Carmen Valle
Carmen Valle. Nacida en Camuy,
Puerto Rico, en 1948. Poeta y
narradora. Reside en la ciudad de Nueva York, donde enseña Literatura Hispanoamericana y
Puertorriqueña en CUNY. Ha publicado en
múltiples revistas como El signo del gorrión, Mairena,
Tercer Milenio, Poesía, Realidad aparte, Tinta seca, Third
Women, Review: Latin American Literatura and Arts, The
Literary Review, etc. Su poesía figura en las antologías Herejes y
mitificadotes (1980), Inventing a Word (1980), Reclaiming Medusa: Short Stories
by Contemporary Puertorrican
Women Writers (1988) y
Papiros de Babel: Antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York (1991). Ha
publicado los poemarios Un poco de lo no dicho (1980), Glenn
Miller y varias vidas después (1983), De todo da la
noche al que la tienta (1987), Preguntas (1989), Desde Marruecos te escribo (ed. bilingüe, 1993), Entre la vigilia y el sueño (ed. bilingüe) y Esta casa flotante y abierta (ed. bilingüe, 2004).
Diarios robados (1982) es su volumen de narraciones publicados hasta la
fecha.
INTERNO
Nado de la tarde a la oscuridad
sentada en el silencio.
Pienso realidad
y son muchas y
privadas.
Escarbo amor
y es una planta
de raíces
carnívoras.
Confieso y comulgo
con mis secretos
pero no escribo en mi diario
ni la mitad de lo
que pienso.
Cuando mi sombra se levanta
a bailar ballet,
en salto ágil
prendo todas las lámparas
sin la menor ilusión
de algún
esclarecimiento.
La tomo de la mano,
dos sílfides hacia la playa,
y aunque siempre
con culpa,
espero a que suba la marea.
APETITO
Vivir frente al mar
para olerlo,
mirarlo al instante del deseo,
oírle el ruidoso silencio,
dormir con él,
caminarle la orilla, las violetas tardes,
conocerle los cambios por instinto,
acompañarlo en sus soledades grises y lluviosas,
predecirlo.
No tiene cara contraria
el placer puro y
perfecto
del deseo.
ENTRE LA VIGILIA Y EL SUEÑO DE LAS FIERAS
La casa del campo ya no tenía entrada
sólo se llegaba por un monte
nos bañábamos tú y yo
con esponjas de mar y agua silvestre.
Venían a vernos la familia,
mi tía Margot no
había muerto a balazos,
mi padre tenía toda su memoria.
Tu familia se había mudado al pueblo
de aquel país tan ajeno
para ellos poco conocido
tomando todos mujer en poco tiempo.
Sólo tú y yo teníamos un secreto,
sólo yo no podía decirlo,
le había escupido en la cara al tiempo;
los que menos hablaban de imprudencia.
Mi madre presidiendo la mesa
subrayaba parentescos, procedencias,
observándola yo pero invisible.
Tú esperabas en la puerta recordándome
que como yo antes mi bisabuela.
Buscábamos claves sabiendo que no había
temerosos pero temerarios e inseparables
enjabonando las esponjas de mar
para bañarnos besándonos
el hocico, las garras y cantando.
PLANTO MIS DOS PIES SOBRE TU CADÁVER
Planto mis dos pies
sobre tu cadáver.
Bramo con desaforo.
Pantera herida, rujo, rabio.
Quiero deshonrar tu cuerpo;
no acariciarlo con aceite de sándalo
ni cerrarle los ojos;
alfileres lleven tus pupilas a las mías.
Quiero devorar tus huesos y tu carne,
sacudirte, gritarte, levantarte.
No quiero que descanses
sin que yo descanse.
Quiero pegar tu espíritu a tu cuerpo
y que me escuches.
Quiero que antes de irte
tengas miedo de marcharte.
Me niego a que te vayas sin fantasmas,
a que te ahorres la angustias y las
heridas.
Quiero que lleves de la soledad que
dejas
y que te persiga la soledad que ocupas,
por encima de espira el horizonte
y ver que nadie asoma.
NO ES DIOSA ALADA
Tarde o temprano la soledad es la
compañera
y nunca llega a gritos
o vestida de mariscal
o diosa alada.
Flota en el cuarto
que la acoge dolido.
Todo sigue del mismo color
pero adquiere
un tono gris
que baja triste la cabeza.
Repantigada en todas las esquinas
no da tregua a la mirada
ni se puede cantar feliz en su presencia.
Baja y sube los párpados
lame con ellos y se traga
todo trazo de alguna vez o siempre o nunca.
OFRENDAS
Deambulo por las calles de Manhattan
y se van presentando los templos;
me toman de la mano sus monjes
para entrar al recinto sagrado.
Las sombras bailan;
el aceite es la vida y la oración;
la oración es el vuelo y la vida
y sigo buscando en el rezo.
Acantilados de la mente,
exploración feliz del cielo,
miro y estoy en la superficie
de la Tierra tan abierta.
Casa flotante que incesante llama
con oraciones de barro e incienso,
con cánticos aromados de secretos,
con ofrendas de vidrio y sangre.
Miro, miramos, desde la esfera,
pedimos mirando,
rezamos mirando,
la mirada, la primera ofrenda
que visita el espacio de tierra.
MAPA PARA ENCONTRAR UN ESPEJO
Anémona, pulpo, dulce tortuga,
desértico lagartijo, taladro en busca de agua
escorpión militante de las dunas,
brizna de hierba, maguey.
Amapola de las carreteras,
gardenia del jardín oculto,
gomero hecho de leche,
árbol de lilas, limonero.
Guayabas, guanábanas goteadas,
liana aviadora en la jungla,
cebra en la planicie,
flamingo y águila suntuosa,
nube ballena antes del aguacero,
cometa escurridizo en tránsito
al planeta inexplorado.
MAPA DE LOS SINSABORES
Amargos, agrios, pastosos,
blandos, ácidos, descompuestos,
salados, cenicientos, rancios,
empalagosos, vomitivos.
Siempre atacan en directo
al molusco de la boca,
cuerpo del corazón herido
y del pensamiento helado.
Carne que también fabrica
la delicia incomible del olvido.
MAPA PARA ENTERRAR A UN VIVO
Es un entierro largo;
es una caravana de tullidos que te
acompaña;
es un bolero de cafetín
donde la pérdida siempre le gana la pelea
al odio o a la venganza.
Es un velorio que se acerca al juicio
pero no eres el único acusado;
a solas se delibera a quiénes tocaste o
embriagaste
y peor, aún tocas y embriagas.
Discípulos tendrán y algún acólito
también quien sorprenda dolor al nombrarte.
Por la noche, enemiga y aliada de los
claros
sólo tú sabrás a quién nombras.
MAPA PARA MI MUERTE
Quiero morir en el planeta Tierra;
entrar al polvo desnuda,
ni un solo anillo o pulsera,
ni gota de perfume
ni madera o bronce.
Quiero entrar al polvo
y devolverme a él,
volteando de un día a otro
fruta rápida y final.
Quiero poder volar
como en el sueño sin ataduras.
Darle descanso a la carne,
desatarme y vagar
alrededor, de arriba abajo
todos los aposentos
de mi amada casa.
MAPAR PARA ENCONTRAR EL FINAL
Un pájaro voló cayó rendido;
terremoto diminuto en una vida gigante.
Todo pasó por sus ojos,
lo vio, algo miró.
Todo y nada suyo.
Todo le pasó rozando
tocándolo un poco de muerte.
Todo el viaje, la vida y un segundo
para ser un pájaro rendido.
Preparado por Alberto Martínez-Márquez