Convicciones para armar a la ternura (1988), Transeúnte de niebla (1991), Receta de mujer (1994), La noche y la poesía tienen algo que decir (1996) y Libro del cuerpo y el alma (2000). 

     

 

27 AÑOS

 

Despechadamente, tener 27 años

equivale a seguir en el círculo vicioso

que los más llamamos vida.

Saber que 26 años atrás la patria era un martirio

y hubo grandes acciones y manotazos serios

y Albizu le abrió los ojos a nuestros asesinos

y todo no fue la primera color de rosa

ni los horrores de juventud,

ni la niña que nos abrió los brazos

e imagínese, otra cosa que por hombre,

que por un hombre se cumplen 27 años

cuando suena el teléfono y preguntan por Andrés

y toda la nostalgia y la alegría

se apresuran a decirnos felicidades

y entonces despechadamente tener 27 años

rompe su círculo vicioso,

el rostro amargo saca su bandera

y hace su juicio por los que no volvieron.

 

 

 

 

 

 

PALABRAS PARA SANDRO BOTICELLI

 

Porque la imagen que de ti tengo

es la de todos: libros te muestran,

figuras que nos saltan en los ojos,

para ti mi saludo, puño de rabia,

palabras que te muestran cómo vivo.

Para mí la trastada de tu arte,

tu corazón de hombre arrodillado ante la muerte

y el recuerdo de tu infancia,

porque veo con los ojos del pasado

la dicha que no tuve de seguirte los pasos,

echarte sobre el hombro este cansancio mío

para sentir que no eres

solamente unas páginas,

el puro recuerdo que te hace la memoria.

Y ahora la imagen que guardo de tus años

es ésta que me dicta el don de tus pinceles,

la misma de los libros

que nos pone la hora en que viviste,

porque ya no hay de ti sino miles de párrafos.

Por eso mi saludo, puño se rabia,

unas pocas palabras para darte mi apoyo

y la certeza de que Sandro Boticelli

se murió en nuestros brazos.

 

 

 

 

 

 

OTRO PADRE NUESTRO

                  
a la memoria de Rosa Collazo

Padre nuestro que estás en el fuego,
en el agua, en el llanto, en las manos crispadas,
iluminado sea tu pulso, tu puño decidido, tu magia antigua,
venga a la sangre el reino de tus ojos ,
la luz de tu palabra, el paladar del tiempo,
hágase la voluntad de tu alegría,
el rostro de tu aurora, el pan de tu sonrisa
así en la carne como en el recuerdo,
en el coraje como en la justicia.
El pan puro de cada día bríndalo a los oprimidos,
olvida nuestra ira y entiende nuestra cólera
así como nosotros juzgaremos a nuestros opresores,
no nos dejes caer en la traición,
acuérdate de los judas y sus redes
y ampáranos de sombras de tortura,
de burócratas, hipócritas, tecnócratas
de los cerdos que nos hablan en tu nombre
y ahora y en la hora del amor de tu fuego,
escúchanos, abre bien tus oídos
y líbranos de los gringos.
Amén.

 

 

 

 

 

 

El hombre con su muerte proyectada

en el rígido espejo de la ciencia,

dobla la tempestad de su existencia

a fuerza de haber sido sombra o nada.

 

A fuerza de que fue carne imantada,

hueso gris en el pulso de la ausencia,

lleva su muerte en flor, su no-conciencia

por corona de dichas una espada.

 

Por corona de dichas un tormento,

una angustia de sal y un pensamiento

perdido sin razón, nunca pensado.

 

Perdido sin razón el hombre calla,

porque sabe, al final de la batalla,

que es un poco de polvo desatado.

 

 

 

 

 

 

ANDANDO POR TU PIERL

 

Andando por tu piel perdí la cuenta

y me encontré de nuevo en la mañana

y toqué su corazón mil veces vivo,

besé tu infancia

y así como los huesos que se visten

con carne y con palabras,

vestí tus labios con fuego de hace siglos

hasta que el polvo de amor se durmió en tu mirada.

Pájaros de tus ojos gimieron cielo arriba

escribiendo en el vuelo de tus alas,

terrible corazón que tengo tras tu lengua

y detrás el fragor de tu garganta.

Todo lo eres cuando estás conmigo

y yo contigo pulso noche y alba:

canción que se enternece en nuestros dedos

si la roza el fulgor de la nostalgia.

Todo se nos presenta en aire y tierra,

se nos da cara a cara

y es el sol del paraíso sangre adentro

con la propia maravilla que es el alma.

Porque andando por tu piel supe del tiempo,

de toda alegría y su sustancia:

otoño y primavera que retornan a los brazos

sabiamente y con ansias,

luz de luna que rasga con tu cuerpo

cada página que pasa

y andando por tu piel perdí la cuenta

y entendí que a la vida me llamabas.

 

 

 

 

 

 

Estoy asesorando el abandono

de verme en cada calle con espanto,

como canta en el hombre todo el llanto

la muerte canta en mí, al mismo tono.

 

Ser hombre como yo, ser un encono

de fuerza dirigida hacia el quebranto,

no se oficia el amor.  Oh, tanto y tanto

asombro en cada pecho yo presiono.

 

Miro con estos ojos de amargura

la soledad terrible de este mundo

circundadora de las voluntades.

 

A un hombre como yo le es cosa dura

vivir sin el amor: sí, yo me hundo

en el terror de las mortalidades.

 

 

 

 

 

 

Si mi sangre cantaba humanamente

para todos los hombres a un momento,

sería que el espanto, el sufrimiento

no acosaban su rostro ni su frente.

