Poeta Invitado

 

 

 

 

ANTONIO JUSTEL

 

 

Selección y notas de Alberto Martínez-Márquez

 

 

En natural de Vecilla de la Polvorosa (Zamora), España. Poeta, narrador y abogado. Reside en Castro Urdiales (Cantabria). En el ámbito de la Asociación Artística Vizcaína, fue cofundador del “Grupo 4 de Poesía”, de extraordinaria importancia aún en Bilbao. Su poesía comienza a aparecer con el libro Veintitrés voces para un poema (1976).  Le siguen: Antología Club Internacional de Escritores, Madrid (1981); Los siete rostros del amor (1988); El grano en mis molinos (1988); Antología Poética General, de Carlos Murciano y Carlos María Maínez (1990); Dosel (1996); Del agua y del fuego (1997; Premio Nervión de Poesía, convocado por la Sociedad El Sitio de Bilbao).

 

 

 

   CEREMONIAL DE LA ORTODOXIA

 

... día a día me he levantado y he tocado la soledad y el dolor, el pus, la tos

y la niebla del cielo;

                                   ... y no sé si voy a morirme así,

con esta parquedad o atonía moral,

con esta ligereza anónima con que vuela el olvido sobre el amor,

o frente a este banal esfuerzo por conquistar un grito de vigilia en el rito litúrgico del mundo;

 

… y ésta, ésta ha sido y es la sed que me diluye,

la que me hace errar y errar a través de horas y años,

de este mirar con que intento asombrarme, curarme de esta herida

que sólo me instituye postrado y destruido;

... me muero sin remedio por designio del silencio,

sometido al asedio de estos pocos sentidos que, turbándome el alma,

a la frente me lanzan tempestades de arena;

 

... ah, si percibís que os miente la luz,

creed, creed y sabed que hay otra luz, que hay otra institución con que emprender

la edad de este tiempo indeciso y civil, creedlo abierta y profundamente;

... hoy – y como todos los días –

me observaré después de este momento de alumbre y de sigilo;

será un honor reconocer que vivo.

 

 

 

 

                       

DE LOS HIJOS DE CAÍN

 

... aun rompiendo dogmas y sus aros de hierro,

cogeré mi miedo y mi desesperación

 - y el llanto de la noche última –

y saldré a buscar

la luz,

la libertad,

las purísimas rosas de nuestros dioses heridos,

arrancaré a la muerte ese poder

de entregaros cantando mis cuerpos y mis fuerzas.

… sobrada opacidad ha habido, demasiado temblor

y gestas y exterminios contra el don de los ojos:

esta mirada que guarece y salva al ser,

sus ruinas y sus resplandores.

… he de instruirme en esta profesión de hollar en cada instante

un río, un quiebro de agonía, un mar invertebrado

y vivir. Éstos son los cielos que instituyo ahora,

en que una brizna de hierba prende fuego en mi boca.

 

 

 

 

 

 

CREACIÓN

 

… pobre, desnudo y ciego llego a la puerta de mi cuerpo.

(¿ ... y no he de salir de entre huesos y sangres,

de entre densas nieblas donde me cruje la vida

y siento un grito de angustia

rebelándome ?)

.... entro y, por los oscuros suburbios en que habito,

toco y bebo y me alimentan mis sombras,

mis soles caídos,

la escasa fuerza del ser: el calor que tengo.

… más que dolor, es un frío terrible el que me cruza.

pero soy un hombre ¿ no soy un hombre, no lo soy ?

¿ ... acaso no froto oscuridad y oscuridad y hueso contra hueso

para encenderme y construir mi paz aunque haya de morir ?

... porque si sé que he de vivir ¿ no he de volver y volver

para resembrar mis trigos y diseñar alondras nuevas por mi alma ?

¿ no he de lavar las sombras y desterrar este temblor,

esta angustia abyecta y vieja con que venimos los hombres

a nuestro bastión de tierra ?

... pero aunque el cuerpo muera y el frío sea terrible,

¿ no veis en mis manos, en mi ceguera o angustia  algo cierto ?

decidme ¿ no veis alguna luz… ?

 

 

 

 

 

 

DEBATE CON LA ETERNIDAD

 

... aquí se lucha día a día,

y minuto a minuto, miembro a miembro se muere,

e internamente un fuego, una creación

deviene en libertad, y dolor, y conocimiento.

 

(… y palmo a palmo y miedo a miedo cruje,

chirría la eternidad por un instante y se va)

 

¡ … nadie sabe

cómo engendran dolor y amor estas fuerzas,

esta eclosión de vida buscándonos, tocándonos,

resucitándonos… !

 

... y surgimos,

y es un nacimiento a otra luz, a otra nueva edad,

y a un callado – pero tenso y duro – pacto con la muerte

para poder volver.

