ANTÓNIO RAMOS ROSA
António Vítor
Ramos Rosa nació en Faro en 1924. Poeta, ensayista y crítico literario. En la
década de 1950 dirigió las revistas literarias Árvore, Cassiopeia y Cadernos do Meio-Dia. Fue a partir de 1958 que se dio a
conocer como poeta con Grito Claro.
En 1976 recibió el premio de traducción de la Fondation
de Hautvilliers. En 1988 le fue otorgado el premio
Fernando Pessoa. Tiene
sobre una treintena de poemarios publicados, entre los cuales se encuentran Viagem através de uma Nebulosa (1960), Sobre o Rosto da Terra (1961), Terrear (1964), A
Construção do Corpo (1969), Nos Seus Olhos de Silêncio (1970), Não
Posso Adiar o Coração (1974), Animal Olhar (1975), A Nuvem sobre
a Página (1978), O Centro na Distância (1981), O Centro Inteiro (1993, en colaboración con
Agripina Costa Marques y António Magalhães), O Teu Rosto (1994), Pela
Primeira Vez (1996) y A Imobilidade Fulminante (1998). Sus libros de ensayos son: Poesia, Liberdade Livre (1962), A Poesia Moderna e a Interrogação do Real (1979 e 1980), Incisões Oblíquas (1987), A Parede Azul (1991)
y As Palavras (2001).
Lejano como la voz de una mujer en la memoria
hecha de tinieblas donde el rostro azul y
tenue emerge
podría yo seguir tu imagen
como si fuese el espíritu de la poesía
que me abriese los ojos finalmente
para lo que la poesía ofrece y siempre
esconde?
Procuraré y procuro seguir el rayo de luz
que dora el pan y el vino
la mesa del instante
de poesía
y es a tu espíritu de fuego al que yo saludo
igual si tú eres la ausencia en una catedral
vacía.
(Traducción de José Chalaraca)
Que vagamente venga lo que es vago como el viento
y sea sólo ese momento y nada más
La plenitud será la desnudez silenciosa
de una efímera ofrenda que viaja
como un astro de trémula frescura
y que no deja rastro de su repentina transparencia
¿Será que la palabra vibra en su breve brisa
como si pusiera un puñado de sombra
y su movimiento fuese un silencio que respira?
(Traducción de José Chalaraca)
Lo que hacemos nunca lo robamos a la muerte
ni al silencio del mundo A nuestra caligrafía
que en breve amarillece como la pátina del
tiempo
Tampoco robamos al tiempo mismo
el instante de alegría
en que somos cómplices leves del agua
y ramos del propio fuego
Sólo construimos puentes frágiles
sobre nuestra herida
sólo avanzamos de momento a momento
como el peso de la sombra
O como el casual alivio de un ansia crispada
No encontramos nunca lo que sería el encuentro
y además sabemos que no está en el programa
de nuestra vida
Si hacemos lo que podemos sobre un solo balanceo
ningún dios registra
la precaria victoria de nuestro esfuerzo
pues sólo completamos el círculo
de la construcción efímera que el viento desmorona.
(Traducción de José Chalaraca)
Si pudiésemos escribir un poema con letras
que luego se apagaran
podríamos tal vez absorber su esencia nula
como si fuese una silenciosa linfa
que nos aniquilaría la avidez de no querer
nada
Así nada quedaría para la pátina del tiempo
o la guadaña de la muerte
y sólo a nosotros pertenecería el invisible fruto
de la imaginación conciliada con lo blanco
y con su sueño de bálsamo oceánico
Y su alguna vez un sutil lector
avivase las invisibles palabras
el poema renacería en una lúcida esfera
en el que la palabra sería la propia voz del silencio
(Traducción de José Chalaraca)
Palabra apenas música
consumación pura sin sentido o transparencia
sólo tú podrás liberar el ser cautivo
Serás fuego y agua de fuego
relámpago de blancura ondulando en las tinieblas
de un material océano
Serás la improbable e imposible maduración
de la fragilidad de una columna de sombra
y de la paralela fuerza oculta bajo la ceniza
y no serás más el exceso de un sentido
o de un no sentido
en la efervescencia sagrada
de la pura inspiración
(Traducción de José Chalaraca)
En un campo de sosiego
en el que el agua onduela levemente
apenas hay un sentido que despunta
un acogimiento que tarda y no demora
El silencio estremece y preserva lo que nacerá
en su lenta túnica vegetal
Tal vez el poema sea
la henchida delicadeza de este instante
En la cadencia regular
profundamente suave
todas la corales cantan
un solo murmullo de sonámbula frescura
Todo está cerrado y está abierto
para este lado del destino y de los demonios
y yo existo y pienso como el follaje
y fulguro como si fuese un chorro de agua
(Traducción de José Chalaraca)
De la gran página abierta de tu cuerpo
sale un sol verde
una mirada desnuda en el silencio de metal
una mancha en tu pecho de agua clara
Por la ventana veo un insecto oscuro
recorrer la madera del momento intacto
mis brazos se agitan como una bandera en
ascuas
oh panales de sol
De la gran página abierta
sale el agua de un suelo rojo y dulce
salen los labios de naranja beso a beso
el gran seísmo del silencio
en que soberbia caes vencida flor.