 

Si mi sangre cantó su rito ardiente

entre todos los hombres y en el viento,

sería porque el torso de su aliento

no llevaba esta herida permanente

 

que ahora lleva y respira y le atormenta.

Si mi sangre, oh mundo, ya se escuda

en la muerte fatal, en la ceniza,

 

será porque la duda que la alienta

dejó con todo horror la boca muda

hundida en el abismo de la brisa.

 

 

 

 

 

 

LLÓRALA, PIEDRA

 

III

¿Quién habrá de incendiarse con tu llanto de mármol?

¿A quién elegirás partícipe del gozo?

Debes saber que ella por su tierra gemía,

debió partir sus lágrimas desde remotos años

por no verla doblar la cerviz ante el mal y su influjo.

Me debes eso, piedra.  Que en su vientre comencé a gritar por la justicia

y por cambiar los colores oscuros que ponían al pan;

por ella y desde ella, rojo e insobornable paseo ante el rocío,

el rostro contra el cielo de tantos dioses cogidos por el miedo

y el puño apretado de palomas, pero también familia de la cólera.

Ella la imagen, piedra, el vertical espejo amoroso y cotidiano

desvelando los párpados para subir con la sangre a un mundo nuevo.

Llórala con fervor, sustancia-hermana.

Tienes más luz porque tienes su espacio, su día despejado,

casi a ratos se vislumbra su ternura flotando por tu piel,

y sospecho que gimes de entusiasmo aunque evitas

que vean la emoción tentando el esplendor de tu dureza.

Tu llanto de mármol es tu símbolo constante,

el mismo material de la espuma nunca fue tan sincero

al guardar en su pecho una dicha querida, como tú,

espanto de lo frágil, pulso terrible a despecho del tiempo.

Incendiarás el monumento de la vida, para cegar la vigilia de la muerte.

 

 

 

 

 

 

CUANDO DECIMOS QUE ES DURO EL SUFRIMIENTO

 

                        Felices los normales, esos seres extraños.

                                    Roberto Fernández Retamar

 

Para matar las manos es casi necesario

desvincularnos del remordimiento,

perder ese sagrado  horror

que se presenta cuando amamos la vida.

Cuando decimos que es duro el sufrimiento,

cuando casi de sobra se mete la agonía

para matarnos a cuchillo de palo,

y la sombra maldita de la muerte

nos muerde el corazón, porque así es ella,

estamos juntos, sabes, dispuestos a dar

la forma de las manos

para alcanzar las llaves de la dicha.

Por este pecho, por ese amoroso instrumento

del cariño que ha conocido los golpes de la ira,

por este desgraciado y mal querido pecho

estoy diciéndoles a todos de la vida,

lo que puede costarle a un hombre

el impacto de la sangre rebelándose en los dedos.

¿Qué viene a hacer la muerte con sus flechas?

¿Para qué esa maldita piedad

del polvo que aún somos?

Es doloroso, horriblemente doloroso,

desvincularnos de esta roja alegría,

que no sabe decir que no al cariño,

apenas si es visible a la mueca de los ojos

porque no puede creer,

en momento alguno ha creído

que por gracia de un dio se nos diera la vida.

 

 

 

 

 

 

OTRO PADRE NUESTRO

                  
a la memoria de Rosa Collazo

Padre nuestro que estás en el fuego,
en el agua, en el llanto, en las manos crispadas,
iluminado sea tu pulso, tu puño decidido, tu magia antigua,
venga a la sangre el reino de tus ojos ,
la luz de tu palabra, el paladar del tiempo,
hágase la voluntad de tu alegría,
el rostro de tu aurora, el pan de tu sonrisa
así en la carne como en el recuerdo,
en el coraje como en la justicia.
El pan puro de cada día bríndalo a los oprimidos,
olvida nuestra ira y entiende nuestra cólera
así como nosotros juzgaremos a nuestros opresores,
no nos dejes caer en la traición,
acuérdate de los judas y sus redes
y ampáranos de sombras de tortura,
de burócratas, hipócritas, tecnócratas
de los cerdos que nos hablan en tu nombre
y ahora y en la hora del amor de tu fuego,
escúchanos, abre bien tus oídos
y líbranos de los gringos.
Amén.

 

 

 

 

 

 

GLOSA X

 

Sin luz no existe el color,

sin el aire no hay sonido,

y en mí no existiera amor

si tú no hubieras venido.

Folclor puertorriqueño

 

 

                   I

 

No es de sabios, ni de ciencia,

de grandes mentalidades,

conocer las realidades

que forman nuestra consciencia.

Nada más que la presencia

de un querido resplandor

nos enseña que una flor

trae de sobra la belleza

y que en la naturaleza

sin luz no existe el color.

 

 

                   II

 

El tema, de interesante,

nos lleva a la conclusión

“que hay en el pecho razón

de la razón muy distante.”

Si se pone el sol delante

y el viento suelta un gemido,

nos llega el acorde unido

del ritmo que se desea

y aquí en lo que nos rodea

sin el aire no hay sonido.

 

 

                   III

 

Todo en palabras resumo,

se presume que entendido

por el cercano sentido

que al conocimiento sumo.

Como entendedor asumo

que es entendido el dolor

del mundo, y como mejor

comprendo que sin la vida

no hubiera causa entendida

y en mí no existiera amor.

 

 

                   IV

 

Llegando a lo que quería

como justo resultado

apunto el recién llegado

vocablo que pretendía:

para la conciencia mía

pongo tu nombre querido,

te llamo sexto sentido

o Luz de mi pensamiento,

porque no hubiera sustento

si tú no hubieras venido.

 

 

                                      Preparado por Alberto Martínez-Márquez