 

 

 

 

 

 

CRIBAR LA OSCURIDAD

 

... y no supe seguir – cuando niño –

con la miel de los ojos, con los ríos y cielos

del corazón.

 

¡ … es tan natural deslucir, ocultar la luz ésta

de la niñez, vaciarla en un vado oscuro

y cruzarlo sin otro resplandor que huirnos y dolernos,

y aun desconocernos... !

 

… no, no vuelvo la vista atrás;

pero vuelvo a encontrar instantes incorruptos

donde la fe todo creía,

todo esperaba.

 

¿ … acaso no es mejor desandar alguna vez los pasos

de la desesperanza, cribar la oscuridad

y ver qué queda ? ¿ no tengo que vivir ?

 

 

 

 

 

 

DE AQUÍ, DE ESTE MOMENTO

 

... que me dure la memoria; que cuando merme la vida

me dure;

... que me dure en el frío y el miedo,

cuando vuelen las hojas y resuciten los toros y los perros,

cuando sea tarde y al encuentro me salga la mujer que no ame y yo ame;

que me dure cuando toda esta luz que detento ahora

parezca oscurecer los colores divinos:

la estancia pura y cierta de este tiempo hermoso.

 

 

 

 

 

 

LA ENFERMEDAD DE ANTONIO

 

... toda

mi sabiduría

es

un hombre

celebrando el ser con sus cuerpos de dolor,

la autoría del tiempo destruyéndolos;

 

... cuando hallé

las rosas pervertidas

y la luz del Edén aprisionada,

y los huesos, los labios y los gritos duros como el diamante,

fue en mí la enfermedad de Antonio:

saber por qué se muere;

 

... que comiencen ahora las horas,

que alguna vez, del árbol de la ciencia,

definitivamente podré librar los gritos, los labios y los huesos.

(... oh, me libre Dios también de las palomas)

 

 

 

 

 

 

MISTERIO

 

... nos estamos matando; son las guerras terribles

del corazón; ¿ no serviría invocar la luz o la ternura

para que el dolor pasara  ?   ... porque ¿ se detendrá el amor ?

¿ ... o quién viene conmigo a la esperanza, a instruir auroras

y darse claridad, vamos , quién viene ?

¿ ... ¿ es que alguien busca a otro hombre y le besa las manos ?

¡ ... y cómo morir amando si deseo tanto vivir !

… miradme, miradme como hombre, loco aún y temeroso de su descubrimiento

frente a la congoja, increpándose;

... si algo queda,

¿ no será este misterio que me sorprende ahora,

el del amor, el de nuestra propia vida ?

 

 

 

 

 

            

SER DE AIRE

 

... tengas floraciones de misericordia,

y tengas tú – y lo cobijes siempre –

el pan,

la prenda de los dioses, la resurrección que da

la luz;

 

... la sinfonía

tuya encienda todo y lo amanezca:

la eternidad, el fuego protector,

el agua;

… pues allí, donde las nieblas,

¿ no hicimos de la luz futura la flor de la paciencia ?

¿ no soñábamos esto acaso en la espesura aquella,

la del arco tan alto ?

... mira en la fragua qué dolor,

qué semilla de brasas, qué llama azulada

contiene la ambición del cielo, mírala;

… porque, si ser de hombre ya no es merma,

¿ quién llegará a las nubes, quién ?

 

... oh fuerzas,

sacadme esta esperanza al vuelo,

tocad la sangre mía, alborotadla, hacedla hirviente

y dejadla en tierra, libre,

que viva buscando el aire.

 

 

 

 

 

 

MANOS DE PIEDRA

 

... mientras voy contemplando la irisación del aire y pulso con sigilo la levedad,

por mi cuerpo corre una pregunta incierta, y una nube negra y un concierto gris.

¿ ... es que habrán de volver las lágrimas para saber ?  me digo. Y un silencio

empieza entonces a recogerme a trozos la salud, el desdoro del tiempo me recoge

y asimismo el calor, y juntos se dedican a curarme y a ponerme otra vez en pie.

... y cual si fuera un dios inarmonioso que se reconociera así al amanecer,

se me pone a rugir el alma, sus amasijos ruedan, chocan entre sí

y sin  freno ni medida marchan rodando por el pecho. Toco éste y me digo con paciencia

que qué estragos lo habitarán, que qué ordalías, que qué esperanzas calladas,

que qué  pasiones. Y, sin poder evitarlo, pienso también en el dolor que llegará

a resumirlo todo.

Entonces, un temblor me sacude y, en ese momento, ya no señalo nada

ni discierno nada porque el aire en lo alto sigue igual: con las llamas tirando

del cielo para abajo y la eternidad hecha a golpes de espanto y miedo.

Oteo en mi vida y creo descifrar en la sangre una brizna de amor

que, seca y desesperadamente, lucha por mí contra una ira sorda,

contra el golpe helado del corazón.