(Traducción de Ángel Crespo)
LA MUJER SIN
Tú eres la mujer ahora sin la música
sin los espejos y los cabellos
sin las palabras como párpados o espaldas
sin hombros
desnuda
pero sin vientre
sin pubis
sin sexo
extremada en la página desierta
derribada como un grito
contra un muro
presa por un sollozo en la pared
brotando como una llama oscura
en busca de otros nombres
que no recuerden al agua
de tu cuerpo
que no vean sino la ceguera
de ese instante
blanco
en el que viste la otra cara de la distancia
el abismo de la otra cara de las palabras.
(Traducción de Ángel Crespo)
He aquí que el silencio
asume
la forma del silencio
he aquí que con la palabra encuentra
su lugar en el muro
oigo el diálogo de la tierra
con la tierra
veo un frágil arbusto
con su nombre encendido
en el silencio de la tierra.
(Traducción de Ángel Crespo)
No al espejo en el que ella se retira
pero por la fractura que se abre el otro
lado
donde la visión se quiebra donde comienza el
más allá
la otra fuerza blanca vital visión del brazo.
Sí a la tierra putrefacta a la tierra verde
a la tierra herida a los excrementos verdes
sí a la ruptura de ese brazo roto
que abre la visión de la tierra extrema.
Fractura de la visión: lo mismo, lo otro
el centro y el no centro, el lado otro
donde la boca bebe la tierra como otra boca
la boca.
(Traducción de Ángel Crespo)
Lo que tú lees son visibles cicatrices
De un cuerpo ausente flagelado
Por fortuitos dardos por saetas solitarias
Si existe una pupila que mira en la palabra
Lo que ella ve es el olor de su propio horizonte
Si alguien camina en el poema
Sobre fresca hierba no pisada
Es porque el fuego se separó del agua
Cuando la serpiente de los nombres surgió del fondo azul
Y desapareció al ser acariciada
Tras emitir su silbido salvaje
Lo que estremece en el poema es su ausencia
O el espacio donde desaparece
Y si cruza la noche ignorándola
Es porque su boca oscura lo ha incendiado
(Traducción de Eugenio Montejo)
VOZ DE LOS PÁRPADOS
Adormecido en la piedra y
sin figura
yo soy la voz de los párpados.
Tengo el fuego vegetal en
mi piel
y no despierto entre los lagartos
y los pájaros.
El agua corre sobre mí, soy
un sueño
que se retarda en la leve desnudez
y lo que digo es mi aliento verde.
Mis palabras no son
palabras, tal vez sean sombra,
tal vez música. No me retengas pero guarda mi aroma
y haz de él una palabra amante
en la que el sentido se condense
anocheciendo.
(Traducción de Carlos
Osorio; revisión de Reynaldo Pérez Só)
LA CASA
Tu voz es vegetal y se
eleva con el viento.
Quiero detenerla, hacer de
ella una casa
o un tronco. Que sea mi noche
con un ardor de eternidad. Y la sabiduría
de estar entre plantas tranquilas.
Todo estará conmigo cerca
de un manantial
y tendré que moverme entre
nocturnas venas
y sobre las piedras lisas.
Veo los barcos de la sombra
entre las constelaciones
y estoy cerca, estoy cerca, y mi
casa está aquí.
(Traducción de Carlos
Osorio; revisión de Reynaldo Pérez Só)
La noche llega con todos sus rebaños
una ciudad madura en las vertientes del
crepúsculo
Hay un imán que nos atrae hacia el interior de una montaña.
Los navíos se deslizan en los estuarios del viento.
Alguna cosa asciende de una región oscura.
Alguien escribe sobre los espejos de las sombras.
La pasajera de la noche vacila como un ser silencioso.
El último pájaro calló. Las
estrellas se incendian.
Las ondas se adormecieron con los colores y las imágenes.
Las puertas subterráneas tienen perfumes silvestres.
¡Qué sedosa y fluida es el agua de esta noche!
Se diría que las piedras entienden mis pasos.
Alguien me habita como un árbol o planeta.
Estoy cerca y estoy lejos en el corazón del mundo.
(Traducción de Alberto Martínez-Márquez)
No puedo dilatar el amor para otro siglo
no puedo
aunque el grito sofoque mi garganta
aunque el odio estalle y crepite y arda
debajo de las montañas de ceniza
y montañas de ceniza
No puedo dilatar este abrazo
que es un arma de dos filos
amor y odio
No puedo dilatar
aunque la noche pese siglos sobre las
espaldas
y la aurora imprecisa demore
no puedo dilatar para otro siglo mi
vida
ni mi amor
ni mi grito de libertad
no puedo dilatar mi corazón
(Traducción de Alberto Martínez-Márquez)
Nota: Las traducciones de José Chalaraca provienen del número 12 de la revista colombiana Común
Presencia y las de Carlos Osorio figuran en el número 109/110 de la revista
venezolana Poesía.
Preparado por Alberto Martínez-Márquez