 

 

 

 

 

 

ÍCARO

 

... una y otra vez, tras morir, he tenido que dejar atrás mis carros de guerra;

aunque cerca quedaran el sol y el aire; sin embargo, alguna vez el barro

contempla e iguala todo, lo recibe, lo cumplimenta y le instituye luz;

¡ ... sálvame ! grita al caer la belleza a tierra con un cuchillo en el corazón,

y el barro la coge, la acaricia, le prende el fuego,

y sobre su propia llama la pone en alto y la echa a volar;

... tengo rotas las alas de amor y de cera,

pero soy un Ícaro con los ojos sedientos por volver a ver;

... hondo, muy hondo, ansío con fuerza la amplitud del cielo,

pues el temblor y el miedo inhiben la pasión por vivir;

... aún, aún he de morir; hoy, todavía, habré de esperar.

 

 

 

 

 

 

EN LA OQUEDAD DEL CORAZÓN

 

... no, mi corazón no tiene asiento,

tanto gasta el dolor,

tan poco queda;

 

... hay una orilla con barcos desolados por mi sangre y estelas derruidas,

y un cierzo,

y un eco mineral y triste;

 

... si la nada fuera

y yo fuera la nada,

y algún camino y alma y estandarte hubiera,

por qué razón, por qué tiempo o flor no lucharía si aún fuera posible…

 

… porque vale la pena vivir después de todo;

incluso presintiendo este riesgo atroz e indestructible que traen las horas.

 

 

 

 

 

 

DIGRESIÓN ACERCA DEL HOMBRE CONCRETO

 

... si no fuésemos hombres y mujeres concretos

y no tuviéramos frío y hambre y alegría;

si no hiciéramos el amor y tocáramos la tierra y el cielo tal cual somos

-                                                    así y aquí - de dónde tomaríamos la fe para afrontar esta batalla,

este conocimiento tan agridulce y duro;

... qué sería de este discurrir con todo y contra todo,

de este recribar una y otra vez luces y penumbras

de nuestros trabajos y demoliciones;

... justamente somos ciertos y concretos como el mar y la piedra,

y es justo gastar agua y fuego para la vida aunque a gritos lo nieguen

la carne de pecado y el labio de la gloria;

necesitamos caer, decididamente pecar,

pues ¿ cómo originarse si no, cómo, cómo llegar a ser y lograr tocar la luz… ?

 

 

 

 

 

 

DE LO QUE MOBY DICK ME GRITA EN EL COMBATE

 

           ... escucha, chaval, y no te amilanes ni acojones porque, si te acojonas,

          van a caer sobre ti como buitres las hostias y vas a tropezar, a ser roído por chinches y piojos,

          empezarás a ver la luz en negro y se te convertirán las noches en pozos plagados de ratas,

         de búhos y cornejas; porque, óyeme chaval, si te acojonas no vas a tener salida,

          y con el rabo entre las patas, como paria vil o puta por rastrojo, de medio mundo

         as a tener que andar constantemente de un lado para otro maldiciendo y huyendo;

¿ ... y tú, eso, piraña, tú eso ... ? ¡ vamos, coño,  levanta... ! hace años ha que te conozco y sé

que antes reventarás, que te restregarás y sacarás los ojos, que inventarás si es preciso molinos

con espadas y que alegremente te jugarás frente a ellos las manos y la vida,

¿ a qué, a qué esperas ? corre entonces, corre y no llores; ¿ es que aún no sabes

que cualquier pibe de mierda tiene una peste densa que comerse o una suerte rabona y sucia

que matar para seguir corriendo ?

¡ ... vamos, piraña, vamos, es tu oportunidad, salta, salta sobre el mundo ahora que está

ardiendo y jódete, quémate o rómpete el espinazo al caer y pégatelo a trozos; y luego,

cuando estés bien jodido, hecho trizas en el suelo - sí, bien jodido y hecho trizas –

después, insisto, cuando pretendas levantarte para seguir porque sólo quieras vivir, respirar

y vivir, entonces, chaval, ya, ya hablaremos; no ha llegado tu hora.

 

 

 

 

 

 

ACERCA DE LA CONSCIENCIA DEL TIEMPO

 

... sobre el cerro que rodea la ciudad, mirando para atrás, se ha parado el tiempo;

... había ido pasando con cuantos cachivaches encontró a su paso,

y ahora está quieto, absorto, mirando con insistencia hacia nuestras calles y rostros,

como si estuviera desmenuzando los mínimos detalles de nuestras bocas,

de nuestras almas, de nuestros gestos;

... nunca lo había visto tan grave, tan gris, tan altivo, jamás tan concentrado en analizar

quiénes somos y qué hacemos, o qué proferimos o adónde vamos;  ... da miedo verlo;

contemplar su  frente resulta sobrecogedor; y aunque de momento es inconcebible,

                   en todo caso sería terrorífico, tal vez espeluznante que volviese atrás.